Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cuál es el suicidio más severamente castigado?
B. ¿Qué les sucede a aquellos que se suicidan para unirse en el otro mundo?
C. ¿Cómo encarar el suicidio que se origina en el amor?
D. Para evocar con éxito a un Espíritu, ¿cuáles son los requisitos indispensables?
Texto para la lectura
201. El caso de la madre que se mató para encontrarse con su hijo, muerto a los 21 años, nos trae muchas enseñanzas. El suicidio no la hizo volver a ver al joven quien, por el contrario, podía verla pero lamentaba la triste condición en que su madre cayó por falta de resignación y confianza en Dios. (Segunda Parte, cap. V, Una Madre y su hijo.)
202. Kardec, al analizar ese caso, afirma: “La muerte, incluso por el suicidio, no produjo en ese Espíritu la ilusión de creerse aún vivo. Ella se presenta consciente de su estado – para otros el castigo consiste en aquella ilusión, por los lazos que lo atan al cuerpo. Esta mujer quiso dejar la Tierra para seguir a su hijo en la otra vida; era pues necesario que supiese que estaba ahí en realidad, en la certeza de la desencarnación, en el conocimiento exacto de su situación”. “Es así que cada falta es castigada de acuerdo con las circunstancias que la determinan y que no hay castigos uniformes para las faltas del mismo género.” (Segunda Parte, cap. V, Una Madre y su hijo.)
203. El caso de dos amantes que se mataron, aunque presentaban algunas circunstancias atenuantes, no tuvo el desenlace que la pareja esperaba. “Los veo – dijo un Espíritu – sumergidos en la turbación y aterrorizados por la perspectiva de la eternidad. Las consecuencias morales de la falta que cometieron les pesará durante migraciones sucesivas, en las cuales sus almas separadas se buscarán sin cesar, sufriendo el doble suplicio de presentirse y desearse en vano.” (Segunda Parte, cap. V, Doble suicidio por amor y por deber.)
204. En su comentario, dice Kardec: “La intención de no faltar a sus deberes era, efectivamente, honrosa y les será tomada en cuenta más tarde, pero el verdadero mérito hubiera consistido en la resistencia, y sin embargo ellos procedieron como el desertor que se esconde en el momento del peligro. La pena consistirá, como se ve, en buscarse en vano y por mucho tiempo, ya sea en el mundo espiritual o en otras reencarnaciones terrestres; pena que ahora se agrava por la perspectiva de su eterna duración”. (Segunda Parte, cap. V, Doble suicidio por amor y por deber.)
205. Comentando el caso de Luis G., el oficial zapatero que se mató al ser despreciado por su novia, Kardec dice que la pena por ese suicidio fue ligera, porque el muchacho sólo cedió a un movimiento irreflexivo, en un momento de exaltación. Sucedería algo diferente si fuese un suicidio premeditado, con miras a huir de las pruebas de la vida. (2ª. Parte, cap. V, Luis y la Costurera de Botines.)
206. El Sr. J.B.D., quien se suicidó debido al tedio de una vida sin esperanza, evocado a pedido de un pariente, declaró dos años después de su desencarnación que todavía sufría y que su evocación le resultaba penosa. Él, que no creía en Dios y en la existencia del alma, explicó que sufría sobre todo por la obligación de creer en todo lo que había negado. (2ª. Parte, cap. V, Un Ateo.)
207. Kardec afirma: “Se concibe el suicidio cuando la vida no tiene esperanza; entonces se busca huir de ella a todo precio. Con el Espiritismo, por el contrario, la esperanza se fortalece porque el futuro se nos muestra. El suicidio deja de ser un objetivo, porque reconocemos que sólo nos libera de un mal para enfrentarnos a otro cien veces peor.” (2ª. Parte, cap. V, Un Ateo, nota de Kardec a la pregunta 5.)
