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Año 10 - N° 482 - 11 de Septiembre de 2016
IVOMAR SCHÜLER DA COSTA   
ivomarcosta@gmail.com   
Curitiba, PR (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Ivomar Schüler da Costa

La perspectiva procesal de
la caridad


En otros artículos tratamos del tema caridad bajo una perspectiva estática, cuando abordamos sus virtudes componentes. En este, la abordaremos bajo la perspectiva dinámica: la procesal.

La caridad es la virtud central de la moral espírita. Sin embargo, al comparar lo que en la codificación dicen los Espíritus con lo que hacemos, nosotros, los espíritas, actualmente, somos honestamente obligados a identificar un hiato. Tal vez este se deba a la mala comprensión de lo que sea verdaderamente la caridad. Hemos reducido la caridad, como cualquier persona que haya estudiado con más profundidad la cuestión puede percibir, en la mayor parte de las veces, a la asistencia social, cuando no al asistencialismo. No predicamos cualquier cualidad peyorativa a la asistencia social, porque, evidentemente, esta produce el bien; durante mucho tiempo aún necesitaremos de ella, en nuestro país. En el límite extremo, algunos reducen aún más la caridad, haciéndola simple actos simbólicos, sin real fundamento ético y cristiano. Sin embargo, como aseveró el propio codificador, si no practicáramos la caridad verdadera jamás seremos verdaderos espíritas.

El reducionismo a que llevamos la caridad, en nuestras prácticas y en nuestras vidas, puede ser consecuencia de perspectivas estrechas con que la entendemos. Por eso, presentarla bajo otras perspectivas podrá contribuir para la ampliación de nuestra comprensión, y facilitar su aplicación en nuestras actividades. En suma, necesitamos reflejar sobre la sublime virtud a partir de perspectivas diferenciadas para que, cambiando nuestra percepción, podamos modificarnos y modificar la realidad que nos cerca.

De manera general, estamos acostumbrados a ver la caridad de una manera estática y reducionista, por eso parecerá extraño, y hasta antidoctrinaria, en una primera aproximación, verla bajo la perspectiva procesal. Sin embargo, tal perspectiva no es una novedad doctrinaria, porque fueron los propios Espíritus de la codificación que la presentaron.

Nuestro primer paso en la dirección del cambio de percepción debe ser la comprensión de lo que consiste un proceso. Hagamos una exploración semántica para mejor comprender el término. Proceso es una palabra que tiene origen en la lengua latina, y que viene de la conjunción de los términos pro y cedere, la cual indica la acción o conjunto de acciones que buscan “ir para el frente”, un seguimento, um trayecto, avanzar rumbo a um objetivo.

La caridad es también un proceso

Actualmente, este término fue apropiado por las ciencias y resignificado, pasando a ser entendido como una secuencia continua de acciones o actividades que presentan cierta unidad, quiere decir, que están vinculadas de alguna forma, y que actuando en conjunto convergen para la consecución de un determinado objetivo. Este puede ser, por ejemplo, proyectar alguna cosa o aún otros procesos, crear algo, producir cosas tangibles o prestar servicios, controlar actividades, mantener una determinada situación dentro de patrones aceptables, asegurar la calidad de una actividad etc. Del punto de vista de las ciencias, el proceso es compuesto de tres elementos: Entradas (inputs), Conversor, Salidas (outputs). Entradas pueden ser cosas materiales, energía, información etc.; dependiendo del tipo de procesamiento que será ejecutado; el conversor es el aparato, así como el conjunto de actividades ejercidas por este sobre las entradas, el cual busca transformar una cosa en otra, producir alguna alteración simple, o aún evitar que una transformación ocurra. El teléfono celular es un ejemplo de aparato conversor, pues transforma señales digitales en sonido e imágenes en una pantalla (display), y, convertido, transforma voz e imágenes en señales digitales. El resultado será una “salida”. Algunos términos generalmente utilizados como sinónimos de “salida” son efecto, resultado y producto. El producto no siempre es algo tangible, como podríamos suponer; puede ser una imagen, una emoción, una experiencia, un aprendizaje. Cuando alguien da un abrazo cariñoso en una persona triste generalmente consigue que esta obtenga alivio emocional para un sufrimiento; este alivio es el efecto o el “producto” del abrazo. Hubo, por lo tanto una conversión de sufrimiento emocional en alivio emocional. Cuando es aplicado a la subjetividad el proceso puede ser visto también como una manera de actuar, y no solamente como una secuencia de producción de cosas. Trazamos aquí solamente algunas notas esenciales a la comprensión del significado del término en cuestión, sin agotar, naturalmente, todas sus características y aplicaciones.

Tenemos flertes razones para afirmar que la caridad es también un proceso.

En la cuestión 888-(a), de El Libro de los Espíritus, estos dan la siguiente respuesta a Kardec: “La verdadera caridad es siempre bondadosa y benévola; está tanto en el acto, como en la manera como es practicado. Doble valor tiene un servicio prestado con delicadeza. Si lo es con altivez, puede ser que la necesidad obligue a quién lo recibe a aceptarlo, pero su corazón poco se conmoverá” (1) 

La caridad está en el acto y en la manera como es practicada

Desmembremos las afirmaciones contenidas em la respuesta de arriba para mejor entendimiento.

1)      La verdadera caridad es siempre bondadosa y benévola: en primer lugar, observemos que los Espíritus afirman que para ser verdadera caridad es condición sine qua non ser siempre bondadosa y benévola. Ella no puede ser hoy bondadosa y benévola y mañana no serlo más; no puede ser hoy bondadosa, pero no y mañana benévola, pero no bondadosa, o sea, sólo puede ser caridad si la bondad y la benevolencia andan juntas. Podemos reducir a los elementos más simples y obtener la siguiente afirmación categórica: La caridad es bondadosa y benévola, que es una definición esencial.

2)      ¿Por cuál motivo los Espíritus hacen tal afirmación? La respuesta es que: “(la caridad) está tanto en el acto, como en la manera por qué este es practicado”. Quiere esto decir que no se puede separar, a no ser mentalmente, en la caridad, el acto y el modo de actuar, porque estos son simultáneos, no pudiendo, por lo tanto, ser aislados y ejercidos en momentos diferentes. Hay una síntesis entre bondad y benevolencia. Observemos que el acto y el modo de actuar ya están incluidos en la definición esencial; hay una conexión entre estos y aquellos, por cuanto el acto debe ser bondadoso, y benevolente el modo de actuar.

3)      Después tenemos: “un servicio prestado con delicadeza tiene doble valor”. En el contexto de la respuesta, podemos entender que el servicio prestado debe ser bondadoso, quiere decir, el servicio, como acto o producto, tiene que producir algo bueno; la delicadeza es expresión de la benevolencia. He ahí el doble valor.

4)      Finalmente tenemos que: “Si el (servicio) es (prestado) con altivez, puede ser que la necesidad obligue a quién lo recibe a aceptarlo, pero su corazón poco se conmoverá”. Este periodo es el cierre de la respuesta. El acto estará completo si el beneficiario acepta el servicio, aunque sea solamente porque la necesidad así lo obligue; la realización del acto al amenizar la dificultad del prójimo es algo bueno. Sin embargo, la ausencia de la delicadeza, es decir, el modo poco delicado de actuar, de prestar el servicio, lo hace incompleto del punto de vista moral. Para ser caritativo, el acto (benefício al necesitado) deberá ser bueno y benévolo (ejercido con delicadeza), sin duda que a benefício del necesitado.

5)      Complementariamente los Espíritus dicen: “[...], pero su corazón poco se conmoverá”. Ahora, esta oración indica con seguridad que el objetivo del servicio prestado no es solamente satisfacer a una necesidad. El modo delicado de actuar, complementando el acto bueno, busca producir una modificación afectiva en el beneficiario del servicio, busca conmoverlo. La delicadeza que acompaña la realización la satisfacción de una necesidad a quién de ella sufre puede provocar una excitación, despertar una emoción viva y contundente que retire el beneficiario del acto bueno de una situación de incrédulidad, tristeza o letargia afectiva.

¿Cuál es el significado de “bueno” y cómo entenderlo?

Antes de continuar, presentaremos algunas informaciones adiccionales para mejor entendimiento de las afirmaciones de los Espíritus.

¿Cuando ellos dicen que la caridad es siempre bondadosa, y que ella está presente en el acto, lo que desean expresar cómo “acto” y “acto bondadoso”? ¿y cuál es el significado de “bueno”? ¿cómo podemos entenderlo?

Busquemos la profundización de la cuestión, analizando el significado del término “acto”, conforme la enseñanza de Mario Ferreira dos Santos (2). No podemos entender el acto sin referirnos a la potencia. Para Aristóteles las cosas no son sólo lo que son, sino también lo que pueden ser. Así, las cosas pueden pasar de la potencia para el acto, por medio de una mutación (movimiento). La mutación presenta tres momentos: a) de la posibilidad; b) el de la realización en curso; y, c) el de la realización. De esta forma, la expresión “acto” se aplica a los momentos “b” y “c ”, en oposición al momento “a”, que es la cosa em potencia, aún en el campo de la posibilidad, del poder ser, mientras en “c” el ser ya se realizo, como resultado de la mutación. Así se cierra el movimiento.

Para Aristóteles el momento “a”, la potencia, era la dynamis; el momento “b”, el acto, era la energéia, y el momento “c”, el “fin”, la realización, era la entelekhéia. La palabra “acto” significaba tanto la energéia como la entelekhéia. En la filosofía aristotélica existen dos conceptos más fundamentales, el de materia y el de forma. Esta no debe ser confundida con el de figura, y aquel no es exclusivamente la materia bruta percibida por nuestros sentidos. La materia es la potencia, quiere decir, lo que tiene la posibilidad de hacerse esto o aquello. Sin embargo, la materia se transforma en algo por intermédio de la forma.

El acto es opuesto a la potencia; es el acto que modela la potencia. Así, la potencia depende del acto para venir a la existencia, depende de él para adquirir determinación. Es a través del acto que una posibilidad se realiza, pues el acto es la realidad de un ser que aún estaba indeterminado, es el princípio del ser. La potencia es pasiva, es inerte, y el acto es activo. Por eso es que es el acto que dá forma a la potencia. El significado de acto se hace evidente cuando entendemos que la palabra griega energéia tiene el sentido de eficacia, que es compuesta también por la palabra ergon, que significa trabajo. Si trabajo es la acción que produce efectos, entonces el acto (y energéia) es la acción que produce resultados.

¿Hay diferencia entre acto bueno y acto bondadoso?

Ahora, si acto es una acción en curso, entonces la caridad tiene una dimensión “hacer”. Pensemos en un ejemplo bien común: una persona que entrega un pan a un hambriento. La entrega del pan es un acto, cuya finalidad es la satisfacción de una necesidad premiante, el hambre de una persona. Saciar el hambre es un bien que se realiza en la forma de un pan. La entrega del pan es la realización de la saciedad en marcha, en curso, pero mientras este bien está sólo en la intención del benefactor es sólo un bien en potencia; cuando el pan es comprado, preparado, envasado y desplazado hasta aquel que de él necesita es un bien en vías de realización, es decir, un bien en curso. Cuando el hambriento come el pan, la finalidad es alcanzada: el bien fue realizado. ¿Pero, sería este un acto bueno, o acto bondadoso?

Veamos.

