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Año 3 117 – 26 de Julio del 2009

JOSÉ CARLOS MONTEIRO DE MOURA
jcarlosmoura@terra.com.br
Belo Horizonte, Minas Gerais (Brasil)
 

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

La divinidad de Jesús

En los relatos de los cuatro evangelistas no existe una sólo palabra que autorice o justifique la idea de que Jesús sea Dios. Él siempre se colocó en la condición de su hijo, resaltando que también nosotros participamos de esa situación  

“Oísteis que yo os dije: Voy, y vengo para vosotros. Si me amaseis, ciertamente exultaríais por haber dicho: Voy para el Padre; porque el
Padre es mayor que yo. ” – João, 14:28.
 

Ya perdemos la cuenta de las veces en que hemos oído, en las plegarias iniciales o de cierre de trabajos y actividades de incontables Casas Espíritas, al responsable por ellas, tras largas explicaciones que acaban por transformarse en auténticas y  extemporáneas conferencias, el recitar piadoso y compungido del Ave Maria, con inconfundible énfasis para la parte que dice: Santa Maria, madre de Dios.

Infelizmente, tal vez en base de nuestra indigencia espiritual, reflejada en una manifiesta intolerancia por todo aquello que constituye herencia de la Iglesia, nos causa el mayor malestar y aún irritación algo que fue larga y exhaustivamente refutado por Allan Kardec, con base en las palabras de Jesús, extraídas del propio texto evangélico.

¡Además, contiene un absurdo inconmensurable y que atenta contra la más rudimentaria lógica: la maternidad divina!

No obstante, él constituye uno de los dogmas de la Iglesia y sobre él, a costa de hierro y sangre, juntamente con otras aberraciones dogmáticas, la Iglesia construyó su coercitiva teología, enteramente distante y diferente de todo aquello que Jesús predicó y vivió.

La deificación de Jesús no pasa de una copia apenas acabada de las creencias y tradiciones de las religiones primitivas, entre las cuales se colocan aquellas que formaban parte de las costumbres hebraicas.

Los judíos trajeron del cautiverio la idea de que los hijos de los dioses o incluso los dioses, después generados por vírgenes y fecundados por la propia divinidad, acostumbraban a vivir entre los hombres (ahí reside la principal explicación para el dogma de la inmaculada concepción). Admitían, también, la comunicación directa entre Dios y los hombres, hecho que se daba a través del que llamaban un espíritu santo.

Además de esas dos creencias, incontables fueron otras absorbidas por el Cristianismo, dentro de una estrategia mucha más política de lo que religiosa, buscando, sobre todo, conciliar los intereses del Catolicismo naciente con el poder constituido. Comenzaba, así, el cesarismo romano y la Iglesia pasaba, según Emmanuel, a estar, en el transcurso de los siglos, siempre con César. 

En el 325, en el Concilio
de Nicea, la divinidad
de Jesús ya había sido adoptada, mediante violencia y amenaza
de excomunión

El Cristianismo – léase Catolicismo – acogió con los brazos abiertos las diversas trinidades existentes en casi   todas    las    religiones    del 

pasado,de las cuales la más conocida es laTrimurti Braman, compuesta de Brama, Vishnu y Shiva,  que convivía con las de la Acádia (Sin, Shamash e Istar), de Mâri (Anat, Dagan y Addu), de la Suméria (An, En-Lil y En-Ki), de la Babilonia (Marduk (Baal) Shamash y Adad), de China (Fu, Lo y Cho) y de la Cananea (Baal, Vam y Môt).

Ellas fueron convenientemente adaptadas en las personas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñando la creación del dogma de la Santísima Trinidad, lo que ocurrió en el Concilio de Constantinopla I, realizado en el 381 bajo la tutela de Teodósio I.

Anteriormente, en el 325, en el Concilio de Nicea, la divinidad de Jesús ya había sido adoptada, mediante violencia y amenaza de excomunión. En la oportunidad, fue formalmente condenado el arianismo, secta fundada por Ário, sacerdote de Alejandría, cuya principal divergencia con los teólogos católicos era la negación de la naturaleza divina del Mesías. Sostenía él que el hijo tendría que, naturalmente, ser inferior al padre, razón de porqué Jesús era inferior y distinto de Dios. Para la iglesia romana, la cuestión era y es de fundamental importancia. Su negativa implica, según sus doctores, una profunda sacudida en su doctrina. En su HISTORIA DE LA IGLESIA (Lib. José Olympio Editora, 1954, p. 43), el Padre Álvaro Negromonte – uno de los más intransigentes teólogos brasileños del siglo pasado – se subleva contra el "astuto hereje” (Ário) y afirma que su concepción “destruía los propios fundamentos del Cristianismo: la Trinidad, la Eucaristía, la Redención".

Sin embargo, paradójicamente, ese pilar del Cristianismo de Roma solamente fue acatado por 300 de los 2.084 prelados que comparecieron al aludido concilio...

En los relatos de los cuatro evangelistas no existe una sólo palabra que autorice o justifique la idea de que Jesús sea Dios. Él siempre se colocó en la condición de su hijo, resaltando aun que también nosotros participamos de esa situación. Jamás afirmó, admitió o insinuó  otra especie de relación, y en sus palabras y acciones no se encuentra cualquier indicio de una posible identidad física (mejor sería identidad ontológica) con Dios. Todo pasa, pues, de mera y fantasiosa creación humana. 

