No estamos trayendo para
vosotros, propiamente,
un mensaje. Llamar
mensaje sería fuerza de
expresión. Son sólo
algunas palabras,
pobres, descoloridas,
hilvanadas a la guisa de
mensaje navideño, para
no huir del compromiso
asumido, recordando el
magnífico evento de la
venida de Jesús a la
Tierra.
Simple y sin
pretensiones como
nosotros mismos, sin
valor y calificación
literaria, enfocando
dispersas citas de cuño
doctrinario, su
contenido, sin embargo,
está lleno de
sentimiento.
Sincera, fue dictada por
el corazón, escritura
con la emoción que la
fiesta navideña inspira,
será transmitida sin los
encantos oratorios, pero
dirigida a vosotros con
mucho amor y como una
pálida expresión del
mucho que nos va en alma
y no sabemos traducir en
palabras.
Los potentados y
conquistadores se
sucedieron en la Tierra.
Dominadores y crueles,
esclavizaron hombres,
aplastando naciones,
alcanzando, por las
armas, las glorias
efímeras del mundo, y
dejando en su rastro la
muerte, el dolor, la
desesperación, el odio.
Egipto, sábio, poderosos
y dominador, se vio
derrotado y ocupado por
los persas.
Asiria se empeno em uma
guerra com Babilônia y
seguidamente fue tragada
por el Império de los
Caldeos.
Nabuconodosor ataco y
arraso la ciudad de
Ninivé, para después
desaparecer.
Esparta y Atenas, de la
vieja y gloriosa Grecia
de tantos e importantes
filósofos, se agredían
mutuamente en
sanguinolentas batallas
fratricidas.
Roma, tiránica e
invencible por muchos
siglos, asistió a su
imperio desmoronarse.
Aún
niño, Jesús confundió y
maravilló a los doctores
de la ley
Los déspotas vinieron,
implantaron el régimen
de la violencia, de la
ambición, del orgullo,
pasaron en una turbación
de desencantos, fueron
vencidos, cayeron en el
olvido. Los
historiadores registran
sus hazañas, la
humanidad no más se
acuerda de ellos.
Jesús, sin embargo, tuvo
como nacimiento un
puñado de pajas, como
maternidad un establo,
humildes pastores y
ganado de animales
fueron sus primeros
compañeros.
En cuanto a su
nacimiento, hora mayor
de la humanidad, los
himnos de guerra fueron
sustituidos por cánticos
bendecidos saludando la
llegada liberadora del
Embajador Celeste.
Aún niño, en el Templo,
Jesús confundió y
maravilló a los doctores
de la ley.
Hecho joven, en el
hogar, trabajó como
simple carpintero,
ejemplificando que en
toda realización no
podemos dispensar el
esfuerzo propio.
Ya adulto, amando,
perdonando, curando,
consolando, enseñando,
el Maestro revocó todas
las legislaciones
opresivas e impiadosas y
promulgó la ley del
amor, del perdón y de la
caridad.
En su peregrinación
terrena, predicando a
los hombres la nueva
doctrina de fraternidad,
hizo de su Evangelio un
MANUAL DE CONDUCTA
HUMANA, para orientación
de nuestros pasos por
las sendas de la vida;
compuso un POEMA DE
AMOR, que enternece y
lleva los corazones
renovados a vibrar en
unísono con el Creador;
nos donó una FUENTE
PERENNE DE ESPERANZAS,
cuando de sus labios
brotaban, con
inolvidable ternura,
juiciosas enseñanzas.
Sed,
pues, perfectos como
perfecto es vuestro
Padre Celestial
En su código de ética,
Jesús registro:
“Amaréis al Señor
vuestro Dios de todo
vuestro corazón, de toda
vuestra alma y de toda
vuestra comprensión.
Este es el primero y el
mayor mandamiento. Y el
segundo, semejante al
primero, es: amaréis a
vuestro prójimo como a
vosotros mismos. Toda la
ley y los profetas se
hallan contenidos en
esos dos mandamientos.”
“Aprendisteis lo que fue
dicho: Amaréis a vuestro
prójimo y odiaréis a
vuestros enemigos. Yo,
sin embargo, os digo:
Amad a vuestros
enemigos; haced el bien
a los que os odian y
orad por los que os
persiguen y calumnian, a
fin de ser hijos de
vuestro Padre que está
en los cielos.
“Sed, pues, perfectos,
como perfecto es vuestro
Padre Celestial.”
“Cuando oréis, no os
asemejéis a los
hipócritas, que,
afectadamente, oran en
pie en las sinagogas y
en las esquinas de las
calles para ser vistos
por los hombres. Cuando
queráis orar, entrad
para vuestro cuarto y,
cerrada la puerta, orad
al Padre en secreto; y
vuestro Padre, que ve lo
que pasa en secreto, os
dará a recompensa.”
“Dad, pues, a César lo
que es de César y a Dios
lo que es de Dios.”
“Quitad primero la biga
de vuestro ojo y
después, entonces, ved
como podréis quitar la
paja del ojo de vuestro
hermano.”
“No juzguéis, a fin de
no ser juzgados; por
cuanto seréis juzgados
conforme hayáis juzgado
a los otros.”
Bienaventurados los
mansos, porque ellos
heredaran la Tierra
Continuemos buscando
conocer, ahora, el
Evangelio en su forma
poética, recordando el
Sermón de la Montaña,
himno de exaltación a
los humildes y
sufridores, y de
alabanza a los buenos y
justos:
Bienaventurados los
pobres de espíritu,
porque de ellos es el
reino de los cielos;
Bienaventurados los que
lloran, porque serán
consolados;
Bienaventurados los
mansos, porque ellos
heredarán la Tierra;
Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de
justicia, porque ellos
serán hartos;
Bienaventurados los
misericordiosos, porque
ellos alcanzarán
misericordia;
Bienaventurados los
limpios de corazón,
porque ellos verán a
Dios;
Bienaventurados los
pacificadores, porque
ellos serán llamados
hijos de Dios;
Bienaventurados los que
sufren persecución a
causa de la justicia,
porque de ellos es el
reino de los cielos;
Bienaventurados sois
vosotros, cuando os
injurien y persigan y,
mintiendo, digan todo el
mal contra vosotros por
mi causa.
Exultad y alegraos,
porque es grande vuestro
galardón en los cielos;
porque así persiguieron
a los profetas que
fueron antes de
vosotros.
Cuánta poesía también en
las palabras de Jesús,
contenidas en Marcos,
cap. X: “Dejad que
vengan a mí los niños y
no le impidáis, por
cuanto el reino de los
cielos es para los que a
ellos se asemejan.”
“Yo
soy el camino, la verdad
y la vida” – afirmó
Jesús
Fue Jesús también un
inspirado trovador, como
podemos comprobar en el
cap. VI de Mateo:
“Observad los pájaros
del cielo: no siembran,
no cosechan, nada
guardan en graneros; más
vuestro Padre Celestial
los alimenta.”
“Observad como crecen
los lirios de los
campos: no trabajan ni
creen, sin embargo, yo
os declaro que ni
Salomón, en toda su
gloria, jamás se vistió
como uno de ellos.”
Rememoremos, igualmente,
el Evangelio como
manantial inagotable de
consuelos para el
presente y de certeza en
un futuro mejor:
“Mi reino no es de este
mundo. Si mi reino fuera
de este mundo, mi gente
hubiera combatido para
impedir que yo cayera en
las manos de los judíos.
“Pero mi reino aún no es
aquí.”
“No se turbe vuestro
corazón; creéis en Dios,
creed también en mí. Hay
muchas moradas en la
casa de mi Padre; si así
no fuera, ya os lo
habría dicho, pues me
voy para prepararos el
lugar. Después que me
haya ido y os haya
preparado el lugar,
volveré y os retiraréis
para mí, a fin de que
donde yo esté, también
ahí estéis.”
“Yo soy el camino, la
verdad y la vida; nadie
va al Padre, sino es por
mí.”
“Si me amáis, guardad
mis mandamientos; y yo
rogaré al Padre y Él os
enviará otro Consolador,
a fin de que quede
eternamente con vosotros.”
“En verdad, en verdad,
os digo: Si el hombre no
renace del agua y del
espíritu, no podrá
entrar en el reino de
Dios.”
“Venid a mí, todos
vosotros que estáis
afligidos y
sobrecargados, que yo os
aliviaré. Tomad sobre
vosotros mi yugo y
aprended conmigo que soy
blando y humilde de
corazón y hallaréis
reposo para vuestras
almas, pues es suave mi
yugo y leve mi fardo.”
“Pedí y se os dará;
buscad y hallaréis;
tocad a la puerta y se
os abrirá; por cuanto
quién pide recibe y
quien busca halla y,
aquel que toca a la
puerta, ella se abrirá.”
Jesús
es verdaderamente el
divisor del tiempo
Jesús fue el ejemplo
mayor de amor, de
bondad, de simplicidad;
fue tierno, dulce y
compasivo, austero y
disciplinado, sin jamás
emplear la violencia.
Tolerante, comprendió y
relevó todas las
flaquezas humanas.
Enérgico, usó de su
fuerza y superioridad
moral, para censurar a
los mercaderes del
templo y expulsar a
Espíritus obsesores,
perversos e ignorantes,
que subyugaban criaturas
infelices.
Por efecto de su magna
importancia, Jesús es
verdaderamente el
divisor del tiempo. La
Historia Universal
identifica las eras como
antes de Cristo y tras
Cristo.
Aún hoy, veinte siglos
transcurridos, el
Enviado Celeste reina
soberano en el corazón
de la cristiandad.
Como ocurrió hace dos
mil años, necesario se
hace que Jesús nazca en
cada uno de nosotros.
Nazca como un niñito
risueño, bello, sano,
que nos conmueva y
encante con su sonrisa
inocente, que nos lleve
a soñar. Un niño que no
estacione el tiempo,
crezca y se haga
adolescente lúcido,
pronto para esclarecer y
corregir a los vanidosos
que se juzgan detentores
de la verdad, tal cual
ocurrió en el templo en
Jerusalén.
Un adolescente que
alcance la juventud,
compenetrado de sus
deberes, dotado de
nobles predicados,
trabajador, honesto,
equilibrado, mensajero
de la concordia.
Un joven que alcance la
edad adulta, fortalecido
en la fe, alimentado de
amor, aureolado por la
luz interior, que haga
de la caridad la virtud
principal de su vida.
Cada alma es un mundo
donde Jesús – Cristo
Bendito de Dios – debe
nacer y crecer. Hagamos
que en esta Navidad Él
renazca en nosotros y,
como carpintero que fue,
venga a esculpir en
nuestro corazón un altar
de reverencia al
Padre.
La Navidad – el
aniversario de Jesús –
está llegando. Se siente
en el aire una mezcla de
alegría, de emoción, de
esperanza, de fe. La
misma alegría que
naturalmente nos visita
en las festividades
mundanas. La gran
emoción que nos envuelve
cuando las
confraternizaciones
entre compañeros,
amigos, colegas y
familiares. La renovada
esperanza de ver días
mejores en la vuelta de
página del calendario
del tiempo. La bendecida
fe, cual lirio virgíneo,
que se desabrocha
iluminada y se eleva en
plegaria de alabanza al
Divino aniversario de
Él.
E imperioso que Jesús
renazca entre nosotros
Se repite, a menudo, ser
la Navidad el momento de
reflexión, de análisis
de lo que fue hecho,
como fue hecho, de lo
que quedó hecho.
Correcto, la Navidad nos
enseña una profunda
reflexión sobre lo que
nos sucedió en el
transcurrir del año, nos
lleva a reconsiderar
actitudes, nos induce a
relevar faltas ajenas y
ofensas recibidas, nos
encoraja a reconciliar
con los adversarios
olvidando penas,
perdonando
incondicionalmente y sin
límite.
La Navidad inspira amor.
No basta, sin embargo,
analizar ocurrencias y
reflejar acerca de
actitudes sólo en la
época navideña. Es
imprescindible que ese
trabajo sea hecho
siempre, y más: es
imperioso que
diariamente Jesús
renazca entre nosotros.
Cuando de hecho el
hombre aprendiera el
sublime mensaje del
Evangelio y tenga el
Maestro presente en el
relicario del corazón,
estará sepultado el
pasado de desaciertos,
desaparecerán las penas,
desaparecerán los
rencores, los odios
serán aplacados, las
contiendas olvidadas.
Habrá paz en la Tierra.
Tendremos entonces,
todos los días, una
nueva NAVIDAD, el
aniversario de
Jesús.
Feliz Navidad para todos
los que gozan de salud;
para los que disfrutan
de una situación
financiera estable; para
los que fueron premiados
con una familia
equilibrada.
Feliz Navidad para los
que son torturados por
enfermedades incurables;
para los que padecen
hambre y frío,
experimentando
privaciones y extrema
pobreza; para los que
conviven con familiares
problemáticos. Para esos
nuestros hermanos, que
la Navidad traiga la
esperanza de una nueva
vida libre de los
tormentos que hoy les
martirizan el alma.
Que al reflexionar sobre
la Navidad de Cristo,
sobre lo que significa
la presencia de Jesús en
la Tierra, podamos
intentar, aunque
tímidamente, comenzar
nuestra renovación
interior.
¡FELIZ NATAL!