208. Los familiares del Sr, J.B.D., al leer la comunicación de ese Espíritu, dijeron posteriormente a Kardec que la identidad del comunicante se evidenciaba en las palabras dichas por él y en la semejanza de la letra. Algunos amigos, no obstante, deseaban respuestas más categóricas para poder creer. Querían, por ejemplo, que el Espíritu se refiriese al lugar en que su cuerpo fue enterrado, dónde se ahogó, cómo fue encontrado, etc. “A fin de convencerlos – preguntó quien escribió la carta -, ¿no podríais hacer una nueva evocación preguntando dónde y cómo se suicidó, cuánto tiempo estuvo bajo el agua, en qué lugar fue encontrado el cadáver, dónde fue enterrado, de qué manera, civil o religiosa, fue sepultado?” (2ª. Parte, cap. V, Un Ateo.)
209. Kardec reconoció la intención loable de tales indagaciones, pero afirmó que un conocimiento más profundo de la ciencia espírita mostraría cuán superfluas eran éstas. Es necesario entender en primer lugar, que no podemos gobernar a los Espíritus a nuestro gusto. “Sepan – dijo Kardec – que ellos nos responden cuando y como quieren y también como pueden. Su libertad de acción es mayor aún que cuando estaban encarnados, y poseen medios más eficaces para huir de la presión moral que por acaso quisiéramos ejercer sobre ellos.” (2ª. Parte, cap. V, Un Ateo.)
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Cuál es el suicidio más severamente castigado?
El suicidio más severamente castigado es el que resulta de la desesperación que tiene por finalidad huir de las miserias terrenas, miserias que son al mismo tiempo expiaciones y pruebas. Sustraerse a ellas es retroceder ante la tarea que se había aceptado y, a veces, ante la misión que se debía cumplir. Es necesario entender también que el suicidio no consiste sólo en el acto voluntario que produce la muerte instantánea, sino también en todo cuanto se haga conscientemente para acelerar la extinción de las fuerzas vitales. (El Cielo y el Infierno, Segunda Parte, cap. V, El padre y el conscripto, pregunta 10, y nota de Kardec.)
B. ¿Qué les sucede a aquellos que se suicidan para unirse en el otro mundo?
En el caso examinado por Kardec, que trata sobre un doble suicidio por amor, la pena consistirá en que se buscarán en vano y por mucho tiempo, ya sea en el mundo espiritual o en otras encarnaciones terrestres – pena que es agravada por la perspectiva de su eterna duración. (Obra citada, Segunda Parte, cap. V, Doble suicidio por amor y por deber, preguntas 1 y 8, y comentarios de Kardec.)
C. ¿Cómo encarar el suicidio que se origina en el amor?
El suicidio que se origina en el amor, es menos criminal a los ojos de Dios que el suicidio de quien busca liberarse de la vida por motivos de cobardía. En el caso examinado, es a la joven a quien le corresponde la mayor responsabilidad, por haber fomentado en Luis, por burla, un amor que ella no sentía. En cuanto al joven, castigado por el sufrimiento que experimentaba, su pena sería ligera, porque apenas cedió a un movimiento irreflexivo en un momento de exaltación, lo que difiere de la fría premeditación de los suicidas que buscan evitar las pruebas de la vida. (Obra citada, Segunda Parte, cap. V, Luis y la Costurera de Botines, preguntas 5 y 8.)
D. Para evocar con éxito a un Espíritu, ¿cuáles son los requisitos indispensables?
Las evocaciones no se hacen así al momento, porque los Espíritus no siempre responden a nuestro llamado. Para que una evocación tenga éxito, es necesario que ellos quieran venir y también que puedan hacerlo. Es necesario, además, que encuentren un médium que les convenga, con las aptitudes especiales necesarias y que ese médium esté disponible en un momento dado. Es necesario, en fin, que el ambiente les sea simpático. (Obra citada, Segunda Parte, cap. V, Un Ateo, último párrafo.)