Si Jesús fuera realmente Dios, no habría rechazado el calificativo de bueno, por tratarse de un atributo
propio de la Divinidad
 

En OBRAS PÓSTUMAS (pp. 126 a 138), Kardec tuvo el cuidado de enumerar ciento veintisiete pasajes evangélicos que afirman, explícita o implícitamente, la divindade de Jesus. Ciento veintisiete se refieren a episodios ocurridos durante su vida, y cuatro, a hechos verificados después de su muerte.

Esos textos de los Evangelios están distribuidos de la siguiente manera: 24 (veinticuatro) en Mateo; 12 (doce) en Marco; 20 (veinte) en Lucas y 67 (sesenta y siete) en Juan. (Vea el apéndice.)

Algunos son de una claridad tan evidente que hasta aquellos dotados de una inteligencia poco desarrollada no sienten ninguna dificultad en comprenderlos perfectamente. Como ejemplo, podríamos invocar los capítulos 19:16 y 17, de Mateo, 10:17 y 18, de Marcos, y 18:18 y 19, de Juan, cuyos contenidos son prácticamente idénticos, conteniendo sólo ligeras diferencias en la redacción: - “Y he ahí que, aproximándose a él un mancebo, le dijo: ¿Buen Maestro, que haré para conseguir la vida eterna? Y él le dijo: ¿Por qué me llamas  bueno? No hay bueno sino uno sólo, que es Dios. Si quieres, sin embargo, entrar en la vida, guardia los mandamientos”.

La respuesta dada por Jesús a la expresión Buen Maestro  enseña algunas conclusiones, a saber: Primera: La certeza de la unicidad de Dios, afirmada perentoriamente. En lenguaje aún más simple, Él dice: Sólo Dios es bueno. No existe otro bueno. Yo no soy Dios, luego no soy bueno.

Segunda: Si Jesús fuera realmente Dios, no habría rechazado el calificativo de bueno, por tratarse de un atributo propio de la Divinidad, principalmente teniéndose en cuenta que Él, por más de una vez, destacó la imperiosa necesidad de sin ser siempre y el no, siempre no.

Tercera: La inferioridad natural del Hijo (Jesús) en relación al Padre (Dios), situación que la trinidad santa no acata.  

Jesús es para el hombre el modelo de perfección moral que la Humanidad puede pretender sobre la Tierra 

Se podría alinear una serie de otras afirmaciones en que Jesús pone en relieve su inferioridad en relación a Dios. Ese hecho excluye cualquier semejanza, identificación o confusión entre Dios, Padre y Creador, y Jesús, hijo y criatura, no obstante su superlativo grado de evolución espiritual, principalmente si tenemos en cuenta que, si alguna cosa es inferior a otra, ellas no pueden ser iguales.

En la cuestión n. 625 del LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, la Espiritualidad esclarece que Jesús fue “el tipo más perfecto que Dios ofreció al hombre para servirle de guía y de modelo” y Allan Kardec, en sus comentarios a la respuesta, propuso a nuestra reflexión las siguientes consideraciones: - “Jesús es para el hombre el modelo de perfección moral que la Humanidad puede pretender sobre la Tierra. Dios nos lo ofrece como el más perfecto modelo y la doctrina que enseñó es la más pura expresión de su ley, porque él estaba animado del espíritu divino y fue el ser más puro que apareció sobre la Tierra. Si algunos de aquellos que pretendieron instruir al hombre en la ley de Dios, algunas veces la extraviaron por medio de falsos principios, fue por dejarse dominar, ellos mismos, por sentimientos muy terrestres y por haber confundido las leyes que rigen las condiciones del alma con aquellas que rigen la vida del cuerpo. Varios dieron como leyes divinas lo que no eran sino leyes humanas creadas para servir a la pasiones y dominar a los hombres”.

¡Jesús, en verdad, en base de su elevadísima postura espiritual, estaba animado del espíritu divino, pero eso no significa ni autoriza la conclusión de que era el propio Dios! Es hora, pues de que los verdaderos espíritas abandonen la creencia y atávica herencia reencarnatoria de atribuir a Maria de Nazaret la estrambótica condición de madre de Dios. Plegaria todavía sólo existe una, aquella que Jesús nos enseñó: El Padre Nuestro.

Todas las otras no pasan de fruto de la imaginación humana y casi todas se caracterizan mucho más por el interés y atrasado inmediatismo de las acciones de los hombres, cuando no integran su folclore. 

Apêndice

 Textos evangélicos que niegan la divinidad de Jesús, explícita o implícitamente 

 (Datos recogidos del libro OBRAS PÓSTUMAS)

1 – DURANTE SU VIDA 

Mateus

Marcos

Lucas

João

Cap.

versículos

Cap.

versículos

Cap.

versículos

Cap.

versículos

10

32 e 33

9

7 e 37

9

26 e 48

5

16 e 17;   22 a 27;

30; 36 a 38

19

16 e 17

10

17 e 18

10

16

6

38

20

23

12

35 a 37

12

8 e 9

7

16 a 18; 23

22

41 a 45

13

32

18

19

8

16; 25 e 26; 28 e 29; 38; 40 a 42

24

35 e 36

14

34 a 36

20

41 a 44

10

17 e 18; 29 a 38

25

31 a 34

15

34

22

28 a 30; 40 a 44

11

41 e 42

26

39 e 42

 

 

23

46

12

49 e 50

 

 

 

 

 

 

14

10; 20 e 24; 30 e 31; 38

 

 

 

 

 

 

15

10

 

 

 

 

 

 

17

1 a 5; 11 a 14; 17 a 26

 

2 – DESPUÉS DE SU MUERTE 

Mateus

Marcos

Lucas

João

Cap.

versículos

Cap.

versículos

Cap.

versículos

Cap.

Versículos

28

18

24

48 e 49

 

20

17

-

-

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita