La idea de que
los cuerpos
físicos no pasan
de disfraces con
que los
Espíritus vienen
al mundo para
progresar está
presente en la
obra kardeciana,
lo que llevó
algunos
estudiosos
espíritas a
comparar las
diferentes
existencias
corporales a
piezas de teatro
donde la persona
de cada actor se
altera conforme
el papel que
deberá
desempeñar.
La comparación
no tiene nada de
absurdo, aunque
debamos resaltar
que – si en la
pieza teatral
cada actor sigue
un texto y un
guion
predefinidos –
en la vida es la
propia persona
que los elabora.
Es obvio que,
antes mismo de
reencarnar, las
líneas generales
de la existencia
pueden estar
configuradas en
la llamada
programación
reencarnatoria,
pero su
desarrollo y los
actos de cada
día obedecen al
ejercicio de
nuestro libre
albedrío, y no a
la decisión de
un autor o de un
director, como
se da en las
piezas teatrales
y en los
romances.
Toda vez que
hablamos en
reencarnación,
no nos cuesta
acordar como tal
concepto se
insinuó en la
obra de Allan
Kardec. El
diálogo que dio
origen a las
cuestiones 166 y
167 d’ El
Libro de los
Espíritus,
la primera y
principal obra
de la doctrina
espírita,
esclarece bien
el asunto:
166. ¿Cómo puede
el alma, que no
alcanzó la
perfección
durante la vida
corpórea, acabar
de depurarse?“Sufriendo
la prueba de una
nueva
existencia.”
a)
¿Cómo
realiza esa
nueva
existencia?
¿Será por su
transformación
como Espíritu?
“Depurándose, el
alma
indubitablemente
experimenta una
transformación,
pero para eso
necesaria le es
la prueba de la
vida corporal.”
b)
¿El alma
pasa entonces
por muchas
existencias
corporales?
“Sí, todos
contamos muchas
existencias. Los
que dicen el
contrario
pretenden
manteneros en la
ignorancia en
que ellos
propios se
encuentran. Ése
es el deseo de
ellos.”
c) Parece
resultar de ese
principio que el
alma, después de
haber dejado un
cuerpo, toma
otro, o,
entonces, que
reencarna en
nuevo cuerpo.
¿Es así que se
debe entender?
“Evidentemente.”
167. ¿Cuál es el
fin objetivado
con la
reencarnación?
“Expiación,
mejoramiento
progresivo de la
Humanidad. Sin
eso, ¿dónde está
la justicia?
En cada
existencia, la
individualidad
persiste, pero
la persona y el
papel a ser
desempeñado por
el Espíritu que
retorna a la
vida terrena
pueden ser bien
diferentes de
una existencia
a otra.
Persona, en el
uso coloquial,
es un papel
social o un
personaje vivido
por un actor. Se
trata de una
palabra italiana
derivada del
Latín para un
tipo de máscara
hecha para
resonar con la
voz del actor,
permitiendo que
fuese bien oída
por los
espectadores,
bien como para
dar al actor la
apariencia que
el papel
exigía.
La idea de
disfrace, a que
nos referimos en
el preámbulo,
está implícita
en esta palabra
y fue con tal
sentido que el
doctor Demeure,
fallecido en 26
de enero de
1865, la utilizó
en mensaje
publicado en la
Revue Spirite:
“¡Como soy
feliz! No soy
más viejo ni
enfermo; mi
cuerpo era
apenas un
disfrace
impuesto; soy
joven y bello,
bello de esa
eterna juventud
de los Espíritus
cuyas arrugas no
más surcan el
rostro, cuyos
cabellos no
emblanquecen
bajo la acción
del tiempo”.
(Revue Spirite
de 1865, págs.
80 y 81.)
Los instructores
espirituales ya
la habían
utilizado en la
respuesta que
dieron a la
cuestión 738
d’ El
Libro de los
Espíritus,
más adelante
parcialmente
reproducida:
“Ahora, conforme
tenemos dicho,
la vida del
cuerpo bien poca
cosa es. Un
siglo en vuestro
mundo no pasa de
un relámpago en
la eternidad.
Luego, nada son
los sufrimientos
de algunos días
o de algunos
meses, de que
tanto os
quejáis.
Representan una
enseñanza que se
os da y que se
os servirá en el
futuro. Los
Espíritus, que
preexisten y
sobreviven a
todo, forman el
mundo real. Ésos
son los hijos de
Dios y el objeto
de toda su
solicitud. Los
cuerpos son
meros disfraces
con que ellos
aparecen en el
mundo”.
Conforme Adelino
Silveira relata
en su libro
Momentos Con
Chico Xavier,
en 1997
María João de
Deus, madre de
Chico Xavier en
su última
existencia,
comunicó al
médium que su
reencarnación
era inminente.
He aquí como
ella relató el
hecho:
“Imagine tú que
tu padre
necesita renacer
y dice que sólo
reencarna si yo
viniera como la
esposa de él.
Fui hablar con
Cidália, su
segunda madre,
que crio
vosotros con
tanto cariño y
jamás hizo
diferencia entre
mis hijos y los
de ella. Ella me
contó que
también necesita
volver a la
Tierra. Entonces
yo le dice:
Cidália, tú
fuiste tan buena
para mis hijos,
hizo tantos
sacrificios por
ellos, soportó
tantas
humillaciones.
Nunca me olvidé
cuando tú
dijiste a João
Cândido que sólo
se casaría con
él si él fuese
buscar a mis
hijos que
estaban
dispersos por
varias casas
para que tú los
criases. Desde
mi decisión de
volver al
cuerpo, tengo
reflexionado
mucho sobre todo
eso y vengo a
preguntarle si
¿tú aceptarías
nacer como mi
primera hija?
Nos abrazamos y
lloramos mucho.
Cuando me
despedí de ella,
le pregunté:
¿Cidália, hay
alguna cosa que
yo pueda hacer
por ti cuando
sea tu madre?
Ella me dice:
-Doña María, yo
siempre tuve
mucha
inclinación para
la música y no
pude aproximarme
de un
instrumento.
Siempre amé el
piano.
- Pues bien, mi
hija. Voy a
imprimir en mi
corazón un deseo
para que mi
primera hija
venga con
inclinación para
la música. Jesús
hay de
proporcionarnos
la alegría de
poseer un
piano.”
El hecho ilustra
lo que decimos
inicialmente:
nuestros cuerpos
son meros
disfraces que
atienden a
determinada
finalidad y
después se
deshacen, pero
la vida
verdadera, donde
inexisten
disfraces,
prosigue en la
llamada patria
espiritual.
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