Continuamos en esta edición el estudio del libro Obras Póstumas, publicado después de la desencarnación de Allan Kardec, pero compuesto con textos de su autoría. El presente estudio se basa en la traducción hecha por el Dr. Guillon Ribeiro, publicada por la editorial de la Federación Espírita Brasileña.
Preguntas para debatir
107. La música, ¿ejerce una influencia real sobre el alma?
108. Y el alma, ¿ejerce también una influencia sobre la música?
109. ¿En qué sentido podrá el Espiritismo influenciar las composiciones musicales?
110. ¿Cuál es, para el alma, su existencia normal?
111. Una objeción que se hace a la reencarnación es precisamente la ausencia del recuerdo de lo que sucedió en el pasado. ¿Qué provecho puede sacar una persona de sus existencias exteriores para su mejoramiento, si no recuerda las faltas que ha cometido?
Respuestas a las preguntas propuestas
107. La música, ¿ejerce una influencia real sobre el alma?
Sí. La influencia de la música sobre el alma, sobre su progreso moral, es reconocida por todo el mundo; pero la razón de esa influencia es generalmente ignorada. Su explicación está por completo en este hecho: que la armonía coloca al alma bajo el poder de un sentimiento que la desmaterializa. Ese sentimiento existe en un cierto grado, pero se desarrolla bajo la acción de un sentimiento similar más elevado. Aquél que está privado de este sentimiento es conducido a él gradualmente: termina, él también, dejándose penetrar y arrastrar hacia el mundo ideal donde olvida, por un instante, los placeres groseros que prefiere a la divina armonía. (Obras Póstumas – La música celestial y la música espírita.)
108. Y el alma, ¿ejerce también una influencia sobre la música?
Obviamente. Si se considera que la armonía sale del concierto del Espíritu, se deducirá de ello que, si la música ejerce una feliz influencia sobre el alma, el alma que la concibe también ejerce una influencia sobre la música. El alma virtuosa, que tiene la pasión del bien, de lo bello, de lo grande, y que ha conquistado la armonía, producirá obras maestras capaces de penetrar en las almas más blindadas y conmoverlas.
Si el compositor mantiene los pies en la tierra, ¿cómo representará la virtud que desdeña, lo bello que ignora y lo grande que no comprende? Sus composiciones serán el reflejo de sus gustos sensuales, de su liviandad, de su indiferencia. Éstas serán o bien licenciosas o bien obscenas, cómicas o burlescas; comunicarán a los oyentes los sentimientos que expresarán y los pervertirá en vez de mejorarlos. (Obras Póstumas – La música celestial y la música espírita.)
109. ¿En qué sentido podrá el Espiritismo influenciar las composiciones musicales?
Moralizando a los hombres, el Espiritismo ejercerá sin duda una gran influencia sobre la música. Producirá más compositores virtuosos que comunicarán sus virtudes al hacer oír sus composiciones. Se reirá menos, se llorará más; la hilaridad dará lugar a la emoción, la fealdad dará lugar a la belleza y lo cómico a la magnificencia. Por otro lado, los oyentes que el Espiritismo habrá preparado para recibir fácilmente la armonía, al oír la música seria experimentarán un verdadero encanto; desdeñarán la música frívola y licenciosa que se apodera de las masas.
Cuando lo grotesco y lo obsceno sean abandonados por lo bello y por el bien, los compositores de ese orden desaparecerán, puesto que sin oyentes no ganarán nada, y es para ganar que ellos trabajan. (Obras Póstumas – La música celestial y la música espírita.)
110. ¿Cuál es, para el alma, su existencia normal?
La existencia espiritual del alma, es su existencia normal. Las existencias corporales sólo son intervalos, cortas estaciones en la vida del Espíritu, y la suma de todas esas estaciones es sólo una parte mínima de la existencia normal, tal como si en un viaje de muchos años, se detuviese de vez en cuando durante algunas horas.
Si durante las existencias corporales, pareciera que en ellas hay solución de continuidad por la ausencia del recuerdo, la unión se establece durante la vida espiritual, que no tiene interrupción. La solución de continuidad sólo existe, en realidad, para la vida corporal exterior y de relación; y en esto la ausencia del recuerdo prueba la sabiduría de la Providencia que no quiso que el hombre fuese desviado mucho de la vida real, donde tiene deberes que cumplir. Pero en el estado de reposo del cuerpo, en el período del sueño, el alma retoma parcialmente su vuelo, y ahí se restablece la cadena interrumpida durante la vigilia. (Obras Póstumas – El camino de la vida.)
111. Una objeción que se hace a la reencarnación es precisamente la ausencia del recuerdo de lo que sucedió en el pasado. ¿Qué provecho puede sacar una persona de sus existencias exteriores para su mejoramiento, si no recuerda las faltas que ha cometido?
En primer lugar, es necesario entender que el recuerdo de las existencias infelices, unido a las miserias de la vida presente, haría que ésta fuese más penosa aún; es, pues, un incremento de los sufrimientos que Dios ha querido evitarnos. Sin eso, con frecuencia, ¡qué grande sería nuestra humillación al pensar en lo que fuimos! Para nuestro adelantamiento, el recuerdo del pasado es absolutamente inútil. Durante cada existencia, damos algunos pasos hacia adelante; adquirimos algunas cualidades y nos despojamos de algunas imperfecciones; cada una de ellas es, así, un nuevo punto de partida, en que somos como nos hemos hecho, sin tener que inquietarnos por lo que fuimos.
Si en una existencia anterior fuimos antropófagos, ¿en qué nos ayudaría ese recuerdo si ya no lo somos? Si tuvimos un defecto cualquiera del cual ya no quedan huellas, esa es una cuenta saldada, de la cual no tenemos que preocuparnos más.
Supongamos, por el contrario, una falta de la cual sólo hemos corregido la mitad, el resto se reencontrará en la vida siguiente y será necesario que nos ocupemos en corregirlo.
Tomemos un ejemplo: un hombre fue asesino y ladrón; fue castigado por ello tanto en la vida corporal como en la vida espiritual. Se arrepintió y se corrigió de la primera tendencia, pero no de la segunda. En la existencia siguiente, sólo será ladrón; tal vez un gran ladrón, pero ya no un asesino. Un paso más adelante, sólo será un pequeño ladrón; un poco más tarde, ya no robará. Podrá, entonces, tener el deseo de robar, lo que su conciencia neutralizará; después de un último esfuerzo, y habiendo desaparecido todo rastro de la enfermedad moral, será un modelo de probidad.
¿En qué lo ayudaría recordar el pasado? El recuerdo de haber muerto en el patíbulo, ¿no sería una tortura, una humillación perpetua? Aplicad este razonamiento a todos los vicios, a todas las manías, y podréis ver cómo el alma mejora a lo largo de las sucesivas existencias. (Obras Póstumas – El camino de la vida.)