Justificaciones del olvido
del pasado
Presentamos en esta edición
el tema
nº
83
del Estudio Sistematizado de
la Doctrina Espirita, que
está siendo presentado aquí
semanalmente, de acuerdo con
el programa elaborado por la
Federación Espirita
Brasileña, estructurado en
seis módulos y 147 temas.
Si el lector utiliza este
programa para el estudio en
grupo, sugerimos que las
cuestiones propuestas sean
debatidas libremente antes
de la lectura del texto que
a ellas sigue.
Si es destinado solamente
para uso por parte del
lector, pedimos que el
interesado intente
inicialmente responder las
cuestiones y solo después
lea el texto referido. Las
respuestas correspondientes
a las cuestiones presentadas
se encuentran al final del
texto abajo.
Cuestiones
para debate
1. Si el hombre vivió antes,
¿por qué no se acuerda de
sus existencias anteriores?
2. Si no se acuerda de las
existencias pasadas, ¿cómo
puede aprovechar la
experiencia adquirida en
ellas?
3. Si no recuerda lo que
hizo o lo que aprendió en el
pasado, ¿cada existencia no
sería para él como si fuese
la primera? ¿No estaría él,
de ese modo, siempre
recomenzando?
4. ¿La reminiscencia de las
existencias anteriores
perturbaría o mejoraría las
relaciones sociales?
5. ¿Existen razones de orden
científico para que el
Espíritu, al reencarnarse,
olvide su pasado?
Texto para la
lectura
Nuestras tendencias
instintivas son una
reminiscencia del pasado
1. El olvido del pasado, que
es considerado la más seria
objeción opuesta a la ley de
la reencarnación, dan
ocasión a sus antagonistas
de proponer indagaciones
como estas:
·
Si el hombre vivió antes,
¿por qué no se acuerda de
sus existencias anteriores?
·
Si no se acuerda de las
existencias pasadas, ¿cómo
puede aprovechar la
experiencia adquirida en
ellas?
·
Si no recuerda lo que hizo o
lo que aprendió en el
pasado, ¿cada existencia no
sería para él como si fuese
la primera? ¿No estaría él,
de ese modo siempre
recomenzando?
2. Allan Kardec nos da en
“El Libro de los Espíritus”,
en un lenguaje claro y
concluyente, una explicación
lógica y una respuesta
convincente a las referidas
indagaciones.
3. No tenemos durante la
existencia corpórea,
reconoce Kardec, recuerdo
exacto de lo que fuimos y de
lo que hicimos en las
anteriores existencias, pero
poseemos de eso intuición,
siendo nuestras tendencias
instintivas un recuerdo del
pasado. Si no fuese por
nuestra conciencia y la
voluntad que experimentamos
de no reincidir en las
faltas ya cometidas, sería
difícil resistir a tales
inclinaciones.
4. La actitud para esa o
aquella profesión, la mayor
o menor facilidad en esa o
en aquella disciplina, las
inclinaciones interiores –
he ahí elementos que no
tendrían justificación si no
existiese la reencarnación.
En efecto, si el alma fuese
realmente creada junto con
el cuerpo del niño, las
personas deberían revelar
igual talento e idénticas
predilecciones, pero no es
eso lo que vemos. Los que
tienen hijos saben muy bien
cuan diferentes son ellos,
siendo criados en el mismo
ambiente y recibiendo los
mismos estímulos.
El olvido del pasado prueba
la bondad del Creador
5. En el olvido de las
existencias anteriores,
sobre todo cuando fueron
amargas, hay efectivamente
algo de providencial y que
demuestra la bondad y la
sabiduría del Creador. Tal
como se da con los
sentenciados a largas penas,
todos nosotros deseamos
apagar de la memoria los
delitos cometidos y felices
quedamos cuando la sociedad
no los conoce o los relega
al olvido.
6. La razón de ese deseo es
fácil de explicar.
Frecuentemente – enseña el
Espiritismo – renacemos en
el mismo medio en que ya
vivimos y establecemos de
nuevo relaciones con las
mismas personas, a fin de
reparar el mal que le
hayamos hecho. Si
reconociésemos en ellas
criaturas a quien odiamos,
tal vez el odio despertarse
otra vez en nuestro
interior, y aunque eso no
ocurriese, nos sentiríamos
humillados en la presencia
de aquellos a quien
hubiésemos perjudicado u
ofendido.
7. Es preciso tener en
cuenta aun otro aspecto: el
olvido del pasado ocurre
sólo durante la existencia
corpórea. Volviendo a la
vida espiritual, incluso que
no recobremos de inmediato
el recuerdo de las
existencias pasadas,
readquirimos informaciones
suficientes que nos sitúen
delante de las personas de
nuestro círculo. No existe,
por tanto, olvido, sino tan
solamente una interrupción
temporal de nuestros
recuerdos. Libres de la
reminiscencia de un pasado
ciertamente importuno,
podemos vivir con más
libertad, como si diésemos
inicio a una nueva historia.
8. Supongamos aun que, en
nuestras relaciones, en
nuestra familia incluso, se
encuentre un individuo que
nos dio, en el pasado,
motivos reales de queja, que
tal vez nos haya arruinado o
deshonrado, y que,
arrepentido, se reencarnó en
nuestro medio, a fin de
reparar sus faltas. Si
nosotros y él recordásemos
las peripecias del pasado,
quedaríamos en la más
embarazosa posición, que en
nada contribuiría para la
renovación de las actitudes.
9. Basta ese orden de
razonamientos para que
entendamos que la
reminiscencia de las
existencias anteriores
perturbaría las relaciones
sociales y constituiría un
tropiezo real a la marcha
del progreso.
Hay razones de orden
científico que explican el
olvido del pasado
10. León Denis y Gabriel
Delanne nos dan las razones
de orden científico por las
cuales los recuerdos del
pasado no pueden ocurrir al
darse la nueva encarnación
del Espíritu.
11. Según Denis, en
consecuencia de la
disminución de su estado
vibratorio, el Espíritu cada
vez que toma posesión de un
cuerpo nuevo, de un cerebro
virgen, se halla en la
imposibilidad de expresar
los recuerdos acumulados en
sus vidas precedentes.
12. Delanne esclarece que el
periespíritu toma, al
encarnar, un movimiento
vibratorio bastante débil
para que el mínimo de
intensidad necesario a la
renovación de sus recuerdos
pueda ser alcanzado.
13. Podemos pues, concluir
en pocas líneas:
·
El olvidó del pasado y, por
consiguiente, de las faltas
cometidas no les atenúa las
consecuencias.
·
El conocimiento de ellos,
sería sin embargo, un fardo
insoportable y una causa de
desánimo para muchas
personas.
·
Si el recuerdo del pasado
fuese general, eso
concurriría para la
perpetuación de los
resentimientos y de los
odios.
·
La existencia terrestre es,
algunas veces, difícil de
soportar, y lo sería aun más
si, al cortejo de nuestros
males actuales, añadiésemos
la memoria de los
sufrimientos y de los
errores pasados.
Respuestas a
las cuestiones propuestas
1. Si el hombre vivió antes,
¿por qué no se acuerda de
sus existencias anteriores?
R.: El olvido del pasado se
da gracias a la bondad y a
la sabiduría del Creador.
Tal como ocurre con los
sentenciados a largas penas,
todos nosotros deseamos
apagar de la memoria los
delitos cometidos y felices
quedamos cuando la sociedad
no los conoce o los relega
al olvido. Como
frecuentemente renacemos en
el mismo medio en que ya
vivimos y establecemos de
nuevo relaciones con las
mismas personas, apagar
momentáneamente el recuerdo
de nuestros actos concurre
de manera extraordinaria
para el establecimiento de
nuevas relaciones con las
referidas personas, hecho
que sería muy difícil en
base del recuerdo vivo de
hechos desagradables habidos
en el pasado.
2. Si no se acuerda de las
existencias pasadas, ¿cómo
puede aprovechar la
experiencia adquirida en
ellas?
R.: Si no tenemos durante la
existencia corpórea recuerdo
de lo que fuimos y de lo que
hicimos en las anteriores
existencias, poseemos de eso
la intuición, siendo
nuestras tendencias
instintivas un recuerdo del
pasado. La aptitud para esa
o aquella profesión, la
mayor o menor facilidad en
esa o en aquella disciplina,
las inclinaciones interiores
– he ahí los elementos que
no tendrían justificación si
no existiese la
reencarnación.
3. Si no recuerda lo que
hizo o lo que aprendió en el
pasado, ¿cada existencia no
sería para él como si fuese
la primera? ¿No estaría él,
de ese modo, siempre
recomenzando?
R.: Aparentemente sí, pero
el conocimiento acumulado,
las experiencias vividas, el
aprendizaje realizado en el
pasado nos dan una base a
partir de la cual las
aptitudes y el talento se
manifiestan. Los padres
saben muy bien cuan
diferentes son sus hijos,
mientras son criados en el
mismo ambiente y recibiendo
los mismos estímulos. En
cuanto unos avanzan en el
estudio y muchas veces
superan a los propios
profesores, están los que
presentan dificultades
enormes en el aprendizaje,
lo que demuestra que traen
bagajes diferentes, tanto en
el campo intelectual como en
el campo moral.
4. ¿El recuerdo de las
existencias anteriores
perturbaría o mejoraría las
relaciones sociales?
R.: Si en nuestras
relaciones, e incluso en
nuestra familia, hubiera un
individuo que nos dio, en el
pasado motivos reales de
queja, que tal vez nos haya
arruinado o deshonrado, y
que, arrepentido, se
reencarnó en nuestro medio,
a fin de reparar sus faltas,
es evidente que el recuerdo
del pasado en nada
contribuiría para la
renovación de nuestras
actitudes. Igual
razonamiento se aplica en la
situación opuesta, cuando
nosotros, por hipótesis,
hayamos sido el verdugo de
nuestros propios familiares.
Basta esa orden de
razonamientos para entender
que el recuerdo de las
existencias anteriores
perturbaría las relaciones
sociales y constituiría un
tropiezo real a la marcha
del progreso.
5. ¿Existen razones de orden
científico para que el
Espíritu, al reencarnarse,
olvide su pasado?
R.: Sí. León Denis y Gabriel
Delanne hablan de eso en sus
obras. Según Denis, en
consecuencia de la
disminución de su estado
vibratorio, el Espíritu,
cada vez que toma posesión
de un cuerpo nuevo, de un
cerebro virgen, se encuentra
en la imposibilidad de
expresar los recuerdos
acumulados en sus vidas
precedentes. Delanne
esclarece que el
periespíritu toma, al
encarnar, un movimiento
vibratorio bastante débil
para que al mínimo de
intensidad necesaria a la
renovación de sus recuerdos
pueda ser alcanzado. He ahí
factores que constituyen un
impedimento real a que el
recuerdo de las existencias
pasadas se haga posible.
Bibliografia:
O Livro dos
Espíritos,
de Allan Kardec, questões
392 a
394.
O Evangelho
segundo o Espiritismo,
de Allan Kardec, capítulo V,
item 11.
O que é o
Espiritismo,
de Allan Kardec, pp. 114,
116 e 117.
A
Reencarnação,
de Gabriel
Delanne, págs. 305 e 306.
A Evolução
Anímica,
de Gabriel
Delanne, pág. 175.
Depois da
Morte,
de Léon
Denis, págs. 145 e 146.
O Problema do Ser, do
Destino e da Dor,
de Léon Denis, pág. 182.