Discernimiento y buen
sentido
Los
espíritas deben siempre
reflexionar sobre lo que
leen, lo que hacen y
cómo hacen, y su
criterio de
discernimiento y bueno
sentido debe apoyarse en
la lógica
He ahí vocablos que
nunca pueden faltar en
la práctica espírita.
Una persona sin
discernimiento es
alguien que actúa sin
pensar, sin reflexión;
discernimiento es
exactamente una
apreciación previa de
hechos y situaciones,
prudencia en el actuar,
reflexionando con
antelación. Bueno
sentido es la facultad
de discernir, de juzgar,
de razonar.
Como espíritas somos
siempre invitados a
reflexionar sobre lo que
leemos, lo que hacemos,
cómo hacemos. El
criterio de
discernimiento y buen
sentido debe estar
apoyado en la lógica,
pero especialmente
conectado al bien
general. Esto exige
atención, madurez,
conocimiento.
Allan Kardec, El
Codificador de la
Doctrina Espírita, es
reconocido por los
espíritas como el "bueno
sentido encarnado", tan
grande su capacidad de
reflexionar con análisis
– que bien demostró en
sus escritos – delante
de los fenómenos que
tuvo oportunidad de
presenciar y estudiar.
La propia aceptación
personal de la realidad
de las manifestaciones
estuvo sujeta a esta
característica de su
personalidad,
acostumbrada al análisis
ponderado y cuidadoso de
hechos, situaciones y
novedades que la vida le
presentaba. Es
interesante ponderar
sobre este aspecto de la
personalidad del
entonces profesor
Rivail, pues el detalle
fue de máxima
importancia en la
organización del cuerpo
doctrinario del
Espiritismo, ya que él
todo sometía al análisis
previo de la razón, de
la lógica y del bueno
sentido.
Encarando los fenómenos
presentados por las
manifestaciones de los
Espíritus, Allan Kardec
los estudió y los
sometió a un riguroso
método científico de
observación, optando por
la publicación de
aquello que quedó
conocido como la
"universalidad de las
enseñanzas", quiere
decir: las enseñanzas
fueron las mismas,
aunque recibidos por
médiums desconocidos
entre sí, de diversos
puntos del planeta, y
primaban por la
concordancia entre sí.
Hecho notable ese, pues
esa concordancia es la
que da garantía de las
enseñanzas.
Los Espíritus superiores
quieren que nuestro
juicio se ejercite en
discernir lo verdadero
de lo falso
De esas reflexiones,
destacamos un tramo
importante cogido en la
Revista Espírita (1):
"Sabemos que los
Espíritus están lejos de
poseer la soberana
ciencia y que se pueden
engañar; que, a veces
emiten ideas propias,
justas o falsas; que los
Espíritus superiores
quieren que nuestro
juicio se ejercite en
discernir lo verdadero
de lo falso, aquello que
es racional de aquello
que es ilógico. Por eso
es por lo que nada
aceptamos a ciegas. Así,
no habría enseñanza
provechosa sin
discusión. Pero, ¿cómo
discutir comunicaciones
con médiums que no
soportan la más pequeña
controversia, que se
molestan con una
observación crítica, con
una simple observación,
y hallan sólo que no se
aplaudan las cosas que
reciben, aun aquellas
lanzadas de groseras
herejías científicas?
Esa pretensión estaría
desplazada si lo que
escriben fuera producto
de su inteligencia; es
ridícula desde que ellos
no son más que
instrumentos pasivos,
pues se asemejan a un
actor que quedaría
ofuscado, si nosotros
halláramos malos los
versos que tiene que
declamar. Su propio
Espíritu no se puede
chocar con una crítica
que no lo alcanza;
entonces es el propio
comunicante que se
ofende y transmite al
médium su impresión. Por
esto el Espíritu
traiciona su influencia,
porque quiere imponer
sus ideas por la fe
ciega y no por el
razonamiento o, lo que
da en lo mismo, porque
sólo él quiere razonar.
De eso resulta que el
médium que se halla con
tales disposiciones está
bajo el imperio de un
Espíritu que merece poca
confianza, desde que
muestra más orgullo que
saber. Así, sabemos que
los Espíritus de esa
categoría generalmente
alejan sus médiums de
los centros donde no son
aceptados sin reservas.
Ese capricho, en médiums
así alcanzados, es un
gran obstáculo al
estudio. Si sólo
buscáramos el efecto,
esto no tendría
importancia; pero como
buscamos la instrucción,
no podemos dejar de
discutir, aún con el
riesgo de disgustar a
los médiums. (...) A sus
ojos, los obsesionados
son aquellos que no se
inclinan delante de sus
comunicaciones. Algunos
llevan su
susceptibilidad a punto
de formalizarse con la
prioridad dada a la
lectura de las
comunicaciones recibidas
por otros médiums. ¿Por
qué una comunicación es
preferida a la suya? Se
comprende el malestar
impuesto por tal
situación. Felizmente,
en el interés de la
ciencia espírita, no
todos son así (...)".
(2)
Debemos tener el buen
sentido de analizar con
criterio
todo lo que venga de
los Espíritus
Observen los lectores
que la simple citación,
en el inicio del texto,
indicando que los
Espíritus no saben todo,
que pueden engañarse y
emitir ideas propias, ya
por sí sólo invita al
bueno sentido de
analizar con criterio
todo que venga de los
Espíritus. Este simple
cuidado es capaz de
alejar toda embestida de
misticismo que pueda
haber por iniciativa de
los Espíritus o aún en
el comportamiento que
venga de los encarnados,
una vez que sabiendo,
por anticipado, que los
Espíritus están aún en
estadios de evolución y
limitados en su saber y
moralidad, tendremos el
cuidado de evaluar y
reflexionar, usando el
discernimiento y el buen
sentido en esas
evaluaciones.
Por otro lado, sin
envolverse directamente
con los fenómenos
derivados de la
mediumnidad, la propia
vida del espírita, en
particular, sus acciones
e implicación en el
movimiento espírita
también solicitan la
aplicación de esos dos
principios. Sea en la
conducta, sea en la vida
social o familiar, pues
son principios guias de
una vida equilibrada.
Usándolos, siempre
tendremos donde
apoyarnos.
La continuidad del texto
presentado por Kardec,
arriba parcialmente
trascrito, permite
ensanchar el horizonte
de observación para otro
aspecto marcador de este
tesoro espiritual
llamado Espiritismo. Es
que, estudiándolo
metódicamente – con el
mismo sentido observador
y crítico,
característico del
discernimiento y del
bueno sentido –
alcanzaremos un escalón
importante en la
comprensión de su
propuesta: seremos
adeptos esclarecidos,
conscientes, coherentes.
El espírita tiene el
deber de obrar en favor
de sus hermanos, en
cuanto obra por el
propio progreso
Adeptos esclarecidos,
conscientes, coherentes
formarán la propia
conciencia espírita;
esta conciencia espírita
permitirá saber que
rumbo tomar, que
directrices usar,
identificar
irregularidad en la
práctica espírita –
inclusive de dirigentes,
que también son seres en
perfeccionamiento y
experiencias necesarias
– para actuar con
seguridad.
Ahora, es esta misma
conciencia espírita que
hace al espírita
comprender el deber de
actuar en favor de sus
hermanos, mientras actúa
concomitantemente por el
propio progreso; es ella
misma que toma
posiciones, que no se
deja abatir por los
obstáculos, que no se
aleja de la Doctrina en
virtud de
comportamientos
equivocados de
compañeros espíritas,
finalmente que ya
despierta para el grave
compromiso de estar
reencarnados.
Efectos naturales de una
conciencia espírita
formada por el estudio y
envuelta por las
virtudes del
discernimiento y del
bueno sentido, caminos
seguros para el espírita
consciente. Y ya que el
Espiritismo no está
restringido a la
práctica mediúmnica, el
campo es vasto y pide un
ponderado análisis de lo
que estamos haciendo.
Referências:
1. Publicação fundada
por Allan Kardec em
1858.
2. Trecho parcial de
discurso de Allan Kardec
na Sociedade Parisiense
de Estudos Espíritas, na
abertura do ano social,
em 1º de abril de 1862
(extraído da Revista
Espírita de junho de
1862, ano V, vol. 6,
edição EDICEL).
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