El Amor
como Ley
Lázaro
(Espíritu),
en un
mensaje
publicado
por
Kardec,
dice que
la Ley
de Amor
sustituye
la
personalidad
por la
fusión
de los
seres y
aniquila
las
miserias
sociales,
porque
el amor
es el
agente
eficaz
capaz de
superar
obstáculos
|
Madre
Teresa
de
Calcuta |
|
El amor
es Ley
de la
Vida. En
él nos
movemos,
él nos
sostiene,
a él nos
destinamos.
Creados
por el
amor de
un Padre
que nos
destina
a la
felicidad
– a ser
construida
por el
mérito
de los
propios
esfuerzos
– y
siempre
amparados
por el
amor de
hermanos
más
expertos
y que ya
subieron
escalones
de
sabiduría
e
iluminación
interior,
nos
situamos
todos
como
aprendices.
Felizmente,
sin
embargo,
siempre
guiados
por
seres
luminosos
que,
habiendo
alcanzado
madurez,
se
vuelven
para
orientarnos
el
difícil
y lento
caminar.
Madre
Teresa
de
Calcuta
se decía
el
lápiz de
Dios,
afirmando
que
quién
escribía
era el
Señor.
Chico
Xavier
se decía
una
mota.
|
|
La
Hermana Dulce
afirmó que
la
miseria es falta
de amor entre
los hombres.
En la
misma línea de
razonamiento,
Jesús – la mayor
referencia que
tenemos en
términos de
amor, pureza y
grandeza –
también afirmó
que no vino a
destruir la ley,
sino a darle
cumplimiento.
Como
afirma Kardec,
ese darle
cumplimiento
quiere decir
desarrollarla,
darle su
verdadero
sentido y
apropiarla al
grado de
adelantamiento
de los hombres
(1).
No es preciso
dar ejemplo,
pues la vida y
los actos
morales y
enseñanzas de
Jesús son muy
claros.
Sin
embargo,
lo que se
percibe es que
personajes
de la
grandeza
de Madre
|
|
Chico
Xavier |
|
|
Teresa,
Chico Xavier o
Hermana Dulce
siguen por el
mismo camino.
(2)
Son
Espíritus
maduros,
conscientes,
experimentados y
esencialmente
ejemplificadores
de la Ley de
Amor, que otra
no es sino la de
la caridad. La
misma caridad –
que,
dígase, está
mucho más allá
de la limosna y
más en las
relaciones – que
inspiró Vicente
de Paúl,
Francisco
de Asís y
otros
expresivos
o anónimos
|
nombres
que vivieron y
viven sus vidas
en el sentido de
aliviar,
beneficiar,
amparar y
atender a la
necesidades de
sus hermanos de
camino. |
El
desprendimiento
de esos
personajes,
la
obediencia
a que se
someten,
la
humildad
– y a la
vez
firmeza
– y
resignación
que
demuestran
y viven,
hablan
más que
mil
palabras
del
sentido
y
conciencia
íntimas
ya
adquiridas
en el
objetivo
de vivir
el amor.
Finalmente,
cuando
indagado
sobre el
mayor
mandamiento
de la
Ley, la
respuesta
del
Maestro
de la
Humanidad
fue
clara:
“Amaréis
al Señor
vuestro
Dios de
todo
vuestro
corazón,
de toda
vuestra
alma y
todo
vuestro
espíritu;
es el
mayor y
primer
mandamiento.
Y he ahí
el
segundo,
que es
semejante
a aquel:
amaréis
a
vuestro
prójimo
como a
vosotros
mismos.
Toda la
ley y
los
profetas
están
contenidos
en esos
dos
mandamientos”,
conforme
anotó
Mateo.
Jesús es
el
inspirador
de los
que
dignifican
nuestra
condición
humana
Por otro
lado, la
síntesis
de la
Ley de
Amor,
expresa
en el
“Haced a
los
hombres
todo lo
que
queréis
que
ellos os
hagan,
porque
es la
ley y
los
profetas”,
en la
anotación
de
Mateo, y
en el
“Tratad
a todos
los
hombres
de la
misma
forma
que
querríais
que
ellos os
trataran”,
en el
registro
de
Lucas,
igualmente
siguen
en el
mismo
sentido
de ese
amor,
atención
y
cuidados
para con
el
prójimo,
sin
olvidar
que el
mismo
proceder
debe ser
aplicado
a
nosotros
mismos,
lo que
no es
vanidad,
sino
expresión
también
de amor,
una vez
que
debemos
de la
misma
forma
respetarnos
y amar.
Tales
consideraciones
nos
llevan
de
vuelta a
los
ejemplos
citados
en el
inicio
del
presente
capítulo.
¿Qué
motivaciones
llevaron
a la
Hermana
Dulce y
Madre
Teresa a
actuar
como
actuaron?
¿Qué
fuerza
es esa
que las
movían
en favor
de los
pobres y
desvalidos,
olvidados,
enfermos
y
abandonados?
De la
misma
forma,
Chico
Xavier –
inspirador
en
Brasil
de las
iniciativas
en favor
de los
pobres –
granjeó
respeto
nacional.
Esos
ejemplos,
entre
tantos
otros
que
pueden
ser
citados
–
inclusive
los
anónimos
– siguen
en el
mismo
sentido:
atender
a la
necesidades,
buscar
aquel
que
sufre
para
suavizarle
las
dificultades,
extender
el mirar
compasivo
de la
compasión,
ofrecer
la mano
amiga,
la
palabra
estimuladora
y de
cariño
y,
esencialmente,
amar,
como
recomienda
la Ley
Divina y
enseñó
el
Maestro
de la
Humanidad.
De
hecho,
vale
decir,
Jesús es
el
Supremo
Inspirador
de esos
nobles
personajes
que
dignifican
nuestra
condición
humana.
Las
extensas
filas de
personas
que
buscan
sopa en
diferentes
instituciones
– de
variadas
denominaciones
religiosas
en
Brasil
–, que
se
acumulan
para
recibir
la cesta
de
Navidad,
que
buscan
los
bazares
de ropas
usadas y
donadas,
que
necesitan
del
socorro
médico y
odontológico
gratuito,
que se
benefician
de los
cursos
para
profesionales
igualmente
gratuitos,
o aún
del
corte de
cabello,
entre
otras
acciones
voluntarias,
de
diferentes
iniciativas,
nos
vienen a
decir de
esa
fuerza
solidaria,
inspirada
por el
amor,
que
mueve
tanta
gente en
todas
partes.
Aquí
hablamos
de
Brasil,
pero no
es otra
la
fuerza
que
mueve la
Cruz
Roja
Internacional,
entre
tantas
otras
ONGs
esparcidas
por el
planeta.
La
solidaridad,
inspirada
del
amor, se
mueve...
El amor
es, de
hecho,
el
responsable
por las
Santas
Casas de
Misericordia,
Casas
San
Vicente
de Paúl,
asilos,
orfanatos,
guarderías,
APAEs,
entre
tantas
iniciativas,
en sus
orígenes,
aunque
sujetas
a la
burocracia,
exigencias
y
necesidades
de
nuestro
tiempo.
Es el
amor,
ese
agente
eficaz
capaz de
superar
obstáculos
e
inspirar
tales
acciones.
Es que
la
solidaridad,
inspirada
del
amor, se
mueve...
Por eso,
el
Espíritu
Lázaro
(3)
enfatiza:
“(...)
La Ley
de Amor
sustituye
la
personalidad
por la
fusión
de los
seres y
aniquila
las
miserias
sociales.
(...)”.
Ahora,
ese
aniquilar
de las
miserias
sociales
(invito
al
lector a
ampliar
el
significado
de la
expresión
miseria
social,
que, es
obvio,
no se
resume
al
hambre o
a la
miseria
material)
es
justamente
la
iniciativa,
o las
iniciativas,
de
suavizar
las
dificultades
ajenas.
Y los
personajes
citados
en el
presente
capítulo
fueron
maestros
en
enseñarnos
cómo
hacerlo,
ejemplificando,
especialmente
a través
del
desprendimiento
y de la
compasión,
ese ir
al
encuentro
de las
dificultades
ajenas.
En el
capítulo
XI del
Evangelio
según el
Espiritismo,
ítem 9,
el
Espíritu
Fenelón
también
afirma:
“(...)
para
practicar
la ley
de amor,
tal como
Dios la
entiende,
es
preciso
que
lleguéis,
progresivamente,
a amar a
todos
vuestros
hermanos,
indistintamente(...)
Dios lo
quiere,
y la ley
de amor
es el
primer y
el más
importante
precepto
de
vuestra
nueva
doctrina,
porque
es la
que
deberá,
un día,
matar el
egoísmo,
bajo
cualquier
forma
que él
se
presente
(...)”.
En la
elaboración
del
presente
abordaje
es
preciso
un
esfuerzo
enorme
para
resistir
al deseo
de hacer
otras
transcripciones,
tamaña
la
monumental
belleza
del
capítulo
XI del
citado
libro
que
Kardec
tituló
Amar
el
prójimo
como a
sí mismo.
Las
consideraciones
del
Codificador
y los
mensajes
seleccionados
e
incluidos
en el
subtítulo
Instrucciones
de los
Espíritus
hacen
del
capítulo
un
precioso
documento
para
entender
bien esa
notable
Ley del
Amor.
Interesante
porque
en el
mismo
capítulo
hay
abordajes
también
sobre la
caridad
para con
los
criminales
que se
amplían
en el
capítulo
siguiente,
el
número
XII,
titulado
Amad
a
vuestros
Enemigos,
igualmente
con
valiosas
consideraciones
y
mensajes
sobre
venganza,
odio y
aún los
enemigos
desencarnados.
¡Es que
el amor
no se
agota!
Por eso
no es
por
casualidad
que el
capítulo
XIII, en
la
secuencia,
aborda
Las
desdichas
ocultas,
El
óbolo de
la viuda,
La
caridad
material
y la
caridad
moral,
La
Beneficencia
y La
Piedad,
entre
otros
subtítulos.
Nótese
que todo
sigue en
el
sentido
de la
caridad,
todo
para
enseñarnos
que
necesitamos
respetar,
entender
y
auxiliar
al
prójimo,
a pesar
de sus
equívocos
y
dificultades,
es
porque
todos
nosotros
igualmente
necesitamos
de todo
eso.
Fuera de
la
caridad
no hay
salvación
Kardec
usó ese
título
para el
capítulo
XV de la
tercera
obra de
la
Codificación
del
Espiritismo,
ya
referida
en el
presente
capítulo.
Abriendo
el
capítulo
con la
conocida
Parábola
del Buen
Samaritano,
el
Codificador
afirma
en sus
consideraciones
iniciales,
en el
ítem 3,
que
“Toda la
moral de
Jesús se
resume
en la
caridad
y en la
humildad,
quiere
decir,
en las
dos
virtudes
contrarias
al
egoísmo
y al
orgullo.
(...)”.
De la
misma
forma
utilizó
la 1ª
Epístola
a los
Corintios,
cap.
XIII, v.
de 1 a 7
y 13, de
Paulo,
justamente
abordando
la
caridad,
que,
según el
Apóstol,
“(...)
es
paciente;
es dulce
y
benefactora;
la
caridad
no es
envidiosa;
no es
temeraria
y
precipitada;
no se
llena de
orgullo;
no es
desdeñosa;
no busca
sus
propios
intereses;
no se
enfada y
no se
irrita
con
nada; no
sospecha
nada; no
se
regocija
con la
injusticia,
más se
regocija
con la
verdad;
todo
soporta,
todo
cree,
todo
espera,
todo
sufre
(...)”.
Allan
Kardec
nos
hace,
entonces,
reflejar
seriamente
sobre la
virtud
excelente
de la
caridad,
en
consideraciones
oportunísimas
que el
lector
encuentra
en el
ítem 8
del
citado
capítulo
XV y
premia
al
estudioso
con el
mensaje
dictado
por el
propio
Pablo en
1860,
justamente
con el
título
Fuera
de la
Caridad
no hay
salvación,
auténtica
bandera
del
Espiritismo.
En el
referido
mensaje,
que
cierra
el
capítulo,
que
debemos
constantemente
leer,
releer,
divulgar
y
estudiar,
leemos
lo
siguiente:
“(...)
Nada
expresa
mejor el
pensamiento
de
Jesús,
nada
resume
mejor
los
deberes
del
hombre,
que esta
máxima
de orden
divino:
el
Espiritismo
no podía
probar
mejor su
origen
que
dándola
por
regla,
porque
ella es
el
reflejo
del más
puro
Cristianismo;
con
tal guía
el
hombre
no se
perderá
jamás.
Aplicaos,
pues,
mis
amigos,
en
comprenderle
el
sentido
profundo
y las
consecuencias,
y en
buscar,
por
vosotros
mismos,
todas
sus
aplicaciones.
Someted
todas
vuestras
acciones
al
control
de la
caridad,
y
vuestra
conciencia
os
responderá;
no
solamente
ella os
evitará
de hacer
el mal,
sino os
llevará
a hacer
el bien:
porque
no basta
una
virtud
negativa,
es
preciso
una
virtud
activa;
para
hacer el
bien es
preciso
siempre
la
acción
de la
voluntad;
para no
hacer el
mal
basta,
frecuentemente,
la
inercia
y
negligencia
(...)”.
El
incomparable
Sermón
de la
Montaña
No
podría
concluir
el
capítulo
sin
referirme
al
incomparable
Sermón
de la
Montaña.
Tamaña
es su
expresión,
de
orientación
y
consuelo,
que él
no puede
ser
olvidado.
Al
contrario,
debe y
precisa
ser
estudiado
para
estar
con
nosotros
en las
luchas
internas
y
externas
de
nuestro
camino
evolutivo.
Pues que
directamente
conectado
a la
caridad,
inclusive
para con
nosotros
aún,
necesita
aquí ser
recordado
con
énfasis,
aunque
rápidamente.
Muchas
obras
fueron
escritas
e
inspiradas
por su
valioso
contenido,
de
autores
encarnados
y
desencarnados.
Deseamos,
sin
embargo,
sugerir
a los
lectores
el
conocimiento
de
algunas
obras
específicas,
muy
valiosas
por sí
sólo en
la
comprensión
de ese
consuelo
expresado
en el
inolvidable
Sermón
de la
Montaña:
•
El
Secreto
de las
Bienaventuranzas,
de José
Lázaro
Boberg,
Editora
EME. Una
obra
notable,
de casi
400
páginas,
dividida
en siete
partes y
que
suministra
substancioso
estudio
al
lector.
No deje
de
conocerlo;
•
La Voz
de la
Montaña,
de
Richard
Simonetti,
Editora
FEB. El
conocido
y lúcido
autor,
con su
acostumbrada
didáctica,
ofrece
un
valioso
estudio,
destacando
tramos
del
texto
original;
•
Jerónimo
Mendonça
y Chico
Xavier:
La
fórmula
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felicidad,
Editora
Mythos.
De
autoría
de
Jamiro
dos
Santos
Filho,
la obra
compara
el
Sermón
de la
Montaña
como la
única
Fórmula
de la
Felicidad,
revelada
por
Chico a
Jerónimo;
•
Diversos
libros
de la
consagrada
autora
Therezinha
Oliveira,
de
Campinas.
La
fecunda
autora
tiene
varios
libros
publicados
sobre
estudios
del
Evangelio.
Sugerimos
una
investigación
en
nombre
del
autor,
por
tratarse
de una
estudiosa
muy
dedicada
y con
óptimos
trabajos
publicados
por la
Editora
CEAK.
Notas:
(1)
El
Evangelio
según el
Espiritismo,
capítulo
I, ítem
3.
(2)
Los
ejemplos
de Madre
Teresa,
Chico
Xavier y
Hermana
Dulce
ofrecen
material
vasto
para
estudios
y
reflexiones
en torno
a esa
virtud
extraordinaria,
que es
la
caridad,
fruto, a
buen
seguro,
de la
Ley de
Amor,
establecida
por el
Creador
y
presentada
a la
Humanidad
por
Jesús de
Nazaret,
el
modelo y
guía de
todos
nosotros.
(3)
El
Evangelio
según el
Espiritismo,
capítulo
XI, ítem
8.
|