Él vivió
la
filosofía
y
también
la
ciencia,
pero no
se
olvidó
de
practicar
la
caridad
Parte 1
Me
siento
prestigiado
por una
oportunidad
maravillosa,
sin
embargo,
inmerecida,
pues
tendré
que
tejer
algunos
comentarios
acerca
de un
misionero
divino,
pues el
Espíritu
de
Adolfo
Bezerra
de
Menezes
fue un
misionero,
conforme
nos lo
narra
Humberto
de
Campos,
en el
libro
Brasil
Corazón
del
Mundo
Patria
del
Evangelio.
En esa
obra,
Humberto
de
Campos,
a través
de las
manos de
nuestro
inolvidable
médium
Francisco
Candido
Xavier,
nos
informa
que en
una
reunión
espiritual
presidida
por el
Ángel
Ismael,
este,
después
de haber
transmitido
a todos
su
palabra
de paz y
de amor
encareciendo
la
importancia
de
trabajar
por la
implantación
del
Evangelio
de Jesús
en el
país del
Crucero,
recordó
que el
Maestro
de los
Maestros
había
cumplido
su
promesa
cuando
nos
afirmó
que
enviaría
el
Consolador,
para
permaneciera
eternamente
con
nosotros.
Y,
dirigiéndose
a uno de
los
discípulos
de Jesús,
que
formaba
parte de
la
pléyade
de
Espíritus
empeñados
junto a
Ismael
en el
divino
deseo de
solidificar
el
Consolador
prometido,
que es
el
Espiritismo,
incumbiéndolo
de
reencarnar
con la
misión
de
unificar
el
movimiento
espírita
en
Brasil,
pues las
reuniones
espíritas
en sus
principios
no
tenían
aún un
guión de
desarrollo,
cada
centro
espírita
tenía su
método y
cada uno
de ellos
se
juzgaba
el
portador
de la
verdad,
lo que
creaba
entre
los
espíritas
la
desunión
y la
adversidad.
Algunos
de
nosotros,
espíritas,
aún
servimos
a la
causa,
como un
saludo
del
deber,
una
necesidad
de
evolucionar,
tanto es
así que
aún
sentimos
la
necesidad
de
quitar
vacaciones
en la
realización
del
trabajo
que
desempeñamos
en la
institución
espírita,
alegando
que
estamos
cansados,
aunque
el
trabajo
que
realizamos
en la
casa
espírita
no nos
deba
cansar,
ya que
no es
estresante,
o por lo
menos no
debería
ser. En
mi
entender,
debería
ser algo
que
realizamos
con
placer,
no como
una
obligación.
Nos
narra
Humberto
de
Campos
que los
ojos del
discípulo,
después
de haber
sido
incumbido
de la
importante
misión,
derramaron
lágrimas
de
gratitud
a Dios y
Jesús,
por la
oportunidad
bendita,
que le
fue
otorgada
por
Ismael,
de estar
cooperando
con la
unificación
del
movimiento
espírita,
lo que
deja
evidente
que no
entendió
el
llamamiento
como una
imposición,
sino
como una
bendición,
que es
poder
realizar
algo a
favor de
los
necesitados
del
espíritu
y de la
materia,
como
veremos
más
adelante.
En
agosto
de 1831
nacía
Bezerra
de
Menezes
Atento a
la ley
de amor
universal,
ese
discípulo
de
Ismael
reencarnó
el día
29 de
agosto
de 1831,
en el
pequeñito
Riacho
do
Sangue,
en el
estado
de
Ceará,
hijo de
Antônio
Bezerra
de
Menezes,
capitán
de las
antiguas
milicias
y
entonces
teniente-coronel
de la
Guardia
Nacional,
y de
Fabiana
de Jesús
Maria
Bezerra.
Antônio
Bezerra
era
importante
hacendado
local
que
“nunca
midió
sacrificios,
en la
hora de
socorrer
a
aquellos
que le
extendían
la
mano”.
Tanta
generosidad
acabó
por
llevar
su
fortuna
material
y, en
determinado
momento,
a
grandes
deudas,
que
alcanzaron
niveles
insoportables.
Antônio
fue
entonces
a buscar
a cada
uno de
sus
acreedores,
decidido
a
entregar
sus
bienes
para
saldar
las
deudas.
Los
acreedores,
con
todo, se
reunieron
y
decidieron
que el
coronel
Bezerra
continuaría
con sus
bienes.
Firmaron
un
documento
que
afirmaba
con
fuerza
legal
que el
viejo
Bezerra
podría
quedar
con
ellos y
“que
gozara
de ellos
y pagara
como y
cuando
quisiera,
que
ellos,
acreedores,
se
sujetarían
a los
perjuicios
que
pudieran
haber”.
