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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 411 - 26 de Abril de 2015

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

El niño y el Consolador prometido
 

  

Hace mucho, mucho tiempo atrás, Dios, Creador del Universo y Padre de todos nosotros, envió a Jesús a nuestro planeta para instruirnos en sus Leyes.

Debido a la necesidad de progreso, llegó el momento de que los hombres recibieran nuevas orientaciones.

Jesús nos habló, entre otras tantas cosas en su Evangelio, que pediría al Padre y Él, más adelante, mandaría otro Consolador para instruirnos y ayudarnos, recordando todo lo que nos había dicho y enseñándonos muchas cosas más.

Así, todo fue muy bien preparado.

Fue elegido un espíritu de gran elevación y competencia para la misión de preparar la venida del Consolador.

Para que él reencarnase en el mundo, aquellos que serían sus padres eran espíritus elevados y amigos escogidos para ayudarlo, pues el gran misionero no podía nacer en un hogar cualquiera.

Cuando todo estaba preparado, el misionero nació a comienzos del siglo XIX, en Francia.

La llegada del bebe fue rodeada de mucha expectativa por la mamá Jeanne Louise y por el papá Jean-Baptiste, que lo recibieron llenos de amor y atenciones.

¡Era un niño! Le dieron el nombre de Hippolyte Léon Denizard Rivail.

Abrazados, los padres se inclinaron sobre la cuna y contemplaron extasiados a su lindo hijito, y el papá se preguntaba: - ¿Qué será nuestro hijo cuando crezca?

Y la mamá, tierna y amorosa, respondía: - No sé, querido. Pero siento que él será un hombre muy bueno y va a ayudar a muchas personas.

En aquella época, la educación era escasa y existían pocas escuelas. Era natural que el papá se preocupase por el futuro de su hijo. Él era juez y venía de una familia de personas inteligentes y cultas que valoraban la educación.

Por eso, desde pequeñito, el papá Jean-Baptiste ya se preocupaba del futuro de su hijo, escogiendo la escuela a la cual lo enviaría cuando creciese. Al final, se decidió por una que existía en Suiza, del notable educador Pestalozzi, famosa en todo el mundo.

De esa forma, al llegar la hora, a pesar de ser de familia tradicionalmente católica, el niño fue enviado

a un país protestante, volviéndose uno de los más conocidos discípulos del maestro Pestalozzi.

Hippolyte Léon era un niño muy animado, inteligente, de razonamiento claro, que asimilaba pronto las más difíciles enseñanzas. Además, estaba dotado de un buen corazón, carácter recto y buenos principios. A los catorce años, por sus cualidades, ya sustituía a su maestro cuando era necesario.

Concluyendo sus estudios, Hippolyte Léon regresó a Francia, dedicándose a dar clases y hacer traducciones. Escribió varios libros y fundó una escuela donde educaba a niños y jóvenes para que se volvieran hombres dignos y respetables como él. Se casó con Amélie Boudet.

Había llegado el momento de iniciar su tarea. Por esa época, el mundo se encontraba agitado por las manifestaciones

de los Espíritus, que querían revelar su presencia, para la llegada del Consolador a la faz del planeta.

El profesor Rivail comenzó a investigar el asunto y percibió la importancia de esos fenómenos.

Siempre dispuesto a aprender, abierto a nuevas ideas, luego se convirtió en un foco de luz para la sociedad en que vivía. Investigó las manifestaciones de los espíritus, comparó con las comunicaciones que le enviaban de diversos países, los seleccionó por temas, colocando todo en orden y formando un cuerpo de doctrina, al que dio el nombre de Doctrina Espírita o Espiritismo.

Percibió la grandeza de esos conocimientos que venían del Mundo Espiritual para esclarecer a los hombres en la Tierra sobre la realidad de la Verdadera Vida revelándoles: la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, la comunicación entre los dos mundos, las vidas sucesivas y la pluralidad de mundos habitados.

Así, el 18 de abril de 1857 publicó la obra “El Libro de los Espíritus” que contiene toda la Doctrina Espírita, bajo el pseudónimo de Allan Kardec.

Como Mensajero de Jesús, vendría para transformar el mundo con la asistencia de los Espíritus, llevando esclarecimiento, consolación, fe y esperanza a todas las criaturas.

Era el Consolador Prometido por Jesús que, en la época prevista, había llegado a la Tierra, trayendo un nuevo salto evolutivo.

Así, el día 18 de abril de 2015, cuando la Doctrina Espírita cumple 158 años, nuestra gratitud eterna a Allan Kardec por la misión que tan bien desempeñó.

Indudablemente, aquellos que fueron sus papás en su última existencia deben sentirse felices y realizados, agradecidos a Dios por su hijo, uno de los grandes hombres de la Humanidad de todos los tiempos, luz que resplandece en el infinito como estrella fulgurante cuyo brillo jamás se apagará.



                                                                                   



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita