Damos continuidad al estudio metódico del libro La Génesis, los Milagros y las Profecías según el Espiritismo, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 6 de enero de 1868. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del presente texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Cómo se explican las apariciones de Espíritus?
B. ¿Cómo se produce el fenómeno de la transfiguración?
C. En la tiptología, ¿cómo ocurre la acción del Espíritu?
Texto condensado para la lectura
955. Jesús, al hablarles sobre el pan del Cielo, se empeñaba en hacerles comprender el verdadero sentido del alimento espiritual. Les dice: “Trabajad, no para conseguir el alimento que perece, sino por el que permanece para la vida eterna y que el Hijo del Hombre os dará”. Ese alimento es su palabra, es el pan que descendió del cielo y da la vida al mundo. “Yo soy el pan de vida; el que vienen a mí no tendrá hambre y el que en mí cree nunca tendrá sed”.
956. Tales distinciones, sin embargo, eran demasiado sutiles para esas naturalezas rudas, que sólo comprendían las cosas tangibles. Para ellos, el maná que había alimentado el cuerpo de sus antepasados, era el verdadero pan del cielo; allí estaba el milagro. Por lo tanto, si el hecho de la multiplicación de los panes hubiese ocurrido materialmente, ¿cómo habrían quedado impresionados tan poco aquellos mismos hombres, en cuyo provecho esa multiplicación se había producido pocos días antes, como para preguntar a Jesús: “Qué milagro harás para que lo veamos y te creamos? ¿Qué harás de extraordinario?”
957. Ellos entendían por milagros los prodigios que los fariseos pedían, es decir, señales que apareciesen en el cielo por orden de Jesús, como por la varita de un mago. Ahora bien, lo que Jesús hacía era demasiado simple y no se apartaba de las leyes de la Naturaleza; las curaciones mismas no revelaban ni un carácter muy singular, ni muy extraordinario. Para ellos, los milagros espirituales no tenían gran importancia.
958. La tentación de Jesús – Jesús, transportado por el diablo a lo alto del Templo, luego a la cima de una montaña y tentado por él, constituye una de esas parábolas que le eran familiares y que la credulidad pública transformó en hechos materiales.
959. En un mensaje transmitido en Burdeos, en el año 1862, el Espíritu de Juan el Evangelista dijo lo que reproducimos a continuación: “Jesús no fue arrebatado. Sólo quiso hacer comprender a los hombres que la Humanidad se encuentra sujeta a fallar y que debe estar siempre en guardia contra las malas inspiraciones a las que, por su naturaleza débil, es empujado a ceder. La tentación de Jesús es, pues, un símbolo y sería necesario ser ciego para tomarla al pie de la letra. ¿Cómo pretendéis que el Mesías, el Verbo de Dios encarnado, haya estado sometido por un tiempo, aunque fuese muy corto, a las sugestiones del demonio y que, como dice el Evangelio de Lucas, el demonio lo haya dejado por algún tiempo, lo que haría suponer que Cristo continuó sometido al poder de esa entidad?”
960. Al final de mensaje, Juan dice: “Comprended, pues, el sentido de esa parábola, porque otra cosa no tenéis allí, del mismo modo que en los casos del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano. Una nos muestra los peligros que corren los hombres si no oponen resistencia a la voz interna que les clama sin cesar: Puedes ser más de lo que eres; puedes poseer más de lo que tienes; puedes engrandecerte, adquirir mucho; cede a la voz de la ambición y todos tus deseos serán saciados. Nos muestra el peligro y la forma de evitarlos, diciendo a las malas inspiraciones: Apártate Satanás o, en otras palabras: ¡Fuera de aquí, tentación! Pensad bien las enseñanzas que contienen los Evangelios; sabed distinguir lo que está allí en sentido cierto o en sentido figurado, y los errores que os han cegado durante tanto tiempo se desvanecerán poco a poco, para dar lugar a la luz esplendorosa de la verdad”.
961. Los prodigios en la muerte de Jesús – Mas, desde la hora sexta del día, hasta la hora novena, toda la Tierra fue cubierta de tinieblas. Al mismo tiempo, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló; las piedras se partieron; los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que estaban en el sueño de la muerte, resucitaron; y, saliendo de sus sepulcros después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad y fueron vistos por muchas personas. (Mateo, cap. XXVII, versículos 45, 51 a 53.)
962. Es extraño que tales prodigios, produciéndose en el momento mismo en que la atención de la ciudad estaba puesta en el suplicio de Jesús, que era el acontecimiento del día, no hayan sido notados, puesto que ningún historiador los menciona. Parece imposible que un temblor de tierra y que toda la Tierra envuelta en tinieblas durante tres horas, en un país donde el cielo está siempre en perfecta claridad, hayan pasado desapercibidos.
963. La duración de esa oscuridad hubiera sido casi la de un eclipse de Sol, pero ese tipo de eclipse sólo se produce en Luna nueva, y la muerte de Jesús ocurrió en la fase de Luna llena, el 14 del mes Nissan, día de la Pascua judía. El oscurecimiento del Sol pudo ser producido también por las manchas que se observan en su superficie. En tal caso, el brillo de la luz disminuye considerablemente, pero nunca al punto de producir la oscuridad y las tinieblas.
964. Suponiendo que un fenómeno de este género se hubiese dado, derivaría de una causa perfectamente natural. En cuanto a los muertos que resucitaron, es posible que algunas personas hayan tenido visiones o vieran apariciones, lo que no es excepcional. Pero, como entonces no se conocía la causa de ese fenómeno, supusieron que las figuras vistas salían de los sepulcros.
965. Afectados por la muerte del Maestro, sin duda, los discípulos de Jesús relacionaron a esa muerte algunos hechos particulares, a los cuales en otra ocasión no hubieran prestado ninguna atención. Bastó, quizás, que un fragmento de roca se haya desprendido en ese momento para que la gente predispuesta a lo sobrenatural viera en ese hecho un prodigio y, agrandándolo, dijera que las piedras se partían.
966. Jesús es grande por sus obras y no por las imágenes fantásticas que un entusiasmo poco sensato creyó que debió rodearlo.
967. Apariciones de Jesús después de su muerte – Pero María (Magdalena) se mantuvo afuera, cerca del sepulcro, derramando lágrimas. Y mientras lloraba, al inclinarse para mirar dentro del sepulcro, vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella respondió: Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió y vio a Jesús de pie, sin saber, en ese momento que era Jesús. Entonces, él le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el jardinero, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré. Jesús le dijo: María. Entonces, volviéndose ella, le dijo: Rabboni, que quiere decir, Maestro. Jesús le respondió: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles de mi parte: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. María Magdalena fue entonces a decir a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho estas cosas. (Juan, cap. XX, v. 11 a 18.)
968. Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén, y hablaban entre sí de todo lo que había acontecido. Y sucedió que cuando conversaban y discutían sobre esto, Jesús se unió a ellos y caminaron juntos; pero sus ojos estaban velados, para que no pudiesen reconocerle.
969. Les dijo: ¿De qué venís conversando al caminar y por qué estáis tan tristes? Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, tomando la palabra le dijo: ¿Sois el único forastero en Jerusalén que no ha sabido lo que ha sucedido allí en estos últimos días? - ¿Qué pasó? preguntó él. Ellos le respondieron: Sobre Jesús de Nazaret, un poderoso profeta delante Dios y de todo el pueblo, y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros senadores lo entregaron para ser condenado a muerte y le crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel, sin embargo, hoy es ya el tercer día después que tales cosas han sucedido. Es verdad que algunas mujeres de las que estaban con nosotros nos han asombrado, porque al ir a su sepulcro antes del amanecer, vinieron a decirnos que se les habían aparecido unos ángeles, quienes dijeron él que está vivo. Y algunos de los nuestros, habiendo ido también al sepulcro, encontraron todas las cosas según las mujeres habían dicho; pero a él, no lo encontraron.
970. Entonces, Jesús les dijo: ¡Oh insensatos, tardos de corazón para creer en todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciese todas estas cosas y que entrara así en su gloria? Y comenzando desde Moisés, siguiendo por todos los profetas, les explicaba lo que en todas las Escrituras se decía de él. Al acercarse a la aldea adonde iban, les dio a entender que iba más lejos. Los dos le obligaron a quedarse, diciéndole: Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día ha declinado.
971. Él entró con los dos. Estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo y se los dio. En ese momento se les abrieron los ojos y ambos le reconocieron; pero él desapareció ante sus ojos. Entonces, se dijeron el uno al otro: ¿No es verdad que nuestro corazón ardía dentro de nosotros, cuando nos hablaba en el camino, explicándonos las Escrituras? Y levantándose en el mismo momento, volvieron a Jerusalén, y vieron que los once apóstoles y los que continuaban con ellos estaban reunidos, y decían: El Señor en verdad ha resucitado y ha aparecido a Simón. Entonces, ellos contaron también lo que les había acontecido en el camino y cómo le habían reconocido al partir el pan.
972. Mientras así conversaban, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: - La paz sea con vosotros; soy yo, no os asustéis. Pero ellos, en la perturbación y miedo que sentían, imaginaron que veían a un Espíritu. Jesús les dijo entonces: ¿Por qué os turbáis? ¿Por qué surgen en vuestros corazones tantos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies y reconoced que yo mismo soy. Tocadme y considerad que un Espíritu no tiene carne, ni huesos, como veis que tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies.
973. Pero como ellos todavía no creían, pues estaban llenos de alegría y admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Ellos le presentaron un pedazo de pez asado y un panal de miel. Él comió delante de ellos y tomando los restos, se los dio diciendo: He ahí lo que, estando aún con vosotros, os decía que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos.
