WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 398 – 25 de Enero de 2015

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El valor de la vela
 

  

Janjão, de ocho años, chico experto y de buen corazón, oyó decir que todas las personas deben ayudarse mutuamente y, en su interior, gran deseo de hacer el bien al prójimo pasó a dominarlo.

Sin embargo, Janjão no sabía cómo hacer eso. Como no tuvo nada realmente suyo, pidió a la madre que le diese algunas cosas para poder repartir con sus amigos: objetos, frutas y dulces.

Ese día, especialmente, Janjão, no tenía qué hacer. El tiempo estaba cerrado y la lluvia inmediatamente comenzó a caer fuerte, entre truenos y rayos. Entonces, la madre consideró:

— Mi hijo, yo apruebo tu deseo de ayudar a las personas. Sin embargo, para que sea un gesto realmente tuyo, es preciso que tú des de aquello que te pertenece.

El chico quedó pensativo y preguntó:

— Pero entonces, ¿qué puedo dar mamá?
 

— Una pieza de ropa, un par de calzados, un juguete, un libro... ¡Hasta dulces y caramelos que tú obtienes de tus abuelas!

El niño abrió mucho los ojos, sorprendido, después replicó:

— ¡Pero todo eso es mío!...

— A buen seguro, mi hijo. Pero tenemos que hacer el bien donando de lo que es nuestro; si tú das de lo que es mío, por ejemplo, seré yo que estaré haciendo la caridad, y no tú. ¿Entendiste?

Janjâo pensó... pensó... y respondió:

— ¡Mamá, pero yo no tengo casi nada!... ¿Cómo ayudar a las personas, entonces?

La madre se compadeció del hijo y lo abrazó con amor:

— Janjão, tienes muchas cosas que podemos hacer, que nada nos cuesta y que representa luz en la vida de las personas. El ejemplo de eso es el Sol, que todos los días, con su luz, ilumina a todas las personas en el mundo entero, dondequiera que estén. Pero tenemos ejemplos más pequeños...

— ¡Sí, mamá! ¡Los postes de luz que a la noche clarean las ciudades! Las lámparas que tenemos en nuestra casa — prosiguió el chico animado.

— Eso mismo, Janjão.

Como si fuese a propósito, todo quedo oscuro. Y la madre prosiguió:

— Pero tiene una luz de gran valor que nos viene cuando falta energía eléctrica, los días de tempestad, como hoy: es aquella representada por una humilde vela, que ilumina la casa y nos ayuda siempre que es necesario. Ella es tan pequeña, casi nada cuesta, pero su valor es inmenso, cuando estamos en medio de la oscuridad. Nos da paz, alegría, confort al corazón y expulsa el miedo.
 

Janjão oyó a la madre hablar, sorprendido y conmovido. Ella volvió la vela en la mano, cogió un fósforo y la encendió. El niño dijo:

— Es verdad, mamá. ¡Pensando mejor, quiero ser como la vela, que es débil, pero cuando es necesario, ilumina todo! Entendí lo que tú quisiste explicar. Que si nosotros no tenemos dinero para donar, podemos ayudar de otras maneras. Pero, ¿cómo? ¡La vela ilumina, pero yo no tengo luz ninguna!...

La madre sonrió y explico:
 

— Pero tienes buena voluntad, lo que es fundamental. Entonces, piensa: si alguien está triste, ¿cómo ayudarlo?

— ¡Poniendo alegría en su corazón!

— ¡Eso mismo, hijo! Y si un compañero tuyo no sabe cómo hacer la tarea escolar?

— ¡Yo puedo ayudarlo!

— ¿Y si alguien tiene sed?

— Puedo darle un vaso de agua.

La madrecita sonrió y lo envolvió con cariño:

— ¿Viste cómo es fácil, hijo? Ayudar es socorrer a las personas en sus dificultades. Lo que, muchas veces, nada cuesta. Eso no impide que tú dones las cosas que no usas más, los libros que ya leíste, los juguetes que ya fueron muy usados, las ropas que ya no te sirven... Y una montaña de otras cosas.   
 

Y a partir de aquel día Janjão se transformó a los ojos de todos. Cuando un amigo llevaba una caída y se golpea, él corría a socorrerlo y lo consolaba. Si el vecino necesitaba quitar las hierbas del jardín, Janjão se ofrecía lleno de buena voluntad. Si la madre estaba apurada con el trabajo de la casa, él barría el patio, cuidaba al perro y hasta le daba un buen baño.
 

Así, Janjão aprendió que no importa si la luz es grande o pequeña. Ella tendrá siempre valor por aquello que consigue realizar. Como él, que era pequeño, pero lleno de buena voluntad, conseguía ayudar a mucha gente.

En poco tiempo, Janjão era el chico más querido de la calle donde vivía.   

MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 20/10/2014.)
 



                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita