Este abordaje es
resultado de una
pregunta que recibí por
e-mail, generando charla
y también mí libro Dios
– ¿Él existe? ¿Dónde se
encuentra? ¿Cuáles son y
donde están sus leyes?
La pregunta del lector
fue colocada después de
un pequeño tramo en que
él afirmaba haber leído
artículos de mi autoría
en que destaqué la
importancia de actuar en
consonancia con la Ley
de Dios. De inicio, la
pregunta me asustó,
causando sorpresa. Quedé
pensando cómo podría
haber alguien que no
sabía cuáles son las
leyes divinas e incluso
dónde podemos
encontrarlas.
Después, madurada la
reflexión, percibí que
se trataba de una
importante pregunta,
pues muchos son novatos
de edad y aún de
contacto con la grandeza
del Espiritismo y lo que
se percibe en la
sociedad actual es un
total alejamiento a las
grandes verdades de la
vida, claramente
presentadas por las
Leyes Divinas.
Estuve ponderando sobre
la cuestión, respondí el
e-mail y pasé a hacer
conferencias sobre las
Leyes Divinas.
La Ley Divina no se
restringe a las
cuestiones morales
Mucha gente confunde Ley
Divina sólo con la
cuestión moral,
restringiéndola en esa
área. Sin embargo, las
Leyes de Dios están por
todas partes, inclusive
en las cuestiones
físicas, pues son Leyes
que coordinan y conducen
la vida.
Están, pues, en la
naturaleza.
La ley de gravedad es
una Ley Divina, aplicada
a la realidad del
planeta. La reproducción
humana es una Ley
Divina, por lo tanto, de
Dios. Los diferentes
estadios de vida, de la
infancia a la vejez,
seguida de la muerte
biológica, obedecen
igualmente a una Ley de
Dios. El equilibrio
planetario, las leyes
físicas y químicas
igualmente son Leyes
Divinas.
Eso nos remite a la
claridad de El Libro
de los Espíritus, en su
Libro Tercero – Leyes
Morales. Es la parte
de la obra que originó
El Evangelio según el
Espiritismo.
Son 12 capítulos y 306
preguntas,
didácticamente
presentadas para que
estudiemos y entendamos
las Leyes Divinas.
Lo más interesante es
que cuando leí la
pregunta de la persona
que me escribió, mi
pensamiento buscó luego
la pregunta 621 de El
Libro de los Espíritus,
indicando que la Ley de
Dios está en la
conciencia. Casi que
inmediatamente, un
“salto” o un viaje por
la historia hizo
recordar que en la época
primitiva buscábamos a
Dios por medio de
rituales – bailes,
tambores, fuego, etc. –
que homenajeaban los
diversos dioses que
poblaban nuestra mente.
¿Cómo podríamos tener
noción de la ley en una
conciencia obtusa, no
desarrollada, que
caracteriza el ser
primitivo?
Fue necesito la acción
del tiempo para
desarrollar la
conciencia. No teníamos
aún ni un idioma, no
sabíamos hablar. Ese
desarrollo vino
gradualmente. Con el
tiempo desarrollamos un
lenguaje, creamos
idiomas, creamos
sistemas comunicativos.
Moisés
La Providencia Divina,
sin embargo, providenció
que uno de los más
enérgicos Espíritus
conectados a la
evolución del planeta
viniera a auxiliarnos en
el desarrollo de la
conciencia, aunque en
sus primeros pasos.
Moisés, entonces, es
convocado a esa tarea.
Moisés surgió en esa
época de ignorancia,
aunque ya con algún
desarrollo. Legisló con
severidad para contener
a seres humanos
ignorantes, feroces
hasta, primitivos. Al
lado de la severidad,
sin embargo, presentó
las primeras lecciones
de las Leyes de Dios,
por medio de los Diez
Mandamientos, que
presentaron las primeras
nociones y deberes
impuestos por la
fraternidad y por el
respeto al prójimo.
El No Matarás, No
Cometeréis Adulterio, No
Hurtaréis, entre
otros, ya indican la
importancia de respetar
al prójimo.
Aunque precedidos del
No, ya conducen a
una nueva postura en una
época de agresividad
latente y expuesta. Es
cómo conducir niños
delante de los peligros
e inconvenientes, que
necesitan de nosotros.
De hecho, éramos niños
espirituales.
Necesitábamos de
orientación disciplinada
con rigor.
Después de esas primeras
nociones, otros vinieron
para dar secuencia a esa
didáctica de despertar y
desarrollo. Entre ellos,
el gran Sócrates, que
presentó ideas
revolucionarias para su
época. Fue
incomprendido, claro,
pues también vino en una
época de inmensa
ignorancia humana.
Perseguido, fue
condenado, pero dejó sus
ideas. Aunque nada haya
escrito, su fiel
discípulo Platón anotó y
nos legó el tesoro de
sus conocimientos. Y
Sócrates fue considerado
por Kardec como el
precursor de las ideas
cristianas y del
Espiritismo – que
vendrían más tarde, en
otra época más avanzada.
Él hablaba de
inmortalidad, de
reencarnación, de
comunicación con los
espíritus, aunque en
otras palabras.
Allan Kardec registro
eso en El Evangelio
según el Espiritismo.
Invitamos al lector a
consultar la obra.
En la Introducción del
libro está el resumen de
la doctrina de Sócrates
y en el capítulo I están
los Diez Mandamientos
traídos por Moisés. Es
de máxima importancia
que estudiemos con
cariño y atención la
introducción y capítulo
primero del libro para
una comprensión amplia
de lo que aquí estamos
abordando. De hecho,
nunca deberemos dejar de
leer la introducción de
los libros, siempre
instrumentos valiosos
para perfecto
encadenamiento de las
ideas.
Jesús
Después de esos estadios
de desarrollo, con
Moisés y Sócrates
alterando las ideas
antes cristalizadas en
un egoísmo feroz, he ahí
que el propio Cristo se
corporifica entre
nosotros, ahora trayendo
Él aún la Buena Nueva,
la Buena Noticia, el
Evangelio, para enseñar
el Amor. Era aún una
fase de ignorancia, pero
la venida de Cristo
modificó la historia del
planeta. Vivió Él, en la
piel, en la
ejemplificación, el Amor
en toda su grandeza y
abundancia.
Él transformó la
historia en antes y tras
él. Presentó ahora un
Dios de Misericordia,
Bondad y Justicia. Alejó
la idea, antes
necesaria, de un dios
vengativo y que
alcanzaba generaciones
por fuerza del equívoco
único de alguien.
Presentó, finalmente, la
figura de un Padre y la
Humanidad nunca más fue
la misma.
Tras él, muchos otros
vinieron en todos los
tiempos, para auxiliar
en ese proceso de
despertar y desarrollo
de la conciencia. Entre
ellos, Francisco de
Asís, Vicente de Paul y
más recientemente,
Hermana Dulce, Madre
Teresa, Chico Xavier,
entre tantos otros
ejemplos que pueden ser
enumerados, famosos,
conocidos, o anónimos.
Son seres tocados por
Cristo y que se hicieron
cartas vivas de
ejemplificación en la
propia vivencia.
Esteban, Pablo y tantos
mártires solidificaron
en el corazón humano las
lecciones sublimes de
Jesús.
Espiritismo
Y después de los brotes
de progreso traídos por
la Revolución Francesa,
en una época de
mentalidad más madurada,
he ahí que surge la
Codificación Espírita,
organizada por Allan
Kardec, con la
publicación de El
Libro de los Espíritus,
el 18 de abril de 1857.
Obra que se desplegó en
las demás obras, dio
origen a los adeptos e
inspiró la fundación de
las instituciones
espíritas, es la base
granítica de toda la
estructura doctrinaria
del Espiritismo.
Y es en esta notable
obra que el Codificador
presenta en el Libro
Tercero, las Leyes
Morales.
Y sin profundizar en
cada pregunta, un breve
análisis en el Índice de
la obra ya demuestra el
aspecto didáctico que
permite comprender la
extensión de lo que son
las Leyes Divinas.
Y lo más extraordinario
es verificar la conexión
perfecta de Los Diez
Mandamientos, con el
Evangelio de Jesús y la
las leyes presentadas
por el Espiritismo.
Se percibe, con
claridad, que la ley es
la misma, sólo la forma
como fue presentada es
que cambia,
considerándose los
estadios en que la
humanidad se encontraba.
En una época de completa
ignorancia, fue necesito
la disciplina férrea de
Moisés; después vino la
dulzura de Jesús para
tocar los corazones y
ahora, con la mentalidad
humana más madura, surge
la claridad del
Espiritismo que no
elude, sino esclarece
con propiedad sobre
nuestro origen,
naturaleza y destino,
sometidos como estamos a
las Leyes Divinas, que
esencialmente, son leyes
de amor para conducir la
vida.
Sugiero, pues, al
lector, abrir el Índice
de la obra citada, para
verificar esa didáctica
de la presentación de
las Leyes Divinas, obra
de sabiduría y justicia
de la Bondad de Dios.
Y no podemos alegar
ignorancia. Somos hoy
dententores del
conocimiento de la Ley.
Acompañemos, en los
capítulos siguientes,
esas Leyes, una a una,
comentada.
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