La Navidad se acercaba.
Las clases estaban
terminando y Laís
esperaba ansiosa la
llegada de la Navidad.
Las calles estaban
lindas, llenas de
adornos, de luces y de
canciones navideñas.
Solo Papá
Noel no llegaría aún con
sus regalos.
Laís había escuchado
decir a su mamá que la
Navidad es tiempo de
amor, de ayudar a las
personas, de saludar a
los desconocidos, de
abrazar con amor a los
familiares y amigos.
Pero, especialmente, de
ayudar a los más
necesitados.
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Laís, tan pequeña, ya
deseaba ser útil, ayudar
a alguien. Pero, ¿qué
hacer? No tenía nada que
fuera realmente suyo. En
casa, aparte de su
cuarto con todo lo que
tenía dentro, todo era
de su papá o de su mamá.
¿Cómo ayudar a alguien? |
En ese instante, Laís
estaba en el jardín de
niños, pensando en cómo
ayudar a las personas.
Deseaba tener más cosas
para repartir a sus
compañeritos, ¡pero no
tenía!
De repente, Laís vio un
grupo de compañeros que
salían de clases y la
rodearon. Pronto, aquel
torrente de personas se
fue, caminando alegre.
Muy tranquilita en un
rincón, Laís miraba la
agitación de todos,
¡pero deseaba paz para
poder conversar con
Jesús!
En ese momento, la
pequeña Laís vio a una
niña más grande que
ella, que lloraba. Se
acercó y le preguntó:
- ¿Por qué estás
llorando?
La niña, sin dejar de
llorar, le mostró su pie
que estaba descalzo. La
sandalia se le había
caído y ella estaba
molesta.
- ¡No sé ponerme los
zapatos! – explicó la
niña, llena de
vergüenza.
Laís sonrió feliz. ¡Ella
había aprendido con su
mamá a ponerse los
zapatos y podía ayudar
a su compañera! Era su
oportunidad de ayudar.
Entonces, agachándose,
tomó las sandalias de la
compañerita, colocó una
en el pie de la niña y
después le abrochó la
hebilla. En seguida hizo
lo mismo con el otro
pie.
Al terminar, ¡Laís se
sentía radiante! Paula
había dejado de llorar y
sonreía feliz:
- ¡Gracias, Laís! ¿Cómo
aprendiste a hacer eso?
Muy satisfecha, la
pequeña respondió:
- ¡Mi mamá me enseñó!
¡Pero ahora tú también
ya sabes!
- ¡Es verdad!
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Paula, sonriente, le dio
un abrazo a su amiguita.
Después, tomadas de la
mano, fueron al patio a
jugar, mientras los
papás no llegaban para
recogerlas.
Ahora que eran amigas,
todo estaba bien. La
Navidad misma tenía otro
aspecto, mejor y más
feliz.
Paula preguntó a su
amiga:
- ¿Por qué me ayudaste?
La pequeña Laís pensó un
poco y después
respondió:
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- ¡Porque aprendí que
tenemos que ayudarnos
unos a otros!... ¡Jesús
enseñó que todos somos
hermanos, hijos de Dios,
que es nuestro Padre!
¡Entonces, no solo en
Navidad, sino todos los
días del año, debemos
ayudar! ... |
Paula miró asombrada a
la niña, tan pequeña
aún, pero ya tenía un
gran amor en su corazón
y la abrazó con cariño:
- ¡Gracias! ¡Eres una
niña diferente!
¡Feliz
Navidad!...
Paula y Laís se
abrazaron sonrientes y
felices, porque ahora
eran verdaderas amigas.
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
8/12/2014.)
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