En el latim “bonus” significa bueno, y “bene” significa bien. De entrada, ambos hallamos, que son sinónimos, tienen la connotación de la idea de perfección, en abstracto y, en concreto, todo aquello que es acabado, completo, o que alcanzó el grado máximo, en su género (3). Cuando, por ejemplo, vemos el acabado de una construcción y lo aprobamos porque quedó dentro de los patrones exigidos, décimos que quedó bueno, o que fue “bien hecho”; si decimos que un hombre es un buen padre estamos afirmando que él presenta un desempeño esperado en la función de padre, siendo o no un padre biológico(4). Secundariamente, bien y bueno no son solamente aquello que lo es sólo en sí mismo, sino bueno para alguien. Un pan es bueno en sí mismo, y también es bueno para quien tiene hambre. Bien es aquello que, no poseído, sin embargo es apetecido, es objeto de aspiraciones y deseos, y que, poseído, engendra la satisfacción, independientemente de cualquier obligación moral(5). Un automóvil puede ser bueno para un conductor y malo para otro, dependiendo de las actividades para las cuales el vehículo será utilizado. Por lo tanto, bueno es también aquello que satisface una necesidad, así como aquello que alcanza um desempeño esperado em uma determinada función.

Bondadoso es un adjetivo calificativo de aquello que demuestra estar procedido de lo que es bueno, que tiene el bien en abundancia. Sin embargo, para algo demostrar la abundancia del bien necesita de la capacidad para hacerlo.

La benevolencia con el prójimo es también caridad

La bondad es la capacidad de hacer o reflejar el bien del cual algo está promovido. Sólo es posible demostrar aquello que de alguna manera existe, aquello que tiene “ser”. La nada, por inexistente, es indemonstrable.

Pero el bien, o lo bueno, necesita de su opuesto para ser apreciado. Si donamos pan a quién tiene hambre, eso es apreciado como un bien; si dejamos voluntariamente a alguien pasar hambre, esto será apreciado como un mal. Consecuentemente, la caridad es un acto predicado como bondadoso cuando demuestra el bien, satisfaciendo ciertas necesidades y desempeñando su función dentro de patrones esperados. ¡Esta cuestión es tan clara que nos parece una redundancia hablar de “caridad bondadosa”, pues, si no fuera bondadosa, jamás será caridad! 

Hasta aquí nos reportamos solamente a la bondad presente en la caridad. ¿Pero cuál es el papel de la benevolencia en el proceso? En cuanto a eso, los Espíritus corroboran la afirmación de que la caridad es siempre benévola, al decir que “La verdadera caridad no consiste sólo en la limosna que dais, ni, aún, en las palabras de consolación que le causeis. [...]. La caridad sublime, que Jesús enseñó, también consiste en la benevolencia de que useis siempre y en todas las cosas para con vuestro prójimo”. (ESE. Cap. XI. Ítem 14. p. 200.) Colocando la expresión en un orden diferente, ella se hace más clara: La caridad consiste en la benevolencia que usamos siempre para con el prójimo, y no solamente en la limosna que le damos, ni aún en las palabras de consolación que le añadimos. Aún una inspección superficial de esta afirmación nos muestra que tanto la limosna (algo tangible) como las palabras de consolación (algo intangible) son actos, son bienes em curso de realización. Sin embargo, lo más importante que es dicho es que la caridad consiste en la benevolencia.

Cabe aquí una paréntesis para explicar mejor esta virtud y su posición como potencia y acto. Dijimos en otro artículo que benevolencia significa “bien-querer”, la virtud que nos inclina a buscar el bien del prójimo, y que, por lo tanto, ella sería una virtud directora de las otras virtudes componentes de la caridad. Prestando atención en esta palabra compuesta, vemos que ella es formada por el “bien” y por la voluntad (querer). Luego, si tanto la bondad en cuanto la benevolencia derivan del “Bien”, podemos deducir que las dos tienen una misma raíz, por eso se asemejan tanto, al punto de ser confundidas. Algunos diccionarios las colocan como sinónimas, sin embargo, existen diferencias significativas. Si por un lado la bondad busca la realización de un bien, por otro, la benevolencia es un modo de actuar.

La verdadera caridad es delicada

En la caridad, la benevolencia desempeña dos papeles, o mejor, está presente en dos momentos: primero como potencia y después como acto. Como potencialidad ella ejerce la función de “entrada” del proceso, o principio del acto, ya que en su base existe un bien. En el segundo momento la voluntad dirige el bien. Imaginemos que el bien es una fuerza libre en la naturaleza que necesita ser disciplinada para producir algo bueno. Es la voluntad que conduce el bien inherente al Espíritu para una finalidad específica. Aún según los Espíritus de la codificación, la afabilidade y la dulzura son formas de manifestación de la benevolencia(8). Afabilidad es delicadeza y dulzura es suavidad. Por lo tanto, queda caracterizada la benevolencia, además de la voluntad conductora del bien, como la manera delicada y suave de producir algo bueno.

La confirmación de lo que dijimos está en esta afirmación: “La verdadera caridad, [...], es delicada e ingeniosa en el disimular el beneficio, en el evitar hasta las simples apariencias capaces de molestar, dado que toda fricción moral aumenta el sufrimiento que se origina de la necesidad” (9)  Es nítido aquí que evitar la ofensa, la humillación del necesitado, se refiere a la dulzura.

Para completar la explicación falta aún esclarecer que la benevolencia tiene una función “reductora” en la caridad. Si la caridad busca producir un bien para otros, sobre todo para aquellos más necesitados, aunque el resultado del acto pueda ser bueno, de forma alguna este acto deberá aumentar el sufrimiento a que otro esté expuesto. Así, el acto bondadoso, si es realizado de manera grosera, puede ampliar el sufrimiento, debe ser suavizado por la presencia y por la acción conjunta de la benevolencia.

Creemos haber explicado suficientemente la caridad bajo la perspectiva procesal. El bien es a “entrada” del proceso, o a “materia” sobre la cual actúa la bondad y la convierte en algo bueno para alguien, con la acción conjunta de la benevolencia, que busca amenizar el sufrimiento de otros. Tenemos, así, el bien como “entrada”, la bondad y la benevolencia como el bien en realización (conversión) y el beneficio a ser producido, sin aumentar sufrimientos, como la finalidad del acto. En el fondo, la caridad es el bien transitando de una persona para otra y siendo convertido de bien potencial en un bien concreto. 


 

[1]  Kardec. Allan. O Livro dos Espíritos. As Leis Morais. Cap. XI. Questão 888.a.  p. 408. 68ª Edição. Ed. FEB. 1987. Brasília. DF.

[2] SANTOS, Mario Ferreira dos. Convite à Filosofia e à História da Filosofia. p. 49. Sem Edição e Editora.

[3] ÁVILA, Fernando Bastos de, Pe, SJ. Pequena Enciclopédia de Moral e Civismo. p. 92. 2ª Edição. Ed. FINAME. 1972. Rio de Janeiro. RJ.

[4] WILLIAMS, Bernard. Moral: uma introdução à Ética. P. 77-87. Ed. Martins Fontes. 2005. São Paulo. SP.

[5] ÁVILA, Fernando Bastos de, Pe, SJ. Pequena Enciclopédia de Moral e Civismo. p. 92. 2ª Edição. Ed. FINAME. 1972. Rio de Janeiro. RJ.

6 El sentido de la bondad como facultad es Angel Aguarod quién lo da. Quién dice facultad, dice capacidad. Véase en AGUAROD, Angel. Grandes y Pequeños Problemas. Cap. IV. El Problema de la Benevolencia, ítem IV – La bondad. P. 102 . 5ª Ed. Editora FEB. 1992. Brasilia. DF.

[8] Kardec. Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. Cap. IX. Item 6.

[9] Kardec. Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. Cap. XIII. Item 3.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita