A mediados de
marzo el papa
Benedicto XVI
fizo una visita
de seis días a
África, el
continente que
tiene la mayor
parcela de
población
contaminada por
el virus del
Sida en el
mundo. De los
años 80 hasta
hoy la dolencia
ya mató a más de
25 millones de
africanos.
Como era de
esperar, el
líder católico
reafirmó allí la
posición de la
Iglesia
contraria al uso
de
preservativos.
El Sida, afirmó
el papa, “no
puede ser
derrotada con la
distribución de
preservativos”.
“La solución
pasa por una
renovación
espiritual que
traiga consigo
una nueva forma
de
comportamiento.”
La propuesta de
abstinencia
sexual no es una
novedad en las
manifestaciones
públicas hechas
por los líderes
de la Iglesia y
fue hasta
incluso adoptada
por algunos
gobiernos
africanos, como
el de Kenia, a
mediados del
2001.
Con 2,2 millones
de personas
infectadas por
el virus VIH,
Kenia vivía,
entonces,
momentos
difíciles en que
no se sabía
cierto qué hacer
para frenar la
expansión de la
epidemia que
asolaba el país.
La situación era
tan grave que el
presidente
keniano decidió
pedir a la
población del
país que se
abstuviese de
mantener
relaciones
sexuales durante
dos años para
así contener el
aumento del
Sida.
Consciente de
que ese apelo
difícilmente
sería atendido,
las autoridades
decidieron
también importar
300 millones de
preservativos,
medida duramente
criticada por
los líderes
religiosos del
país, católicos
y musulmanes.
Para estos, el
gobierno debería
promover más
activamente la
abstinencia
sexual y no la
distribución de
preservativos,
lo que, según su
visión, acabaría
favoreciendo el
adulterio y la
prostitución y
podría, aun,
impulsar a los
jóvenes a
practicar sexo
prematuramente.
La cuestión ya
fue discutida
por numerosas
veces en nuestro
país. La Iglesia
entiende, con
fundamento en
los estudios
hechos por
Malcolm Pottes,
especialista en
VIH, que ningún
preservativo
tiene el poder
de impedir el
pasaje del
virus. Según
datos atribuidos
a Pottes, los
preservativos
que la Salud
Pública viene
distribuyendo
contenían poros
de hasta 5
micrones,
cincuenta veces
mayores que el
virus VIH, que
mide 0,1 micrón.
Delante de esos
números,
recomendar el
uso del
preservativo a
un individuo que
no prima por el
comedimiento en
lo tocante a las
relaciones
sexuales,
equivaldría a
confiar a un
conductor bebido
la conducción de
un vehículo,
recomendándole
el uso del
cinturón de
seguridad.
Los años pasaron
y, como sabemos,
la situación en
África continúa
aflictiva y
ciertamente
exigirá
sacrificios que
van más allá de
las medidas
propuestas.
¿Pueden los
protectores
espirituales,
que tanto ayudan
a los hombres,
hacer alguna
cosa por los
africanos?
Esperamos que sí
y vibramos para
que eso se de,
seguros, sin
embargo de que
la
responsabilidad
directa en la
cuestión sexual
es de los
encarnados. El
comedimiento, la
fidelidad, el
respeto al
prójimo, he ahí
factores que no
pueden faltar en
el trato de ese
tema tan
importante en el
mundo en que
vivimos.
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