Rápidas y
radicales. He
ahí los
adjetivos con
que podemos
calificar las
transformaciones
que vienen
ocurriendo en el
mundo en los
últimos años. En
Europa y en
varios lugares,
los regímenes
autoritarios
dieron paso a la
participación
popular por
medio del voto.
Muy poca sangre
fue
derramada en
base a los
cambios tan
grandes. Como en
un pase de
magia,
desapareció el
pánico que era
consecutivo a la
hostilidades de
las
superpotencias y
a los riesgos de
una hecatombe
nuclear.
Evidentemente,
muchos
conflictos aún
persisten y
están lejos de
acabar. El mundo
no está excluido
de grandes
pruebas y la paz
no es una
cuestión
resuelta en
nuestro globo.
Pero nadie
contesta que el
planeta presenta
en este inicio
de milenio un
escenario bien
diferente de
aquel que, cien
años atrás,
fomentó a 1ª
Guerra Mundial y
los conflictos
que se
siguieron.
La obra
Transcomunicación,
de Clóvis S.
Nunes, lanzada
hace casi veinte
años por Edicel,
nos llevó a
pensar que los
cambios
políticos y
sociales
ocurridos en la
vieja Europa,
deflagrados
enseguida del
derribo del muro
de Berlín,
coincidirían con
un nuevo
hervidero de
manifestaciones
espíritas
semejante a la
era de las
hermanas Fox,
cuya
consecuencia fue
el advenimiento
de la Doctrina
Espírita. Ney
Prieto Peres ya
se había
referido al
hecho en una
conferencia
realizada en la
Universidad
Estatal de
Londrina el año
anterior.
Miles de
investigadores,
sobre todo en
Alemania, se
inclinaron
entonces sobre
el intento de
obtención, por
medio de
instrumentos
electrónicos, de
las pruebas de
la supervivencia
del alma y del
establecimiento
de un
intercambio
regular entre
nosotros y los
llamados
muertos.
El tiempo pasó y
poco se avanzó
en las referidas
investigaciones.
Debe haber,
ciertamente,
motivos para
eso. Tal vez no
haya sonado la
hora para que
una nueva
eclosión de
fenómenos
espíritas se
verifique en el
Viejo Mundo,
pero que tal
hecho ocurrirá
no tengamos
duda.
Claro que los
espíritas
brasileños no
necesitan de
pruebas acerca
de la
inmortalidad del
alma y de la
posibilidad de
intercambio
entre nosotros y
el plan
espiritual. Es
preciso, con
todo, convenir
que el éxito de
la comunicación
vía instrumento
electrónico, por
no poder ser
negado por la
ciencia
materialista, ha
de determinar un
cambio de rumbos
en los
currículos
escolares y en
la visión de las
diferentes
disciplinas
científicas. El
alma o Espíritu
pasará a ser,
entonces, objeto
de investigación
y no simplemente
el producto de
una creencia
particular y
mística, en que
se apoyan las
religiones
dogmáticas.
Obviamente, los
cambios rápidos
y radicales que
ya se verifican
en nuestro mundo
no pueden ser
atribuidos al
mero acaso. Se
trata de un
proyecto más
amplio, como
algunos
Espíritus ya
dijeron en las
diversas
oportunidades en
que pudieron ser
oídos en las
experiencias de
transcomunicación
instrumental.
“Vosotros
investigan ahí y
nosotros
investigamos
aquí, siempre
con el mismo
objetivo”, he
ahí como se
pueden resumir
las
informaciones
que los
inmortales nos
transmiten para
decir que la
vida continúa y
no se resume al
tímido escenario
del globo en que
vivimos.
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