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Año 9 - N° 410 - 19 de Abril de 2015
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

Todos los patrimonios de la vida pertenecen a Dios


Los casos de corrupción que a cada día surge, envolviendo políticos y hasta mismo ex religiosos que optaron por servir a Mamón, evidencian como ingenuos y desprevenidos son ciertos individuos a quien, en fecha reciente, confiamos nuestro voto, ciertos de que elegíamos personas serias e idealistas que suponíamos han ingresado en la política para servir al pueblo, y no servirse.   

Los consideramos ingenuos, no porque fueron imprudentes y dejaron por el camino marcas y señales de sus actos inconfesables. Pero, sí, porque se olvidaron de que todos los patrimonios de la vida pertenecen a Dios y, por eso, tengan sido adquiridos lícita o ilícitamente, habrán un día de ser restituidos.

Unos, evidentemente, los restituirán con la conciencia tranquila y en paz. Cuanto a los otros… ¡Es mejor ni pensar!

Una de las grandes contribuciones de André Luiz para los que leen sus libros fue haber ejemplificado lo que ocurre con aquellos que, han venido a la corteza planetaria con determinada tarea, han fracasado en sus propósitos.

En la obra Los Mensajeros, publicada por la FEB en 1944, André Luiz nos presenta innúmeros casos así. Vicente, Otávio, Acelino, Mariana, Ernestina, Joel, Belarmino, Monteiro, Alfredo – he aquí personalidades que movidas por el remordimiento, relataron, en todas sus minuciosidades, el malogro en que se transformaron sus últimas existencias.

En todas ellas, una causa prácticamente común aparece de manera nítida, como el instructor Tobías, de la colonia “Nuestro Hogar”, explicó a André Luiz, al conducirlo hasta el Centro de Mensajeros, en el Ministerio de la Comunicación da la mencionada colonia.

André se quedó deslumbrado con la serie de majestosos edificios que componían la sede de la institución. Le parecía que encontraba allí algunas universidades reunidas, tal la enorme extensión de ellos. Patios amplios, arboledas, jardines… El Centro era, de hecho, muy vasto y allí se situaban apenas la administración central y algunos pabellones destinados a la educación y a la preparación en general.

La finalidad del Centro de Mensajeros es el preparo de personas, para que se transformen en cartas vivas de socorro y auxilio a los que sufren en el lugar umbroso, en la Corteza y en la Tinieblas. Allí se preparan numerosos compañeros para la difusión de esperanzas y consuelos, instrucciones y avisos, en los diversos sectores de la evolución planetaria. Se organizan grupos compactos de aprendices para la reencarnación. Médium y doctrinadores de allí salen centenares, anualmente. Trabajadores del confort espiritual se encaminan para los círculos carnales, en cuantidad considerable, habilitados por el Centro de Mensajeros.

Son muy pocos, sin embargo, los que triunfan. Algunos consiguen ejecución parcial de la tarea, otros fracasan de todo. He aquí la explicación dada por Tobías:    

“Pocos triunfan, porque casi todos estamos aún unidos a extenso pretérito de errores criminosos, que nos deformaron la personalidad. En cada nuevo ciclo de emprendimientos carnales, creemos mucho más en nuestras tendencias inferiores del pasado, que en las posibilidades divinas del presente, complicando siempre el futuro. Es de esa manera que proseguimos, por allá, agarrados al mal y olvidados del bien, llegando, por veces, al disparate de interpretar dificultades como castigos, cuando todo obstáculo traduce oportunidad verdaderamente preciosa a los que ya tengan “ojos de ver”. (Los Mensajeros, cap. 3, pág. 24.)  

Aprendemos en el Espiritismo que en la esfera carnal el mayor interés del alma debe ser la realización de algo útil para el bien de todos, mirando al Infinito y a la Eternidad.

En ese propósito, es indispensable contar con el asedio de todos los elementos contrarios. Ironías, ataques, sugerencias inferiores surgirán, con certeza, en el camino de todo trabajador fiel. Ésas son, pues, circunstancias lógicas y fatales del servicio, porque nadie viene al mundo físico para descanso injustificable, pero para luchar por su propia mejoría, a pesar de todo impedimento fortuito.

Apropiarse de los recursos que la comunidad entrega a los administradores públicos es algo que no se concibe y que muchos sufrimientos implicará a todos que, creyéndose inmunes a los tentáculos de la ley humana, no huirán al juzgamiento del tribunal de la propia conciencia, como André Luiz nos enseñó en la obra a que nos reportamos.  




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita