Continuamos el
estudio metódico de
“El Evangelio según
el Espiritismo”, de
Allan Kardec, la
tercera de las obras
que componen el
Pentateuco
Kardeciano, cuya
primera edición fue
publicada en abril
de 1864. Las
respuestas a las
preguntas sugeridas
para debatir se
encuentran al final
del texto.
Preguntas para
debatir
A.
¿Cuáles son las
cualidades de la
caridad según Pablo
de Tarso?
B.
¿Cuáles son los
errores que existen
en las máximas
“Fuera de la Iglesia
no hay salvación” y
“Fuera de la verdad
no hay salvación”?
C.
¿Por qué Pablo de
Tarso dice en su
mensaje sobre la
caridad que los
destinos del hombre
en la Tierra y en el
Cielo están
contenidos en la
máxima “Fuera de la
caridad no hay
salvación”?
D.
¿Cuál es el
significado de la
parábola de los
talentos?
Texto para la
lectura
219.
No es el padre quien
crea el Espíritu de
su hijo; él sólo le
provee la envoltura
corpórea, pero le
corresponde cooperar
en el desarrollo
intelectual y moral
de su hijo para
hacerlo progresar.
Los que encarnan en
una misma familia,
sobre todo como
parientes cercanos,
son muchas veces
Espíritus simpáticos
unidos por
relaciones
anteriores, que se
manifiestan mediante
por su afecto
recíproco en la vida
terrestre. (Cap.
XIV, ítem 8)
220.
Pero también puede
suceder que esos
Espíritus sean
completamente
extraños los unos a
los otros, alejados
entre sí por
antipatías
igualmente
anteriores, que se
traducen en la
Tierra por un
antagonismo mutuo
que les sirve de
prueba. No son los
lazos de la
consanguinidad los
verdaderos lazos de
familia y sí los de
la simpatía y la
comunión de
pensamientos, los
que ligan a los
Espíritus antes,
durante y después
de sus
encarnaciones. (Cap.
XIV, ítem 8)
221.
Fue eso lo que Jesús
quiso hacer
comprender, al decir
a sus discípulos:
Aquí están mi madre
y mis hermanos, es
decir, mi familia
por los lazos del
Espíritu, porque
todo aquél que hace
la voluntad de mi
Padre que está en
los cielos es mi
hermano, mi hermana
y mi madre. (Cap.
XIV, ítem 8)
222.
¡Oh espíritas!
Comprended ahora el
gran papel de la
Humanidad;
comprended que
cuando producís un
cuerpo, el alma que
en él encarna viene
del espacio para
progresar; enteraos
de vuestros deberes
y poned todo vuestro
amor en acercar esa
alma a Dios; tal es
la misión que se os
ha confiado y cuya
recompensa
recibiréis, si la
cumplís fielmente.
(Cap. XIV, ítem 9,
San Agustín)
223.
Recordad que a cada
padre y a cada madre
Dios preguntará:
¿Qué hicisteis del
hijo confiado a
vuestra custodia? Si
por vuestra culpa él
se quedó retrasado,
tendréis como
castigo el verle
entre los Espíritus
que sufren, cuando
de vosotros dependía
que fuese dichoso.
Entonces, vosotros
mismos, asediados
por los
remordimientos,
pediréis que os sea
concedido reparar
vuestra falta;
solicitaréis para
vosotros y para él
otra encarnación en
la que lo rodearéis
de mejores cuidados
y en la que él,
lleno de
reconocimiento, os
retribuirá con su
amor. (Cap. XIV,
ítem 9, San Agustín)
224.
¡Madres! Abrazad al
hijo que os da
disgustos y decíos a
vosotras mismas: Uno
de nosotros dos es
culpable. Haceos
merecedoras de los
goces divinos que
Dios concedió a la
maternidad,
enseñando a vuestros
hijos que ellos
están en la Tierra
para perfeccionarse,
amar y bendecir.
(Cap. XIV, ítem 9,
San Agustín)
225.
La tarea no es tan
difícil como os
puede parecer. No
exige la sabiduría
del mundo. Puede
desempeñarla tanto
el ignorante como el
sabio, y el
Espiritismo le
facilita su
realización dándole
a conocer la causa
de las
imperfecciones del
alma humana. Desde
pequeño, el niño
manifiesta los
instintos buenos y
los malos que trae
de su existencia
anterior. Los padres
deben dedicarse a
estudiarlos. Todos
los males se
originan en el
egoísmo y el
orgullo. Observen,
pues, los padres los
menores indicios que
revelen el germen de
tales vicios y
dedíquense a
combatirlos sin
esperar que echen
raícen profundas.
Hagan como el buen
jardinero, que corta
los brotes
defectuosos a medida
que los ve despuntar
en el árbol. Si
dejaran desarrollar
el egoísmo y el
orgullo, no se
espanten de ser más
tarde pagados con la
ingratitud. (Cap.
XIV, ítem 9, San
Agustín)
226.
“Maestro – le
preguntó un doctor
de la ley - ¿cuál
es el gran
mandamiento de la
ley? Jesús le
respondió: Amarás al
Señor tu Dios con
todo tu corazón, con
toda tu alma, con
todo tu espíritu.
Este es el mayor y
el primer
mandamiento. Y he
aquí el segundo, que
es semejante al
primero: Amarás a tu
prójimo como a ti
mismo. Toda la ley y
los profetas están
contenidos en estos
dos mandamientos.”
(Mateo, cap. XXII,
vv. 34 a 40.)
Caridad y humildad,
tal es el único
camino de la
salvación. Egoísmo y
orgullo, tal es el
de la perdición.
Este principio está
formulado en la
respuesta dada por
Jesús al doctor de
la ley, del que se
deduce que no
podemos amar
verdaderamente a
Dios sin amar al
prójimo, ni amar al
prójimo sin amar a
Dios. (Cap. XV,
ítems 4 y 5)
227.
Paulo de Tarso, en
sus consideraciones
sobre la caridad, la
coloca, sin
equívoco, por encima
incluso de la fe. Es
porque la caridad
está al alcance de
todo el mundo y es
independiente de
cualquier creencia
particular. Y hace
más: define la
verdadera caridad,
la muestra no sólo
en la beneficencia
sino también en el
conjunto de todas
las cualidades del
corazón, en la
bondad y en la
benevolencia para
con el prójimo.
(Cap. XV, ítem 7)
228.
La máxima “Fuera
de la caridad no hay
salvación”
consagra el
principio de la
igualdad ante Dios y
de la libertad de
conciencia.
Teniéndola por
norma, todos los
hombres son hermanos
y cualquiera que sea
la manera de adorar
al Creador, se
tienden la mano y
oran los unos por
los otros. Con el
dogma “Fuera de
la Iglesia no hay
salvación”, se
lanzan al anatema,
se persiguen
recíprocamente y
viven como enemigos;
el padre no ruega
por su hijo, ni el
hijo por su padre,
ni el amigo por su
amigo. Es, pues, un
dogma esencialmente
contrario a las
enseñanzas de Cristo
y a la ley
evangélica. (Cap.
XV, ítem 8)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A.
¿Cuáles son las
cualidades de la
caridad según Pablo
de Tarso?
Pablo
de Tarso, además de
colocar la caridad
por encima de la fe
y la esperanza, la
definió de manera
muy clara,
mostrándola no sólo
en la beneficencia,
sino también en el
conjunto de todas
las cualidades del
corazón, en la
bondad y en la
benevolencia para
con el prójimo.
(El
Evangelio según el
Espiritismo,
capítulo XV, ítems 6
y 7.)
B.
¿Cuáles son los
errores que existen
en las máximas
“Fuera de la Iglesia
no hay salvación” y
“Fuera de la verdad
no hay salvación”?
El
dogma – Fuera de
la Iglesia, no hay
salvación – no
se apoya en la fe
fundamental en Dios
y en la inmortalidad
del alma, fe común a
todas las
religiones, sino en
una fe especial en
dogmas particulares
y, por esto, es
exclusivo y
absoluto. Este es su
error.
Lejos
de unir a los hijos
de Dios, los separa;
en vez de incitarlos
al amor de sus
hermanos, fomenta y
sanciona la
irritación entre los
sectarios de los
diferentes cultos
que recíprocamente
se consideran como
malditos en la
eternidad, aunque
estos sectarios sean
parientes y amigos.
Con el dogma
Fuera de la Iglesia
no hay salvación,
ellos se lanzan al
anatema, se
persiguen
recíprocamente y
viven como enemigos;
el padre no ruega
por su hijo, ni el
hijo por su padre,
ni el amigo por su
amigo, puesto que
mutuamente se
consideran
condenados sin
salvación. Es, pues,
un dogma
esencialmente
contrario a las
enseñanzas de Cristo
y a la ley
evangélica.
La
máxima Fuera de
la verdad no hay
salvación
equivale a Fuera
de la Iglesia no hay
salvación, y
sería igualmente
exclusiva, porque no
existe una sola
secta que no
pretenda tener el
privilegio de la
verdad. ¿Qué hombre
se puede vanagloriar
de poseerla por
completo, cuando el
ámbito de los
conocimientos se
amplía
incesantemente y
todos los días se
rectifican las
ideas? La verdad
absoluta sólo es
patrimonio de los
Espíritus del orden
más elevado y la
Humanidad terrena no
podría pretender
poseerla, porque no
le es dado saberlo
todo. Ella sólo
puede aspirar a una
verdad relativa y
proporcionada a su
adelantamiento. Si
Dios hubiera hecho
de la posesión de la
verdad absoluta la
condición expresa de
la felicidad futura,
habría pronunciado
una sentencia de
proscripción
general, mientras
que la caridad,
incluso en su más
amplia acepción,
pueden practicarla
todos.
El
Espiritismo, de
acuerdo con el
Evangelio, al
admitir la salvación
para todos,
independiente de
cualquier creencia,
siempre que la ley
de Dios sea
observada, no dice:
Fuera del
Espiritismo no hay
salvación; y
como no pretende
enseñar aún toda la
verdad, tampoco
dice: Fuera de la
verdad no hay
salvación,
puesto que esta
máxima dividiría en
vez de unir y
perpetuaría los
antagonismos.
(Obra citada,
capítulo XV, ítems 8
y 9.)
C.
¿Por qué Pablo de
Tarso dice en su
mensaje sobre la
caridad que los
destinos del hombre
en la Tierra y en el
Cielo están
contenidos en la
máxima “Fuera de la
caridad no hay
salvación”?
El
mismo Pablo explicó
qué quiso decir con
tal frase, al
agregarle estas
palabras: en la
Tierra, porque a la
sombra de este
estandarte ellos
vivirán en paz; en
el cielo, porque los
que la hayan
practicado
encontrarán gracia
ante el Señor.
Esta
divisa es, según
Pablo, la antorcha
celeste, la columna
luminosa que guía al
hombre en el
desierto de la vida,
conduciéndolo a la
Tierra Prometida.
Ella brilla en el
cielo como una
aureola santa en la
frente de los
elegidos, y en la
Tierra está grabada
en el corazón de
aquellos a quienes
Jesús dirá: Pasad a
la derecha, benditos
de mi Padre. Nada
expresa con más
exactitud el
pensamiento de
Jesús, nada resume
mejor los deberes
del hombre, que esta
máxima de orden
divino. El
Espiritismo no
podría probar mejor
su origen, que
presentándola como
norma, puesto que
ella es un reflejo
del más puro
Cristianismo.
(Obra citada,
capítulo XV, ítem
10.)
D.
¿Cuál es el
significado de la
parábola de los
talentos?
Al
destacar la
fidelidad de los
siervos que supieron
multiplicar los
talentos recibidos,
el Señor hace, en la
parábola en
cuestión, una seria
advertencia
expresada en esta
frase: “Se dará al
que ya tiene y se
quitará al que no
tiene”, la cual
recibe la siguiente
explicación de un
benefactor
espiritual:
Aquél
que tiene, es decir,
recibió, es el que
posee el sentido de
la palabra divina;
la recibió sólo
porque trató de
hacerse digno de
ella y porque el
Señor, en su amor
misericordioso,
alienta los
esfuerzos que
tienden hacia el
bien. Sostenidos,
perseverantes, esos
esfuerzos atraen la
gracia del Señor;
son un imán que
atrae hacia sí lo
que es
progresivamente
mejor, las gracias
abundantes que nos
hacen fuertes para
ascender la montaña
santa, en cuya cima
está el reposo que
sigue al trabajo.
“Se
quitará al que no
tiene, o tiene
poco”. Se trata de
una antítesis
figurada. Dios no
retira a sus
criaturas el bien
que se haya dignado
hacerles. No es Dios
el que quita a aquél
que ha recibido
poco: es el mismo
Espíritu que, por
pródigo y
descuidado, no sabe
conservar lo que
tiene y aumentar,
fecundándolo, el
óbolo que cayó en su
corazón.
Aquél
que no cultiva el
campo que su padre
ganó con su trabajo,
y que a él le tocó
en herencia, lo ve
cubrirse de hierbas
parásitas. ¿Es su
padre quien le quita
las cosechas que él
no quiso preparar?
Si por falta de
cuidado, dejó que se
marchitasen las
semillas destinadas
a producir en ese
campo, ¿es a su
padre al que debe
acusar porque éstas
nada produjeron? No
y no.
En
vez de acusar a
aquél que todo lo
había preparado, de
criticar las
donaciones
recibidas, que se
queje del verdadero
autor de sus
miserias y,
arrepentido y
laborioso, ponga con
valentía manos a la
obra; que roture el
suelo ingrato con el
esfuerzo de su
voluntad; que lo
labre hasta el fondo
con la ayuda del
arrepentimiento y de
la esperanza; que
eche en él,
confiado, la buena
semilla que haya
separado de entre
las malas; que lo
riegue con su amor y
su caridad, y Dios,
el Dios de amor y de
caridad, dará a
aquél que ya ha
recibido. Entonces
verá sus esfuerzos
coronados de éxito y
que un grano
producirá cien y
otro mil.
(Obra
citada, capítulo
XVI, ítem 6 y
también cap. XVIII,
ítems 13 a 15.)
|