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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 497 - 1° de Enero de 2017

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

El deseo de ser útil

 

La Navidad se acercaba. Las clases estaban terminando y Laís esperaba ansiosa la llegada de la Navidad.
 

Las calles estaban lindas, llenas de adornos, de luces y de canciones navideñas. Solo Papá Noel no llegaría aún con sus regalos.

Laís había escuchado decir a su mamá que la Navidad es tiempo de amor, de ayudar a las personas, de saludar a los desconocidos, de abrazar con amor a los familiares y amigos. Pero, especialmente, de ayudar a los más necesitados.
 

Laís, tan pequeña, ya deseaba ser útil, ayudar a alguien. Pero, ¿qué hacer? No tenía nada que fuera realmente suyo. En casa, aparte de su cuarto con todo lo que tenía dentro, todo era de su papá o de su mamá. ¿Cómo ayudar a alguien?

En ese instante, Laís estaba en el jardín de niños, pensando en cómo ayudar a las personas. Deseaba tener más cosas para repartir a sus compañeritos, ¡pero no tenía!

De repente, Laís vio un grupo de compañeros que salían de clases y la rodearon. Pronto, aquel torrente de personas se fue, caminando alegre.

Muy tranquilita en un rincón, Laís miraba la agitación de todos, ¡pero deseaba paz para poder conversar con Jesús!

En ese momento, la pequeña Laís vio a una niña más grande que ella, que lloraba. Se acercó y le preguntó:

- ¿Por qué estás llorando?

La niña, sin dejar de llorar, le mostró su pie que estaba descalzo. La sandalia se le había caído y ella estaba molesta.

- ¡No sé ponerme los zapatos! – explicó la niña, llena de vergüenza.

Laís sonrió feliz. ¡Ella había aprendido con su mamá a ponerse los zapatos y podía ayudar a su compañera! Era su oportunidad de ayudar.

Entonces, agachándose, tomó las sandalias de la compañerita, colocó una en el pie de la niña y después le abrochó la hebilla. En seguida hizo lo mismo con el otro pie.

Al terminar, ¡Laís se sentía radiante! Paula había dejado de llorar y sonreía feliz:

- ¡Gracias, Laís! ¿Cómo aprendiste a hacer eso?

Muy satisfecha, la pequeña respondió:

- ¡Mi mamá me enseñó! ¡Pero ahora tú también ya sabes!

- ¡Es verdad!
 

Paula, sonriente, le dio un abrazo a su amiguita. Después, tomadas de la mano, fueron al patio a jugar, mientras los papás no llegaban para recogerlas.

Ahora que eran amigas, todo estaba bien. La Navidad misma tenía otro aspecto, mejor y más feliz.

Paula preguntó a su amiga:

- ¿Por qué me ayudaste?

La pequeña Laís pensó un poco y después respondió:  
 

- ¡Porque aprendí que tenemos que ayudarnos unos a otros!... ¡Jesús enseñó que todos somos hermanos, hijos de Dios, que es nuestro Padre! ¡Entonces, no solo en Navidad, sino todos los días del año, debemos ayudar! ...

Paula miró asombrada a la niña, tan pequeña aún, pero ya tenía un gran amor en su corazón y la abrazó con cariño:

- ¡Gracias! ¡Eres una niña diferente! ¡Feliz Navidad!...

Paula y Laís se abrazaron sonrientes y felices, porque ahora eran verdaderas amigas. 

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 8/12/2014.)



                                                   
 



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