La cuestión del
sentido para la
vida se coloca
desde hace más
de veinticinco
siglos.
Responder a esta
y a otras
interrogaciones,
expresamente,
sobre el origen,
destino y fin de
la vida, es
decir: “¿Quién
somos y para
dónde vamos?”,
será,
posiblemente, el
mayor estímulo
para que el ser
humano continúe
la investigación
y utilice todos
los recursos a
su alcance, para
intentar
aproximarse a
las respuestas
tan verdaderas
como posibles a
aquellas
preguntas.
El misterio de
la vida, y
también de la
muerte, sea del
espíritu, de la
mente, de la
conciencia, del
alma, en la
perspectiva
metafísica, que
envuelve la
dimensión
inmaterial del
ser humano, ha
venido a
alimentar la
imaginación, la
creatividad, la
investigación,
las experiencias
y las
tecnologías.
Es correcto que
las ciencias
biomédicas,
concretamente:
neurología,
genética,
biología y
medicina, entre
otras, han
conseguido
avances y
resultados
espectaculares,
sin embargo,
parece estén
lejos del
descubrimiento
sobre el
conocimiento de
la totalidad del
ser humano, de
la persona en su
integridad,
constituida por
parte física y
por parte
inmaterial.
Sin embargo,
importa reflejar
acerca del mejor
aprovechamiento
de la vida, sea
en su aspecto
físico, sea en
cuanto a las
facultades
mentales y, muy
particularmente,
en lo que
concierne a la
actividad
ético-moral,
bajo el control
de la
conciencia,
mientras un
tribunal
verdadero y
justo, de los
actos que cada
individuo va
practicando a lo
largo de la
vida, y que
podrá ayudar,
precisamente, a
encontrar y
esclarecer un
sentido para la
vida.
Antes, sin
embargo,
interesará
intentar saber
lo que cada
persona ante sí
misma es: como
se evalúa, cómo
podrá mejorar,
o, por lo menos,
minimizar los
aspectos
considerados
negativos, en
base al conjunto
de valores,
principios,
normas socio
jurídicas,
tradiciones,
usos y
costumbres de la
comunidad donde
se integra. La
milenaria máxima
socrática:
“conócete a ti
mismo” nunca
habrá estado tan
actualizada como
estos tiempos de
incertidumbres,
de dificultades,
de alguno
“sin-sentido”
para la vida.
Cada persona
será, por lo
tanto,
responsable: en
primer lugar,
por la búsqueda
y esfuerzo en
conocerse
realmente a sí
mismo; después,
por la
elaboración de
las estrategias,
métodos y
recursos que le
permitan
elaborar su
proyecto de
vida, que
esclarecerá, de
forma más
objetiva, cuál
es el sentido
que desea dar a
su vida, aquí en
dos vertientes:
sentido
material;
sentido
metafísico.
Es preciso saber
lo que se quiere
de la vida y del
mundo
– Admítase que:
«Las
verdaderas
oportunidades de
conquistar un
sentido para la
vida se
encuentran
dentro de
nosotros mismos,
y no en una
profesión o
situación
determinada, y
pueden ser
conquistados si
reconocemos que
la mejor manera
para llegar al
tope es llegando
primero al fondo
de las cosas.
(…) Lo que se
encuentra detrás
de nosotros y lo
que se halla
delante de
nosotros tienen
poca importancia
en comparación
con lo que está
dentro de
nosotros.»
(POLE, 1998:12;
apud, Ralph
Waldo Emerson).
En la
perspectiva de
algunas mentes,
podría
considerarse
utópico si sólo
se reconociera
la vertiente
espiritual o
metafísica,
porque el ser
humano, tal como
cualquiera otro
animal o
vegetal, carece
de recursos para
vivir
físicamente.
Intentar, por
ejemplo,
encontrar la
felicidad,
cualquiera que
sea su concepto,
desarrollando
sentimientos,
los más nobles y
altruistas que
se revelen
dentro de cada
uno, para con
ellos vivir
biológicamente y
conjugar las dos
vertientes,
material y
espiritual, es
esencial a la
vida y,
probablemente,
así se puede
pensar, actuar y
obtener
resultados que
den sentido a
una vida
verdaderamente
digna de la
superior
condición del
ser humano.
El sentido que
cada uno
pretende dar a
su propia vida
implica
conocimiento,
saber lo que se
quiere de la
vida, de la
sociedad y del
mundo. Vivir se
hace, así, una
verdadera
profesión, un
arte, en la
perspectiva de
una vida digna,
confortable en
todos los
aspectos
esenciales y
posibles.
Por el
contrario,
llevar una vida
de miseria
material,
caracterizada
por hambre,
enfermedad y
habitación, sin
un mínimo de
condiciones de
higiene,
seguridad,
confort y
privacidad;
dificultad en el
acceso a la
educación;
desempleo,
aunque
comprobadamente
se invoque
cualquier forma
de felicidad,
¿será digno de
la persona
humana?
Vivir el siglo
XXI, en
cualquier parte
del mundo, en
las condiciones
apuntadas en el
párrafo
anterior, no
será compatible
con los valores
de la dignidad,
de la felicidad,
esta aquí
considerada como
un sentimiento
real de
bienestar
general, de la
igualdad, de la
fraternidad y de
la solidaridad.
Es correcto que
muchas personas
no han tenido la
capacidad, la
comprensión, la
ayuda, la
suerte, para
quien cree en
esta variable,
para usufructuar
de una vida
digna.
Vivir estos
nuevos tiempos
constituye un
desafío
– Urge despertar
el mundo y las
conciencias, a
través de los
diversos e
incontables
responsables: de
la política a la
religión; de la
economía al
empresariado; de
las
instituciones y
otras formas
organizacionales
de la sociedad,
también por el
esfuerzo de cada
uno, para esta
nueva profesión
– vivir –,
considerando,
inclusivamente,
que: «El
común de la
gente que vive
en los países
desarrollados
sólo hay
relativamente
poco tiempo
puede darse el
lujo de reflejar
sobre el arte de
vivir. Nuestros
antepasados
estaban
demasiado
ocupados con la
lucha diaria por
la
supervivencia.
Ese era su
objetivo de
vida, tal como
aún lo es para
una gran parte
de la población
mundial. En
primer lugar
necesitamos de
comida y agua.
Segundo
necesitamos de
protección
contra los
predadores y
contra las otras
personas.
Después
necesitamos de
sentir que
pertenecemos a
un grupo. Y a
partir de ese
momento
necesitamos de
sentirnos
valorados por
el. Sólo podemos
pensar en
nosotros y en
nuestra
realización
personal cuando
estas
necesidades
estén
satisfechas.»
(GREENER,
2004:71).
Idealizar e
implantar un
sentido para la
vida pasa,
justamente, por
la satisfacción
de todas
aquellas y,
eventualmente,
de otras
necesidades, lo
que envuelve un
gran dominio de
conocimientos,
de prácticas y
disponibilidades,
tanto más
diversificados,
como también
específicos.
Vivir estos
nuevos tiempos,
repletos de
solicitudes, de
exigencias, que
van más allá de
aquellas
necesidades, que
entran en la
vida cotidiana
de los
individuos, por
fuerza de
poderosos medios
publicitarios,
constituye un
desafío para
cada persona, y
para la
humanidad en
general.
Pensar,
exclusivamente,
en la dimensión
espiritual y
prepararla para
una vida eterna,
ciertamente es
muy importante,
principalmente
en la
perspectiva de
los que creen en
otra vida,
liberada de la
materialidad
terrena; sin
embargo, la
persona creyente
podrá prepararse
mejor para esa
otra existencia
extraterrestre,
si cuidar bien
de su parte
física,
corporal, hasta
porque en un
cuerpo son las
posibilidades de
una mente sana
son mucho
mayores; luego,
los resultados
cognitivos serán
beneficiados.
Descuidar el
confort material
de la salud y
del cuerpo podrá
ser
contradictorio
con el sentido
último de la
vida, que los
creyentes en una
realidad eterna
pretenden vivir.
Compete al
hombre dirigir
las fuerzas que
suscitó
– Este nuevo
siglo, iniciado
hace pocos años,
heredó del siglo
anterior algunos
conflictos, cual
de ellos el más
grave: guerras
fratricidas a
nivel regional;
miseria en
diversas
situaciones –
analfabetismo,
desnutrición,
desempleo,
desigualdades
crecientes entre
personas,
pueblos y
naciones,
exclusión
social,
degradación del
medio ambiente
natural, entre
otras.
El hombre no ha
sido capaz, sea
por omisión, sea
por
intencionalidades
veladamente
inconfesables,
de resolver
aquellas
situaciones
degradantes, con
la circunstancia
de que y en una
determinada
perspectiva: «El
mundo actual se
presenta
simultáneamente
poderoso y
débil, capaz de
lo mejor y de lo
peor, teniendo
patente
delante de sí el
camino de la
libertad o de la
servidumbre, del
progreso o de la
regresión, de la
fraternidad o
del odio. Y el
hombre se hace
consciente de
que a él compite
dirigir las
fuerzas que
suscitó, y que
tanto lo pueden
chafar cómo
servir. Por eso
se interroga a
sí mismo.»
