7 de Septiembre
Desde temprana
edad aprendemos
en la escuela
que fue en un
día como hoy, 7
de septiembre,
que Brasil se
tornó
independiente de
Portugal.
¿Tendrían los
bienhechores
espirituales
participado, en
una acción
invisible a
nuestros ojos,
de los eventos
que llevaron a
la independencia
de nuestro país?
La acción de los
Espíritus sobre
los
acontecimientos
humanos es,
conforme nos
enseña el
Espiritismo,
mucho más grande
de lo que
imaginamos. Ella
está presente en
los momentos de
dificultad que
enfrentamos,
como en las
enfermedades y
en las horas que
preceden al
desencarne, bien
como en los
momentos de
alegría, como
ocurre en el
casamiento de un
familiar querido
o en la llegada
al mundo de un
nuevo niño.
¿Si tal hecho
sucede en las
ocasiones
mencionadas,
ocurriría algo
semejante en los
momentos
cruciales de la
vida de un país?
No es necesario
conocer la
doctrina
espírita para
imaginar que esa
posibilidad
existe y, con
certeza, debe
ejercer un papel
importante para
que el éxito
esperado sea
logrado.
Dice la historia
que en el día 9
de enero de 1822
se registró
aquél que sería
conocido como
“Día del Fico”(*),
cuando D. Pedro
I, entonces
príncipe regente
de Brasil, no
acató órdenes de
las Cortes
Portuguesas para
que dejase
inmediatamente
Brasil y
retornase a
Portugal. Las
Cortes de
Portugal estaban
preocupadas con
los movimientos
que ocurrían en
Brasil en
dirección a la
emancipación
política, y
veían en el
retorno de D.
Pedro una manera
de recolonizar
Brasil y
aflojar, de esa
manera, las
ideas de
independencia.
Los políticos
brasileños se
movilizaron y
lograron recoger
cerca de 8 mil
firmas
solicitando a D.
Pedro su
permanencia en
Brasil. Delante
de ese hecho, D.
Pedro declaró:
“¡Si es para el
bien de todos y
felicidad
general de la
Nación, estoy
listo! Digan al
pueblo que me
quedo”.
La decisión fue
fundamental para
el
fortalecimiento
de la posición
brasileña de
buscar la
independencia y
así libertarse
de vez de la
influencia
portuguesa.
Humberto de
Campos, en el
libro Brasil,
Corazón del
Mundo, Patria
del Evangelio,
obra
mediúmnica
psicografada por
Chico Xavier y
publicada por
primera vez en
1938, se
refiere, en el
capítulo
titulado “La
Independencia”,
a los
ascendentes
espirituales
pertinentes a
los hechos que
ocurrieron en
Brasil desde el
“Día del Fico”
hasta el día 7
de septiembre.
Muchas luchas,
como sabemos, se
trabaron en
aquella ocasión,
pero Ismael, el
protector
espiritual de
Brasil, y sus
mensajeros se
multiplicaron en
todos los
sectores con el
objetivo de
conciliar sus
hermanos
encarnados,
dentro de la
armonía y de la
paz, con la
finalidad de
preservar la
unidad
territorial de
Brasil, evitando
que ella se
fragmentase.
José Bonifácio,
entonces
ministro del
reino de Brasil
y de los
Negocios
Extranjeros,
aconsejó a D.
Pedro un viaje a
Minas Gerais,
con la finalidad
de unificar el
sentimiento
general en favor
de la
independencia y
serenar la lucha
acerba de los
partidarismos.
En seguida, otro
viaje, con los
mismos
objetivos,
realizó el
príncipe regente
a São Paulo.
He aquí lo que,
de acuerdo con
la narración
hecha por
Humberto de
Campos, ocurrió
en el viaje de
D. Pedro a São
Paulo:
Los
bandeirantes,
que en Brasil
siempre
caminaban en la
vanguardia de la
emancipación y
de la autonomía,
lo reciben, con
el entusiasmo de
su pasión
libertaria y con
la alegría de su
generosa
hospitalidad y,
mientras hay
música y flores
en los teatros y
en las calles
paulistas,
conmemorando el
acontecimiento,
las falanges
invisibles se
reúnen en el
Colegio de
Piratininga. El
conclave
espiritual se
realiza bajo la
dirección de
Ismael, que deja
irradiar la luz
misericordiosa
de su corazón.
Allí se
encuentran
héroes de las
luchas
maranhenses y
pernambucanas,
mineiros y
paulistas,
oyéndole la
palabra llena de
ponderación y de
enseñanzas.
Terminando su
alocución
subrayada de
mucha sabiduría,
el mensajero de
Jesús sentenció:
- La
independencia de
Brasil, mis
hermanos, ya se
encuentra
definitivamente
proclamada.
Desde 1808,
nadie le podía
negar o retirar
esa libertad. La
emancipación de
la Patria del
Evangelio se
consolidó, sin
embargo, con los
hechos
averiguados en
estos últimos
días y, para que
no rompamos la
fuerza de las
costumbres
terrenas,
escogeremos
ahora una fecha
que indique a la
posteridad esa
libertad
indestructible.
Dirigiéndose a
Tiradentes, que
se encontraba
presente,
remató:
-Nuestro
hermano,
martirizado hace
algunos años por
la grande causa,
acompañará D.
Pedro en su
regreso al Rio
y, aún en la
tierra generosa
de São Paulo,
auxiliará su
corazón en el
grito supremo de
la libertad.
Uniremos así,
una vez más, las
dos grandes
oficinas del
progreso de la
patria, para que
sean las
registradoras
del inolvidable
acontecimiento
en los fastos de
la historia. El
grito de la
emancipación
partió de las
montañas y
deberá encontrar
aquí su eco
realizador.
Ahora, todos
nosotros que
aquí nos
reunimos, en el
sagrado Colegio
de Piratininga,
elevemos a Dios
nuestro corazón
en oración, por
el bien de
Brasil.
De allí, del
ámbito
silencioso de
aquellas paredes
respetables,
salió una
vibración nueva
de fraternidad y
de amor.
Tiradentes
acompañó el
príncipe en sus
días faustosos,
de vuelta a Rio
de Janeiro. Un
correo
providencial
lleva al
conocimiento de
D. Pedro las
nuevas
imposiciones de
las Cortes de
Lisboa y allí
mismo, en las
orillas del
Ipiranga, cuando
nadie contaba
con esa última
declaración
suya, él deja
escapar el grito
de
“Independencia o
Muerte”, sin
sospechar de que
era dócil
instrumento de
un emisario
invisible, que
velaba por la
grandeza de la
patria.
(Brasil,
Corazón del
Mundo, Patria
del Evangelio –
La
Independencia.)
Concluyendo su
relato, Humberto
de Campos
agregó:
He aquí por qué
el 7 de
septiembre, con
escasos
comentarios de
la historia
oficial que
consideraba la
independencia ya
realizada en las
proclamaciones
del 1º de agosto
de 1822, pasó a
la memoria de la
nacionalidad
entera como el
Día de la Patria
y fecha
inolvidable de
su libertad. Ese
hecho,
imperceptible de
la mayoría de
los estudiosos,
representa la
adhesión
intuitiva del
pueblo a los
elevados
designios del
mundo
espiritual.
(*) Fico = Me
quedo.
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