Hay una
diferencia
nítida en el
significado de
los vocablos
ambición y
avaricia.
El diccionario
Aurelio define
del siguiente
modo las
palabras
citadas:
Ambición
– S. F.: 1.
Deseo vehemente
de alcanzar
aquello que da
valor a los
bienes
materiales o el
amor propio
(poder, gloria,
riqueza,
posición social,
etc.) 2. Deseo
ardiente de
alcanzar un
objetivo de
orden superior;
aspiración,
anhelo.
3. Aspiración
relativamente al
futuro. 4. Deseo
intenso.
Codicia –
S. F.: 1.
Ambición de
lucro. 2.
Avaricia
ilícita; usura.
3. P. Ext.
Ambición
desmedida.
El asunto viene
a propósito de
la crisis
económica que ha
abatido a la
sociedad terrena
en las últimas
semanas y
esparciendo el
temor de una
recesión
generalizada que
siempre acaba,
en un último
análisis,
afectando a las
personas más
pobres.
Varios analistas
de aquí y del
exterior han
asociado el
origen de la
crisis a la
avaricia de
ejecutivos de
los grandes
bancos y de las
personas en
general que
vieron en la
especulación la
posibilidad de
enriquecerse.
La avaricia
estimuló la
ocasión sin las
garantías
debidas, lo que
llevó a la
insolvencia o
las perdidas
gigantescas de
bancos y
empresas en
varios
continentes de
la Tierra.
En el análisis
de los
especialistas se
buscó,
correctamente,
distinguir
avaricia y
ambición, ahora,
la aspiración de
una vida mejor,
la búsqueda del
bienestar, el
deseo de
progresar nada
tiene de malo.
La Doctrina
Espírita, por
ejemplo, lo
considera
normal, algo
inherente al ser
humano y
acarrea, por
consecuencia, el
progreso
material de la
sociedad.
La ambición es,
en opinión de
varios
economistas, el
motor que mueve
a la sociedad
capitalista y,
en ese sentido,
ningún reparo se
puede hacer a
ella, recordando
sólo que el
hombre no es, en
verdad,
propietario de
nada, sino tan
solamente
usufructuario de
bienes que un
día tendrá que
restituir,
cuando vuelva a
la verdadera
vida, ocasión en
que cargará
consigo el
conocimiento
adquirido, las
virtudes
conquistadas y
nada más.
Diferente de
ella es la
avaricia, cuya
mejor
definición, a la
vista de la
lección
contenida en el
Aurelio, es
igual a
ambición
desmedida, o
sea, ambición
sin límites,
ambición que no
duda en usar
todo y cualquier
medio para
obtener una
ventaja.
No fue pues, sin
razón que la
Iglesia alistó a
la avaricia – la
ambición
desmedida por
riquezas – como
uno de los siete
pecados
capitales.
Cuando el hombre
entienda el
significado de
la vida y el
objetivo real de
nuestro paso por
la experiencia
corpórea, es
evidente que
situaciones como
esa no existirán
más. Claro que
estamos
distantes de
eso, dada la
inferioridad
general que
caracteriza al
planeta. Pero,
con seguridad,
ese día llegará
y las personas
comprenderán,
entonces, que la
búsqueda del
bienestar debe
ser algo natural
que no
perjudique a
nadie y sea la
consecuencia
directa de
nuestro trabajo.
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