La misión de Jesús
Presentamos en esta edición
el tema
nº
134
del Estudio Sistematizado de
la Doctrina Espirita, que
está siendo presentado aquí
semanalmente, de acuerdo con
el programa elaborado por la
Federación Espirita
Brasileña, estructurado en
seis módulos y 147 temas.
Si el lector utiliza este
programa para el estudio en
grupo, sugerimos que las
cuestiones propuestas sean
debatidas libremente antes
de la lectura del texto que
a ellas sigue.
Si es destinado solamente
para uso por parte del
lector, pedimos que el
interesado intente
inicialmente responder las
cuestiones y solo después
lea el texto referido. Las
respuestas correspondientes
a las cuestiones presentadas
se encuentran al final del
texto abajo.
Cuestiones
para debate
1. ¿En qué consistió,
verdaderamente, la misión de
Jesús?
2. Dice Mateo que el pueblo
israelita admiraba el modo
como Jesús hablaba. ¿Por
qué?
3. ¿Qué recurso de estilo
utilizaba Jesús
acostumbradamente en sus
predicaciones?
4. Muchas revelaciones nos
fueron hechas por Jesús.
Mencione, de entre ellas,
las que considere más
importantes.
5. El Espiritismo no
considera milagros ni las
curas ni los prodigios
operados por Jesús. El
verdadero milagro que él
operó fue otro. ¿Qué milagro
fue ese?
Texto para la
lectura
El pueblo israelita pensaba
que Jesús enseñaba como
quien tenía autoridad
1. Jesús vino al mundo para,
como profetizó Isaías, hacer
irradiar la luz a los que se
hallaban en la región de la
muerte, dar creencia a los
que no la tenían, guiar a
los que se habían perdido y
se hallaban desviados del
camino de la vida y,
finalmente, presentarse a
todos cómo el
modelo, el paradigma, el
enviado de Dios, el único
capacitado para legarnos a
nosotros una enseñanza pura
y perfecta. Es de ahí que
surgiría la conocida
sentencia que el evangelista
Juan le atribuyó: “Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida;
nadie va al Padre sino por
mí” (Juan, 14:6).
2. Descendiendo de una
Esfera Superior, Jesús
surgió entre los terráqueos,
no entre sedas y alabastros,
sino en un humildísimo y
tosco pesebre. Presentándose
como el Mesías anunciado por
los profetas de la
Antigüedad, fue recibido con
desconfianza, incluso por
Juan Bautista, el precursor,
que cierta vez envió dos
emisarios para saber si él
era, realmente, el esperado
Hijo de Dios. Iniciando la
predicación del Reino de los
Cielo, no consiguió la
comprensión inmediata ni al
menos de sus discípulos. Y
de ese modo ejercería su
ministerio, entre
incomprensión y desprecio,
amargura y soledad.
3. Nadie ignora la extrema
simplicidad, la completa
humildad, la pobreza, sin
atavíos y la sencillez con
que Jesús marcó su presencia
y su mesianato en nuestro
planeta. Sin tener siquiera
donde reclinar la cabeza y
sin nada poseer en términos
materiales, se cercó de
personas incultas y reunió
en torno de sí amigos rudos
e iletrados de una de las
regiones
pobres pertenecientes al
Imperio Romano. Peregrino
paupérrimo, sin bolsa ni pan
tosco, jamás ocupó ninguna
cátedra y, sin nada haber
escrito, dividió las eras
terrestres en antes y tras
él, como nadie jamás lo
hizo,
permaneciendo para siempre
como la mayor presencia, el
más alto marco, de más
elevada e inmortal expresión
de toda la historia humana,
en todas las épocas del
mundo.
4. Un hecho, sin embargo,
digno de nota es que, a
pesar de la resistencia de
los israelitas en
reconocerlo como el Mesías
predicho en las Escrituras,
el pueblo que lo escuchaba
admiraba su doctrina porque
percibía que él enseñaba
como quién tenía autoridad,
una calidad que no se
destacaba en las
explicaciones hechas por los
escribas (Mateo, 7:28-29).
Verdades transcendentales e
importantes nos fueron
traidas por Jesús
5. En efecto, los escribas y
los rabinos del mosaísmo, al
contrario, acostumbraban a
ser muy minuciosos en la
explicaciones de los
ceremoniales y de las
prácticas exteriores del
culto, pero nunca habían
expuesto verdades tan
profundas ni le
sensibilizaron los corazones
con tan expresivos
llamamientos a la rectitud
del carácter, a la blandura,
a la caridad, a la
misericordia, al perdón, a
la tolerancia y al desapego
de bienes terrenos, como
Jesús hizo en el sermón de
la montaña y en incontables
otras ocasiones.
6. Como sabio educador que
siempre fue, el Maestro
recurría con frecuencia a
las parábolas a fin de
interesar mejor e
impresionar a sus oyentes.
Ese recurso hizo que sus
enseñanzas alcanzaran
directamente las mentes y
los corazones de los hombres
y, además de eso, se
perpetuaran en la memoria de
los pueblos a lo largo de
los siglos.
7. Verdades transcendentales
e importantes nos fueron
traídas por Jesús y
registradas en los
Evangelios. Cristo nos
reveló la amorosa paternidad
del Dios Eterno, nos
concienció de su omnipotente
bondad, de su misericordia e
infalible justicia, de su
presencia omnipotente y
perenne, enseñándonos a
elevar hasta Él la fuerza de
nuestro pensamiento y a
confiar con filial devoción
en su infatigable
providencia.
8. Al proclamar esta
síntesis de la justicia
indefectible – “Cada uno
será dado según sus obras”
–, el Cristianismo se afirma
como la doctrina de la
moralización de las
costumbres y de la ética en
sus aspectos más excelentes.
Lejos de constituirse en una
nueva secta o un nuevo
partido, es el, en verdad,
un código de moral que
comprende el derecho de
todos y establece, a la vez,
la responsabilidad de cada
individuo según las
condiciones en que se
encuentra y la influencia
que ejerce en el seno de la
colectividad.
El verdadero milagro de
Jesús no consistió en las
curas que operó
9. Para ser cristiano, en el
verdadero sentido de la
palabra, es preciso, por
encima de todo, ser fiel a
Dios, no sólo en los
momentos de tranquilidad
sino sobre todo en las horas
tormentosas, en que todo
parece caer y perecer. El
divino legado de Jesús, que
la Humanidad aún no consigue
entender, es el de un mundo
feliz, de paz y de amor, sin
injusticias, sin oprobios,
sin miseria, sin orfandad,
sin crímenes, sin odios, sin
fratricidios y sin guerras.
10. En el ejercicio de su
misión de amor, Jesús operó
fenómenos considerados
milagrosos; sin embargo, las
curas y los prodigios por él
realizados pertenecen en su
mayoría a la orden de los
fenómenos psíquicos, o sea,
fenómenos que tienen como
causa primera las facultades
y los atributos del alma,
razón por la cual muchos de
ellos fueron repetidos a lo
largo de la historia por
individuos diversos,
confirmando esta conocida
afirmación del Mesías: “Lo
que yo hago vosotros podéis
hacer también, y mucho más”.
11. Espíritu perfecto y
sabio, Jesús operaba
prodigios a los ojos de los
terrícolas aun ignorantes,
sin derogar ninguna ley de
la naturaleza. Manipulaba
los fluidos como lúcido
conocedor de sus propiedades
y cualidades y, por lo
tanto, no hay por qué hablar
de milagros en las curas que
operó. (Consúltese sobre
el asunto el libro “La
Génesis”, de Allan Kardec,
cap. XIV y XV.)
12. El verdadero milagro de
su pasaje por la Tierra fue
otro, o sea, haber
conseguido en poco más de
tres años, sin nada haber
escrito y viviendo en una de
las regiones más pobres de
su época, modificar la faz
espiritual del mundo en que
vivimos, el cual, desde
entonces, divide su historia
en “antes” y “después” de
Cristo.
Respuestas a las cuestiones propuestas
1. ¿En qué consistió,
verdaderamente, la misión de
Jesús?
Jesús vino al mundo para
hacer irradiar la luz a los
que se hallaban en la región
de la muerte, dar creencia a
los que no la tenían, guiar
a los que se habían perdido
y se hallaban desviados del
camino de la vida y,
finalmente, presentarse a
todos como el modelo, el
paradigma, el enviado de
Dios, el único capacitado
para legar a nosotros una
enseñanza pura y perfecta.
2. Dice Mateo que el pueblo
israelita admiraba el modo
como Jesús hablaba. ¿Por
qué?
El pueblo que lo escuchaba
admiraba su doctrina porque
percibía que él enseñaba
como quién tenía autoridad,
una cualidad que no se
destacaba en las
explicaciones hechas por los
escribas.
3. ¿Qué recurso de estilo
utilizaba Jesús
acostumbradamente en sus
predicaciones?
El Maestro recurría con
frecuencia a las parábolas a
fin de interesar mejor e
impresionar a sus oyentes.
Ese recurso hizo que sus
enseñanzas alcanzaran
directamente las mentes y
los corazones de los hombres
y, además de eso, se
perpetuaron en la memoria de
los pueblos a lo largo de
los siglos.
4. Muchas revelaciones nos
fueron hechas por Jesús.
Mencione, de entre ellas,
las que considere más
importantes.
Él nos reveló la amorosa
paternidad del Dios Eterno,
nos concienció de su
omnipotente bondad, de su
misericordia e infalible
justicia, de su presencia
omnipotente y perenne,
enseñándonos a elevar hasta
Él la fuerza de nuestro
pensamiento y a confiar con
filial
devoción en su infatigable
providencia. El divino
legado de Jesús, que la
Humanidad aún no consigue
entender, es lo de un mundo
feliz, de paz y de amor, sin
injusticias, sin oprobios,
sin miseria, sin orfandad,
sin crímenes, sin odios, sin
fratricidios y sin guerras.
5. El Espiritismo no
considera milagros ni las
curas ni los prodigios
operados por Jesús. El
verdadero milagro que él
operó fue otro. ¿Qué milagro
fue ese?
Espíritu perfecto y sabio,
Jesús operaba prodigios a
los ojos de los terrícolas
aún ignorantes, sin derogar
ninguna ley de la
naturaleza. Pero el
verdadero milagro de su
pasaje por la Tierra fue
otro, o sea, haber
conseguido en poco más de
tres años, sin nada haber
escrito y viviendo en una de
las regiones más pobres de
su época, modificar la faz
espiritual del mundo en que
vivimos, el cual, desde
entonces, divide su historia
en “antes” y “después” de
Cristo.
Bibliografia:
A Gênese,de
Allan Kardec, cap.
XIV, item 31,
e cap. XV, itens 1 e 2.
Boa Nova,
de Humberto
de Campos, psicografado por
Francisco Cândido Xavier, p.
48.
O Espírito do
Cristianismo,
de Cairbar
Schutel, p. 20.
Páginas de
Espiritismo Cristão,
de Rodolfo
Calligaris, pp. 172 e 173.
O Sermão da
Montanha,
de Rodolfo
Calligaris, pp. 209 e 210.
A Caminho da
Luz,
de Emmanuel,
psicografado por Francisco
Cândido Xavier, p. 108.
Em Torno do
Mestre,
de Vinícius,
pp. 128, 229, 235 e 304.