La primera
necesidad
de los
espíritas
En la parte
final de su
libro
Instrucciones
Prácticas sobre
las
Manifestaciones
Espíritas,
obra publicada
en el año 1858,
Allan Kardec
dice que el
Espiritismo es
el más poderoso
auxiliar de las
ideas
religiosas, pues
que da al hombre
la convicción de
su destino
futuro, y, como
tal, debe ser
acogido como un
beneficio para
la Humanidad. Él
reanimó en más
de un corazón la
fe en la
Providencia,
hizo renacer la
esperanza en el
lugar de la
duda, arrancó
más de una
víctima del
suicidio,
restableció la
paz y la
concordia en las
familias, calmó
odios, amortiguó
pasiones
brutales,
desarmó la
venganza y llevó
la resignación
para el alma del
sufridor.
Dicho eso,
concluyó el
codificador:
“¿Es él
subversivo del
orden social y
del orden
pública? Una
doctrina que
condena el odio
y el egoísmo,
que pregona el
desinterés, el
amor al prójimo,
sin excepción de
sectas o castas,
no puede excitar
pasiones
hostiles. Y
sería de desear,
para la
tranquilidad del
mundo y la
felicidad del
género humano,
que todos los
hombres
comprendiesen y
practicasen
tales
principios: no
tendrían más que
temer unos de
los otros.”
(Obra citada,
traducción de
Cairbar Schutel,
cap. XI, pág.
189.)
Comparando el
texto arriba con
lo que se
observa en las
lides espíritas,
no es difícil a
nadie observar
que la práctica
ni siempre
acompaña la
teoría. Y no
acompaña porque
nosotros, seres
encarnados, no
tenemos por
costumbre dar
atención a los
innúmeros
apuntes que hace
mucho tiempo los
Bienhechores
espirituales nos
tienen enviado.
He aquí uno de
ellos, que es
muy conocido y
ciertamente
ignorado:
“La primera
necesidad del
médium es
evangelizarse a
sí mismo, antes
de entregarse a
las grandes
tareas
doctrinarias,
pues de otra
manera podrá
chocarse siempre
con el fantasma
del
personalismo, en
detrimento de su
misión.” (El
Consolador,
cuestión 387.)
Uno de los
grandes
problemas que
deparamos en la
Casa Espírita y
en las lides
espíritas en
general es
exactamente el
personalismo,
que genera los
melindres, la
incomprensión y
enormes
dificultades de
relacionamiento,
inexplicables
cuando los
personajes
envueltos son
espíritas
convictos.
Emmanuel, autor
del libro El
Consolador,
explicó en la
misma obra,
páginas
adelante, porque
muchos médium
han fracasado en
su importante
tarea – y no nos
referimos aquí
tan solamente a
los médium
psicógrafos o
psicófonos, pero
a todos los
médium:
intuitivos,
pasistas, los
que curan, los
esclarecedores…
Dos enemigos les
aparecen
delante.
El primer
enemigo, dice
Emmanuel, reside
dentro de ellos
mismos. Es, con
frecuencia, el
personalismo, la
ambición, la
ignorancia o la
rebeldía en el
desconocimiento
de sus deberes a
la luz del
Evangelio, lo
que, no
raramente, los
conduce a la
falta de
vigilancia, a la
liviandad y a la
confusión de los
campos
improductivos.
El segundo
enemigo del
apostolado
mediúmnico se
sitúa en el
propio seno de
las
instituciones
espíritas,
cuando el
individuo se
convenció cuanto
a los fenómenos,
pero no se
convirtió al
Evangelio por el
corazón y trae
para las hileras
del Espiritismo
sus caprichos
personales, sus
pasiones
inferiores, sus
tendencias
nocivas. Hablan
de la caridad,
humillando todos
los principios
fraternos.
Irónicos,
acusadores,
proceden casi
siempre como
niños livianos e
inquietos.
Si en el grupo
donde actuamos
tales cosas aún
ocurren, nos
acordemos de que
las advertencias
de Emmanuel,
arriba
reproducidas,
fueron
psicografadas
por Chico Xavier
hace 75 años…
|