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Año 2 – 92 – 1º de Febrero del 2009

LEONARDO MACHADO   
leomachadot@gmail.com    
Recife, Pernambuco (Brasil)  

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


Etiologías del trastorno de pánico

El trastorno de pánico es una dolencia por demás aflictiva,
pero su pronóstico no es tan desfavorable, una vez
que los datos de la literatura apuntan resultados
impresionantes y motivadores de recuperaciones
 

El trastorno de pánico es un síndrome caracterizado por la circunstancias de ataques de pánico clásicamente recurrentes, imprevisibles y espontáneos. Estos son episodios distintos de miedo o ansiedad que están asociados a diversos síntomas somáticos, como palpitaciones y sudor. Ellos se presentan tan dolorosos para el individuo que llegan a llevarlo a tener sensación de muerte. Su etiología, mientras, permanece aun desconocida para la medicina convencional.

No obstante, estudios con el genoma humano identificaron dosis de riesgo sugestivos en 1q, 7p15, 10q, 11p y 13q. Ya el sistema nervioso autónomo, en este síndrome, por lo  que se percibe,  exhibe 

un tonús simpático aumentado (este es un sistema de “alerta” que genera varias modificaciones en el cuerpo), se adapta más lentamente a estímulos repetidos (lo interesante es conseguir adaptarse más rápidamente al medio) y responde excesivamente a estímulos moderados (el ideal sería tener el equilibrio). Esto implica decir que, ciertamente, estos pacientes tienen una sensibilidad exacerbada a los síntomas somáticos, y esto desencadenaría en un estado de vigilancia creciente que precipita los ataques. Se sabe también que el tronco cerebral (compuesto por el mesencéfalo, por el bulbo y por el puente), el sistema límbico y el córtex  pre-frontal son las partes más importantes, en lo que abarca al sistema nervioso central, en la génesis de pánico. Neuroendocrinicamente hablando, se puede ver que, más allá de otras anormalidades, por lo menos tres sistemas neurotransmisores están envueltos: la noradrenalina, la serotonina y el ácido gama-aminobutírico (GABA). Recientemente, a través de investigaciones con imágenes cerebrales, como la tomografía por emisión de positrones, se percibe que los ataques de pánico están asociados a una vasoconstricción cerebral.

Hasta aquí, sin embargo, sólo se evidencian etiologías somáticas. No obstante, estas causas pueden ser llamadas, como acostumbro a hacer, como causas-consecuencias, de causas-instrumentos o de causas-media, ya que no logran ecuacionar el problema fundamental del inicio, siempre explicando los porqués a partir del momento en que se iniciaron los fenómenos. Es imperioso, por tanto, tener en cuenta los factores psicosociales.

El miedo es una de las principales fuerzas motivadoras
de la conducta humana, porque es el un factor
de preservación de la vida
 

Observándose así, las teorías cognitivo-comportamentales, se verá que, según el condicionamiento clásico, un estimulo nocivo que ocurre con un estímulo neutro puede resultar en la evitación del segundo. Estas teorías, con todo, a pesar de ser buenas para explicar la severidad de los ataques de pánico, no consiguen satisfacer, como tampoco no lo hacen las etiologías más biológicas supra-citadas, la siguiente pregunta: ¿por qué existe el primer ataque de pánico?

De ese modo, se hace necesario entender las etiologías psicológicas específicas. En esta perspectiva, pues, el miedo y la ansiedad son las figuras principales en la etiología. Y, a pesar de ser bastante similares, ellos poseen singularidades que los distinguen.

El miedo es una de las principales fuerzas motivadoras de la conducta humana. Eso es porque es un factor de preservación de la vida, de la defensa y de protección, que deriva del aumento del instinto de autodefensa, de conservación. Así, cuando es bien dirigido, el se transforma en prudencia y en equilibrio, ayudando en las decisiones tomadas, al menos en el inicio de la jornada evolutiva. Cuando, sin embargo, es desmedido, aumenta en expresiones psicopatológicas en forma, por ejemplo, de disturbio de pánico.

La ansiedad, a su vez, a pesar de tener su definición bastante difícil de ser hecha, incluso por cuestiones etimológicas, es un estado emocional no placentero caracterizado por sentimientos de una ante-visión desagradable de un peligro inminente. No se sabe, no obstante, el porqué. Antes, es un estado de angustia general, de anticipación del sufrimiento, que carece de un motivo obvio.  

Fuera de estas dos fuerzas, otra entidad merece relevancia, la culpa. Eso es porque esta, ciertamente, está íntimamente ligada a la génesis de aquellas. La culpa generaría el miedo, por diversos procesos, y estos, cuando son entregados al inconsciente profundo, podrían hacer surgir la ansiedad, en el momento en que apareciesen manifestaciones corpóreas. 

Es en el Espiritismo inmortal que, según el Espiritismo,
se encuentra el origen de todo proceso aflictivo, especialmente en las psicopatológicas
 

Esta trilogía, culpa-miedo-ansiedad, puede tener su origen en la infancia, como, además, señaló Sigmund Freud, a través de procesos educativos equivocados, por ejemplo, que sugieren miedo, por base en la educación amenazadora o basada en los cambios y en las recompensas; o que generan proyecciones por parte de los padres en los hijos, por base en el educar al niño como si esta fuese una continuación de los padres; geográficas, normalmente por los divorcios, no obstante, comercio emocional con los regalos comprados con el dinero que ganan a costa de la falta de convivencia familiar. Y, en individuos emocionalmente más frágiles, la propia condición vulnerable del planeta Tierra que está sujeta a tantas conmociones naturales, asociada a las noticias-basuras de los medios que exaltan lo esdrújulo y lo grotesco, pueden lograr generar estos estados descontrolados y, por eso mismo, psicopatológicos.

A este punto, con todo, se hace necesaria una reflexión sobre la naturaleza humana esencial y, así, imperioso es reformular los conceptos traídos por los sumarios que se destinan al estudio de la psique, añadiendo en ellos las palabras espíritu y periespíritu. Cuando esto ocurre, numerosos problemas insolubles lograrán obtener soluciones. Una vez que es en el Espíritu inmortal que se encuentra el origen de todo proceso aflictivo, especialmente en las psicopatologías. Valioso, por tanto, es recordar las palabras del eminente Allan Kardec: “tomando en consideración sólo el elemento material ponderable, la Medicina, en la apreciación de los hechos, se priva de una causa incesante de acción. En el conocimiento del periespíritu está la clave de numerosos problemas hasta hoy insolubles” (*)

De esa manera, admitida la existencia del espíritu y del envoltorio etéreo que lo reviste, se llega fácilmente, a la deducción de la realidad reencarnatoria del mismo. A este punto, se consigue entender que aquella trilogía (culpa-miedo-ansiedad), igualmente, puede tener su origen en las tramas espirituales, ya que el disturbio del pánico se encuentra enraizado en el ser que no consideró las Leyes de Dios y, porque estas están grabadas en la conciencia del individuo, aunque la justicia humana no consiga observar el delito, al propio infractor lo guarda  en sus telas psíquicas. 

La suma de procesos educativos y vivencias equivocadas
en diversas reencarnaciones contribuye para
la aparición del pánico
 

De ese modo, porque quedó impune, en vidas pasadas, se reencarna atendiendo a una necesidad íntima de librarse de la culpa, con una predisposición fisiológica, imprimiendo en los genes la necesidad de la reparación de los delitos. Esta culpa, aunque no se identifique en el presente con una causa obvia, genera una terrible angustia que hace al individuo tener una tendencia de auto-castigo, como recurso frustrante de librarse de ella. Además de eso, origina el miedo de ser identificado. Y este miedo siendo bombardeado, en el intento de ser olvidado, para el inconsciente profundo genera la ansiedad motivadora de las manifestaciones somáticas. Más allá de eso, la propia suma de procesos educativos y vivencias equivocadas en diversas reencarnaciones contribuye para la aparición del pánico.

Semejante estado, a su vez, abre las barreras psíquicas del individuo a las intervenciones de Espíritus desencarnados. Instalada la obsesión, por tanto, la víctima pasa a ser bombardeada, a través de un intercambio parasitario, con clichés de aterradoras imágenes, a su vez pueden ser obtenidas por las entidades espirituales, de los rincones del inconsciente del individuo infractor, cuando este se encuadra en el párrafo anterior, o incluso no tener relación profunda con los errores del pasado, siendo creaciones de los obsesores y aceptaciones de los obsesados; de la misma forma, una mezcla de estas situaciones.

De esa manera, sin sombra de dudas, como se puede observar, el trastorno de pánico es una dolencia por demás aflictiva. Pero, felizmente, su pronóstico no es tan desfavorable. Los datos de la literatura médica apuntan resultados impresionantes y motivadores de recuperaciones. Y, si estos sólo tienen en cuenta los beneficios de los fármacos y las psicoterapias, ¿qué decir de las posibilidades curadoras de la asociación de estos tratamientos a la terapeuta espiritual?

 

Referências:

1. Kaplan, Harold I. Sadock, Benjamin J. Grebb, Jack A. trad. Dayse Batista. Compêndio de Psiquiatria: ciências do comportamento e psiquiatria clínica. 7. ed. 6ª reimpressão. Porto Alegre: Artmed, 1997, capt. 16.2, p.553-562.

2. Harrison medicina interna. Editores Dennis L. Kasper... [et al.]. 16. ed. Rio de Janeiro: McGraw-Hill Interamericana do Brasil Ltda., 2006, capt. 371, p.2672-2674.

3. Moore, Burness E. Fine, Bernard D. Termos e conceitos psicanalíticos. 3. ed. Porto Alegre : Artes Médicas, 1992, p.17-18.

3. Grünspun, H. Distúrbios neuróticos da criança - Psicopatologia e Psicodinâmica. 1. ed. capt.15, p.455-456.

4. Machado, A. Neuroanatomia funcional. 2. ed. São Paulo: Editora Atheneu, 2005, cap.20, 27, 28, p.195, 270-271, 277.

5. Franco, Divaldo P. Amor, imbatível amor. Pelo Espírito Joanna de Ângelis. 2. ed. Bahia : Editora LEAL, 1998, capt.10, p.195-198.

6. Franco, Divaldo P. Autodescobrimento – uma busca interior. Pelo Espírito Joanna de Ângelis. 11. ed. Bahia : Editora LEAL, 1995, capt.9, p.117-120.

7. Franco, Divaldo P. Conflitos existenciais. Pelo Espírito Joanna de Ângelis. 1. ed. Bahia : Editora LEAL, 2005, capt.4, 6, 8, p.49-62, 73-82, 97-106.

8. Kardec, Allan. O Livro dos Espíritos. 76. ed. Rio de Janeiro : FEB, perguntas 459 e 621. (pela ordem de citação).

9. Kardec, Allan. O Livro dos Médiuns. 62. ed. Rio de Janeiro : FEB, parte II, capt.I, ponto 54, p.78. (*)

 


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