El legado de la
tolerancia doctrinaria
no se debe manifestar en
la forma de omisión
delante de los injertos
conceptuales e ideas
anómalas que algunos
compañeros intentan
imponer en las
instituciones
doctrinarias en nombre
de la militancia
política. Principalmente
en las proximidades de
las disputas para
elecciones
político-partidarias, en
que surgen aquí y allá
discusiones sobre si el
espírita debe o no
acceder a ser candidato
a algún cargo elector.
En verdad, la Doctrina
de los Espíritus no
estimula la decisión
para funciones en las
estructuras
político-partidarias. Y
no ajusta su tribuna al
servicio de la
propaganda partidaria de
cualquier candidato. La
tarea urgente del
espírita es la
transformación de
comportamiento
individual, la lucha por
el ideal del bien, en
nombre del Evangelio.
Actuando así, los
espíritas no están
ajenos a las cuestiones
políticas; se engaña
quién piensa lo
contrario. Los espíritas
incorruptibles, fieles a
la familia, a la
sociedad y a los
compromisos morales,
son, íntegramente,
ciudadanos activos, que
ejercen el derecho y/u
obligación (depende del
punto de vista) de
votar: sin embargo, sin
vínculos con las
absurdas contiendas
ideológico-partidarias.
Si algún compañero está
vinculado a cualquier
partido político, si
desea concursar como
candidato a cargo
electivo, obviamente
tiene total libertad de
hacerlo, pero que actúe
muy lejos de los
ambientes espíritas, de
modo que no camufle,
dentro de la Institución
Espírita, disfrazada
intención, buscando
conquistar votos de los
frecuentadores. El
exceso de cautela en ese
caso es recomendable; no
es cuestión de
prejuicios; es hasta una
cuestión de lógica,
pues, discutiéndose
asuntos de la política
humana, es inadmisible
traer, para las huestes
espíritas, el
partidismo, la ideología
(de “derecha”,
“izquierda”, “centro”,
“ambas”, etc. etc.
etc.). Si bien, como
ciudadano, cada espírita
tenga el derecho y el
libre-albedrío para
militar en el universo
fragmentado de las
ideologías
político-partidarias, no
tiene el derecho de
confundir las cosas. No
olvidemos que el
Espiritismo no es un
fragmento de la política
mundana, ni tampoco se
envuelve con grupos
políticos sectarios, que
utilizan medios
contradictorios con los
fines de poder.
Como vemos, por razones
obvias, repetimos, es
imperioso distinguir el
interés de valor inocuo
de la política humana de
la excelsa política de
Jesús – la “Verdadera
luz que ilumina a todo
hombre” (1).
Cuando trabajamos por la
erradicación de la
miseria y de la
exclusión social,
estamos adoptando la
política “de Aquel que
es desde el principio”
(2). La política
del verdadero espírita
es a favor del ser
humano y de su
crecimiento espiritual.
El espírita consciente
no se somete ni se omite
delante del poder
político, y ni tampoco
asume el lugar de
“oposición” o de
“situación”. Hasta
porque "el discípulo
sincero del Evangelio no
necesita respirar el
clima de la política
administrativa del mundo
para cumplir el
ministerio que le es
cometido. El Gobernador
de la Tierra, entre
nosotros, para atender a
los objetivos de la
política del amor,
representó, antes de
todo, los intereses de
Dios junto al corazón
humano, sin necesidad de
porterías y decretos,
respetables sin embargo”
(3).
Bezerra y Eurípedes
El primer capítulo del
Estatuto de la Sociedad
Parisiense de Estudios
Espíritas establece la
siguiente PROHIBICIÓN
(eso aún,
¡PROHIBICIÓN!): “Las
CUESTIONES POLÍTICAS, DE
CONTROVERSIA RELIGIOSA Y
DE ECONOMÍA SOCIAL EN
ELLA [S.P.Y.Y.] SON
INTERDICHAS”. Por lo
tanto, y por imparcial
razón, es inaceptable
que alguien utilizara la
tribuna espírita para
propaganda
político-partidaria. De
la misma forma, es
situación deprimente que
un espírita utilice
palancas electorales a
fin de implorar votos,
valiéndose
demagógicamente de
sofismas y simulacros de
“modestia”, “pobreza”,
“humildad” “altruismo”,
“tolerancia”, exaltando
sus inigualables
“virtudes” y colosales
obras de “caridad”.
Aconsejamos a tales
imponderados
"espíritas”, mendigos de
votos, que se alejen del
Espiritismo y opten por
otro credo, a fin de que
sea asegurado al
movimiento espírita la
no contaminación de esa
infecciosa política
mísera y mezquina de
intereses personales.
Algunos defensores de la
politización en las
casas espíritas evocan a
Bezerra de Menezes y
Eurípedes Barsanulfo a
fin de justificar sus
fundamentos. La carrera
política de Bezerra de
Menezes se inició en
1861, cuando fue elegido
concejal municipal por
el Partido Liberal. Fue
reelegido para el
periodo 1864-1868 y se
eligió Diputado General
en 1867. Nuevamente fue
elegido concejal en
1873. Ocupó el cargo de
presidente de la Cámara,
que actualmente
corresponde al de
alcalde de Rio de
Janeiro, de julio de
1878 a enero de 1881. En
esa época, la
intensificación de la
lucha abolicionista tuvo
la adhesión de Bezerra,
que usó extrema
prudencia en el trato
del asunto. Sin embargo,
el día 16 de agosto de
1886, el público de dos
mil personas que
llenaban la sala de
honra de la Guardia
Vieja, en Rio de
Janeiro, oyó, silencioso
y atónito, al famoso
médico y político
anunciar su conversión
al Espiritismo. A partir
de ahí, no se envolvió
con el partidismo
político.
En cuanto a Eurípedes
Barsanulfo, fue
respetable representante
político de su
comunidad, a buen
seguro. Se hizo
secretario de la
Hermandad de San Vicente
de Paul, habiendo
participado activamente
de la fundación del
periódico "Gaceta de
Sacramento" y del "Liceo
Sacramentano".
Inmediatamente se vio
elevado a la posición
natural de líder, por su
segura orientación en
cuanto a los verdaderos
valores de la vida. A
través de informaciones
prestadas por uno de sus
tíos, tomó conocimiento
de la existencia de los
fenómenos espíritas y de
las obras de la
Codificación Espírita.
Delante de los hechos,
volcó completamente sus
actividades para la
nueva Doctrina,
investigando por todos
los medios y maneras,
hasta deshacer
totalmente sus dudas. A
partir de ahí, el
partidismo político dejó
de ser parte integrante
de los anhelos del joven
minero.
No tenemos necesidad de
representantes políticos
Por fuertes razones, es
necesario que hagamos
una profunda distinción
entre Espiritismo y
política partidaria.
Somos “políticos” desde
que nacemos y vivimos en
sociedad; sí, ¿y qué? La
Doctrina Espírita no
podrá, jamás, ser
vehículo de especulación
de las ambiciones
particulares en ese
campo. Si el mundo gira
en función de políticas
económicas,
administrativas y
sociales, no hay como
tolerar militancia
política dentro de las
huestes espíritas. No se
sostienen las tesis
simplistas de que sólo
con nuestra
participación efectiva
en los procesos
políticos a nuestro
alcance ayudaremos a
mejorar el mundo.
Eso es necedad
ideológica.
No hay como confundir la
política terrena de
intereses más pequeños
con la política del
“Hijo del Altísimo”
(4). Cada
situación en su
dimensión correcta.
Política partidaria, a
los políticos pertenece,
mientras que práctica
espírita es actividad
para espíritas
cristianos. El argumento
de que los
parlamentarios se
sirven, con el pretexto
de “defender” los
postulados de la
Doctrina, o conquistar
prestigio social para
las huestes espíritas,
o, aún, ser una "luz"
entre los legisladores,
es argumento astuto,
deshonesto. "NO TENEMOS
NECESIDAD ABSOLUTA DE
REPRESENTANTES OFICIALES
DEL ESPIRITISMO EN
SECTOR ALGUNO DE LA
POLÍTICA HUMANA"
(5).
Los legítimos estudiosos
espiritistas se acercan
a la comprensión de
vivir naturalmente
impregnados de buen
sentido y humildad.
Entienden que "la misión
de la doctrina es
consolar e instruir, en
Jesús, para que todos
movilicen sus
posibilidades divinas en
el camino de la vida.
Intercambiarla por un
lugar en el banquete de
los Estados es invertir
el valor de las
enseñanzas, porque todas
las organizaciones
humanas son pasajeras en
base de la necesidad de
renovación de todas las
fórmulas del hombre en
la ley del progreso
universal" (6).
Más una vez, afianzamos
que no se sostienen las
tesis inútiles de que
sólo con nuestra
participación efectiva
en los procesos
políticos a nuestro
alcance ayudaremos a
“mejorar” el Brasil. No
olvidemos que el “Rey de
los Siglos” (7)
meditó mucho la mejora
de la criatura en sí. No
nos consta que “Hijo de
Dios” (8)
hubiera abierto
cualquiera proceso
político-partidario
contra o a favor del
poder constituido a la
época. Por lo tanto,
nuestra conducta
apolítica (apolítica) no
debe ser encarada como
conformismo; por el
contrario, esa actitud
es sinónima de paciencia
laboriosa, que trabaja
siempre para mejorar las
situaciones y cooperar
con aquellos que reciben
la responsabilidad de la
administración de
nuestros intereses
públicos.
Es acertado recordar
que, en los
imperceptibles
consentimientos, vamos
descaracterizando el
programa de la Tercera
Revelación. A título de
tolerancia, diversas
veces cerramos los ojos
para la politización en
las casas espíritas; sin
embargo la experiencia
demuestra que, a veces,
es presumible hasta
cerrar un ojo, sin
embargo nunca los dos.
Considerando que nuestro
mundo es la morada de la
opinión, es natural que
presentemos para los
compañeros militantes
políticos desacuerdos
sobre ese tema.
Inadmisible, sin
embargo, con miras a la
propia orientación de la
Doctrina Espírita, es el
clima de imposiciones
que se coloca, no es
raro, envolviendo a los
que confunden intensidad
con agresividad, o
defensa de la verdad con
inflexibilidad.
Estamos invertidos de
compromiso más
inmediato, en vez de
bucear en el mundo de la
política saturada por
equívocos deplorables.
Por eso, no debemos
buscar una posición de
destaque, para nosotros
mismos, en las
administraciones
transitorias de la
Tierra. Si fuéramos
convocados por las
circunstancias, debemos
aceptarla, no por honra
de la Doctrina que
profesamos, sino como
experiencia compleja,
donde todo éxito es
siempre muy difícil. "El
espiritista sincero debe
comprender que la
iluminación de una
conciencia es como si
fuera la iluminación de
un mundo, destacándose
que la tarea del
Evangelio, junto a las
almas encarnadas en la
Tierra, es la más
importante de todas, ya
que constituye una
realización definitiva y
real. La misión de la
doctrina es consolar e
instruir, en Jesús, para
que todos movilicen sus
posibilidades divinas en
el camino de la vida.
Intercambiarla por un
lugar en el banquete de
los Estados es invertir
el valor de las
enseñanzas, porque todas
las organizaciones
humanas son pasajeras en
base a la necesidad de
renovación de todas las
fórmulas del hombre en
la ley del progreso
universal."(9)
Conclusión
Si fuese una sociedad
educada para la
tolerancia recíproca,
para el respeto a la
autoridad, para el
trabajo persistente, sin
conflictos entre
servidores y gobierno,
empresarios y
trabajadores, en que las
personas se unieran para
comprender la necesidad
de los valores
espirituales en la vida
de cada uno o de cada
grupo social, seríamos
un país venturoso y
pacífico. Muchos podemos
admirar la política en
cuanto a ciencia,
mientras principios,
mientras filosofía, pero
definitivamente no
necesitamos envolvernos
en partidismos
políticos. Pensamos ser
justos en luchar por
nuestra acción
voluntaria en la
Sociedad, sea en la
acción profesional, sea
en la acción de
ciudadanía, sin
intercambiar nuestra
dignidad por politiqueos
o conveniencias
personales.
Referências
bibliográficas:
1 João 1:9
2 1 João 2:13
3 Xavier,
Francisco Cândido.
Vinha de Luz, ditado
pelo Espírito Emmanuel,
Rio de Janeiro: Ed. FEB,
1999, cap. 59
4 Lc 1.32
5 VIEIRA, Waldo.
Conduta Espírita,
Ditado pelo Espírito
André Luiz, Rio de
janeiro: FEB, 2001, Cap.
10
6 Xavier,
Francisco Cândido. O
Consolador, ditado
pelo Espírito Emmanuel,
Rio de Janeiro: Ed. FEB,
1984, pergunta 60
7 1Tm 1.17
8 Mt 2.15
9 Xavier,
Francisco Cândido. O
Consolador, ditado
pelo Espírito Emmanuel,
Rio de Janeiro: Ed. FEB,
1984, pergunta 60.
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