De entre
los
grandes
problemas
que
surgen,
al
hablarse
de
Control
Universal
de la
Enseñanza
de los
Espíritus
– CUEE,
uno de
ellos es
el de
que las
opiniones
dan idea
(o son
en el
sentido)
de que
es
preciso
la
confirmación
de miles
de
Espíritus,
y que
todos
hablen
de la
misma
forma
sobre el
mismo
hecho.
Muchos
compañeros,
que
exigen
la
aplicación
del CUEE
para
determinadas
revelaciones,
casi que
masacran
al
médium
que las
recibió,
llegan
al punto
de
tachar
de
pseudosabio
a
determinado
Espíritu
que osó
traerlas,
aunque
no haya
sido el
primero
en
revelarlas,
lo que
muchas
veces
esos
compañeros
ni al
menos
saben de
eso.
Nos
parece
que esos
discípulos
quieren
ser
mayores
que el
Maestro,
pues
Kardec,
delante
de Los
cuatro
evangelios,
no
descalificó
a su
autor y
ni los
supuestos
Espíritus
que los
dictaron,
como se
ha hecho
por ahí,
en
relación
a dos
determinados
Espíritus.
Veamos
este
tramo
del
artículo
“Los
evangelios
explicados”,
publicado
por
Kardec
en la
Revista
Espírita
1866:
El autor
de esa
nueva
obra
creyó
deber
seguir
otro
camino;
en lugar
de
proceder
por
grados,
quiso
alcanzar
el
objetivo
de un
golpe.
Trató,
por
ciertas
cuestiones
que no
juzgamos
oportuno
abordar
aún, y
de las
cuales,
consecuentemente
le
dejamos
la
responsabilidad,
así como
a los
Espíritus
que los
comentaron.
Consecuente
con
nuestro
principio,
que
consiste
en
regular
nuestro
camino
sobre el
desarrollo
de la
opinión,
no
daremos,
hasta
nueva
orden, a
sus
teorías,
ni
aprobación,
ni
desaprobación,
dejando
al
tiempo
el
cuidado
de
sancionarlas
o de
contradecirlas.
Conviene,
pues,
considerar
esas
explicaciones
como
opiniones
personales
de los
Espíritus
que las
formularon,
opiniones
que
pueden
ser
justas o
falsas,
y que,
en todos
los
casos,
tienen
necesidad
de la
sanción
del
control
universal,
y hasta
más
amplia
confirmación
no
podrían
ser
consideradas
como
partes
integrantes
de la
Doctrina
Espírita.
(KARDEC,
1993i,
p.
190-191,
negrita
nuestra).
Es
cierto
que
Kardec
aborda
un punto
específico
de la
obra,
cual sea
el hecho
de
llamar
un
cuerpo
fluídico
para
Cristo;
sin
embargo,
elegantemente,
y sin
ningún
tipo de
desprecio,
y ni con
aspereza,
comenta:
Dijimos
que el
libro
del Sr.
Roustaing
no se
aleja de
los
principios
de El
Libro de
los
Espíritus
y lo de
los
médiums;
nuestras
observaciones
llevan,
pues,
sobre la
aplicación
de esos
mismos
principios
a la
interpretación
de
ciertos
hechos.
Es así,
por
ejemplo,
que da a
Cristo,
en lugar
de un
cuerpo
carnal,
un
cuerpo
fluídico
concretando,
teniendo
todas
las
apariencias
de la
materialidad,
y de él
hace un
agénere.
A los
ojos de
los
hombres
que no
habrían
podido
comprender,
entonces,
su
naturaleza
espiritual,
tuvo que
pasar EN
APARIENCIA,
esa
palabra
es
incesantemente
repetida
en todo
el curso
de la
obra,
para
todas
las
vicisitudes
de la
Humanidad.
Así se
explicaría
el
misterio
de su
nacimiento:
María no
habría
tenido
sino las
apariencias
del
embarazo.
Este
punto,
colocado
por
premisa
y piedra
angular,
es la
base
sobre la
cual se
apoya
para
explicación
de todos
los
hechos
extraordinarios
o
milagrosos
de la
vida de
Jesús.
Sin
duda, no
hay ahí
nada de
materialmente
imposible
para
quien
conoce
las
propiedades
del
envoltorio
periespiritual;
sin
pronunciarnos
pro o
contra
esa
teoría
diremos
que ella
es al
menos
hipotética,
y que,
si un
día ella
fuera
reconocida
errada,
la base
siendo
falsa,
el
edificio
se
desmoronaría.
Esperamos,
pues,
los
numerosos
comentarios
que ella
no
dejará
de
provocar
de parte
de los
Espíritus,
y que
contribuirán
para
elucidar
la
cuestión.
Sin
prejuzgarla,
diremos
que ya
fueron
hechas
objeciones
serias a
esa
teoría,
y que,
en
nuestra
opinión,
los
hechos
pueden
perfectamente
explicarse
sin
salir de
las
condiciones
de la
Humanidad
corpórea.
Estas
observaciones,
subordinadas
a la
sanción
del
futuro,
no
disminuye
nada la
importancia
de esa
obra
que, al
lado de
las
cosas
dudosas
de
nuestro
punto de
vista,
de ellas
concluye,
incontestablemente,
buenas y
verdaderas,
y será
consultada
provechosamente
por los
Espíritas
serios.
(KARDEC,
1993i,
p.
191-192,
negrita
nuestra).
Observamos
que
Kardec
fue
prudente,
no
condenó,
dejando
para que
los
Espíritus,
en el
futuro,
pudieran
manifestarse
sobre el
tema.
Fue
además,
recomendando
su
lectura
por los
Espíritas
serios,
lo que
ciertamente
dejaron
a
algunos
compañeros
pasmados.
En La
Génesis,
en el
ítem
“Desaparición
del
cuerpo
de
Jesús”
tenemos
algunas
consideraciones
sobre la
cuestión
del
cuerpo
fluídico,
que
juzgamos
procedan,
si no
directamente
de los
Espíritus,
fueron
vía
indirecta,
probablemente
por
inspiración,
dictadas
a
Kardec.
Al
cerrar
este
artículo,
Kardec
dice:
Si el
fondo de
un libro
es lo
principal,
la forma
no es de
desdeñarse,
y entra
también
por
alguna
cosa en
el
éxito.
Creemos
que
ciertas
partes
son
desarrolladas
muy
largamente,
sin
provecho
para la
claridad.
En
nuestra
opinión,
si,
limitándose
a lo
estrictamente
necesario,
se
habría
podido
reducir
la obra
en dos,
o aún en
un único
volumen,
habría
ganado
en
popularidad.
(KARDEC,
1993i,
p.
192).
O sea,
en la
opinión
de
Kardec
hubo
prolijidad
en la
obra,
pero no
recomendó
a nadie
que no
la
leyera,
ni,
mucho
menos,
hizo
cualquier
artículo
contestándola
punto a
punto.
Un poco
al
frente,
en esa
misma
obra,
encontramos
algo
que, en
otra
parte,
ya
mencionamos;
pero es
necesario
volvamos
a ella
para
situarnos
bien
aquí en
ese
estudio:
“El
Libro de
los
Espíritus
no es un
tratado
completo
del
Espiritismo;
no hace
sino
colocarle
las
bases y
los
puntos
fundamentales,
que
deben
desarrollarse
sucesivamente
por el
estudio
y por la
observación.”
(KARDEC,
1993i,
p. 223,
negrita
nuestra).
Si la
principal
obra de
la
Codificación
– El
Libro de
los
Espíritus
–, que
se
despliega
en
nuevas
publicaciones
– El
Libro de
los
Médiums,
El
Evangelio
Según el
Espiritismo,
La
Génesis
y
El Cielo
y el
Infierno
–, cada
una de
ellas
desmenuzaron
una de
sus
cuatro
partes,
no es un
tratado
completo
de
Espiritismo,
importa
concluir,
por
obvio,
que
nuevas
cosas
pueden
surgir
fuera de
las
bases
inamovibles
que son
sus
principios
básicos,
entre
ellos:
mediumnidad,
influencia
de los
Espíritus
en
nuestras
vidas,
ley del
progreso,
reencarnación,
mundo
espiritual,
pluralidad
de los
mundos
habitados,
etc.
Completamos
con esa
otra
palabra
de
Kardec,
publicada
en la
Revista
Espírita
1868:
El
programa
de la
Doctrina
no será,
pues,
invariable
sino
sobre
los
principios
pasados
al
estado
de
verdades
constatadas;
para los
otros,
ella no
los
admitirá,
como
siempre
lo hizo,
sino
a título
de
hipótesis
hasta la
confirmación.
Si le
fuera
demostrado
que ella
está en
el error
sobre un
punto,
ella se
modificará
sobre
ese
punto.
(KARDEC,
1993j,
p. 377,
negrita
nuestra).
Ahora,
del modo
que las
cosas
andan, a
lo que
todo
indica,
no hay
la
mínima
posibilidad
de venir
nada
más, ya
que se
está
haciendo
con la
Doctrina
Espírita
lo que
los
cristianos
hicieron
con las
revelaciones
divinas,
cerrándolas
en un
libro –
la
Biblia,
en
nuestro
caso, en
esas
cinco
obras
mencionadas.
Es obvio
que no
podemos
aceptar
cualquier
novedad
sin
antes
pasarla
por la
criba
del
CUEE,
conforme
orienta
Kardec
en el
artículo
“Autoridad
de la
Doctrina
Espírita
–
Control
Universal
de la
Enseñanza
de los
Espíritus”
(KARDEC,
1993h,
p.
99-105);
pues ahí
resbalaremos
para una
credulidad
ciega, o
sea,
mientras
no sea
aceptada
como
racional
por la
mayoría,
no
debemos
considerar
como
cosa
definida.
No es el
caso de
lo que
ocurre,
principalmente,
en
Brasil –
unos
aceptando
fácilmente,
otros
condenando
sistemáticamente;
no
habiendo
prudencia
de
ninguna
de las
partes.
A menos
que
hayamos
pasado
vencido,
en
ningún
lugar
fue
establecido
un
número
líquido
y
correcto
de
médiums/Espíritus
para que
se pueda
considerar
como
ejercido
el CUEE.
Sin
embargo,
apunta
algunas
condiciones
imprescindibles
para tal
emprendimiento,
que las
resumimos
en esos
tres
puntos
de
control:
1º
control:
el de la
lógica y
de la
razón;
2º
control:
el de la
uniformidad
de
opinión
de la
mayoría
de los
Espíritus;
3º
control:
concordancia
de las
revelaciones
venidas
por
varios
médiums,
extraños
unos a
los
otros y
de
varias
localidades,
de
preferencia
que no
hayan
conocimiento
lo que
los
otros
dijeron
antes.
Del
artículo
“Mi
primera
iniciación
en el
Espiritismo”,
constante
de
Obras
Póstumas,
transcribimos
este
pequeño
trecho:
No me
contenté,
sin
embargo,
con esa
verificación;
los
Espíritus
así me
lo
habían
recomendado.
Habiéndome
las
circunstancias
puesto
en
relación
con
otros
médiums,
siempre
que se
presentaba
ocasión
yo la
aprovechaba
para
proponer
algunas
de las
cuestiones
que me
parecían
espinosas.
Fue
así que
más de
diez
médiums
prestaron
concurso
a ese
trabajo.
De la
comparación
y de la
fusión
de todas
las
respuestas;
coordinadas,
clasificadas
y muchas
veces
retocadas
en el
silencio
de la
meditación,
fue que
elaboré
la
primera
edición
de El
Libro de
los
Espíritus,
entregada
a la
publicidad
el 18 de
abril de
1857.”
(KARDEC,
2006ª,
p. 301,
negrita
nuestra).
De la
obra
El Libro
de los
Espíritus
–
primera
edición
de 18 de
abril de
1857,
publicada
por el
IPECE –
Instituto
de
Enseñanza
e
Investigación
de la
Cultura
Espírita,
encontramos
esa
información:
[…] Se
puede
considerar
que todo
el texto
que
forma la
primera
edición
de “El
Libro de
los
Espíritus”
fue
obtenido
sólo con
la
participación
de la
mediumnidad
de
efectos
físicos,
pertinentes
a tres
médiums
adolescentes:
Julie,
12 años;
Japhet,
15 años;
y
Caroline,
14 años.
Eso
porque
los
injertos
que el
profesor
Rivail
hizo en
los
textos
compilados,
con la
ayuda de
cerca de
una
decena
de
médiums
de
efectos
intelectuales,
fueron
siendo
sucesivamente
corregidos
por la
pléyade
de
Espíritus
desencarnados
que
actuaba
en las
residencias
de los
Srs.
Roustan
y
Baudin,
a través
de
Julie,
Caroline
y
Japhet,
y por
ella
suprimidos.
[…].
(KARDEC,
2004,
En la
Revista
Espírita
1858,
Kardec
publica
un
artículo
titulado
“De la
pluralidad
de las
existencias
corpóreas”,
del cual
extraemos
este
párrafo:
[…]
Tenemos
aún otra
refutación
a oponer
es la
de que
no fue
enseñada
solamente
a
nosotros;
ella lo
fue en
muchos
otros
lugares,
en
Francia
y en el
extranjero;
en
Alemania,
en
Holanda,
en
Rusia,
etc. y
eso
antes
aún de
la
publicación
de
El
Libro de
los
Espíritus.
Añadimos
aún que,
desde
que nos
entregamos
al
estudio
del
Espiritismo,
tuvimos
comunicaciones
por más
de
cincuenta
médiums,
escribientes,
parlantes,
videntes,
etc.,
más o
menos
esclarecidos,
de una
inteligencia
normal o
menos
limitada,
algunos
mismo
completamente
iletrados,
y por
consecuencia
enteramente
extraños
a las
materias
filosóficas,
y que,
en
ningún
caso,
los
Espíritus
fueron
desmentidos
sobre
esa
cuestión;
ocurre
lo mismo
en todos
los
círculos
que
conocemos,
donde el
mismo
principio
fue
profesado.
Ese
argumento
no es
sin
réplica,
nosotros
lo
sabemos,
por eso
en él no
insistiremos
más que
lo
razonable.
(KARDEC,
p.295,
negrita
nuestra).
Por lo
que
entendemos,
Kardec
buscó
confirmar
la
información
sobre la
pluralidad
de
existencias
en
mensajes
recibidos
por más
de
cincuenta
médiums.
Sin
embargo,
no se
trata de
un punto
nuevo,
como se
podría
pensar,
pues, ya
en abril
de 1857,
ese
principio
constaba
de la
primera
edición
de El
Libro de
los
Espíritus.
Probablemente,
Kardec,
por aún
no
haberse
convencido
plenamente
de la
reencarnación,
resolvió
insistir
en ese
punto.
Tomemos
ahora la
Revista
Espírita
1864,
para ver
nuevas
informaciones.
La
primera
consta
del
artículo
“De la
perfección
de los
seres
creados”:
La
cuestión
de los
animales
pide
algunos
desarrollos.
Ellos
tienen
un
principio
inteligente,
es decir
incontestable.
¿De qué
naturaleza
es ese
principio?
¿Que
relaciones
tiene
con el
del
hombre?
¿Es
estacionario
en cada
especie,
o
progresivo
pasando
de una
especie
a la
otra?
¿Cuál es
para él
el
límite
del
progreso?
¿Camina
paralelamente
al
hombre,
o bien
es el
mismo
principio
que se
elabora
y ensaya
la vida
en las
especies
inferiores,
para
recibir
más
tarde
nuevas
facultades
y sufrir
la
transformación
humana?
Son
tantas
cuestiones
que
quedaron
insolubles
hasta
este
día, y
si el
velo que
cubre
ese
misterio
no fue
aún
levantado
por los
Espíritus,
es que
eso
habría
sido
prematuro:
el
hombre
no está
aún
maduro
para
recibir
tanta
luz.
Varios
Espíritus
dieron,
es decir
verdad,
teorías
a ese
respecto,
pero
ninguna
tiene un
carácter
bastante
auténtico
para ser
acepta
como
verdad
definitiva;
no se
puede,
pues,
considerarlas,
hasta
nueva
orden,
sino
como
sistemas
individuales.
Sólo
la
concordancia
puede
darles
una
consagración,
porque
ahí está
el único
y
verdadero
control
de la
enseñanza
de los
Espíritus.
Por eso
es por
lo que
estamos
lejos de
aceptar
como
verdades
irrecusables
todo lo
que
enseñan
individualmente;
un
principio,
cualquiera
que sea,
para
nosotros
no
adquiere
autenticidad
sino por
la
universalidad
de la
enseñanza,
quiere
decir,
por las
instrucciones
idénticas
dadas
sobre
todos
los
puntos
por
médiums
extraños
unos a
los
otros
y no
sufriendo
las
mismas
influencias,
notoriamente
exentos
de
obsesiones
y
asistidos
por
Espíritus
buenos y
esclarecidos,
es
preciso
oír
aquellos
que
prueban
su
superioridad
por la
elevación
de sus
pensamientos,
la alta
importancia
de sus
enseñanzas,
no
contradiciéndose
jamás, y
no
diciendo
jamás
nada que
la
lógica
más
rigurosa
no pueda
admitir.
Fue así
que
fueron
controladas
las
diversas
partes
de la
doctrina
formulada
en El
Libro de
los
Espíritus
y en
El Libro
de los
Médiums.
[…].
¡En
general,
no se
podría
traer
mucha
prudencia
en
hecho de
teorías
nuevas
sobre
las
cuales
se puede
iludir;
también
cuántas
de ellas
se
vieron,
desde el
origen
del
Espiritismo,
que,
prematuramente
entregadas
a la
publicidad,
no
tuvieron
sino una
existencia
efímera!
Así
lo será
con
todas
aquellas
que no
tengan
sino un
carácter
individual
y no
hayan
sufrido
el
control
de la
concordancia.
En
nuestra
posición,
recibiendo
las
comunicaciones
de cerca
de mil
centros
Espíritas
serios,
diseminados
sobre
los
diversos
puntos
del
globo,
somos
capaces
de ver
los
principios
sobre
los
cuales
esa
concordancia
se
establece;
fue esa
observación
que nos
guió
hasta
este
día, y
será
igualmente
la que
nos
guiará
en los
nuevos
campos
que el
Espiritismo
está
llamado
a
explorar.
Es así
que,
hace
algún
tiempo,
notamos
en las
comunicaciones
venidas
de
diversos
lados,
tanto de
Francia
como del
exterior,
una
tendencia
a entrar
en una
vía
nueva,
por las
revelaciones
de una
naturaleza
toda
especial.
Esas
revelaciones,
frecuentemente
hechas
con
palabras
veladas,
pasaron
desapercibidas
para
muchos
de
aquellos
que las
obtuvieron;
muchos
otros
creyeron
sólo
ellos
tenerlas;
tomadas
aisladamente,
serían
para
nosotros
sin
valor,
pero su
coincidencia
les da
una alta
seriedad,
de la
cual
será
capaz de
juzgar
más
tarde,
cuando
llegara
el
momento
de
entregarlas
a la luz
de la
publicidad.
(KARDEC,
1993h,
p.
68-69,
negrita
nuestra).
(Continúa
en la
próxima
edición.)
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