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Traducción
ISABEL PORRAS
GONZÁLES -
isy@divulgacion.org
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Después de un
problema, espere
otros
Dice un dictado
popular que tras
la tempestad
viene la calma,
y es esta
esperanza que da
ánimo a los que
se debaten en
las dificultades
y tropiezos de
la vida.
André Luiz
(Espíritu), en
su libro
Señal Verde,
psicografiado
por Francisco
Cândido Xavier,
propone un
pensamiento bien
diverso: “Tras
un problema,
esperar otros”,
idea que tiene
por lo menos el
mérito de ser
más consecuente
con la realidad
de las cosas.
De hecho, la
vida es una
sucesión de
dificultades. Ni
bien superamos
un obstáculo o
unas
vicisitudes, y
allá viene otra.
Eso significa
que, si bien
jamás debamos
perder las
esperanzas, no
podemos pensar
que la
existencia será,
a partir de
mañana, un mar
de rosas, porque
esa cualidad
difícilmente es
la marca de las
experiencias que
el hombre
enfrenta en el
mundo en que
vivimos. Las
razones son
desfiladas en
las líneas que
se siguen.
El lector
conoce, por
descontado, este
otro dictado:
“Hay males que
vienen para
bien”. Pues
nosotros podemos
decir, con
fundamento en
las enseñanzas
espíritas, que
todos los males,
o por lo menos
la mayoría,
vienen para
bien, mostrando
ahí una faceta
diferente de
algo que
efectivamente
perturba a la
criatura humana.
Ocurre que
muchos de los
llamados males
sólo lo son en
la apariencia.
Si cambiáramos
el punto de
vista por el
cual se encare
determinado
problema, otra
orden de ideas
se presenta y el
individuo puede
ver que el bien
fructifica donde
menos se espera.
Así es que
determinada
situación
recibirá un
análisis
diametralmente
opuesto de un
materialista y
un espiritista.
“La idea clara
y precisa que se
hace de la vida
futura –
escribió Kardec
en El
Evangelio según
el Espiritismo,
cap. II, ítem 5
– da una fe
inquebrantable
en el futuro, y
esa fe tiene
consecuencias
inmensas sobre
la moralización
de los hombres.”
La existencia
corpórea, para
aquel que se
coloca en la
vida espiritual,
no es más que un
pasaje, una
estación ligera
en un país
ingrato. Las
tribulaciones
que enfrenta son
incidentes que
él recibe con
paciencia,
porque sabe que
serán
transitorias
y seguidas de un
estado más
feliz. La muerte
nada le presenta
de terrorífica,
porque significa
no la ruptura de
los lazos
sociales, sino
la liberación de
las cadenas que
lo prenden al
valle de
lágrimas que son
los planetas
como el nuestro.
Claro que,
pensando así,
las inquietudes
serán recibidas
con mayor
resignación y
eso da una
tranquilidad y
una calma de
espíritu que
atenúa todas las
amarguras.
Es pues, en ese
sentido que
asiste entera
razón a André
Luiz. Tras un
problema,
aguarde otros –
porque aquello
que llamamos
problema es,
generalmente, la
solución – y es
también eso que
da a la frase
“la mayoría de
los males viene
para bien” un
valor
incuestionable,
por cuanto si
los llamados
males impulsan
al hombre para
el progreso, es
forzoso
convenir, de eso
resulta un bien
y no un mal.
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