No estamos aquí
a paseo
Una de las
cuestiones más
importantes de
la obra de Allan
Kardec es, sin
duda, la
respuesta dada a
la pregunta 132
d’ El Libro
de los
Espíritus:
132. ¿Qué
objetivo tiene
la encarnación
de los
Espíritus? –
Dios se la
impone con el
propósito de
hacerlos
alcanzar la
perfección. Para
unos constituye
una expiación:
para otros, una
misión. Pero,
para llegar a
esa perfección
deben sufrir
todas las
vicisitudes de
la existencia
corporal: en
ello reside la
expiación. La
encarnación
tiene asimismo
otra finalidad,
consiste en
poner al
Espíritu en
condiciones de
afrontar la
parte que le
cabe en la obra
de la Creación.
Para cumplirla,
toma en cada
mundo un
instrumento de
acuerdo con la
materia esencial
de ese globo
terráqueo a fin
de ejecutar,
desde ese punto
de vista, las
órdenes de Dios.
De modo que,
cooperando a la
obra general,
progrese él
mismo.
Explicar cuál el
objetivo de la
encarnación es
elucidar la
finalidad de la
vida, es
esclarecer por
qué nacemos, es
señalar el
camino que
debemos seguir,
sea cual sea la
condición en que
llegamos al plan
material del
mundo donde
vivimos.
La cuestión
ahora transcrita
indica duplo
objetivo en
nuestro pasaje
por la carne,
tanto en la
primera vez
cuanto en las
veces
siguientes, por
el proceso de
las llamadas
vidas sucesivas.
El primer y
principal
objetivo: llegar
a la perfección.
El segundo
objetivo:
ejecutar la
parte que nos
cabe en la obra
de la creación.
A los que
extrañen este
segundo
propósito, es
bueno acordar
que, creada por
Dios y
movilizada por
Jesús, la Tierra
llegó al estado
en que se
encuentra
gracias
principalmente a
los hombres, o
sea, a los
Espíritus que, a
lo largo de los
milenios, se
encarnaron y
vivieron en el
plan donde
estamos.
¿Quién construyó
las ciudades?
¿Quién edificó
los hospitales?
¿Quién fundó las
escuelas?
¿Quién tuvo la
idea, y la
concretizó, de
crear los
orfanatos, las
guarderías y
demás
instituciones de
beneficencia
social?
¿Quién fabrica
las medicinas?
¿Quién concibió
y construyó las
maquinas –
coches,
autobuses,
aviones,
computadoras?
¿Quién inventó
la red mundial
de computadoras?
Nadie, ni mismo
un niño, ignora
la respuesta.
Cuanto a llegar
a la perfección
– principal
objetivo de la
encarnación y,
obviamente, de
reencarnación –,
recordemos la
respuesta dada
por Emmanuel a
la pregunta 204
d’ El
Consolador,
obra
psicografada por
el médium Chico
Xavier y
publicada por la
FEB en 1941:
204 – ¿El
alma humana
podrá elevarse
para Dios, tan
solamente con el
progreso moral,
sin los valores
intelectivos?
El sentimiento y
la sabiduría son
las dos alas con
que el alma se
elevará para la
perfección
infinita. En el
círculo
minúsculo del
orbe terrestre,
ambos son
clasificados
como adelanto
moral y adelanto
intelectual,
pero, como
estamos
examinando los
valores
propiamente del
mundo, en
particular,
debemos
reconocer que
ambos son
imprescindibles
al progreso,
siendo justo,
sin embargo,
considerar la
superioridad del
primero sobre el
segundo, una vez
que la parte
intelectual sin
la moral puede
ofrecer
numerosas
perspectivas de
caída, en la
repetición de
las
experiencias, en
cuanto que el
avance moral
jamás será
excesivo,
representando el
núcleo más
importante de
las energías
evolutivas.
En un mensaje ya
comentado en
este mismo
espacio,
publicado en el
libro
Hablando a la
Tierra, obra
mediúmnica
psicografada por
Chico Xavier,
Abel Gomes
refiriéndose a
ese objetivo,
acuerda que el
perfeccionamiento
del alma es
trabajo de largo
tiempo. Según
Abel, ni todos
se retiran de la
Tierra e
ingresan en la
patria
espiritual en la
posición de
héroes. “La
perfecta
sublimación es
obra de los
siglos
incesantes.”
En razón de las
consideraciones
arriba, no es
difícil entender
cuando alguien,
más
experimentado de
que nosotros,
afirma que no
estamos aquí a
paseo, como
muchos,
infelizmente,
piensan.
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