“¿Y si aparece la
enfermedad? Tendremos
que aceptarla, porque
somos humanos.
Krishnamurti enfermó de
un cáncer de páncreas y
él no era alguien que
llevara una vida
desajustada. Mucha gente
espiritualmente valiosa
ya enfermó. Debemos
explicar eso para
aquellos que creen que
enfermar es fracasar. El
fracaso y el éxito son
dos maestros y nada más.
Y cuando usted es un
aprendiz tiene que
aceptar e incorporar la
lección de la enfermedad
en su vida.”
– Jorge Carvajal, médico
de la Universidad de
Andalucía, España, y
pionero de la Medicina
Bioenergética en América
Latina.
Confieso que me gustaría
registrar aquí una
perspectiva “clara”
sobre el enfermar (el
cáncer) y que fuera
también poseedora de
verdades
fundamentalmente
correctas, aunque
relativas, por cuanto no
podemos apartarnos de la
metáfora de la Tierra
como escuela – en
consecuencia: todos
nosotros pasajeros y
aprendices, sobre todo
del arte de amar y de
los desapegos.
¡Finalmente, coraje!
(*)
Si partiéramos de la
idea de que el origen de
la enfermedad no puede
ser buscado en el
terreno manifiesto en el
cual ella aparece, o que
las causas de la
enfermedad no son
materiales en su origen,
o que en la enfermedad
nada hay de accidental,
un sarcoma, como una
neoplasia maligna
desarrollada a partir de
un tejido conjuntivo,
puede representar un
intento inconsciente de
negarse el individuo a
aceptar algo que
permanece en su cuerpo
reprimido, aunque bien
“vivo”, o aún la
agresiva expresión de un
disgusto reiteradamente
sofocado a través de los
años, años de silencio.
Causas profundas de las
molestias
– Hacen eco, por lo
tanto, las explicaciones
dadas por André Luiz y
relacionadas a la
interesante pregunta
extraída del libro
Evolución en Dos Mundos:
- ¿Es correcto decir que
las causas profundas de
las molestias
perdurables se erradican
en el cuerpo espiritual?
Sí. De modo general, la
etiología de las
molestias perdurables,
que afligen el cuerpo
físico y lo dilaceran,
guarda en el cuerpo
espiritual sus causas
profundas. El recuerdo
de esa o de aquella
falta grave,
principalmente de
aquellas que yacen
recalcadas en el
Espíritu, sin que el
desahogo y la corrección
funcionen por válvulas
de alivio a las llagas
ocultas del
arrepentimiento, crea en
la mente un estado
anómalo que podemos
llamar ‘zona de
remordimiento’, en torno
a la cual la onda viva y
continua del pensamiento
pasa a envolverse en
circuito cerrado sobre
sí misma, con reflejo
permanente en la parte
del vehículo
fisiopsicosomático
conectada al recuerdo de
las personas y
circunstancias asociadas
al error de nuestra
autoría. Establecida la
idea fija sobre ese
nódulo de fuerzas
mentales desequilibradas,
es indispensable que
acontecimientos
reparadores se nos
contrapongan al modo
enfermizo de ser
(2005, pp. 213 y 214)
(negritas mías)
Y visto así el cáncer
(descontrol) se polariza
con esclerosis (conducta
emocional rígida) donde
la temática del enfermar
radica en algo que pasa
a hacer frente a la
voluntad de vivir. Y
tampoco podemos ignorar
el hecho de que en
situación de enfermedad
una parte del Self
biológico deja de
funcionar. Así, en el
caso de un crecimiento
tumoral, por ejemplo,
él, el Self biológico,
por razones variadas y
en acuerdo con cada
narración de alma, no
tiene fuerza bastante
para detener el control.
Por su parte, esto
representa un ‘estirar
de alfombra’ bajo los
pies de la existencia
física.
Muchos autores entonces
relacionan el
padecimiento cáncer con
la psicosis y hablan,
ante su presencia, del
afloramiento de una
psicosis corporal,
es decir, de una
experiencia de tanto
dolor para la conciencia
que la personalidad (el
ego) no puede
enfrentarla y en
consecuencia se
enmascara sobre sí misma
para romper más tarde la
solidaridad biológica
del organismo.
La misteriosa etiología
del cáncer –
Dicho en otros términos,
un conjunto de células –
subversivas – si aíslan
y quiebran el patrón de
su funcionamiento
habitual,
multiplicándose
patológicamente y
consumiendo el tejido en
el cual se asientan
(aquí el espacio preciso
en que la dinámica del
descontrol se asienta –
por ejemplo, hígado
etc.). Y a la corta o a
la larga el cuerpo
tenderá a sucumbir ante
esta devoradora
“demencia celular”.
Aún, otros relacionan la
misteriosa etiología del
cáncer a la carencia de
amor, heridas
emocionales, pérdidas
y/o lutos apenas
elaborados. Para muchos
se avecina un franco
agarrarse a Thanatos,
según un rechazo de
vivir-y-convivir-para-perfeccionarse.
Pero, y a pesar de la
[mía] renuncia a una
visión materialista de
la enfermedad (y por eso
un resistir aquí a
pensarla sólo en
el contexto de las
toxinas o como algo que
venga “de fuera”,
poniendo en riesgo el
organismo, por ejemplo),
el cáncer nunca es un
acontecimiento aislado o
creado a merced del
evento único.
Al contrario, según una
terapéutica que no niega
el bies necesariamente
venido del campo
íntimo/espiritual, el
cáncer está poblado de
sentidos apenas
iluminados y secretos,
pues hecho es que somos
de ordinario tanto
obligados a vivir sin el
conocimiento absoluto
como a sobrevivir con el
pasado sobrecargante (de
muchas memorias
entremedias de emociones
y conductas rechazadas),
que invade intenciones
del presente y las
desorganiza,
estresándonos,
haciéndonos ignorar
nuestras
vulnerabilidades y metas
honestas sobre nuestra
“naturaleza espiritual”
y, por lo tanto,
nuestras reales
necesidades.
Infelizmente, en lo
general, resistimos al
dictamen de nuestra Alma
a medida que profesamos
siempre las mismas
soluciones pegajosas
recreadas en estos
tiempos tomados por
futilidades – y con eso
las adicciones del
egoísmo y de la belicosa
competitividad, el mando
muy variado de la
regla del oro (1)
que, imitando al cáncer,
dice que el ser humano
existe únicamente para
esparcirse de forma
indiscriminada e
ilimitada sobre la
tierra. Por eso, las
usuales actitudes
desprovistas de
compasión y respeto por
trabajadores
(explotados),
animales-y-plantas
(materias-primas), según
el principio del
parasitismo – luego,
desilusiones e
insatisfacciones
inagotables…
El cáncer debe ser
comprendido, no
solamente combatido
– Y todo eso, a buen
seguro, puede, conectado
a la causa pretérita [cármica]
e idiosincrasias [aquí
un propio deseo del alma
para progresar], también
gestar el enfermar,
derivando en el terreno
físico del cáncer. Pero
él, el enfermar, por sí
mismo, puede representar
una gran oportunidad
para descubrir nuestros
propios errores de
pensamiento y
sentimientos,
especialmente cuando
atentamos para el hecho
de que la célula
cancerosa busca la vida
eterna en la
multiplicación material
y en la expansión, o
sea, equivocadamente
ella, la célula, no
comprende que la
cuestión “¿yo o los
otros?” es en su
génesis equivocada,
porque como parte somos
simultáneamente unos con
el todo (pars pro
toto).
No es por casualidad que
tantos sufren de cáncer
en nuestra época, y el
hecho de combatirlo
muchas veces sin éxito,
aunque contemos hoy con
muchos casos de
tratamientos
bien-exitosos (2), una
vez que esta enfermedad
retrata como un espejo
nuestros comportamientos
y hábitos colectivos,
nuestra distracción
“civilizadora” que
insiste en la falsa
convicción de la
división entre “yo”
y el “tú”…
Así el cáncer pide
también para ser
comprendido y no
solamente combatido. El
enfermo, de ese modo,
puede ser esclarecido,
consolado y orientado a
fortalecerse para
curarse (en un término
más pertinente: auto
curarse) (3). Además de
eso, el enfermar puede
de momento ser observado
como parte de la
estructura ontológica
del ser humano –
consecuentemente, el
cáncer puede ser visto
como un modo de
“desvelamiento” del Ser,
de sus partes oscuras,
reprimidas/renegadas y
que se expresan por este
itinerario – una alusión
a la enfermedad como
camino (4).
Por fin, aliviarse el
dolor es un objetivo
necesario de todo
tratamiento, el que
sufre y padece puede
encontrar junto con
emociones reprimidas,
culpas y conflictos
desagradables no
solucionados, los genes
que pesan (como también
pesan la vida
intra-uterina, las
constelaciones
familiares, la biografía
personal), es decir, la
identidad vertical como
una marca escogida por
el alma para
experimentar cierto
guión para corregirse y
proseguir en el
aprendizaje del amor,
unidad y sabiduría, que
constituyen aspectos
complementarios de
“aprender a ser libre”,
meta final del proceso
de evolución a que todos
nosotros estamos
sujetos. Pero si en su
dimensión subjetiva la
enfermedad es un estado
que indica desarmonía,
el cáncer y todas las
enfermedades también
encarnan una dimensión
colectiva que reivindica
de todos nosotros el
desafío para la vivencia
de un destino solidario
y, quizá un día,
armonioso.
El amor no separa: él
transmuta y cura
– El cambio global y que
implicará un mundo con
menos enfermedades
depende de los pequeños
cambios locales y en el
contexto más sano
de cada
individualidad...
Afirmo eso porque, en la
condición de existentes,
testificamos que muchas
ilusiones de este
nuestro mundo son
relativamente inocuas si
son comparadas a
aquellas que infligimos
a nosotros mismos
durante casi toda
nuestra vida, pues poco
nos amamos, mal nos
sabemos, mucho nos
desviamos y nos
envenenamos y con eso
enfermamos.
Y el amor, de otro lado,
sí, el amor no separa,
él transmuta y cura y
por eso Dios, la Unidad,
no diferencia entre
bueno y malo, pues Él
simplemente es amor.
Aún, no podemos olvidar
que el dolor y la muerte
están indisolublemente
conectadas a nuestra
forma de
existir aquí-por-ahora,
a pesar, y sobre todo,
de que la muerte no es
un “punto final”, sino
un “cambiar de estado”
vinculado al devenir – y
por eso un futuro
re-nacer para un día
más de colegio...
Así el enigmático cáncer
puede ser una gran
oportunidad para un
profundo desarrollo y
transformación.
Con claridad recuerdo
una persona querida a
quien visité en el
hospital poco antes de
ella fallecer. Cuerpo
escuálido y ojos
profundos, en aquella
mañana me contó sobre el
malestar terrible que
sentía, pues muy
“impertinente” (en las
palabras de ella).
Entonces, de súbito,
narró que su enfermedad
le había ayudado a
comprender cómo todos
los pacientes de cáncer
se redimen por la
quimioterapia, pues
“esas sesiones semanales
provocan en nosotros una
limpieza
dolorosamente
profunda”...
Por el camino sinuoso
que recorren, en la más
oscura noche del alma y
desesperación de la
carne, asimilan, de
forma clara o
evanescente, una
epifanía libertadora –
se entregan, entonces, a
una radical
concienciación, extraída
en el recorrer del
cáncer-laberinto,
conquistando, a buen
seguro, un nuevo rumbo
evolutivo para un día
(según el registro
cósmico) ser
perfectos – el único
determinismo…
(*)
Metanoia (del griego
metánoia) significa:
transformación
fundamental del
pensamiento o del
carácter; penitencia.
Por extensión:
conversión espiritual.
Notas e referências:
(1) Vivimos el desafío
de asimilar en nuestras
actitudes las
conveniencias de la
regla de oro para
bloquear en definitivo
los maleficios causados
por la indiferencia de
la regla del oro.
(2) Según el INCA
(Instituto Nacional de
Cáncer), el tratamiento
de cáncer puede ser
hecho a través de
cirugía, radioterapia -
tratamiento en el cual
se utilizan radiaciones
para destruir un tumor o
impedir que sus células
aumenten; quimioterapia
- tratamiento que
utiliza medicamentos
para combatir el cáncer.
Ellos son aplicados en
su mayoría en la vena,
pudiendo también ser
dados por vía oral,
intramuscular,
subcutánea, tópica e
intratecal; o
trasplante de médula
ósea. En muchos
casos, es necesario
combinar más de una
modalidad.
(3) Pacientes de cáncer
pueden usar terapias
complementarias para
mitigar los efectos
colaterales de las
sesiones de radio y/o
quimioterapia,
considerando también el
cuidado con las heridas
del alma. Además de eso,
como la vida es
vibración, el psiquismo
es vibración, las
emociones, los
pensamientos son
vibraciones, y en el
general el individuo
enfermo “está
desafinado”, lo que
obstruye el campo de
actuación armoniosa del
Self biológico. Como
“buenos interlocutores
internos”, los
medicamentos
homeopáticos y las
esencias florales
pueden estimular/ayudar
al paciente para que él
participe activa y
conscientemente de su
proceso de
restablecimiento de la
salud.
(4) Cf.: Dethelefsen,
T.; Dahlke, R. La
enfermedad como camino:
una visión nueva de cura
como punto de mutación
en que un mal se deja
transformar en bien.
Trad. Zilda H. Schild.
SP: Cultrix, 1999.
Xavier, Francisco
Cândido. Evolución en
dos mundos. Por el
Espíritu André Luiz. 23.
ed. RJ: FEB, 2005.
Dalhke, Rüdiger. La
enfermedad como lenguaje
del alma.
Trad. Dante Pignatari.
SP: Cultrix, 2007.
Soesman, A. Our twelve
senses: wellsprings of
the soul.
Stroud, England:
Hawthorn Press, 1990.
Eugênia Pickina es
terapeuta floral,
educadora y
conferenciante, y presta
consulta para proyectos
sociales dedicados al
cuidado del Ser,
especialmente en la faja
etária de 0 a 7 años.
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