(DF), a la
Comunhão
Espírita de
Brasilia,
participa en el
Alimento
Fraterno
(actividad
dirigida a los
hospitales y
mendigos de la
calle), además
de responder por
la armonización
del ambiente
para pases y
tratamientos de
curación a
través de la
música. Su bella
historia desde
la infancia
involucrada con
la música nos
trae una rica
experiencia.
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¿De dónde viene
su gusto por la
música?
¿Cómo
descubrió ese
talento?
Mi padre, hombre
tranquilo,
humilde y
sencillo, vino
de una familia
de músicos. Mi
madre “eterna
cantante” nos
crio cantando.
Somos 7 hermanos
y solo 3 no son
cantantes. Nací
entendiendo que
la música era
como el aire, el
agua, ¡algo
imprescindible!
A los 9 años de
edad ya era una
pequeña cantante
bien afinadita.
¿Y cómo se
encaminó hacia
la inspiración y
transmisión de
las enseñanzas
de amor a través
de la música?
Ocurrió
naturalmente,
como si fuese
parte de mí.
Desde niña el
gusto por las
canciones sacras
ya estaba en mis
propósitos y mi
corazón. De cuna
católica, el
vicario de la
parroquia me
invitaba a los
cultos en los
alrededores, en
los lugares más
necesitados. La
pequeña cantante
iba feliz con su
guitarrita y
tenía como
recompensa un
cartucho lleno
de almendras
confitadas. Las
personas
quedaban
emocionadas al
ver cantar a una
niña, lloraban y
no entendía el
por qué. Yo
pensaba: ¿será
que estoy
haciéndolo mal?
Y así, de los 9
a los 14 años,
yo iba con los
padres por los
caminos del
interior,
llevando el
Evangelio de
Jesús cantando.
A los 18 años me
volví espírita
debido a la
mediumnidad
ostensiva
(iniciada a los
4 años de edad)
y empecé a
frecuentar y a
cantar en los
Centros
Espíritas.
¿Durante sus
presentaciones
que es lo que
siente?
La sensación es
la de estar en
un plano
diferente a
este, donde el
alma se une al
cosmos y se
expande con tal
extrañeza que no
hay forma ni
manera de
describirla. Yo
podría
compararla a un
éxtasis
espiritual de
intensa
suavidad,
plenitud y
alegría.
Y la influencia
espiritual que
siente, ¿cómo
es?
Es magnífica.
Existen
Espíritus
comprometidos
con este trabajo
que se presentan
asiduamente. Son
cantantes,
maestros,
directores,
compositores,
intérpretes y
músicos
variados.
Colaboran todo
el tiempo con su
participación
activa en las
presentaciones.
Las personas
llegan a
contarnos que
escuchan coros
cantando e
instrumentos
variados,
diferentes de la
guitarra que
toco cuando me
presento. Me
siento "tomada"
por una profunda
emoción. ¡Mi
corazón se
acelera, libero
litros de
ectoplasma, me
siento levitar y
totalmente en
paz! Percibo
claramente la
manifestación de
numerosos
Espíritus que
realizan
tratamientos
espirituales
mientras canto,
como también la
llegada de
enfermos del
umbral y de
otras regiones
que son traídos
para ser
energizados o
para ser
tratados
también. Es
común percibir a
los parientes
desencadenados
de las personas
que están allí
presentes. En
verdad, ocurren
“maravillas”
cuando las
canciones son
entonadas.
Muchos son los
relatos de los
presentes
después de las
presentaciones
musicales.
¿Y la vibración
del público como
interfiere?
El público se
envuelve
positivamente y
emociona al
punto de no
poder contener
las lágrimas.
Las personas
cuentan lo bien
que se sienten
al escuchar las
canciones, del
envolvimiento
espiritual que
viene junto con
las melodías,
del consuelo y
del bienestar
que
experimentan,
del coraje para
comprometerse
con los cambios
íntimos, de la
sensación de la
presencia de
personas
queridas
desencarnadas
que se acercan.
¿Las canciones
son de su
composición?
¿Las considera
mediúmnicas o
las clasifica
como
inspiración?
Tengo un
repertorio
extenso y
variado.
Nuestras casas
espíritas
reciben a
personas de
todas las
religiones, y
eso nos abre un
abanico de
posibilidades.
Escojo canciones
que hablen de
Dios, del bien,
de la paz y el
amor para
interpretar y
ofrecer al
público diverso
que me escucha.
Acostumbro
recibir muchas
psicografías
musicales. Ya
recibí un CD
entero de esa
manera, como
también las que
compongo por
inspiración.
¿Algo resaltante
que le gustaría
destacar de su
experiencia en
el arte musical?
Yo diría que el
arte musical es
como el aire que
respiro. No
existe Elizabet
Lacerda sin la
música. Recibo
diariamente los
más diversos
testimonios
sobre el bien
que "esta
música" hace a
las personas. De
mi parte, puedo
separar, sin
falsa modestia,
lo que es mío y
lo que es de los
Espíritus.
Tengo conciencia
de que me pongo
a disposición de
la
Espiritualidad
amiga y que ella
actúa de la
manera que es
necesaria.
Muchos relatos
de curación de
depresión, de
enfermedades
graves, de
desistir de
suicidios, de
cambios
radicales de
vida y otros, me
llegan como una
manera de
estímulo e
incentivo para
que yo pueda
continuar
cantando.
¿Y
del
ambiente
espírita?
Me siento muy
acogida por el
ambiente
espírita que
reconoce el
trabajo que
desarrollo como
CONSOLADOR.
Algunas casas
aún se prenden a
la forma y el
contenido
solamente
espírita
aferrándose
únicamente a las
canciones
psicografiadas,
no obstante
entendemos que
todos podemos
ser inspirados
para componer
canciones
bellas. Por eso,
diversifico el
repertorio y
estoy feliz
cuando las casas
se abren al arte
como un todo, y
no solamente por
una formalidad.
Esa ha sido mi
lucha; no existe
el “Arte
Espírita” sino
ARTE, que por sí
solo es
independiente de
cualquier
rótulo.
¿Algo más que le
gustaría añadir?
El Servicio con
Jesús requiere
de
desprendimiento,
renuncia y
donación. Quien
me ve cantando,
tal vez no
establezca
ninguna relación
con ese pasaje
de El
evangelio según
el Espiritismo
citado en el
capítulo XXIII,
ítems 4 al 6
“Abandonar
Padre, Madre e
Hijos”, no
relacionando las
consecuencias
que vienen de
ese acto. Muchas
veces, mi
familia se queda
sin mí para que
yo pueda servir.
Eso ya me costó
días difíciles,
pero la alegría,
la relación con
Cristo y los
consuelos que
derivan de ese
servicio son
bálsamos de
esperanza para
mí y para todos
los involucrados
en ese contexto.
Es gratificante.
¡Y con Jesús, la
carga es siempre
más ligera! Que
pueda merecer
cantar las cosas
de Dios por
largas vidas. Es
lo mejor que hay
en mí, en mi
vida, en mis
días: ¡CANTAR!
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