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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 104 – 26 de Abril del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

La fuerza del sol

 
 

Carlitos, un niño bueno y servicial, le gustaba ayudar a las personas.

Una cosa, sin embargo, Carlitos no soportaba: ver gente discutiendo o peleando.

Pronto se quedaba nervioso y entraba en medio de la discusión queriendo apartar la pelea. Eso ocurría en cualquier lugar en que estuviese: en su casa, en la escuela o en la calle.

En casa, cuando sus padres comenzaban a discutir por problemas domésticos, Carlitos se colocaba en medio de ellos, queriendo resolver su final.

En la escuela, muchas veces sus colegas se desentendían jugando al fútbol o por cualquier otro motivo, y marchaban para la pelea a empujones, puñetazos y puntapiés. Carlitos corría intentando separarlosy acababa en medio de la disputa.

Llegaba a casa desanimado, cansado, todo sucio y, no era raro, golpeado.

La  madre,  que  lo  conocía  muy bien, ya

sabía lo que había ocurrido, y lo aconsejaba con amor.

- Hijo mío, no hagas eso más. Cualquier día tú puedes golpearte seriamente intentando apartar una pelea. ¡Ten más cuidado! Llama a un adulto, al profesor responsable por el grupo.

¡Pero nada! Carlitos prometía no interferir más en discusiones, sin embargo cuando una pelea comenzaba, allá estaba él de nuevo en medio.

Cierto día, en que él había llegado con un ojo morado y la cabeza sangrando, la madre afligida le preguntó:

- ¿Qué ocurrió esta vez, hijo mío? ¡Mira tu estado! ¡Tú estás todo sucio, el uniforme rasgado, y estas golpeado! ¿Estuviste peleando de nuevo?

- ¡Claro que no, mamá! Al contrario. Intentaba separar a dos amigos míos que se pelearon jungando a la pelota.

La madre lo envolvió en un abrazo y dijo, con amor:

- Después hablaremos. Ahora ve a tomar un baño.

Cuando el niño salió del baño, ya con un aspecto mejor, ella hizo una cura en la cabeza de él y lo llamó para almorzar.

El padre, que llegaba en aquel momento, miró para el hijo, serio, respiró hondo e iba a reprenderlo, pero decidió mantenerse callado.

Los dos hermanos menores miraban para Carlitos y reían. Todos sabían lo que había ocurría.no era la primera vez que él llegaba golpeado a la casa.

- Parar de reír, vosotros dos. Eso no es un juego. Carlitos, hijo mío, almuerza y después te pondré una compresa en tu ojo para evitar que quede rojo.

Después de la comida, mientras colocaba la comprensa sobre el ojo de Carlitos, la madre hablaba con él diciendo:

- Manten la distancia cuando notes que una pelea está empezando, hijo mío.

- ¡Pero, mamá! ¡Quiero evitar que mis amigos peleen! No soporto verlos con la cara vuelta uno con el otro, con rabia.

- Yo sé que tu intención es buena, Carlitos. Para hacer eso, sin embargo, es preciso mantener cierta distancia de la pelea y, especialmente, obrar con tranquilidad, delicadeza, equilibrio y mucho amor.

- ¿Cómo es eso, mamá? ¿Qué es el equilibrio?

- Es cuando nos mantenemos controlados e imparciales en medio de una situación, esto es, sin ir para un lado o para el otro, guardando los mejores sentimientos. ¿Entendíste?

- Más o menos.

La madre procuró algo que pudiese servirle de ejemplo. De repente, miró por la ventana y vio el sol brillando fuera.

Llevó al muchachote hasta eljardín y preguntó:

-Carlitos, sin contar a Dios, qué es nuestro Padre y Creador del Universo, ¿qué existe de más grande y más poderoso en este mundo en que vivimos?

El niño pensó un poco y después respondió, mirando para lo alto:

- El Sol, mamá. Estudié en la escuela que el Sol es una estrella muchas veces mayor que nuestro planeta Tierra. El nos da luz, calor y condiciones de vivir. La profesora explicó que el Creador hizo todo tan bien hecho que, si el Sol estuviese un poco más distante de la Tierra, moriríamos congelados por falta de calor; si estuviese un poco más próximo, moriríamos quemados!

- Eso mismo, Carlitos. Y no sólo nosotros, seres humanos, sino todos los seres vivientes, animales y plantas. Entonces el Sol es poderoso y está bien distante de laTierra, ¿no es? No obstante, indispensable para la vida, sus rayos llegan hasta nosotros con delicadeza, sin abatirnos o herirnos; penetran los lugares más escondidos y profundos, con suavidad, llevando luz y calor.

El muchacho pensó un poco y dijo:

- Entendí adónde quieres llegar, mamá. Quieres decir que para ayudar no necesitamos entrar en la disputa, ¿no es?

- Exactamente, hijo mío. ¡Mira! Tú tienes sólo ocho años, pero eres más mayor que los chicos de tu edad. Entonces, ¿qué ocurre? Si los niños fueran menores, tú podrías golpearlos con tu fuerza.Si fueran mayores, tú acabarías golpeado.

- Es verdad, mamá. Entonces,¿qué puedo hacer?

- En la hora del peligro, piensa en Dios pidiendo que la paz y el entendimiento se establezcan. Después, si pudieras ayudar, hazlo, pero sin entrar en la pelea.

Apartir de ese día, al ver a los chicos discutiendo, Carlitos hizo una rápida oración y después dijo sereno:

- Calma, chicos. Vamos a intentar resolver ese problema en paz, ¿está bien? ¿Qué está pasando? ¿Puedo ayudar?

Oyéndole la voz tranquila, los amigos paraban de discutir, se calmaban los ánimos, y pronto estaban jugando de nuevo, felices por estar juntos y en paz.

No hay nada que no se pueda resolver, cuando existen buena voluntad y paz en el corazón.

                                                                  Tía Célia 

 
 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita