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Año 3 136 – 6 de Diciembre del 2009

ORSON PETER CARRARA 
orsonpeter@yahoo.com.br 
Matão, São Paulo (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El Amor como Ley

Lázaro (Espíritu), en un mensaje publicado por Kardec, dice que la Ley de Amor sustituye la personalidad por la fusión de los seres y aniquila las miserias sociales, porque el amor es el agente eficaz capaz de superar obstáculos
 

Madre Teresa de Calcuta

El amor es Ley de la Vida. En él nos movemos, él nos sostiene, a él nos destinamos. Creados por el amor de un Padre que nos destina a la felicidad – a ser construida por el mérito de los propios esfuerzos – y siempre amparados por el amor de hermanos más expertos y que ya subieron escalones de sabiduría e iluminación interior, nos situamos  todos como aprendices.

Felizmente, sin embargo, siempre guiados por seres luminosos que, habiendo alcanzado madurez, se vuelven para orientarnos el difícil y lento caminar. Madre Teresa de Calcuta se decía el lápiz de Dios, afirmando que quién escribía era el Señor. Chico Xavier se decía una mota.

La Hermana Dulce afirmó que la miseria es falta de amor entre los hombres.

En la misma línea de razonamiento, Jesús – la mayor referencia que tenemos en términos de amor, pureza y grandeza – también afirmó que no vino a destruir la ley, sino a darle cumplimiento. Como afirma Kardec, ese darle cumplimiento quiere decir desarrollarla, darle su verdadero sentido y apropiarla al grado de adelantamiento de los hombres (1). No es preciso dar ejemplo, pues la vida y los actos morales y enseñanzas de Jesús son muy claros.

Sin  embargo,  lo  que se  percibe es que personajes   de  la  grandeza   de  Madre

Chico Xavier

Teresa, Chico Xavier o Hermana Dulce siguen por el mismo camino. (2) Son Espíritus maduros, conscientes, experimentados y esencialmente ejemplificadores de la Ley de Amor, que otra no es sino la de la caridad. La misma caridad – que, dígase, está mucho más allá de la limosna y más en las relaciones – que inspiró Vicente de Paúl,  Francisco  de Asís y  otros   expresivos  o  anónimos 

nombres que vivieron y viven sus vidas en el sentido de aliviar, beneficiar, amparar y atender a la necesidades de sus hermanos de camino.

El desprendimiento de esos personajes, la obediencia a que se someten, la humildad – y a la vez firmeza – y resignación que demuestran y viven, hablan más que mil palabras del sentido y conciencia íntimas ya adquiridas en el objetivo de vivir el amor. Finalmente, cuando indagado sobre el mayor mandamiento de la Ley, la respuesta del Maestro de la Humanidad fue clara: “Amaréis al Señor vuestro Dios de todo vuestro corazón, de toda vuestra alma y todo vuestro espíritu; es el mayor y primer mandamiento. Y he ahí el segundo, que es semejante a aquel: amaréis a vuestro prójimo como a vosotros mismos. Toda la ley y los profetas están contenidos en esos dos mandamientos”, conforme anotó Mateo.

Jesús es el inspirador de los que dignifican nuestra condición humana

Por otro lado, la síntesis de la Ley de Amor, expresa en el “Haced a los hombres todo lo que queréis que ellos os hagan, porque es la ley y los profetas”, en la anotación de Mateo, y en el “Tratad a todos los hombres de la misma forma que querríais que ellos os trataran”, en el registro de Lucas, igualmente siguen en el mismo sentido de ese amor, atención y cuidados para con el prójimo, sin olvidar que el mismo proceder debe ser aplicado a nosotros mismos, lo que no es vanidad, sino expresión también de amor, una vez que debemos de la misma forma respetarnos y amar.

Tales consideraciones nos llevan de vuelta a los ejemplos citados en el inicio del presente capítulo. ¿Qué motivaciones llevaron a la Hermana Dulce y Madre Teresa a actuar como actuaron? ¿Qué fuerza es esa que las movían en favor de los pobres y desvalidos, olvidados, enfermos y abandonados? De la misma forma, Chico Xavier – inspirador en Brasil de las iniciativas en favor de los pobres – granjeó respeto nacional.

