¡Cómo es bueno
ser espírita!
Ha sido una
constante en las
innúmeras
entrevistas
publicadas en
esta revista
frases como la
que da título a
este texto. La
frase arriba
integra uno de
los relieves de
la presente
edición, o sea,
la entrevista
que nos fue
gentilmente
concedida por el
cofrade Nélio
Vicente Costa,
de Caruaru (PE).
Un joven aún
iniciante en los
estudios del
Espiritismo dice
a uno de
nuestros
colaboradores
algo parecido.
Según él, el
Espiritismo es
bueno porque nos
presenta
explicaciones
para hechos
importantes que
no encontramos
en otras
filosofías,
religiones o
doctrinas.
Efectivamente,
la búsqueda de
la verdad es,
además de
preocupación
común a todas
las personas,
una aspiración
legítima, hecho
que no pasó
desapercibido a
Jesús, como
registrado por
el evangelista
Juan:
“Y conoceréis la
verdad, y la
verdad os
libertará.”
(Juan, 8:32)
Preguntaron
cierta vez a D.
Guiomar
Albanesi,
fundadora del
Centro Espírita
Perseverancia,
de São Paulo
(SP), cual
sería, en su
opinión, el
dolor más
grande, el dolor
más profundo, el
dolor más
sentido por las
criaturas
humanas.
Para sorpresa de
quien le hizo
tal pregunta, D.
Guiomar
respondió que,
basada en su
experiencia en
el trato con
tantas personas,
no existe un
dolor más
grande, un dolor
más profundo, un
dolor más
sentido. Para
quien está
sufriendo, todo
dolor es
relevante y es
profundo.
Lo que más
molesta la
criatura humana
no sería,
entonces, el
dolor en sí,
pero sus causas.
“¿Por qué
sufrimos? ¿Por
qué la vicisitud
se abatió sobre
nuestro hogar?
¿Por qué
enfrentamos
tantas
dificultades?” –
he aquí lo que
importa saber y
es lo que las
personas buscan
comprender
cuando enfrentan
situaciones así.
Sabemos que
muchas personas
golpean o
golpearon a la
puerta de una
institución
espírita
exactamente por
eso.
Es obvio que el
dolor no se
extingue con las
explicaciones
recibidas, pero,
evidentemente,
cuando nos
enteramos acerca
de sus causas,
nosotros nos
fortalecemos y
pasamos a
confiar aún más
en la
Providencia y en
la Justicia
Divina, que
jamás falla.
Es en este
sentido que se
comprende la
profundidad de
la enseñanza
dada por Jesús y
apuntado por el
apóstol Juan.
La verdad nos
liberta.
¿Liberta de qué?
– alguien
preguntará.
Nos liberta de
la descreencia,
de la
lamentación
indebida, del
desaliento, del
error, del
pecado.
Hay quien diga
que la religión
constituye, en
verdad, un
freno. ¡Qué
bueno! Sobre
todo si este
freno nos impide
de matar, de
robar, de
mentir, de
faltar a
nuestros
compromisos,
deapropiarnos
del dinero
público, como
tantos han
hecho, a pesar
de exteriormente
valerse del
rótulo de
cristianos.
Es por eso que
no se admira que
un cofrade como
Nélio Vicente
Costa, con sus
82 años de vida,
no titubea en
afirmar, como
dice en su
entrevista: “La
más grande
bendición que ya
recibí del
Creador fue el
hecho de tenerme
tornado
espírita”.
|