(CONCÍLIO
VATICANO II,
1966:13).
A pesar de
tantas
dificultades,
situaciones
complejas y de
algunas
cuestiones que,
estas sí, muy
difícilmente
serán
respondidas, aún
así, existen
condiciones para
vencer la mayor
parte de las
actuales crisis,
de resolver
muchos problemas
que – unos, de
orden material;
otros, de la
responsabilidad
directa del
hombre –
continúan
atormentando a
la humanidad. La
búsqueda del
sentido para la
vida pasa,
necesariamente,
por la búsqueda
incesante de la
normalización de
las mejores
condiciones de
vida, igualmente
para todas las
personas,
cualesquiera que
sean sus
nacionalidades,
estatutos y
objetivos.
La capacidad
imaginativa y
creadora del
hombre es un
bien que,
probablemente,
ningún otro ser
posee. Existen,
por lo tanto,
buenas razones
para un
optimismo
moderado, en el
sentido de que
la humanidad
sabrá superar
todas las
dificultades,
crisis,
obstáculos y
situaciones más
imprevisibles y
delicadas.
Una de las
facultades
humanas estará
consubstanciada,
por ejemplo, en
la fe, no sólo
en su sentido
religioso, sino
en cuanto a
esperanza en
tiempos mejores,
es decir, la fe
en la
determinación en
resolver los
problemas, por
más difíciles
que
aparentemente
puedan parecer.
El verdadero
sentido de la
palabra
esperanza
– En verdad: «La
ausencia de fe
impide que mucha
gente consiga
cualquier
realización
significativa en
sus vidas. La
fe, mientras es
energía
positiva, trae
para la realidad
física aquello
de que tenemos
esperanza pero
que aún
permanecía
invisible. En
ese contexto, es
útil recordar
que el verdadero
significado de
la palabra
esperanza no es
el de un deseo
libre e
indefinido, pero
sí de una alegre
expectativa.»
(POLE,
1998:92-93).
Es con base en
las superiores
facultades de la
persona humana
que se puede
creer en un
futuro mejor,
que pasa,
naturalmente,
por tener cada
uno condiciones
materiales para
dar un sentido a
su propia vida,
adoptando, para
el efecto,
comportamientos:
productivo, en
orden a la
satisfacción de
las necesidades
de todos;
ético-moral,
asentado en los
valores, no sólo
los de los
tiempos
modernos, sino
también los de
todos los
tiempos, aunque
sea necesario
reinterpretarlos,
readaptarlos,
para asumirlos
correctamente en
nuevos
contextos.
Negar al hombre
las
posibilidades de
ejercer sus
derechos y
cumplir con sus
deberes
corresponde a
inviabilizar su
proyecto de
vida, equivale a
negarle la
oportunidad de
dar sentido a su
vida, aunque tal
sentido sea sólo
al nivel de la
espiritualidad.
Cualquiera que
sea el concepto
de “Sentido
para la Vida”,
se figura
pertinente dar
un voto de
confianza al
hombre, quiere
en cuanto a
persona
individualizada,
como también a
todos los grupos
que,
responsablemente,
están empeñados
en la
construcción de
un nuevo y mejor
mundo, para una
humanidad
sedienta de paz,
de bienestar, de
seguridad, de
estabilidad y de
proyectos
objetivos y
ejecutados para
la vida.
Ese nuevo y
mejor mundo,
cuya
construcción se
pretende
estimular,
deberá
contemplar, en
su desarrollo,
no sólo la
espiritualidad,
sino también
toda la
materialidad
posible, para
concretar las
ambiciones y
sueños de la
persona, porque:
«Usted es
impulsado todo
el tiempo a
conquistar cada
vez más – más
dinero, más
poder, más
felicidad, más
éxito.”
(Ibid: portada).
Bibliografia:
GREENER, Mark,
(2004). Tempo
para Tudo.
Organização e
Gestão Pessoal.
Trad. Alexandra
Lemos, revisão e
adaptação
técnica: Osvaldo
Santos,
psicoterapeuta,
1ª edição
portuguesa,
Dezembro/2004,
Lisboa: Edideco,
Editores para a
Defesa do
Consumidor.
POLE, Timothy,
(1998). Ser
Você. Trad.
Arlete
Dialetachi. São
Paulo: Editora
Angra, Ltda.
SELEÇÃO DE
TEXTOS (2000).
“Educação em
Matéria de
Direitos
Humanos”, in
Noesis. Lisboa:
Instituto de
Inovação
Educacional –
Ministério da
Educação, (56),
Outubro-Dezembro-2000,
pp.18-21.
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