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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 8 - N° 406 - 22 de Marzo de 2015

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

La Génesis

Allan Kardec

(Parte 45)
 

Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868.  Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del presente texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Puede el pensamiento reflejarse en la envoltura espiritual, como si se fotografiase en él?

B. ¿Es a partir de ese hecho que los Espíritus pueden leer nuestros pensamientos más recónditos?

C. ¿Los fluidos poseen cualidades peculiares a ellos mismos?

Texto para la lectura

879. El paralítico – Después de la curación de un paralítico, Jesús le dijo: Hijo mío, ten confianza; tus pecados te son perdonados. Entonces, algunos de los escribas dijeron entre sí: Este hombre blasfema. Jesús, conociendo lo que pensaban, les preguntó: ¿Por qué alimentáis malos pensamientos en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

880. En seguida, el paralítico se levantó inmediatamente y se fue a su casa. Y la gente, al ver aquel milagro, se asombró y dio gracias a Dios por haber concedido tal poder a los hombres. (Cf. Evangelio de Mateo, cap. IX, 1-8.)

881. ¿Cuál es el significado de estas palabras: “Tus pecados te son perdonados” y cómo podían influir para la curación? El Espiritismo les da una explicación, como lo hace con una infinidad de palabras incomprensibles hasta hoy. Nos enseña por medio de la pluralidad de existencias, que los males y aflicciones de la vida son muchas veces expiaciones del pasado y que sufrimos en la vida presente las consecuencias de las faltas que cometimos en  existencias anteriores, hasta que hayamos pagado la deuda de nuestras imperfecciones, pues las existencias son solidarias entre sí.

882. Por lo tanto, si la enfermedad de aquel hombre era una expiación del mal que había cometido, la frase dicha por Jesús: “Tus pecados te son perdonados” equivalía a decirle: “Has pagado tu deuda; la fe que ahora posees, eliminó la causa de tu enfermedad; en consecuencia, mereces quedar libre de ella”.

883. Los diez leprosos – Un día, en que Jesús iba a Jerusalén, salieron a su encuentro diez leprosos y, manteniéndose lejos, clamaron en voz alta: Jesús, Señor nuestro, ten piedad de nosotros. Al verlos, Jesús les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y mientras iban en camino, quedaron curados. Uno de ellos, al ver que había sanado, volvió sobre sus pasos, glorificando a Dios en voz alta; y se postró rostro en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Era un samaritano.

884. Entonces, Jesús le preguntó: ¿No son diez los que fueron curados? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Ninguno de ellos volvió y glorificó a Dios, sino este extranjero? Luego dijo al samaritano: Levántate; vete; tu fe te ha salvado. (Cf. Evangelio de Lucas, cap. XVII, 11-19.)

885. Los samaritanos eran cismáticos, más o menos como los protestantes en relación a los católicos, y eran despreciados por los judíos, que los consideraban herejes. Al curar indistintamente a judíos y samaritanos, Jesús daba al mismo tiempo una lección y un ejemplo de tolerancia; y al hacer notar que sólo el samaritano había regresado para glorificar a Dios, mostraba que en él había más fe y más reconocimiento que en los que se decían ortodoxos.

886. Al agregar: “Tu fe te ha salvado”, hizo ver que Dios considera lo que hay en el fondo del corazón y no la forma exterior de la adoración. Sin embargo, los otros también fueron curados. Fue necesario que ello sucediera para poder dar la lección que deseaba y hacer evidente su ingratitud. Pero, ¿quién sabe lo que habrá resultado; quién sabe si ellos tendrían el beneficio de la gracia que les fue concedida? Al decirle al samaritano: “Tu fe te ha salvado”, Jesús da a entender que no sucedió lo mismo con los otros.

887. La mano seca – Cierta vez Jesús entró en el templo y encontró ahí a un hombre que tenía seca una mano. Mientras los fariseos lo observaban para ver si lo curaría en día sábado, Jesús dijo al hombre: Levántate y ponte allí en el medio. Después les dijo: ¿Está permitido en día sábado, hacer el bien o el mal, salvar la vida o quitarla? Ellos permanecieron en silencio. Entonces, Jesús dijo al hombre: Extiende tu mano. Él la extendió y la mano sanó. En seguida, los fariseos salieron y se reunieron con los herodianos confabulando contra él para destruirlo. (Cf. Evangelio de Marcos, cap. III, 1-8.)

888. La mujer encorvada – Jesús enseñaba los sábados en la Sinagoga. Un día, vio allí a una mujer poseída por un Espíritu que la mantenía enferma desde hacía 18 años; estaba tan encorvada que no podía mirar hacia arriba. Viéndola, Jesús la llamó y le dijo: Mujer, estás libre de tu enfermedad. Impuso las manos sobre ella y, enderezándose, ella dio gracias a Dios.

889. El jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en día sábado, dijo a la gente: Hay seis días destinados al trabajo; venid en esos días para ser curados y no en días sábado. Pero Jesús, tomando la palabra, le dijo: Hipócrita, ¿alguno de vosotros no desata la carga de su buey o de su asno en día sábado y lo lleva a beber? ¿Por qué entonces, en día sábado, no se debería liberar a esta hija de Abraham de los lazos que la sujetan, y a quien Satanás ha mantenido atada durante dieciocho años? (Cf. Evangelio de Lucas, cap. XIII, 10-17.)

890. Este hecho prueba que en aquella época la mayor parte de las enfermedades era atribuida al demonio y que todos confundían, como ocurre hoy, a los poseídos con los enfermos, pero en sentido inverso, es decir, que hoy los que no creen en los malos Espíritus confunden las obsesiones con las enfermedades patológicas.

891. El paralítico de la piscina – Después del suceso que narramos, habiendo llegado la fiesta de los judíos, Jesús fue a Jerusalén, donde había una piscina llamada en hebreo Betesda. Allí se encontraban acostados gran número de enfermos, ciegos, cojos y otros que tenían los miembros resecos, todos esperando que las aguas fuesen agitadas, porque según se creía, el ángel del Señor descendía de tiempo en tiempo a aquella piscina y movía sus aguas, y el que descendía primero en ella, después del movimiento del agua, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviese.

892. Aquel día, había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Jesús, viéndolo acostado y sabiendo que llevaba mucho tiempo enfermo, le preguntó: ¿Quieres ser curado? Y el enfermo respondió: Señor, no tengo a nadie que meta en la piscina después que el agua se agite; y en el tiempo que me toma llegar, otro desciende antes que yo. Entonces, le dijo Jesús: Levántate, toma tu lecho y anda. Al instante, el hombre fue curado y, tomando su lecho, comenzó a caminar. Y aquél día era sábado.

893. Entonces, los judíos dijeron al que había sido curado: No te es lícito llevar tu lecho. El hombre respondió: Aquél que me curó me dijo: Toma tu lecho y anda. Ellos le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? Pero el que había sido sanado no sabía quién lo curó, porque Jesús se había apartado de la multitud que se estaba allí.

894. Más tarde, al encontrar a aquel hombre en el templo, Jesús le dijo: Mira que has sido curado; no vuelvas a pecar más, para que no te suceda algo peor. Entonces, el hombre se fue donde los judíos y les dijo que Jesús era quien le había curado.

895. Este fue el motivo que los judíos alegaban para perseguir a Jesús, porque hacía esas cosas en día sábado. Entonces, Jesús les dijo: Mi Padre no cesa de trabajar hasta ahora, y yo también trabajo incesantemente. (Cf. Evangelio de Juan, cap. V, 1-17.)

896. Piscina (de la palabra latina piscis, pez), entre los romanos era el nombre que se daba a los depósitos o viveros donde se criaban peces. Posteriormente, el término se hizo extensivo a las piletas destinadas a los baños en común. La piscina de Betesda, en Jerusalén, era una cisterna cercana al templo, alimentada por una fuente natural cuyas aguas parecen haber tenido propiedades curativas.

897. Era, sin duda, una fuente intermitente que, en determinadas épocas, brotaba con fuerza, agitando el agua. Según la creencia vulgar, ese momento era el más propicio para las curaciones. Tal vez, en realidad, las propiedades del agua fueron más activas al brotar de la fuente, o quizás la agitación producida por el chorro de agua removía y sacaba a flote el limo saludable para ciertas enfermedades. Estos efectos son muy naturales y perfectamente conocidos hoy; pero en ese entonces, las ciencias estaban poco adelantadas y a la mayoría de los fenómenos incomprendidos se les atribuía una causa sobrenatural.

898. Después de haber curado a aquel paralítico, Jesús le dijo: “En el futuro, no vuelvas a pecar más, para que no te suceda algo peor”. Con estas palabras, le dio a entender que su enfermedad era un castigo y que, si no mejoraba, podría llegar a ser castigado de nuevo y con más rigor, doctrina que es totalmente conforme con el Espiritismo.

899. Parece que Jesús insistía en realizar sus curaciones en día sábado, para tener la oportunidad de protestar contra el rigor de los fariseos en lo que respecta a la observancia de ese día. Quería demostrarles que la verdadera piedad no consiste en la observancia de las prácticas exteriores y las formalidades; que la piedad está en los sentimientos del corazón. Se justifica exclamando: “Mi Padre no cesa de trabajar hasta ahora, y yo también trabajo incesantemente”. Quiere decir: Dios no interrumpe sus obras, ni su acción sobre las cosas de la Naturaleza, en día sábado. No deja de hacer que se produzca todo cuanto es necesario para vuestra alimentación y vuestra salud; yo sigo su ejemplo.

900. El ciego de nacimiento – Al pasar Jesús, vio a un hombre que era ciego de nacimiento y sus discípulos le hicieron esta pregunta: Maestro, ¿fue el pecado de este hombre, o de los que lo trajeron al mundo, la causa para que él haya nacido ciego? Jesús les respondió: No es él quien pecó, ni quienes lo trajeron al mundo; sino para que en él se manifiesten las obras del poder de Dios. Es necesario que yo haga las obras de Aquél que me envió, mientras es de día; después vendrá la noche, en la cual nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.

901. Habiendo dicho esto, escupió en el suelo y, haciendo lodo con su saliva, untó con ese lodo los ojos del ciego y le dijo: Ve a lavarte en la piscina de Siloé, que significa Enviado. Él fue, se lavó y regresó viendo claro. Sus vecinos y los que antes le habían visto pedir limosna decían: ¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna? Unos respondieron: Él es; otros decían: No, es uno que se parece a él. Pero el hombre les decía: Soy yo. Le preguntaron entonces: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? Y él respondió: Aquel hombre que se llama Jesús hizo un poco de lodo, me untó los ojos y me dijo: Ve a la piscina de Siloé y lávate. Fui, me lavé y veo.

902. La curación también ocurrió un día sábado. Los fariseos entonces lo interrogaron para saber cómo había recibido la vista. Él les dijo: Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo. A lo que algunos fariseos replicaron: Ese hombre no es enviado de Dios, porque no guarda el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre malo hacer tales prodigios? Había, por lo tanto, disensión entre ellos.

903. Volvieron a decirle al que fue ciego: Y tú, ¿qué dices de ese hombre que te abrió los ojos? Él respondió: Digo que es un profeta. Pero los judíos no creyeron que ese hombre había estado ciego y que había recobrado la vista, hasta que hicieron venir a su padre y a su madre, y les preguntaron así: ¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? El padre y la madre respondieron: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero no sabemos cómo ve ahora y tampoco sabemos quién le abrió los ojos. Preguntadle; él ya tiene edad, que responda por sí mismo.

904. Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Glorifica a Dios; sabemos que ese hombre es un pecador. Él les respondió: Si es un pecador, no lo sé; todo lo que sé es que era ciego y ahora veo. Volvieron a preguntarle: ¿Qué te hizo y cómo te abrió los ojos? – El hombre respondió: Ya os lo he dicho y lo oísteis; ¿por qué lo queréis oír por segunda vez? ¿Queréis haceros sus discípulos? A lo que ellos, injuriándolo, le dijeron: Sé tú su discípulo; en cuanto a nosotros, somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, mientras que éste no sabemos de dónde salió.

905. El hombre les respondió: Es asombroso que no sepáis de dónde es él y que a mí me haya abierto los ojos. Bien sabemos que Dios no escucha a los pecadores; pero a aquél que le honre y haga su voluntad, Dios le atiende. Desde que el mundo existe, jamás se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. (Cf. Evangelio de Juan, cap. IX, 1-34.)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Puede el pensamiento reflejarse en la envoltura espiritual, como si se fotografiase en él?

Sí. Siendo los fluidos el vehículo del pensamiento, éste actúa sobre los fluidos como el sonido sobre el aire; ellos nos transmiten el pensamiento, como el aire lo hace con el sonido. Creando imágenes fluídicas, el pensamiento se refleja en la envoltura periespiritual como en un espejo; toma cuerpo en él y allí, de cierta manera, se fotografía. (La Génesis, cap. XIV, ítem 15.)

B. ¿Es a partir de ese hecho que los Espíritus pueden leer nuestros pensamientos más recónditos?

Sí. Conforme se mencionó en la pregunta anterior, los movimientos más secretos del alma repercuten en la envoltura fluídica, lo que permite que un alma lea en otra alma, como en un libro, y ver lo que no es perceptible a los ojos del cuerpo. (La Génesis, cap. XIV, ítem 15.)

C. ¿Los fluidos poseen cualidades peculiares a ellos mismos?

No. Los fluidos no poseen cualidades sui generis, sino las que adquieren en el medio donde se elaboran. Se modifican por los efluvios de ese medio, como el aire por las exhalaciones y el agua por las sales de las capas que atraviesa. Según las circunstancias, sus cualidades son, como las del agua y el aire, temporarias o permanentes, lo que los hace especialmente apropiados para la producción de determinados efectos.

Bajo el punto de vista moral, llevan la marca de los sentimientos de odio, envidia, celos, orgullo, egoísmo, violencia, hipocresía, bondad, benevolencia, amor, caridad, dulzura, etc.

Bajo el aspecto físico, son excitantes, calmantes, penetrantes, astringentes, irritantes, dulcificantes, soporíferos, narcóticos, tóxicos, reparadores; se convierten en fuerza de transmisión, de propulsión, etc. El cuadro de los fluidos será, pues, el de todas las pasiones,  virtudes y vicios de la Humanidad y de las propiedades de la materia, y los correspondientes a los efectos que producen. (La Génesis, cap. XIV, ítems 16 y 17.)

 

 


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