Por una cultura
de paz
Divaldo Franco
estaba con 70
años cuando
decidió dar
inicio a un
nuevo proyecto
en su provechosa
existencia y
nació entonces,
17 años atrás,
el Movimiento Tú
y la Paz, que
los londrinenses
pudieron conocer
en la noche del
último 10 de
marzo, cuando de
la venida del
estimado médium
a la ciudad de
Londrina (PR).
(Sobre el
evento del día
10, lea el
reportaje
especial
publicado en la
presente
edición.)
Dos años después
fue dada la
lumbre en el
Manifiesto 2000
por una Cultura
de Paz y No
Violencia,
esbozado, a
invitación de la
Unesco, por un
grupo de
laureados del
premio Nobel de
la Paz. Millones
de personas en
todo el mundo
firmaron ese
manifiesto y se
comprometieron a
cumplir los seis
puntos en él
firmados,
buscando actuar
en el espíritu
de la Cultura de
Paz dentro de
sus familias, en
su ambiente
profesional y en
sus ciudades.
En la secuencia,
la Asamblea
General de las
Naciones Unidas
declaró el
periodo de 2001
a 2010 la
“Década
Internacional de
la Cultura de
Paz y No
Violencia para
los Niños del
Mundo”.
Los seis puntos
constantes del
Manifiesto son
éstos:
1.
Respetar
la vida
2.
Rechazar
la violencia
3.
Ser
generoso
4.
Oír para
comprender
5.
Preservar
el planeta
6.
Redescubrir la
solidaridad.
Para alcanzar
esos objetivos,
la Unesco
trabaja
cooperando con
los gobiernos en
sus tres
niveles, con el
poder
legislativo y la
sociedad civil,
construyendo así
una inmensa rede
de
cooperaciones,
movilizando la
sociedad,
aumentando la
concientización
y educando para
una cultura de
paz.
En Rio de
Janeiro, por
ejemplo, la
Unesco está
desarrollando,
en su
cooperación con
el Gobierno de
la Provincia, el
programa
“Escuelas de
Paz”, cuyo
principal
objetivo es dar
oportunidades de
acceso a los
jóvenes, al
mismo tiempo en
que busca
educarlos para
los valores
relevantes de la
vida, para la
paz y para la
construcción de
la ciudadanía.
El mayor desafío
es,
evidentemente,
transformar los
valores de la
Cultura de Paz
en realidad en
la vida
cotidiana, es
traducir cada
uno de los
desafíos
propuestos por
la Cultura de
Paz en realidad
y en la vida de
las personas.
Desarrollando
los seis puntos
firmados en el
Manifiesto,
preparar las
condiciones para
que la paz pueda
reinar en la
Tierra implica:
·
respetar la vida
y la dignidad de
cada persona,
sin discriminar
ni perjudicar;
·
practicar a no
violencia
activa,
repeliendo la
violencia en
todas sus
formas: física,
sexual,
psicológica,
económica y
social, en
particular ante
los más débiles
y vulnerables,
como los niños y
los
adolescentes;
·
compartir
nuestro tiempo y
nuestros
recursos
materiales,
cultivando la
generosidad, a
fin de terminar
con la
exclusión, la
injusticia y la
opresión
política y
económica;
·
defender la
libertad de
expresión y la
diversidad
cultural,
privilegiando
siempre la
escucha y el
diálogo, sin
ceder al
fanatismo, ni a
la maledicencia
y al rechazo al
prójimo;
·
promover un
consumo
responsable y un
modelo de
desarrollo
teniendo en
cuenta la
importancia de
todas las formas
de vida y el
equilibrio de
los recursos
naturales del
planeta;
·
contribuir con
el desarrollo de
la comunidad,
propiciando la
plena
participación de
las mujeres y el
respeto de los
principios
democráticos,
para crear
nuevas maneras
de solidaridad.
Se trata de un
programa que se
ajusta en todo
con lo que
aprendemos con
las lecciones
del Evangelio y
con las
enseñanzas
espíritas.
Que se trata de
un trabajo
hercúleo y
naturalmente
lento, todos
sabemos.
Pero sabemos
también que en
ellos se
insertan los
elementos
indispensables
para que la
guerra, la
opresión, la
tiranía y toda
forma de
violencia sean
borradas de
nuestro planeta,
en esa marcha
irresistible
rumbo a un
futuro
prometedor
predicho por
Jesús, que
declaró cierta
vez que los
mansos heredarán
la Tierra.
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