974. Al mismo tiempo les abrió el espíritu, a fin de que entendiesen las Escrituras y les dijo: Así está escrito y así fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre la penitencia y la remisión de los pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Ahora bien, vosotros sois testigos de esas cosas. Os enviaré la promesa de mi Padre, que os fue prometida; pero mientras, permaneced en la ciudad hasta que os haya investido de poder desde lo Alto. (Lucas, cap. XXIV, v. 13 a 49.)
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Cómo se explican las apariciones de Espíritus?
Para nosotros, el periespíritu es invisible en su estado normal; pero como está formado por sustancia etérea, el Espíritu puede, en ciertos casos, por acto de su voluntad, hacerlo pasar por una modificación molecular que lo haga momentáneamente visible. Así es como se producen las apariciones que, al igual que los otros fenómenos, no suceden fuera de las leyes de la Naturaleza. No es más extraordinario que el del vapor, que es invisible cuando está muy rarificado, pero se vuelve visible cuando se condensa. Según el grado de condensación del fluido periespiritual, la aparición es a veces vaga y vaporosa; otras veces, es más nítidamente definida; otras, finalmente, tiene todas las apariencias de la materia tangible. Puede incluso llegar hasta la tangibilidad real, al punto de engañar al observador sobre la naturaleza del ser que tiene delante suyo. (La Génesis, cap. XIV, ítems 35 a 37.)
B. ¿Cómo se produce el fenómeno de la transfiguración?
Pudiendo el Espíritu operar transformaciones en la estructura de su envoltura periespiritual e irradiándose esa envoltura alrededor del cuerpo, como una atmósfera fluídica, se puede producir en la superficie misma del cuerpo un fenómeno análogo al de las apariciones. La imagen real del cuerpo puede desaparecer más o menos completamente, bajo la capa fluídica, y asumir otra apariencia; o bien, las facciones primitivas vistas a través de la capa fluídica modificada, pueden adquirir otra expresión. Si, al salir de la tierra, el Espíritu encarnado se identifica con las cosas del mundo espiritual, la expresión de un semblante feo puede volverse hermosa, radiante y hasta luminosa; si, por el contrario, el Espíritu está dominado por las malas pasiones, un semblante hermoso puede adquirir un aspecto horrible. Así se operan las transfiguraciones que reflejan siempre las cualidades y sentimientos que predominan en el Espíritu.
El fenómeno es el resultado, por lo tanto, de una transformación fluídica; es una especie de aparición periespiritual que se produce sobre el propio cuerpo del vivo y, algunas veces, en el momento de la muerte, en lugar de producirse a distancia, como en las apariciones propiamente dichas. Lo que distingue a las apariciones de ese género es que son generalmente perceptibles por todos los asistentes mediante los ojos del cuerpo, precisamente porque se basan en la materia carnal visible, mientras que en las apariciones puramente fluídicas no hay materia tangible. (La Génesis, cap. XIV, ítems 38 y 39.)
C. En la tiptología, ¿cómo ocurre la acción del Espíritu?
Por medio de su periespíritu, el Espíritu actuaba sobre su cuerpo vivo; es también por intermedio de ese mismo fluido que él se manifiesta. Actuando sobre la materia inerte, produce ruidos, movimientos de mesas y otros objetos, que levanta, tira al suelo o transporta. Del mismo modo, con la ayuda de su periespíritu, el Espíritu hace que los médiums escriban, hablen o dibujen. Como no dispone de su cuerpo tangible para actuar ostensiblemente cuando quiere manifestarse, se sirve del cuerpo del médium, cuyos órganos toma prestados, cuerpo al que hace actuar como si fuera suyo, mediante el efluvio fluídico que irradia sobre él.
Por el mismo proceso actúa el Espíritu sobre la mesa, ya sea para moverla, sin que su movimiento tenga un significado determinado, o para producir golpes inteligentes, indicando las letras del alfabeto, a fin de formar palabras y frases, fenómeno que se denomina tiptología.
La mesa es sólo un instrumento del que el Espíritu se sirve, como se utiliza el lápiz para escribir. Para ese efecto, le da una vitalidad momentánea por medio del fluido con que la penetra, pero no se identifica con ella. Cuando la mesa se levanta del suelo y flota en el aire sin un punto de apoyo, el Espíritu no la levanta con la fuerza de un brazo; la envuelve y penetra con una especie de atmósfera fluídica que neutraliza el efecto de la gravedad, como lo hace el aire con los globos y las cometas. El fluido que se infiltra en la mesa le da momentáneamente una levedad específica mayor. Cuando está pegada al suelo, se encuentra en una situación análoga al de la campana neumática bajo la cual se produce el vacío.
Cuando se escuchan golpes en la mesa o en otros lugares, no es que el Espíritu esté golpeando con la mano o con un objeto cualquiera. Sólo dirige hacia el punto donde se produce el ruido un haz de fluido, y éste produce el efecto de un choque eléctrico. Puede modificar el ruido, como cualquier persona puede modificar los sonidos producidos por el aire. (La Génesis, cap. XIV, ítems 41 a 43.)