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Año 7 314 – 2 de Junio de 2013
GUARACI DE LIMA SILVEIRA       
glimasil@hotmail.com      
Juiz de Fora, MGrasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Guaraci de Lima Silveira

Violência - ¿Um estado de espíritu?
 

 “Yo estoy contra la violencia porque parece hacer  bien, pero el bien sólo es temporal; el mal que hace es el que es permanente.” - Mahatma Gandhi


La palabra violencia tiene raíz latina violentia, creada alrededor de 1215, para mejor expresar la falta de respeto en utilización de la fuerza en detrimento de los derechos del ciudadano. “Posteriormente, casi trescientos años después, pasó a significar cualquier tipo de abuso ejercido arbitrariamente contra otros, imponiéndole la
voluntad, no considerándose los valores y usando la fuerza para someterlo cruelmente.” El profesor Carlos Torres Pastorino, Espíritu, hace estas reflexiones contenidas en su libro: Impermanencia e Inmortalidad, psicografia de Divaldo Franco.
 

La violencia está donde están las expresiones de los celos, revuelta, pasiones, robos, venganzas, imposiciones, justicias con las propias manos y otros comportamientos de infelices consecuciones. O sea, ella atraviesa y corona el mal. Aquellos que de ella se utilizan hacen del mal su antipropuesta al bien. “El bien es todo lo que está en consonancia con la Ley de Dios y el mal es todo lo que de ella se aleja. Así, hacer el bien es conformarse a la Ley de Dios; hacer el mal es infringir esa Ley.” Esta es la respuesta a la cuestión 630 del Libro de los Espíritus, cuando Kardec pregunta como se puede distinguir el bien del mal.


Estamos en la época de los cambios en este planeta. Hay tantos vaticinados, tales cambios irán confortar el hombre, yuxtaponiéndolo a su imperial condición de hijo de Dios, en proyecto cíclico de evolución. Hubo un tiempo en que los grandes imperios al subyugar pueblos a través de la espada y de la astucia utilizaban la
violencia como instrumento del miedo a cualquier rebeliones de los remanentes. Así torturaban, mataban, incendiaban villas y destruían monumentos, irguiendo en sus lugares los marcos mitológicos de sus ideologías culturales, como a decir a los vencidos: ahora somos nosotros y no vosotros. Era una efusión de lágrimas y sangres que entorpecían la razón, plena luz a desvelarse en las conciencias humanas, sin embargo obnubiladas por las torpezas del haber y del poseer, del apoderarse para mantener el ego inferior. ¿Y la religión? ¿Cuántos ejemplos de violencia nos legaron algunos de sus seguidores? ¿Pero la religión no es una herramienta para aproximarnos a Dios? ¿Por qué imponer al otro nuestra manera de buscar al Creador? Cada religión atrae para sí los adeptos que mejor se yuxtapongan a ella. No vale imponer ideas religiosas a nadie. Somos libres y podemos orar donde deseemos y conversemos con nuestro Padre Mayor en los momentos y lugares, como mejor nos aproveche.


Desde los estudios de Freud, Jung, Stanislav Grof y tantos otros de la ciencia y más recientemente con las profundizaciones de Joanna de Ângelis, tenemos en mano verdaderos guiones a ser buscados y seguidos. El ego inferior necesita, para prevalecer, demostrar fuerzas empujando al otro, las cosas, cambiando circunstancias a su propia voluntad y necesidades arrasadoras.

 

Está la violencia silenciosa que mata ideales...

 

Mientras esto el yo superior aguarda y no pierde oportunidades para demostrarse, hablando a la razón que la violencia es innecesaria, pues que portarse como individuo sensato, cultivador de la paz, es antes una efeméride y una victoria espiritual.


Pero la violencia aún grasa. Y a vemos en las más variadas formas. De entre tantos, es violento el acto de interponerse entre el ser y la educación, perjudicando a ambos. Como también lo es injuriar, reclamar constantemente, crear intrigas, intercambiar socos y puntapiés en casa o no, lanzar lejos pertenencias ajenas. También es violento
el acto de corromper mentes infantiles llevándolas al crimen o a la prostitución. Es violento el acto de conectar un volumen muy alto, tanto en apartamentos o vecindades próximas, como en las calles. Es violento el acto de dejar a la sociedad sin la necesaria seguridad a sus justos apuntamientos. Conducir borrachos poniendo vidas en riesgos. Vender productos alcohólicos o drogas alucinógenas a menores. Hay aún la violencia silenciosa que mata ideales, roba ideas para apropiarse de ellas, trama la bajada de uno para el apogeo indebido del otro. Arma trampas para ver el dolor ajeno. Permite que uno muera para que alguien muestre su insatisfacción a el o al grupo que pertenezca. Traiciona la confianza que le es depositada. … el hogar que lo acoge.


Jean-Paul Sartre, filósofo francés del siglo pasado, nos trae un importante objeto de reflexiones: “La violencia, sea cuál sea la manera como ella se manifiesta, es siempre una derrota”. El derrotado es aquel que perdió la oportunidad de ser individuo en grado superlativo. Se vuelve burlado, infeliz, prepotente, cínico.
Joanna de Ângelis indica, en su libro: Conflictos Existenciales, que “El cinismo es una expresión que caracteriza la conducta del ser violento, que surge en el periodo infantil – cuando es patológica –, prolongándose por la adolescencia, en que revela las tendencias agresivas con más intensidad, así alcanzando la edad adulta, sin una adaptación equilibrada por el medio social”. Entonces todo comienza en la infancia. Todo surge como repercusión del pasado. De ahí el bullying, de ahí la criminalidad infantil o aún el suicidio, la triste demostración de la derrota individual. Drogarse es también un acto violento a sí y a la sociedad que lo recibió. Y esto necesita ser informado a los espíritas y no espíritas.  El egocentrismo es la tónica de la conducta violenta, según los estudiosos del asunto. “Yo soy y mando y no acepto ser contrariado” – diría el violento después de abatir su víctima.


En el pasado histórico, cuando la humanidad no paraba de guerrear para constituir un forum donde el diálogo pudiera esclarecer, la violencia era tenida como instrumento de vigilancia personal, nacional, territorial, finalmente.

 

Todos, sin excepción, poseen el Reino interior en sí

 

Era la famosa “vigilancia” – la violencia instituida y que mucho se propagó y propaga en las comunidades sociales de todos los tiempos. Ejércitos, batallones, tropas, mercenarios, agentes del aguijón y del veneno, estrategas, comandantes, paz armada – tanto social como doméstica e institucional – componen el rol de la historia de la violencia en el mundo. Hay un proverbio árabe que bien explica: “Yo contra mi hermano; yo y mi hermano contra  nuestro primo; yo, mi hermano y mí primo contra nuestros enemigos”. ¿Y para que tanto? Sólo para vigilar a los bienes personales y territoriales. ¡Pero el mundo es tan grande! ¡El Universo es mucho y la Creación ni si habla! Hay espacio para todos. Todos poseen el Reino entero en sí. ¿Para que tanta violencia? ¿Para qué prenderse a lo minúsculo mientras se sostiene sobre nosotros un firmamento infinito invitándonos a descubrirlo y a hacernos de el y a construir otros firmamentos en la eternidad?


En el tráfico, en casa, en la calle, en el garaje, en la playa, en las empresas, en los estadios, en tantos locales y, pasmen: hasta en los velatorios, la ancestral y anticuada forma de prevalecer visita sentimientos, destronando el bien. En esos casos hay siempre un blanco: el enemigo, el adversario, el oponente.


¿Quién es el enemigo? Dicen ser la parte contraria en una disputa, partida o conflicto, sea por persona o grupo, por sus ideas, pensamientos, actividades o por razones políticas radicales. Veamos lo que háblanos André Luiz en el libro Liberación, capítulo 19: “El enemigo no siempre es una conciencia actuando deliberadamente
en el mal. En la mayoría de las veces, atiende a la incomprensión en cuanto a cualquiera de nosotros; procede en determinada línea de pensamiento, porque se cree en guía infalible a los propios ojos, en las pujas del trabajo a que se empeñó en los círculos de la vida: enfrenta, cual ocurre a nosotros mismos, problemas de visión que sólo el tiempo, aliado al esfuerzo personal en la ejecución del bien, conseguirá decidir”.


Y el adversario, ¿quien es él? En la voz corriente es la criatura rival con la cual se lucha. En las palabras de la espiritualidad es “el suelo a trabajar, esperando por nosotros” y aún “es todo lo que nos aleje de la energía del servicio real con Cristo”. Citamos aquí a Victor Hugo en “Sublime Expiación” y una página del libro “Correo Fraterno” editado por la FEB. Nos resta ahora saber quiénes son nuestros oponentes. Recurriendo a la voz en curso vamos a encontrar: “es aquel que hace oposición, es contrario a algo o alguien”. La espiritualidad nos dice que son terrenos en que necesitamos recuperar el plantío de nuestra felicidad venidera. En nuestra sencilla opinión, el oponente también es aquel que nos enseña a ganar mientras estamos delante del tablero de ajedrez que es la vida.

 

No estamos sujetos a injusticias por parte de Dios

 

Jesús nos aconsejó reconciliarnos con todos ellos, mientras estamos a camino con los mismos. Sin embargo, aún sabiendo de todo esto muchos aún entronizan la violencia como instrumento de defensa. ¿Pero defensa de qué? Esta es la pregunta. No morimos. No estamos sujetos a las injusticias por parte de Dios. Y sabemos que todos, sin excepción, somos hijos de Él que no premia a uno en detrimento a otro. Las causas de nuestras asperezas y deshonras yacen en nosotros mismos, conforme nos indica El Evangelio según el Espiritismo, cap. 5. ¡No nos adelanta conquistar tantos bienes materiales y territoriales, pues quedarán todos aquí cuando volvamos a los planos espirituales! Todo cuestión de razonamiento lógico, y eficiente. Toda cuestión de estudios y profundizaciones y de aceptación feliz a lo que se es y a lo que será en el porvenir, después de destituir de nosotros las cadenas de la violencia. Ah, ¿pero y mi opinión? Las insolencias que no tolero... ¿Las disculpas que no acepto; el perdón que pasa lejos de mí? Nos dice Bruce Malina, teólogo y profesor estadounidense, que “... la violencia establecida puede ser considerada un proceso por medio del cual el emprendimiento moral busca defender sus intereses...


En esta perspectiva, la violencia instituida defiende el estatus quo contra los desviados y los subversivos”. Un ejemplo de esto es el juicio y crucificación de Jesús. Juan (11-50) nos dice que Caifás, delante de Jesús, proclamó: “¿Vosotros no percibís que es mejor que un sólo hombre muera por el pueblo que la nación entera perezca?” Se ve ahí la aplicación de la vigilancia. Jesús representaba peligro. Entonces es mejor eliminarlo en la concepción del Sacerdote infeliz. Allá en el frente el Maestro diría: “Padre, perdónales. Ellos no saben lo que hacen”. La violencia atraviesa los caminos de las posiciones tradicionales en detrimento a lo nuevo que puede dislocarnos de nuestras zonas de confort.


Jesús pidió perdón para los violentos por saber que ellos cambiarían un día con el conocimiento de su legitimidad de Espíritus libres a camino de la perfección. Posturas estas difundidas y vividas por los seres superiores que hoy ayudan en la conducción de la humanidad, justificando la pasividad de los santos ante la furia
de sus verdugos. ¿De que les adelantaría el replicar? Deberían demostrar que sus mentes evolucionaron para la paz que Jesús nos predicó y nos dejó como cimientos del bien.


Cuando violentamos a alguien o alguna institución social acostumbramos a erguir allí nuestras estructuras personales o culturales. Pero, y según Molina: “... ellas sirven más como monumentos de la destrucción de un antiguo sistema de control social y político que como símbolos auténticos de nuevo orden viable”.

 

Dios deja al hombre la elección del camino

 

En El Libro de los Espíritus, en la cuestión 634, Kardec interroga por qué lo malos se encuentra en la naturaleza de las cosas y si Dios no podría crear la Humanidad en mejores condiciones. Sí, este es el deseo de los líderes sinceros y profundos. Ellos desean el bien social, ellos desean la paz duradera, ellos desean la armonía entre los seres. Ellos luchan por todo esto, mientras otros se matan o destronan conciencias. Mientras otros colocan en riesgo la vida de miles de personas para garantizar su puesto de avanzado comerciante o jefe comunitario que predica la obediencia ciega. La espiritualidad entonces respondió a Kardec y a todos nosotros que: “Dios deja al hombre la elección del camino: tanto peor para él seguir el mal; su peregrinación será más larga”. Peregrinar significa andar y andar mucho, calentando los pies, sangrándolos hasta, por fin, encontrar un puesto seguro y rendirse, aproximándose a el. Acostumbra a tardar siglos de dolor y presiones.


La violencia posee sus grados. Una pareja que bebe, fuma, se droga o discute en la presencia de los hijos pequeños están practicando la violencia en alto grado, pues que enseñan a sus retoños que el mundo es cruel y que debe ser tratado con negligencia y agresiones. Están los que llevan a sus hijos para bares o encuentros
sociales y actúan de la misma forma que en casa. Y después se sientan enfrente del aparato de TV y se escandalizan cuando el informativo indica que alguien robó, torturó, mató, se corrompió o dejó de cumplir reglas de seguridad causando desencarnaciones colectivas o no. ¿Pero y él? ¿También no acabó de indicar a los hijos los caminos de la corrupción y de las ilegalidades?


“La Ley de Dios es la misma para todos; pero el mal depende, sobre todo, de la voluntad que se tenga en hacerlo. El bien es siempre bien y el mal siempre mal, cualquiera que sea la posición del hombre; la diferencia está en el grado de responsabilidad” – nos dicen los Espíritus superiores en la cuestión 636 del Libro de los Espíritus. Responsabilidad – esta la palabra, la frase, el contexto, el contenido superior. Respondemos siempre por nuestros actos y la violencia traerá para aquellos que la practican la vuelta de la propia violencia. Es preciso organizar la mente para que ella nos proteja en las horas difíciles en que somos alcanzados por algo que perturbe la “paz”
del ego inferior. El, cuando es abordado, acostumbra a crecer fuertemente, trastornando a quién lo acoge, llevándolo a los estados anteriores de los salvajes y un tiempo en que el sabe más, estudió más, vivió mejor, lejos de las cavernas.


Criminales, pecadores, desviados, subversivos, disidentes y heréticos alimentaron la violencia en el mundo, pues para perseguirlos y exterminarlos la vigilancia constituida demostró su algazara en las torturas y en las muertes. Aún hoy, aquel que nos incita a la violencia forma parte del grupo de arriba.

 

La violencia es temporal y un día desaparecerá

 

Según el pensamiento de Emmanuel, el agresor es un desequilibrado mental y un maestro a forjarnos para el bien. Información excepcional para que construyamos en nosotros el hombre libre y saludable, inteligente y sabio. Al desear un futuro mejor para nosotros y nuestras familias, no exijamos tanto de los gobiernos y de los otros. Hagamos nuestra parte. Aquellos que andan en los caminos de la rectitud son por Dios amparados. “El Bien eterno es bendición de Dios a la disposición de todos”, nos dice André Luiz en su libro: Conducta Espírita. “En la educación moral por el ejemplo y por la rectitud está la más eficiente psicoterapia preventiva y naturalmente curativa, para todos los disturbios de la sociedad en sí misma o de aquellos que la constituyen como células de relevante importancia”, añade Joanna de Ângelis en su: Conflictos Existenciales.


Gandhi bien sabía sobre violencia y no-violencia. Él entendía la falsa capa protectora de los actos violentos por saber que eran de efectos temporales y que el mal permanecería. No vale agredir para defenderse, matar para sobrevivir. En la Constitución Divina está escrito en el artículo 5: No matarás. Y no tiene párrafos.
No matar significa no destruir nada y nadie en hipótesis alguna. En el Prefacio del Evangelio según el Espiritismo, en su último párrafo, el Espíritu de la Verdad nos aconseja: “Hombres, hermanos amados, estamos juntos a vosotros. Amaos también unos a los otros y decid del fondo de vuestro corazón, haciendo la voluntad del Padre que está en los Cielos: ‘¡Señor! ‘¡Señor!’, y podréis entrar en el Reino de los Cielos”. Y para tanto tenemos que pensar en una terapia liberadora de la violencia. Joanna de Ângelis nos aconseja la búsqueda y ofrecer una verdadera contribución de afectividad familiar, a fin de que el violento reencuentre la auto confianza y desarrolle la autoestima profundamente desorganizada. Según ella la “inclinación para la violencia atrae equivalentes del Más Allá, generando intercambio pernicioso, en el cual la ferocidad de las personalidades intrusas se mezclan con el temperamento desorganizado de la víctima, haciéndose más grave la enfermedad que amenaza al ciudadano y la sociedad”. Para ella, el recurso de la terapia de naturaleza psicológica presentando al enfermo otros patrones de conducta, elevadas expresiones de solidaridad, de compasión, de amor, de caridad, que existen en el mundo, le faculta la autorrealización y la plenitud y todo esto aliado al concurso de la plegaria. Este hábito atraerá a Benefactores del Mundo Mayor que pasarán a liberar al paciente. Es bueno ver todo el capítulo 10 del libro: Conflictos Existenciales de Joanna de Ângelis.


Concluimos diciendo que la violencia es temporal y desaparecerá de este planeta en la medida en que los hombres primen por la buena voluntad de construir aquí un mundo de estudios y reflexiones, de convivencia sana, solidaria y fraterna, de amor a Dios por encima de todo y al próximo como a sí mismo, y aún cuando
instituyan en sí el deseo sincero de buscar los principios superiores que nos remonten al Padre Celeste y Creador de todos nosotros, para vivir en plena armonía juntos y con Él.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita