Carlitos, un niño bueno
y servicial, le gustaba
ayudar a las personas.
Una cosa, sin embargo,
Carlitos no soportaba:
ver gente discutiendo o
peleando.
Pronto se quedaba
nervioso y entraba en
medio de la discusión
queriendo apartar la
pelea. Eso ocurría en
cualquier lugar en que
estuviese: en su casa,
en la escuela o en la
calle.
En casa, cuando sus
padres comenzaban a
discutir por problemas
domésticos, Carlitos se
colocaba en medio de
ellos, queriendo
resolver su final.
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En la escuela, muchas
veces sus colegas se
desentendían jugando al
fútbol o por cualquier
otro motivo, y marchaban
para la pelea a
empujones, puñetazos y
puntapiés. Carlitos
corría intentando
separarlosy acababa en
medio de la disputa.
Llegaba a casa
desanimado, cansado,
todo sucio y, no era
raro, golpeado.
La madre, que lo conocía
muy bien, ya
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sabía lo
que había ocurrido, y lo
aconsejaba con amor. |
- Hijo mío, no hagas eso
más. Cualquier día tú
puedes golpearte
seriamente intentando
apartar una pelea. ¡Ten
más cuidado! Llama a un
adulto, al profesor
responsable por el
grupo.
¡Pero nada! Carlitos
prometía no interferir
más en discusiones, sin
embargo cuando una pelea
comenzaba, allá estaba
él de nuevo en medio.
Cierto día, en que él
había llegado con un ojo
morado y la cabeza
sangrando, la madre
afligida le preguntó:
- ¿Qué ocurrió esta vez,
hijo mío? ¡Mira tu
estado! ¡Tú estás todo
sucio, el uniforme
rasgado, y estas
golpeado! ¿Estuviste
peleando de nuevo?
- ¡Claro que no, mamá!
Al contrario. Intentaba
separar a dos amigos
míos que se pelearon
jungando a la pelota.
La madre lo envolvió en
un abrazo y dijo, con
amor:
- Después hablaremos.
Ahora ve a tomar un
baño.
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Cuando el niño salió del
baño, ya con un aspecto
mejor, ella hizo una
cura en la cabeza de él
y lo llamó para
almorzar.
El padre, que llegaba en
aquel momento, miró para
el hijo, serio, respiró
hondo e iba a
reprenderlo, pero
decidió mantenerse
callado.
Los dos hermanos menores
miraban para Carlitos y
reían. Todos sabían lo
que había ocurría.no era
la primera vez que él
llegaba golpeado a la
casa.
- Parar de reír,
vosotros dos. Eso no es
un juego. Carlitos, hijo
mío, almuerza y después
te pondré una compresa
en tu ojo para evitar
que quede rojo.
Después de la comida,
mientras colocaba la
comprensa sobre el ojo
de Carlitos, la madre
hablaba con él diciendo:
- Manten la distancia
cuando notes que una
pelea está empezando,
hijo mío.
- ¡Pero, mamá! ¡Quiero
evitar que mis amigos
peleen! No soporto
verlos con la cara
vuelta uno con el otro,
con rabia.
- Yo sé que tu intención
es buena, Carlitos. Para
hacer eso, sin embargo,
es preciso mantener
cierta distancia de la
pelea y, especialmente,
obrar con tranquilidad,
delicadeza, equilibrio y
mucho amor.
- ¿Cómo es eso, mamá?
¿Qué es el equilibrio?
- Es cuando nos
mantenemos controlados e
imparciales en medio de
una situación, esto es,
sin ir para un lado o
para el otro, guardando
los mejores
sentimientos.
¿Entendíste?
- Más o menos.
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La madre procuró algo
que pudiese servirle de
ejemplo. De repente,
miró por la ventana y
vio el sol brillando
fuera.
Llevó al muchachote
hasta eljardín y
preguntó:
-Carlitos, sin contar a
Dios, qué es nuestro
Padre y Creador del
Universo, ¿qué existe de
más grande y más
poderoso en este mundo
en que vivimos?
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El niño pensó un poco y
después respondió,
mirando para lo alto:
- El Sol, mamá. Estudié
en la escuela que el Sol
es una estrella muchas
veces mayor que nuestro
planeta Tierra. El nos
da luz, calor y
condiciones de vivir. La
profesora explicó que el
Creador hizo todo tan
bien hecho que, si el
Sol estuviese un poco
más distante de la
Tierra, moriríamos
congelados por falta de
calor; si estuviese un
poco más próximo,
moriríamos quemados!
- Eso mismo, Carlitos. Y
no sólo nosotros, seres
humanos, sino todos los
seres vivientes,
animales y plantas.
Entonces el Sol es
poderoso y está bien
distante de laTierra,
¿no es? No obstante,
indispensable para la
vida, sus rayos llegan
hasta nosotros con
delicadeza, sin
abatirnos o herirnos;
penetran los lugares más
escondidos y profundos,
con suavidad, llevando
luz y calor.
El muchacho pensó un
poco y dijo:
- Entendí adónde quieres
llegar, mamá. Quieres
decir que para ayudar no
necesitamos entrar en la
disputa, ¿no es?
- Exactamente, hijo mío.
¡Mira! Tú tienes sólo
ocho años, pero eres más
mayor que los chicos de
tu edad. Entonces, ¿qué
ocurre? Si los niños
fueran menores, tú
podrías golpearlos con
tu fuerza.Si fueran
mayores, tú acabarías
golpeado.
- Es verdad, mamá.
Entonces,¿qué puedo
hacer?
- En la hora del peligro,
piensa en Dios pidiendo
que la paz y el
entendimiento se
establezcan. Después, si
pudieras ayudar, hazlo,
pero sin entrar en la
pelea.
Apartir de ese día, al
ver a los chicos
discutiendo, Carlitos
hizo una rápida oración
y después dijo sereno:
- Calma, chicos. Vamos a
intentar resolver ese
problema en paz, ¿está
bien? ¿Qué está pasando?
¿Puedo ayudar?
Oyéndole la voz
tranquila, los amigos
paraban de discutir, se
calmaban los ánimos, y
pronto estaban jugando
de nuevo, felices por
estar juntos y en paz.
No hay nada que no se
pueda resolver, cuando
existen buena voluntad y
paz en el corazón.
Tía Célia
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