En Brasil, la estimación
es que la enfermedad
alcance hoy 1,2 millones
de personas con más de
65 años. Y el número de
casos va a más que
doblar hasta 2030, en
consonancia con la
Asociación Brasileña de
Alzheimer (ABRAZ).
Entre las enfermedades
que provocan demencia en
la población anciana,
los especialistas
esclarecen que el
Alzheimer es el más
común, y según la
presidente de la ABRAZ,
Fernanda Paulino, “la
enfermedad no tiene
cura, pero el
tratamiento en las fases
iniciales de la
enfermedad puede
postergar un año los
síntomas y
complicaciones”.
Histórico y concepto -
La enfermedad de
Alzheimer fue descrita
por el psiquiatra
neuropatólogo Alois
Alzheimer en 1906. Al
hacer una autopsia, el
médico alemán descubrió
en el cerebro muerto
lesiones que nadie nunca
había visto antes: se
trataba de un
problema de dentro de
las neuronas (las
células cerebrales), los
cuales aparecían
atrofiados en varios
lugares del cerebro, y
llenos de placas
extrañas y hebras
retorcidas, enroscadas
unas en las otras.
La enfermedad de
Alzheimer, también
conocida como demencia,
erróneamente llamada por
la población como
“esclerosis” o vejez, es
una enfermedad
degenerativa del
cerebro, cuyas células
se deterioran (neuronas)
de forma lenta y
progresiva, provocando
una
atrofia del cerebro. En
consecuencia, la memoria
y el funcionamiento
mental son afectados, y
otros problemas toman
curso como confusión,
cambios de humor y
desorientación en el
tiempo y en el espacio.
Aunque la enfermedad de
Alzheimer no sea
contagiosa ni
infecciosa, ella hace
disminuir la capacidad
de la persona se
cuidarse (de sus
necesidades cotidianas),
de gestionar su vida
emocional, profesional
etc. y, por eso, la hace
dependiente de la ayuda
ajena para realizar
hasta incluso las tareas
básicas como higiene
personal y alimentación.
Causas -
La causa de la
enfermedad de Alzheimer
aún no es conocida por
la medicina ortodoxa.
Hay diversas teorías,
pero de concreto hasta
ahora se acepta que sea
una enfermedad
genéticamente
determinada, no
necesariamente
hereditaria (transmisión
entre familiares).
Síntomas -
Es posible dividir la
enfermedad en tres
fases: inicial,
intermedia y terminal.
Fase inicial.
La enfermedad comienza,
generalmente, entre los
40 y 90 años. En el
comienzo son los
pequeños olvidos,
usualmente aceptados por
los familiares como
parte del proceso normal
de envejecimiento, pero
que van agravándose de
forma gradual. Conocedor
de estos
olvidos, el individuo
puede hacerse confuso,
agresivo y aún viviendo
disturbios de conducta,
ansiedad y depresión.
Se verifica la pérdida
de la memoria reciente,
dificultad para aprender
y retener nuevas
informaciones,
disturbios de lenguaje,
dificultad progresiva
para las tareas de la
vida diaria, falta de
cuidado con la
apariencia personal,
irritabilidad,
desorientación. En esta
fase, sin embargo, los
pacientes aún
permanecen alertas y
presentan buena calidad
de vida social.
Fase intermediaria.
El paciente se hace
incapaz de aprender y
retener nuevas
informaciones, pasando a
depender cada vez más de
terceros. Tienen inicio
las dificultades de
locomoción, la
comunicación se hace
inviable y pasa a exigir
cuidados y supervisión
integral, incluso para
las actividades
rutinarias como
alimentación, higiene,
vestuario etc. Se inicia
también la pérdida del
control de la vejiga
(incontinencia).
Fase final.
El paciente queda
incapaz de andar
(restringido al lecho),
no habla más y vive la
pérdida del control de
la vejiga y del
intestino; hay
dificultades para tragar
alimentos, evolucionando
para uso de sonda
intestinal o del
estómago. Con eso, crece
el riesgo de neumonía,
desnutrición y úlceras
por estar encamado.
En la mayoría de las
veces, con todo, la
causa de la muerte se
relaciona a factores
conectados a la edad
avanzada y no
necesariamente a la
enfermedad propiamente
dicha.
En otras palabras, por
ser el mal de Alzheimer
una enfermedad terminal
que causa un deterioro
general de la salud, la
causa más frecuente es
la neumonía, porque a
medida que la enfermedad
progresa el sistema
inmunológico se
deteriora, y surge
pérdida de peso, que
aumenta el riesgo de
infecciones de la
garganta y de los
pulmones.
Diagnóstico -
No existe una prueba
específica que confirme
de manera incuestionable
la enfermedad. El
diagnóstico cierto de la
enfermedad de Alzheimer
sólo puede ser hecho por
examen del tejido
cerebral obtenido por
biopsia o necropsia. De
este modo, el
diagnóstico probable (y
no invasivo) es hecho
excluyendo otras causas
de demencia por la
historia (depresión,
pérdida de memoria
asociada a la edad),
exámenes de sangre
(hipotiroidismo,
deficiencia de vitamina
b), tomografía o
resonancia (múltiples
infartos, hidrocefalia)
y otros exámenes.
Hay algunos marcadores,
generalmente
identificados a partir
del examen de sangre,
como la apolipoproteína
Y (APOE), cuyos
resultados pueden
mostrar oportunidad
aumentada de enfermedad
de Alzheimer y son
valiosos en
investigación, pero no
son útiles para
diagnóstico individual.
Es obvio que eso no
impide que marcadores
más sensibles vayan a
surgir en el futuro.
Tratamiento -
La llamada “medicina
ortodoxa” (convencional)
considera no tener
tratamiento curativo
para la enfermedad de
Alzheimer, es decir, la
terapia busca el control
de los síntomas, siendo
que las medicaciones más
empleadas han sido los
anticolinesterásicos, al
menos de momento.
Además de eso, sin
desobedecer al
itinerario propuesto por
la medicina ortodoxa, el
paciente puede buscar
apoyo en la medicina
energética (homeopatía
y/o terapia floral) y
que puede ser
administrada como
instrumento de
prevención de gravedad;
sin olvidar la actuación
de esta
medicina (aquí
especialmente la terapia
floral) en el alivio del
sufrimiento del cuidador
de la persona con la
enfermedad de Alzheimer.
Alzheimer y Espiritismo
-
Estudios desarrollados
por la Asociación
Médico-Espírita de
Brasil orientan
hipótesis de causas
espirituales para el
hecho de la enfermedad
de Alzheimer, tales como
la rigidez de carácter,
la culpa, procesos
obsesivos graves, la
depresión y los
sentimientos enfermizos
– odio y amargura –
especialmente cuando son
mantenidos a medio y
largo plazo.
Medidas preventivas -
Las medidas preventivas
más recomendadas son el
cuidado con la salud
física y emocional, el
trabajo intelectual,
inclusive con la
sugerencia de prácticas
como rompecabezas,
palabras-cruzadas,
actividades artísticas,
aprendizaje de idiomas,
entre otras, y,
especialmente, el
interés por una vida
psicológica, nutrida por
valores y objetivos
elevados – en nítida
oposición a un existir
auto-centrado.
Aún, mientras la
necesidad de trabajo
intelectual exige la
atención con tareas
cognitivas y mnemónicas,
los procesos obsesivos,
los cuadros depresivos y
la rigidez de carácter
(intolerancia,
impaciencia etc.), entre
otras, por su parte
reclaman la necesidad de
asumir el individuo la
propuesta de
auto-iluminación – de
esta manera, y para
nosotros espíritas, eso
implica el estudio
doctrinario (y las
lecturas edificantes),
la frecuencia, si es
posible semanal, a la
casa espírita para
tratamiento con pases y
agua fluidificada y el
ejercicio de la caridad,
que, al lado de la
oración, fortalece
nuestra inmunidad
espiritual.
Por fin, las graves
dificultades emocionales
sirven bien a la praxis
de la psicoterapia. Esta
última promueve el
auto-examen y, de forma
lúcida, ayuda en la
superación de los
dolores del alma, en el
dominio esclarecido de
los “enemigos” internos.
Informaciones finales -
A buen seguro el aumento
del número de casos de
enfermedad de Alzheimer
en la actualidad es una
alerta a todos nosotros,
principalmente si
nutrimos una vida poco
fecunda para nuestro
propósito evolutivo, es
decir, cuando no
prestamos atención a los
objetivos reales de
nuestro programa
reencarnatorio.
No podemos ignorar que
la enfermedad de
Alzheimer, por encima de
todo, es una enfermedad
que tiene resonancia con
una soledad sombría y
negativa, por cuanto el
portador de esa
enfermedad pasa a vivir
aislado en sí mismo. Y
eso porque ese mal – el
mal de
Alzheimer – infelizmente
“aniquila la vivencia
del tiempo para el
cuerpo, porque este no
obedece al control del
Espíritu” (Iso Jorge
Teixeira).
De otro lado, es
importante destacar que
en una entrevista
concedida a la
Asociación de
Divulgadores de
Espiritismo de Portugal,
en 2009, cuando
preguntaron a Divaldo
Franco qué es lo que
los Espíritus le decían
sobre la cura del
cáncer, del SIDA y del
Alzheimer, el
eminente orador
respondió: “me informan
que, de momento, esas
enfermedades son una
necesidad para nuestro
proceso de
auto-iluminación”.
Así, sin olvidar la
condición de nuestro
tiempo de transición,
deberemos nosotros, los
espíritas, mirar el
futuro con esperanza y,
así, trabajemos para que
la salud sea también una
de las claras señales
del amor en la
edificación de un
destino humano bello y
feliz.