Esos ejemplos, entre tantos otros que pueden ser citados – inclusive los anónimos – siguen en el mismo sentido: atender a la necesidades, buscar aquel que sufre para suavizarle las dificultades, extender el mirar compasivo de la compasión, ofrecer la mano amiga, la palabra estimuladora y de cariño y, esencialmente, amar, como recomienda la Ley Divina y enseñó el Maestro de la Humanidad. De hecho, vale decir, Jesús es el Supremo Inspirador de esos nobles personajes que dignifican nuestra condición humana.

Las extensas filas de personas que buscan sopa en diferentes instituciones – de variadas denominaciones religiosas en Brasil –, que se acumulan para recibir la cesta de Navidad, que buscan los bazares de ropas usadas y donadas, que necesitan del socorro médico y odontológico gratuito, que se benefician de los cursos para profesionales igualmente gratuitos, o aún del corte de cabello, entre otras acciones voluntarias, de diferentes iniciativas, nos vienen a decir de esa fuerza solidaria, inspirada por el amor, que mueve tanta gente en todas partes. Aquí hablamos de Brasil, pero no es otra la fuerza que mueve la Cruz Roja Internacional, entre tantas otras ONGs esparcidas por el planeta.

La solidaridad, inspirada del amor, se mueve...

El amor es, de hecho, el responsable por las Santas Casas de Misericordia, Casas San Vicente de Paúl, asilos, orfanatos, guarderías,  APAEs, entre tantas iniciativas, en sus orígenes, aunque sujetas a la burocracia, exigencias y necesidades de nuestro tiempo. Es el amor, ese agente eficaz capaz de superar obstáculos e inspirar tales acciones. Es que la solidaridad, inspirada del amor, se mueve...

Por eso, el Espíritu Lázaro (3) enfatiza: “(...) La Ley de Amor sustituye la personalidad por la fusión de los seres y aniquila las miserias sociales. (...)”. Ahora, ese aniquilar de las miserias sociales (invito al lector a ampliar el significado de la expresión miseria social, que, es obvio, no se resume al hambre o a la miseria material) es justamente la iniciativa, o las iniciativas, de suavizar las dificultades ajenas. Y los personajes citados en el presente capítulo fueron maestros en enseñarnos cómo hacerlo, ejemplificando, especialmente a través del desprendimiento y de la compasión, ese ir al encuentro de las dificultades ajenas.

En el capítulo XI del Evangelio según el Espiritismo, ítem 9, el Espíritu Fenelón también afirma: “(...) para practicar la ley de amor, tal como Dios la entiende, es preciso que lleguéis, progresivamente, a amar a todos vuestros hermanos, indistintamente(...) Dios lo quiere, y la ley de amor es el primer y el más importante precepto de vuestra nueva doctrina, porque es la que deberá, un día, matar el egoísmo, bajo cualquier forma que él se presente (...)”.

En la elaboración del presente abordaje es preciso un esfuerzo enorme para resistir al deseo de hacer otras transcripciones, tamaña la monumental belleza del capítulo XI del citado libro que Kardec tituló Amar el prójimo como a sí mismo.

Las consideraciones del Codificador y los mensajes seleccionados e incluidos en el subtítulo Instrucciones de los Espíritus hacen del capítulo un precioso documento para entender bien esa notable Ley del Amor. Interesante porque en el mismo capítulo hay abordajes también sobre la caridad para con los criminales que se amplían en el capítulo siguiente, el número XII, titulado Amad a vuestros Enemigos, igualmente con valiosas consideraciones y mensajes sobre venganza, odio y aún los enemigos desencarnados.

¡Es que el amor no se agota!

Por eso no es por casualidad que el capítulo XIII, en la secuencia, aborda Las desdichas ocultas, El óbolo de la viuda, La caridad material y la caridad moral, La Beneficencia y La Piedad, entre otros subtítulos. Nótese que todo sigue en el sentido de la caridad, todo para enseñarnos que necesitamos respetar, entender y auxiliar al prójimo, a pesar de sus equívocos y dificultades, es porque todos nosotros igualmente necesitamos de todo eso.

Fuera de la caridad no hay salvación

Kardec usó ese título para el capítulo XV de la tercera obra de la Codificación del Espiritismo, ya referida en el presente capítulo. Abriendo el capítulo con la conocida Parábola del Buen Samaritano, el Codificador afirma en sus consideraciones iniciales, en el ítem 3, que “Toda la moral de Jesús se resume en la caridad y en la humildad, quiere decir, en las dos virtudes contrarias al egoísmo y al orgullo. (...)”.

De la misma forma utilizó la 1ª Epístola a los Corintios, cap. XIII, v. de 1 a 7 y 13, de Paulo, justamente abordando la caridad, que, según el Apóstol, “(...) es paciente; es dulce y benefactora; la caridad no es envidiosa; no es temeraria y precipitada; no se llena de orgullo; no es desdeñosa; no busca sus propios intereses; no se enfada y no se irrita con nada; no sospecha nada; no se regocija con la injusticia, más se regocija con la verdad; todo soporta, todo cree, todo espera, todo sufre (...)”.

Allan Kardec nos hace, entonces, reflejar seriamente sobre la virtud excelente de la caridad, en consideraciones oportunísimas que el lector encuentra en el ítem 8 del citado capítulo XV y premia al estudioso con el mensaje dictado por el propio Pablo en 1860, justamente con el título Fuera de la Caridad no hay salvación, auténtica bandera del Espiritismo.

En el referido mensaje, que cierra el capítulo, que debemos constantemente leer, releer, divulgar y estudiar, leemos lo siguiente:

“(...) Nada expresa mejor el pensamiento de Jesús, nada resume mejor los deberes del hombre, que esta máxima de orden divino: el Espiritismo no podía probar mejor su origen  que dándola por regla, porque ella es el reflejo del más puro Cristianismo; con tal guía el hombre no se perderá jamás. Aplicaos, pues, mis amigos, en comprenderle el sentido profundo y las consecuencias, y en buscar, por vosotros mismos, todas sus aplicaciones. Someted todas vuestras acciones al control de la caridad, y vuestra conciencia os responderá; no solamente ella os evitará de hacer el mal, sino os llevará a hacer el bien: porque no basta una virtud negativa, es preciso una virtud activa; para hacer el bien es preciso siempre la acción de la voluntad; para no hacer el mal basta, frecuentemente, la inercia y negligencia (...)”.

El incomparable Sermón de la Montaña

No podría concluir el capítulo sin referirme al incomparable Sermón de la Montaña. Tamaña es su expresión, de orientación y consuelo, que él no puede ser olvidado. Al contrario, debe y precisa ser estudiado para estar con nosotros en las luchas internas y externas de nuestro camino evolutivo. Pues que directamente conectado a la caridad, inclusive para con nosotros aún, necesita aquí ser recordado con énfasis, aunque rápidamente.

Muchas obras fueron escritas e inspiradas por su valioso contenido, de autores encarnados y desencarnados. Deseamos, sin embargo, sugerir a los lectores el conocimiento de algunas obras específicas, muy valiosas por sí sólo en la comprensión de ese consuelo expresado en el inolvidable Sermón de la Montaña: 

•   El Secreto de las Bienaventuranzas, de José Lázaro Boberg, Editora EME. Una obra notable, de casi 400 páginas, dividida en siete partes y que suministra substancioso estudio al lector. No deje de conocerlo;

•   La Voz de la Montaña, de Richard Simonetti, Editora FEB. El conocido y lúcido autor, con su acostumbrada didáctica, ofrece un valioso estudio, destacando tramos del texto original;

•   Jerónimo Mendonça y Chico Xavier: La fórmula de la felicidad, Editora Mythos. De autoría de Jamiro dos Santos Filho, la obra compara el Sermón de la Montaña como la única Fórmula de la Felicidad, revelada por Chico a Jerónimo;

•   Diversos libros de la consagrada autora Therezinha Oliveira, de Campinas. La fecunda autora tiene varios libros publicados sobre estudios del Evangelio. Sugerimos una investigación en nombre del autor, por tratarse de una estudiosa muy dedicada y con óptimos trabajos publicados por la Editora CEAK. 

 

Notas:

(1) El Evangelio según el Espiritismo, capítulo I, ítem 3.

(2) Los ejemplos de Madre Teresa, Chico Xavier y Hermana Dulce ofrecen material vasto para estudios y reflexiones en torno a esa virtud extraordinaria, que es la caridad, fruto, a buen seguro, de la Ley de Amor, establecida por el Creador y presentada a la Humanidad por Jesús de Nazaret, el modelo y guía de todos nosotros.

(3) El Evangelio según el Espiritismo, capítulo XI, ítem 8.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita