Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
El carnero orgulloso


Una vez un carnero muy inteligente, pero indisciplinado, comenzó a pensar que era muy importante y pensar que era mejor que los demás.

Empezó a rebelarse contra la esquila. Pensaba que era una humillación que le cortaran la lana, de tiempo en tiempo. Él pasaba frío y no le gustaba esa tijera enorme.

Consideraba solo los perjuicios que sufría, olvidándose de que era bien alimentado y bien cuidado por sus cuidadores.

Así, amargado, se dirigió a Dios.

- Padre mío, no estoy satisfecho con mi pelaje. La esquila es un tormento. ¡Cámbiame, Señor!

El Padre, respondiendo con bondad le dijo:

- ¿Qué deseas, hijo mío?

Como era muy vanidoso, el carnero respondió:

- ¡Quiero que toda mi lana sea de oro!

Y así pasó. ¡El carnero se volvió todo de oro! Pero, tan pronto como el orgulloso animal se mostró cubierto de pelos preciosos, varias personas ambiciosas lo atacaron sin piedad. Le arrancaron, violentamente, todos los hilos, dejándolo adolorido y lastimado.

El infeliz, insatisfecho, corrió hacia el Creador e imploró:

- ¡Padre mío, cámbiame de nuevo! No puedo tener lana dorada. Encontraría siempre ladrones sin compasión.

El Creador preguntó:

- ¿Qué quieres que haga?

El carnero, con manía de grandeza, pidió:

- Quiero que mi lana sea de porcelana exquisita.

Entonces, el carnero tuvo su lana transformada en porcelana. .

Cuando volvió al valle, apareció en el cielo un enorme vendaval. Los hilos de porcelana fina no resistieron la fuerza de los vientos y se rompieron, formando trizas que le cortaban la piel.

Afligido, se quejó, nuevamente:

- ¡Padre, renuévame!... La porcelana no resiste al viento... ¡Estoy todo lastimado!

- ¿Qué deseas que haga? – le dijo el Señor.

El carnero no lo pensó y fue diciendo:

- Para no provocar a los ladrones ni lastimarme con porcelana rota, quiero que mi lana esté hecha de miel.

El Creador satisfizo, otra vez, su pedido. La lana del carnero se volvió la más pura miel. Pero, tan pronto como el carnero salió a pasear, muchas moscas lo cubrieron y, por más que corriera campo afuera, no consiguió librarse de los insectos desagradables, que se alimentaban de sus dulces hilos de miel.

El carnero, ya cansado, volvió a Dios, implorando:

- Padre, modifícame... ¡La miel tampoco funciona!

Nuevamente el Señor preguntó:

- ¿Qué quieres que haga?

Esta vez, el carnero pensó más tiempo. Necesitaba algo que lo valorara, sin que le causara molestias. Finalmente respondió:

- ¡Yo sería más feliz si mi lana fuera hojas de lechuga!

Atendido, una vez más, volvió alegremente a la planicie, en la caprichosa ilusión de ser especial y mejor que los demás animales. Pero, cuando algunos caballos vieron al carnero, éste no tuvo mejor suerte que las otras veces. Lo cogieron con los dientes y comieron, sin contemplación, toda su deliciosa lana de hojas de lechuga, mordiendo su cuerpo.

El carnero corrió en dirección al Señor. Estaba herido y sangrando. El Bondadoso Padre, dándose cuenta de que él estaba sinceramente arrepentido, observó:

- ¡Reanímate, hijo mío! ¿Qué pides ahora?

Triste y sufrido, el carnero se desahogó, llorando:

- ¡Padre mío, no soporto más! Quiero volver a ser un carnero común, como siempre fui. No pretendo ser superior a mis hermanos.

Y terminó:

- ¡Quiero ser sencillo y útil, como Usted me hizo! Hoy sé que mis trasquiladores son mis amigos. Nunca me dejaron herido y siempre me dieron de beber y de comer.

El Creador sonrió, bondadoso, lo bendijo con ternura y habló:

- Vuelve y sigue tu camino en paz. Tú comprendiste al fin que mis designios son justos. Cada criatura está colocada, por mi Ley, en el lugar que le corresponde y, si pretende recibir, aprende a dar.

Entonces el carnero, avergonzado, pero satisfecho, volvió al valle, se mezcló con los demás y de ahí en adelante fue muy feliz.


 

Adaptación de la historia “El Carnero Rebelde” de la colección “La Vida Habla” de autoría de Neio Lúcio, psicografiado por Chico Xavier. 


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com




 


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