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Año 3 131 1º de Noviembre del 2009


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

Muertos

 
 
El origen del día de los Muertos nos lleva al año de 998, hace más de 1.000 años, cuando el abad de la Orden de los Benedictinos en Cluny, Francia, instituyó en todos los monasterios de la Orden en aquel país la conmemoración de los muertos el día 2 de noviembre, culto que la Santa Sé aplaudió y oficializó para todo el Occidente.

Como sabemos, es un día especial para los católicos, día en que es costumbre la ida a los cementerios para una reverencia especial a los entes queridos que partieron.

Si existen personas que lo observan solamente para atender a una tradición, hay personas que, inequívocamente, dedican ese día a una especie de reencuentro espiritual con sus amados. ¿Y los llamados muertos? ¿Ellos se sensibilizan con tales recuerdos?

El Espiritismo nos afirma que sí.

Quedan ellos contentos y sensibilizados con el recuerdo de sus nombres. Si son personas felices, ese recuerdo aumenta aún más su felicidad; si son infelices, el hecho constituye para ellos un alivio.

El día consagrado a los muertos, ellos atienden al llamamiento del pensamiento de los que buscan orar sobre su despojos, como en cualquier otro momento. Ese día, los cementerios están repletos de Espíritus, más que otros días, porque hay evidentemente en tal ocasión un número mayor de personas que los llaman.

Es un error, sin embargo, pensar que es la multitud de curiosos que los atrae al campo santo. No. Cada uno que allí comparece actúa así a causa de sus amigos y no por la reunión de los indiferentes que, muchas veces, visitan los cementerios como manera de pasar el tiempo.

Reportándose al día de los Muertos, Charles Nodier (Espíritu) explica que en esa fecha los Espíritus van a los cementerios porque los pensamientos y las plegarias de los seres amados allí se presentan. Y aprovecha para dejarnos – a nosotros que aún estamos encarnados – una lección preciosa: "Conforme la manera en que hayáis vivido aquí debajo, seréis recibidos ante Dios. ¿Qué es la vida, a fin de cuentas? Una cortísima emigración del Espíritu en la Tierra; tiempo, sin embargo, en que puede amontonar un tesoro de gracias o prepararse para crueles tormentos". (Revista Espírita de 1860, pág. 408.)

Según lo que aprendemos en el Espiritismo, no es, sin embargo, indispensable comparecer al cementerio para homenajear al ente querido que partió. La visita al túmulo es un modo de manifestar que se piensa en el Espíritu ausente – sirve de imagen –, pero es la plegaria que santifica el acto de recuerdo, poco importando el lugar, si ella es dictada por el corazón.

Eso significa que las personas impedidas de moverse, sea por las condiciones de salud, sea por la edad avanzada, podrán enviar por las ondas poderosas del pensamiento su abrazo, su vibración, su cariño a los entes queridos que volvieron a la patria espiritual antes de nosotros.
 


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita