Sin el
Espiritismo,
la
Doctrina
de Jesús
estaría
aún
sofocada
en los
paredones
de los
dogmas
creados
por
hombres
apartados
de la
esencia
y de la
base del
Cristianismo
Parte 1
“Todo
reino
dividido
contra
sí mismo
es
devastado;
y toda
la
ciudad,
o casa,
dividida
contra
sí
misma,
no
subsistirá.”
- Jesus.
(Mt.,
12:25.)
En su
libro
En torno
al
Maestro1
,
Vinícius,
pseudónimo
de Pedro
de
Camargo,
viene,
parodiando
a
Tolstoi,
contándonos
una
interesantísima
leyenda,
que
podemos
resumir
así:
“(...)
Satanás,
el
príncipe
de los
demonios,
encarando
al
Nazareno,
cuyo
cuerpo
pendía
del
madero
infamante
erguido
en lo
alto del
Calvario,
exclamó:
“¡Miserable!
Moriste
gracias
a las
pérfidas
insinuaciones
que
sugerí a
los
Pontífices
y
Fariseos,
¿pero de
qué me
sirve
este
vano
triunfo,
si Tu
Doctrina
ya fue
comprendida
y
asimilada
por
muchos
que la
practican
y
propagan?
¡Maldición!
Mi reino
está
destruido
para
siempre.
Me
vengué,
es
cierto,
arrastrándote
al
patíbulo
de la
cruz,
sin
embargo,
¿qué Te
importa
eso, ya
que
estabas
dispuesto
al
sacrificio?”
Balbuceando
estas
últimas
apóstrofes
en voz
estentórica,
Satanás
curvó
las
negras
alas
sobre el
endeble
andamiaje
y
desapareció
por
entre
una
ancha
grieta
que se
abrió en
el
suelo,
cual
suicida
que se
precipita
en la
vorágine
de un
abismo.
Cayendo
en las
profundidades
del
infierno,
allí
permaneció
en
desacuerdo,
en un
ambiente
silencioso
y
tétrico
donde
las
tinieblas
de la
noche
serían
soles,
si dado
fuera
penetrar
la luz
en
semejante
antro,
sede del
reinado
diabólico.
Un
siglo,
dos
siglos,
tres
siglos
pasaron...
Satanás
permanecía
inmóvil,
con los
colmillos
entre
las
garras,
esforzándose
por
olvidar
el hecho
que le
había
producido
la
ruina;
pero, a
pesar
suyo, no
pensaba
en otra
cosa.
De
repente,
después
de un
largo
ciclo de
tiempo
transcurrido,
oyó
cierto
movimiento
en torno
de sí.
Escudriñó
atentamente
y
distinguió
el ruido
siniestro
de
corrientes
que se
arrastraban,
a la vez
de
gemidos
lacerados,
gritos,
imprecaciones
y crujir
de
dientes...
El
infierno
volverá
a
funcionar
a todo
vapor
Se
irguió,
entonces,
Satanás
apenas
creyendo
en lo
que oía,
pero era
todo
real:
¡El
infierno
había
vuelto a
funcionar
a todo
vapor!
¡¿Pero
cómo?!
¡¿Cómo
consiguieron
restablecer
mi reino
después
de la
victoria
del
Crucificado?!
Saliendo
de su
caverna,
preguntó
al
primer
subalterno
que
encontró:
“¿El
infierno
fue
restaurado?
¿Que
fue
hecho de
la
Doctrina
de
Jesucristo?”
Feliz
por
volver a
ver al
todo-poderoso
líder,
el
subalterno
respondió:
“Sepa,
respetable
Jefe,
que
nuestro
reinado
continúa
firme
como
antes...
Diariamente,
se abren
las
puertas
del
infierno
para dar
entrada
a
centenares
de
pecadores.
Las
enseñanzas
del
Divino
Maestro
no nos
incomodan,
porque
logramos
adulterarlas,
introduciendo
conceptos
falsos.
Luego
tras la
destrucción
de
nuestro
imperio,
buscamos
observar
a los
hombres
que
practicaban
la
temible
doctrina
del Hijo
de
María.
Vivían
felices.
Se
amaban
unos a
los
otros,
tenían
propiedades
en
común.
No
había,
ni podía
haber
celos,
ni
contiendas,
ni
rivalidades
entre
ellos.
Pagaban
el mal
con el
bien,
perdonaban
siempre.
Las
personas
que a
ellos se
acercaban
se
hacían
luego
adeptas
de
aquella
Fe, tal
era la
fuerza
viva de
la
ejemplificación.
Ahora,
en tales
condiciones,
eran
inaccesibles
a
nuestras
influencias,
por más
esfuerzos
que
empleáramos.
Pero, de
repente,
se
levantó
entre
ellos
una
ligera
divergencia
sobre
meras
cuestiones
de
formalidades.
Así,
decían
unos que
la
circuncisión
era
indispensable.
Otros se
reportaban
a las
demás
ceremonias
de
ritual
judío,
opinando
que no
debían
despreciarlas
de todo.
Hablaban
sobre el
ayuno,
las
abluciones,
el
bautismo
del
agua, la
ostia
etc.
Entramos,
en
acción,
sugiriendo
a cada
grupo
que nada
cediera
sobre su
modo de
ver
aquellas
cuestiones
muy
importantes
para la
salvación
de las
Almas.
Una onda
de
sangre
inundó
la
Tierra
El
veneno
se fue
infiltrando...
El
egoísmo
y el
orgullo
comenzaron
a
despertar,
las
discusiones
se
acaloraban.
Se dio,
finalmente,
el
cisma...
Las
figuras
más
importantes
y que se
habían
distinguido
en las
controversias
instituyeron
un
fuerte
partido,
con sede
en Roma,
aliándose
al poder
civil y
a la
fuerza
política
del
siglo.
Crearon
un
tribunal
de donde
pasaron
a
decretar
los
nuevos
artículos
de fe.
El
pueblo
tenía
que
aceptar
las
deliberaciones
de los
concilios
reunidos
en Roma.
Una onda
de
sangre
inundó
la
Tierra.
Miles de
víctimas
fueron
sacrificadas
por
haberse
sublevado
contra
los
dogmas
instituidos”.
“¿Dogmas?
¿Qué es
eso?” –
preguntó
Satanás,
sorprendido.
“Ahora,
Jefe” -
respondió
el
subalterno
- “dogma
es un
proceso
que
inventamos
e
inspiramos
a los
miembros
del tal
tribunal
y que
consiste
en
imponer
a la
razón y
a la
conciencia
de otros
un
absurdo
cualquiera
que
convenga
a
nuestra
obra”.
“¡Esplendido!...”
“Así, el
infierno
fue
restaurado
y la
terrible
doctrina
del
Carpintero
Nazareno
desapareció
entre
los
escombros
de
dogmas,
fórmulas,
ritos y
ceremonias
que
conseguimos
inspirar
a los
hombres,
en el
momento
en que,
olvidados
de la
esencia
y de la
base del
Cristianismo,
se
preocupaban
con las
apariencias
y
formulas
exteriores”.
Y por
aquí,
Vinícius
va,
magistralmente,
concluyendo
su
interesante
parodia
a
Tolstoi...
Evidentemente,
como
espíritas,
sabemos
que
Satanás
no
existe.
Existen
sí,
Espíritus
enemigos
de la
Luz, sin
embargo,
perfectibles.
Pero
ahora
(no
resistiendo
a la
tentación),
nos
gustaría
pedir
permiso
a
Vinícius
y,
esforzándonos
por no
deslustrarle
la
página
con
nuestro
apocamiento
intelectual,
tomaremos,
a partir
de aquí,
las
riendas
de su
parodia
y
continuaremos
la
historia,
recomenzando
desde el
punto
donde él
paró.
El
Espiritismo
no es
más una
amenaza
Así,
prosigamos:
“El
todo-poderoso-líder,
rehecho
de la
grata
sorpresa
de ver
su reino
infernal
totalmente
restaurado,
frunció
el ceño
como
acordándose
de algo
muy
importante.
Al verlo
de ceño
fruncido,
con aire
preocupado,
el
subalterno,
ya
rodeado
por una
legión
de
auxiliares
le
preguntó:
“”Qué
pasó
Jefe?
¿Algo te
preocupa?”
“¡Sí, y
mucho!
Estoy
acordándome
ahora de
una
asustadora
profecía
hecha
por el
Crucificado:
Él dijo
que más
tarde
pediría
a su
Padre
para
mandar
venir a
otro “Consolador”
para la
Tierra,
a fin de
hacer
recordar
sus
enseñanzas
y
también
enseñar
todas
las
otras
cosas
que
darían
acceso
al Reino
de los
Cielos.
Necesitamos
reunir
nuestros
intelectuales
en un
concilio
para
percatarnos
debidamente
contra
esa
terrible
amenaza
más a
nuestro
reinado”.
¡Carcajada
general!...
“¿De qué
se
ríen?”
–
preguntó,
endeble,
el
todo-poderoso
líder.
“¡Ahora,
Jefe,
con todo
el
respeto
que le
es
debido,
pero
nosotros
no
estábamos
durmiendo
todos
esos
siglos
como el
señor!
El tal “Consolador”
ya vino
por
mérito y
obra de
un
excomulgado
y
miserable
francés
llamado
Allan
Kardec,
en
asociación
con los
Apadrinados
de la
Luz. De
hecho,
ese tal
Kardec
ya nos
había
incomodado
mucho
hace dos
mil
años, en
las
Galias,
como
sacerdote
druida.
Pero no
se
preocupe
no,
jefe,
nosotros
ya “retiramos
de letra”
el tal “Consolador”.
Aquí en
la
Tierra
el tomó
el
nombre
de
Espiritismo.
Pero no
es más
una
amenaza.
¡Ya
tenemos
mucha
gente
nuestra
infiltrada
allá, y
nuestros
colegas
están
simplemente
“arrasando”!
¡Es sólo
surgir
un
equipo
de
trabajadores
espíritas
que
comienza
a
incomodarnos,
y listo!
Infiltramos
allá –
incontinente
–
nuestros
agentes.
Todo
reino
dividido
no
subsistirá
“En poco
tiempo
sofocamos
el
trabajo.
Es
fácil,
jefe...
¡Nunca
vimos
una raza
de gente
que se
asusta
tan
fácilmente
como
esos
espíritas!
¡Cualquiera
“de
acá esa
paja”
y allá
se fue a
fracasar
la
Institución
Espírita,
con
Kardec,
Evangelio
y
todo!”.
“¿Verdad?
¡¿Como
es que
vosotros
consiguen
realizar
tal
proeza?!”
Irguiéndose,
entonces,
en sus
velludas
patas,
agitando
discretamente
la cola
y
distendiendo
las
membranas
lustrosas
de las
alas,
exhalando
un
fuerte
olor a
azufre,
el
diablo
subalterno
contó,
con una
punta de
orgullo
en la
voz:
“La
mayoría
de los
dirigentes
espíritas
está
constituida
por los
antiguos
cardenales
de la
Iglesia
Católica,
ahora
reencarnados.
Son
criaturas
acostumbradas
al juego
del
poder,
en la
vieja
disputa
por el “trono
de Pedro”.
Esas
raposas
desaguan
en el
movimiento
espírita
con sus
viejas
ambiciones.
Asumen
cargos
directivos
que
disputan
con uñas
y
dientes,
para
después
perennizar
en los
cargos,
transformándose
en
verdaderos
dinosaurios
del
movimiento:
Enyesan
todo y
no dejan
a nadie
trabajar...
Sin
saberlo,
ellos
facilitan
el éxito
de
nuestro
plan de
acción,
plan ese
conocido
en
nuestras
huestes
como
IPMSE.
“¿Qué
plan es
ese, al
final?”
“Es el
eficiente
e
Implacable
Plan
Multidisciplinario
de Sabotaje
al Espiritismo”.
“¿En la
práctica
como es
el
aplicado?”
“El
señor no
va a
creer,
Jefe,
pero
nosotros
basamos
nuestro
plan de
acción
en las
propias
palabras
del
Nazareno.
Él dijo
que “todo
reino
dividido
contra
sí mismo
es
devastado;
y toda
ciudad,
o casa,
dividida
contra
sí
misma,
no
subsistirá”.
A partir
de esa
información,
y
también
acordándonos
de
aquella
otra del
“manojo
de
varas”,
que Él
enseñó,
fue sólo
quitar
las
“varas
del
manojo”
e ir
quebrando
una a
una...”
“Háblame
acerca
del
“modus
operandi”
de ese
tal
IPMSE”.
(Continua
na
próxima
edição.)
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