El viejo
Bezerra,
con
todo, no
aceptó
tal
decisión.
Tras
mucha
discusión,
resolvió
que de
aquella
fecha en
delante
sería
simplemente
un
administrador
de los
bienes
para sus
acreedores.
Pasó a
retirar
sólo lo
extremadamente
necesario
para el
sostenimiento
de la
familia
y muchas
veces
pasó
privaciones.
A esa
altura,
el niño
Adolfo,
último
hijo de
la
pareja,
ya
estaba
terminando
el
entonces
llamado
curso
preparatorio.
Los dos
hijos
más
mayores
se
habían
formado
en
Derecho
y el
tercero
aún
cursaba
el
segundo
año en
la
Facultad
de
Derecho
de
Olinda,
Pernambuco.
El
pequeño
Adolfo
Bezerra
de
Menezes
tenía
siete
años de
edad
cuando
fue
llevado
por la
madre
para ser
matriculado
en la
escuela
pública
de Vila
do
Frade.
En diez
meses el
niño
aprendió
a leer,
escribir
y hacer
cuentas
simples.
Cuatro
años
después,
cuando
el padre
estaba
siendo
blanco
de
persecución
política,
la
familia
se
cambió
para Río
Grande
do
Norte.
El
pequeño
Adolfo
“fue
matriculado
en la
clase
pública
de
latinidad,
que
funcionaba
en la
Sierra
de
Martins
y era
dirigida
por
sacerdotes
jesuitas”
en
Maioridade,
hoy
ciudad
de
Imperatriz.
Después
de dos
años, el
muchacho
se hizo
tan
bueno en
la
materia
que
llegó a
sustituir
al
profesor.
A los 25
años se
doctoró
por la
Facultad
de
Medicina
En 1846,
el viejo
Bezerra
volvió
para la
capital
del
Ceará,
donde el
pequeño
Adolfo
fue
matriculado
en el
Liceo,
que era
dirigido
por su
hermano
más
mayor.
Terminando
sus
estudios,
mostró
la
voluntad
de ser
médico,
y no
abogado
como los
hermanos.
Como no
había
facultad
de
medicina
en el
Nordeste
del
país, el
padre
fue
obligado
a
mandarlo
para la
entonces
sede de
la
Corte,
la
ciudad
de Río
de
Janeiro.
Le contó
entonces
todo lo
que
había
ocurrido
con los
bienes
de la
familia,
explicando
la
pobreza
porqué
pasaban.
Los
parientes
se
unieron
y
levantaron
cuatrocientos
mil
reales
para
pagar el
viaje
hasta
Rio. Fue
así que
Adolfo
Bezerra
de
Menezes
pudo
coger el
navío y
llegar a
la
entonces
sede del
Imperio.
El joven
Adolfo
se
instaló
en una
pensión,
y fue
con
mucha
dificultad
que
consiguió
alcanzar
su
intento,
porque
sufrió
muchas
dificultades
para
pagar su
alojamiento
y tuvo
que
prestar
algunos
servicios
para
conseguir
mantener
el
alquiler
en día.
Sin
embargo
se
mantuvo
firme en
su
propósito,
continuó
los
estudios
y
consiguió
alcanzar
su
propósito,
realizando
su sueño
de ser
médico.
A los
veintidós
años,
ingresó
como
practicante
interno
en el
Hospital
de la
Santa
Casa de
Misericordia.
A los
25, el
año de
1856, se
doctoró
por la
Facultad
de
Medicina
de Río
de
Janeiro,
defendiendo
la tesis
"Diagnóstico
del
Cáncer".
A esa
altura
abandonó
el
último
patronímico,
pasando
a firmar
sólo
Adolfo
Bezerra
de
Menezes.
Como no
tenía
dinero
para
montar
una
consulta,
entró en
acuerdo
con un
compañero
de
facultad
que
poseía
más
recursos
y pasó a
dividir
una sala
en el
centro
comercial
de la
ciudad.
Durante
los
meses en
que la
consulta
quedó
abierta,
casi no
hubo
pacientes.
Pero la
casa
donde
vivía el
médico
Bezerra
estaba
repleta
de
enfermos.
Comenzó
a
atender
a los
componentes
de la
familia
y
después
a los
amigos.
Su fama
corrió
por el
barrio
y, con
eso, los
clientes
aparecieron;
pero
nadie
pagaba,
pues
eran
todas
gentes
pobres y
el
dinero
nunca
fue
mencionado.
Fue
entonces
que un
amigo y
médico
militar,
Dr.
Manoel
Feliciano
Pereira
de
Carvalho,
jefe del
cuerpo
de salud
del
Ejército,
resolvió
contratarlo
como
médico
militar.
El Dr.
Feliciano
era jefe
de la
clínica
quirúrgica
del
Hospital
de la
Misericordia,
hospital
ese
donde el
Dr.
Bezerra
había
sido
practicante
e
interno
en 1852,
cuando
aún
cursaba
el
segundo
año de
facultad.
Cómo el
Dr.
Bezerra
veía la
función
de un
médico
En 1856,
el
gobierno
imperial
hizo la
reforma
del
Cuerpo
de Salud
del
Ejército
y nombró
al Dr.
Feliciano
como
cirujano.
Él,
entonces,
llamó
Bezerra
para ser
su
asistente
y fue
así que,
con un
empleo
remunerado
estable,
comenzó
el
camino
del
médico
de los
pobres.
Adolfo
Bezerra
de
Menezes
continuaba
atendiendo
gratuitamente
a
aquellos
que no
podían
pagar.
Su fama
continuaba
a
esparcirse
y la
consulta
del
centro
de la
ciudad
comenzó
a quedar
en
movido y
frecuentado
por
clientes
que
pagaban.
El
dinero
que
recibía
en la
consulta
era
gasto
con sus
pobres
en
medicamentos,
ropas y
también,
muchas
veces,
auxilio
en
dinero.
El
médico
de los
pobres
tenía la
función
de
médico
en el
más
elevado
concepto.
Decía él:
"Un
médico
no tiene
el
derecho
de
terminar
una
comida,
ni de
preguntar
si es
lejos o
cerca,
cuando
un
afligido
cualquiera
le
tocaba a
la
puerta.
El que
no acude
por
estar
con
visitas,
por
haber
trabajado
mucho y
hallarse
fatigado,
o por
ser alta
hora de
la noche,
mal el
camino o
el
tiempo,
quedar
lejos o
en el
morro,
lo que,
sobre
todo,
pide un
coche a
quién no
tiene
con que
pagar la
receta,
o dice a
quién le
llora a
la
puerta
que
busque
otro –
ese no
es
médico,
es
negociante
de
medicina,
que
trabaja
para
recoger
capital
e
intereses
de los
gastos
de
graduación.
Ese es
un
desgraciado,
que
manda
para
otro el
ángel de
la
caridad
que vino
a
hacerle
una
visita y
le traía
la única
espuerta
que
podía
saciar
la sed
de
riqueza
de su
Espíritu,
la única
que
jamás se
perderá
en los
vaivenes
de la
vida”.
Con la
vida más
organizada,
resolvió
casarse.
Él
encontró
a su
amor en
la
persona
de D.
Maria
Cândida
Lacerda
y se
casaron
el 6 de
noviembre
de 1858.
En esa
época,
el Dr.
Bezerra
tenía
una
posición
social
estable:
además
de
médico,
era
periodista
y
escribía
para los
principales
periódicos
de la
ciudad;
y en el
medio
militar
era muy
respetado.
No tardo
mucho
hasta
que le
ofrecieron
un lugar
en la
placa de
un
partido
para las
lecciones
del
Poder
Legislativo.
Por qué
el Dr.
Bezerra
renunció
a la
carrera
militar
D.
Maria,
su
esposa,
fue una
de las
mayores
impulsoras
de la
candidatura
de
Bezerra
de
Menezes.
Los
habitantes
de Sôn
Cristóvão,
barrio
donde
vivía y
atendía,
también
querían
tenerlo
cómo
representante
en la
Cámara
Municipal.
Fue
entonces
así que
en 1860
el Dr.
Bezerra
se
decidió
por un
grupo de
Sôn
Cristóvão.
Surgió
en la
ocasión
un
intento
de
impugnar
su
diploma
bajo el
pretexto
de que
un
militar
no podía
ser
elegido.
Bezerra
tuvo
entonces
que
escoger
entre la
carrera
militar
y la
política.
Siguiendo
los
consejos
de la
esposa,
renunció
a la
patente
militar
y abrazó
la vida
política
de una
vez.
El
destino,
sin
embargo,
le
reservaba
una
difícil
prueba
para el
año de
1863.
Tras una
enfermedad
rápida y
repentina,
su
esposa
desencarnó
en menos
de
veinte
días,
dejando
al
marido
con dos
hijos:
uno con
tres
años y
otro con
un año
de edad.
El golpe
de la
viudez
inesperada
movió
los
sentimientos
religiosos
que el
dolor
siempre
trae a
tono. En
búsqueda
de
consuelo,
el Dr.
Bezerra
pasó a
leer la
Biblia a
menudo.
Verificaba
la
expansión
vertical
que el
dolor
ofrece a
las
almas de
los que
sufren,
conectándolos
a Dios.
En esa
época,
el
Espiritismo
estaba
expandiéndose
en el
mundo.
En 1869
desencarnó
Allan
Kardec
en París,
dejando
consolidada
para la
humanidad
la
codificación
espírita.
Las
ideas de
Kardec
eran
revolucionarias
y
atraían
la
atención
de los
investigadores
y
científicos
en todos
los
rincones
del
mundo.
Desencarnado
el
Codificador,
restaba
a la
obra,
reclutar
nuevos
espíritas.
En
Brasil,
principalmente
en la
Capital,
la
ciudad
de Sôn
Sebastião
de Río
de
Janeiro,
las
influencias
europeas
eran muy
grandes.
La
homeopatía
se
popularizó
en
breve,
principalmente
en los
medios
espíritas,
y tuvo
cómo uno
de sus
primeros
experimentadores
el
baluarte
de la
República
a José
Bonifácio
de
Andrada
y Silva,
que se
correspondía
con
Hahnemann,
el
creador
de la
Homeopatía.
Como
médico,
las
discusiones
sobre la
terapéutica
homeopática
también
interesaron
al Dr.
Bezerra
de
Menezes
y
noticias
de curas
acreditadas
a esa
terapéutica
llegaron
a sus
oídos.
El Dr.
Carlos
Travassos
había
emprendido
la
primera
traducción
de las
obras de
Allan
Kardec y
había
llevado
a buen
término
la
versión
portuguesa
del "Libro
de los
Espíritus".
Como el
Dr.
Bezerra
conoció
la
doctrina
espírita
Luego
que ese
libro
salió de
la
imprenta
llevó un
ejemplar
al
diputado
Bezerra
de
Menezes,
entregándolo
con
dedicatoria.
El
episodio
fue
descrito
del
siguiente
modo por
el
futuro
Médico
de los
Pobres:
"Me lo
dio en
la
ciudad y
yo vivía
en
Tijuca,
a una
hora de
viaje de
tranvía.
Embarqué
con el
libro y,
como no
tenía
distracción
para el
largo
viaje,
me dije:
¡Ahora,
adiós!
No he de
ir para
el
infierno
por leer
esto...
Después,
es
ridículo
confesarme
ignorante
de esta
filosofía,
cuando
he
estudiado
todas
las
escuelas
filosóficas.
Pensando
así,
abrí el
libro y
me
prendí a
él, como
había
ocurrido
con la
Biblia.
Leía.
Pero no
encontraba
nada que
fuera
nuevo
para mi
Espíritu.
¡Sin
embargo,
todo
aquello
era
nuevo
para mí!...
Yo ya
había
leído u
oído
todo lo
que se
hallaba
en el
‘El
Libro de
los
Espíritus’.
Me
preocupé
seriamente
con este
hecho
maravilloso
y a mí
mismo
decía:
parece
que yo
era
espírita
inconsciente,
o, aún
como se
dice
vulgarmente,
de
nacimiento".
El
Espiritismo
se
difundía,
ayudado
en mucho
por las
prácticas
de los
médicos
homeópatas
y
espíritas,
que
pasaron
a
prestar
la
caridad
también
a través
de su
mediumnidad.
Uno de
esos
médicos
era João
Gonçalves
do
Nacimento
y muchos
compañeros
de
Bezerra
de
Menezes
hablaban
de las
curas
realizadas
a través
de ese
médium.
Y tanto
hablaron
que un
día
Bezerra
resolvió
pedirle
una
receta
enviando
un
pedazo
de papel
que
decía
sólo:
“Adolfo,
tantos
años,
residente
en
Tijuca”.
No tardó
y él
recibió
una
respuesta
con el
diagnóstico
correcto
de su
problema
de
estómago.
El Dr.
Bezerra
quedó
tan
impresionado
con la
exactitud
de su
diagnóstico,
que
resolvió
pedir
recetas
también
para
personas
que
presentaban
problemas
psíquicos
– la
locura
fue una
de las
áreas
que el
Dr.
Bezerra
más
estudió.
Acompañó
el
desarrollo
del
tratamiento
en sus
pacientes
y, tras
simplemente
asistir
a los
trabajos
desobsesivos,
resolvió
participar
activamente
de ese
tipo de
tratamiento.
En la
visión
de la
Doctrina
Espírita,
los
portadores
de
enfermedades
psíquicas
son
personas
que
pueden
presentar
problemas
mentales
debido a
las
causas
biológicas
detectables
por la
ciencia
humana y
también
debido a
la
influencia
de
Espíritus
de
desencarnados,
también
enfermos.
(Este
artículo
será
concluido
en la
próxima
edición
de esta
revista.)
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