Suicidio: conocer para
prevenir
(Parte
1)
Problemas, decepciones,
sufrimientos y la
imaginación de la muerte
como fin de todo son
factores que llevan a
muchas personas a desear
poner fin a su propia
existencia. Comprender
la inmortalidad del alma
y la reencarnación como
leyes naturales ofrece
una nueva comprensión de
la vida, demostrando
que
el suicidio no resuelve
ninguna cosa
No es fácil luchar con
esa cuestión. El
suicidio es un asunto
que acostumbra a
despertar emociones
diversas, como miedo y
rabia. Suscita también
una serie de ideas
preconcebidas, que se
transforman en prejuicio
y discriminación,
alcanzando tanto a la
familia del suicida,
como a su memoria.
En parte, eso se debe al
hecho de que este tema
sea considerado tabú.
Otras razones,
principalmente de
naturaleza religiosa, se
suman, trayendo mucho
desanimo moral a los que
quedan (familiares y
amigos del suicida).
Antes de todo, es
importante considerar el
suicidio como un hecho
que forma parte de
nuestra realidad
planetaria, exigiendo de
nosotros sensibilidad y
razón para mejor luchar
con sus hechos y sus
repercusiones.
De ahí la urgencia en
aprender a luchar mejor
con tantas facetas de la
muerte, para aminorar en
nosotros mismos y en los
otros los sufrimientos
derivados de actos
extremos,
como la eliminación de
la propia vida física.
Eso es porque la muerte,
como cambio de estado de
la individualidad
inmortal, coloca la
esperanza como
sentimiento primero y
fundamental, aún delante
de los mayores dolores.
La necesaria educación
para la muerte
Todo alumno de la
enseñanza fundamental
aprende que los seres
vivos nacen, crecen, se
reproducen y mueren.
Este último ítem, con
todo, no ha merecido la
debida atención
de los profesores - eso
sólo para hablar de la
escuela, uno de los
espacios de convivencia
y aprendizaje
importantes, en el
transcurrir de nuestro
desarrollo personal.
Conforme apunta Maria
del Socorro Nacimiento
de Melo, antropóloga y
pedagoga, especialista
en tanatologia en el
medio escolar, la muerte
“permanece oculta en la
práctica pedagógica de
las instituciones
educacionales”. La misma
autora nos dice que, a
partir de la década
de 1950, tuvimos una
inversión en las curvas
de interés: la de la
vida y de la muerte. Se
busca “iniciar al niño
cada vez más pronto en
los ‘misterios de la
vida’: mecanismos del
sexo, concepción,
nacimiento y métodos
contraceptivos”,
mientras que
“sistemáticamente
esconden de ella la
muerte y los muertos,
silenciándose delante de
sus interrogaciones y
cuestionamientos”. Eso
revela una falta de
habilidad de los
educadores para tratar
de tales cuestiones, una
tendencia a huir de
mirarlas frente a
frente.
Sea en la escuela, en
casa o en otros lugares,
no se viven experiencias
significativas en torno
al tema ‘muerte’.
De la negación al miedo
Los pocos libros que
tratan de la muerte
(hecho real) y del morir
(cómo se dio el
acontecimiento) no
invalidan lo que dijimos
arriba, lo que hace la
discusión en torno al
tema (ver cuadro abajo)
aún muy restringida y, a
la vez, necesaria.
Debate en torno
de la muerte
Se habla de
“psicología de
la muerte” y de
“educación para
la muerte”, como
nuevas maneras
de encarar, como
dicen los
estudiosos, la
muerte y el
morir.
El ramo de la
ciencia que
tiene cuidado de
estos estudios
es la
tanatologia que,
para algunos
autores, es la
ciencia que
estudia los
procesos
emocionales y
psicológicos que
envuelven las
reacciones a la
perdida, al luto
y a la muerte.
Algunos autores
en Brasil se han
destacado en el
estudio
tanatológico,
entre otros:
Evaldo
D´Assumpção,
Wilma da Costa
Torres,
Roosevelt Moises
Smeke Cassorla y
Maria Júlia
Kóvacs.
La visión
espírita también
se hace presente
en el trabajo
organizado por
Franklin Santana
Santos y Dora
Incontri, ambos
profesores de la
USP e
integrantes del
movimiento
espírita. Además
de coordinar un
curso de
tanatologia,
ellos
organizaron la
obra El arte
de morir:
visiones
plurales,
publicada por la
Ed.
Comenius.
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Las consecuencias del
alejamiento delante de
ese hecho natural van
desde la negación en
base a los hechos (el
fallecimiento de
alguien) hasta el pavor
extremo, que causa
depresiones, síndromes,
como la del pánico, y
otros tipos de
trastornos psicológicos.
Roosevelt Cassorla,
especialista en
tanatologia y autor de
la obra Del suicidio:
estudios brasileños,
profundiza el debate,
mostrándonos que la
negación de la muerte
puede conducir a
“procesos melancólicos,
somatizaciones,
dificultades en retomar
la vida, riesgo suicida,
negación a la vida,
sentimientos de culpa
etc.”
El enfrentamiento de su
encuentro con alguien
próximo o distante, pero
que de alguna forma nos
afecte, forma parte del
proceso de luto, que, en
condiciones normales,
debería conducirnos a la
aceptación tanto de la
muerte, como del morir.
Luto, del latín luctus,
significaba
originalmente sólo
“dolor, amargura,
lástima”. Con el tiempo
su significado fue
ampliándose, y hoy
tenemos la definición
del Houaiss como siendo
el “sentimiento de
tristeza profunda con
ocasión de la muerte de
alguien” “originado por
otras causas
(separación, partida,
ruptura etc.); amargura,
disgusto”.
Un término relacionado
al luto es la pérdida,
pues siempre que hay una
perdida significativa en
nuestras vidas, sea de
una persona o de una
condición o sentimiento
(empleo, una alteración
corporal, cambio en las
condiciones de vida,
abandono etc.) nosotros,
naturalmente, entramos
en proceso de luto.
En general, no es fácil
luchar con las pérdidas
y el luto se hace
complicado, pues
estaremos a la vueltas
con nuestras propias
reacciones, sobre las
cuales, eventualmente,
no tenemos control. Y
cuando esta pérdida se
da por la muerte causada
por el suicidio, el luto
se hará aún más difícil.
El suicidio, según los
psicólogos Basílio
Domingos y Maria Regina
Maluf, compone la lista
de las pérdidas
dramáticas, al lado, de
entre otras causas, el
SIDA. Por ser pérdidas
“no autorizadas
socialmente”, es decir,
situaciones en que la
persona muere en razón
de un supuesto
comportamiento
inaceptable para el
grupo al cual pertenece,
se tienen muchas veces
lutos tampoco
autorizados. El
superviviente se aísla y
se pierden, así, los
beneficios del proceso
catártico del desahogo,
del rehacimiento y de
todo apoyo que se podría
recibir, sea de los
amigos, de los
parientes, sea de otras
instituciones públicas y
privadas. Por ejemplo,
las aseguradoras no
acostumbran a pagar a la
familia el dinero, en
caso de muerte por
suicidio.
Cuando el
desahogo es la
mejor salida
Según la
coordinadora del
Programa de
Intervención en
Crisis y
Prevención del
Suicidio, del
Instituto de
Psicología de la
UnB, Cristina
Moura, “el
desahogo
disminuye el
impacto
traumático
causado por el
fallecimiento
del prójimo y
ayuda al
enlutado a
superar
la pérdida. El
proceso es
llamado por los
especialistas
como
“elaboración del
luto”. “Algunos
tienen la idea
de que luto es
una cosa que
usted siente,
espera y el
pasa, y, en
verdad, no es
así que ocurre”,
explica. “El
enlutado cree
que el problema
desaparece si
no recuerda.
Pero él pierde
la oportunidad
de hablar del
asunto y, así,
de elaborar el
luto”, evalúa.
Algunas
instituciones
mantienen grupos
de
Apoyo a los
enlutados, como
la propia
Universidad de
Brasilia: www.
Secom.unb.br/realeses/rl0308-05.htm.
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Recapitulando: la muerte
es un proceso natural,
pero que ha sido negado,
lo que ha traído serias
consecuencias para la
salud pública. Los
especialistas afirman
que la sociedad precisa,
con urgencia,
re-humanizar el “morir”,
lo que implicaría en
retomarse antiguos y
buenos hábitos como el
de permitir que
pacientes terminales
mueran en el hogar, al
lado de la familia, y
hacer el velatorio en
casa, ¡de modo a llorar
al muerto, ¡elaborándose
más fácilmente el luto y
ofreciendo a la niños y
jóvenes un saludable
contacto con este
inevitable hecho de la
vida!
El luto debería ser
vivido a lo largo de sus
fases, por posibilitar
que las personas luchen
emocionalmente con las
angustias derivadas de
la pérdida, ayudando en
las cicatrizaciones de
las heridas del alma,
tan necesarias para
seguir adelante,
principalmente en
circunstancias más
drásticas, como la del
suicidio y de las
muertes violentas, en
general.
¿Qué lleva a una persona
a querer acabar con la
propia vida?
A depender del punto de
vista de los diversos
especialistas en el
tema, muchos son los
factores componentes de
las causas que
predisponen a las
personas al suicidio.
Daniel Sampaio,
psicólogo portugués, nos
alerta para la
multiplicidad de los
factores afirmando que
“hay un conjunto de
causas que lleva al
comportamiento de
suicidio. (...) Nunca es
por una sólo causa, el
suicidio es siempre
multi-determinado”.
De entre esos factores
están los trastornos
mentales (depresión),
los trastornos de
personalidad
(agresividad), las
enfermedades incurables,
el abuso de substancias
tóxicas, los problemas
matrimoniales,
las relaciones
inter-personales
complicadas o rotas y la
pérdida de un ente
querido. Algunos
enfermos mentales tienen
una acentuada tendencia
suicida cuando viven
crisis más agudas sin el
debido acompañamiento y
apoyo.
Otro factor a destacar
es la alteración en la
personalidad,
principalmente en
personas con bajo grado
de madurez y que estén
pasando por
frustraciones, o estén
sometidas a un elevado
estrés.
La no-aceptación de la
propia identidad sexual,
en base a los conflictos
de luchase con la
orientación sexual
escogida (homosexualidad
y afines), ha causado
muchos suicidios,
principalmente en
adolescentes.
Roosevelt Cassoria, por
su parte, apunta como
factores que inducen a
la persona al suicidio:
la depresión, el
alcoholismo y la
toxicomanía. Otros
factores asociados a
estos son el aislamiento
social y la convivencia
familiar perturbada.
El mismo autor,
investigando el
comportamiento suicida
entre médicos y
estudiantes de medicina,
apunta las
características de este
grupo de riesgo, lo que
puede servirnos de
alerta, tanto para la
complejidad del tema
como para los
componentes morales,
sociales y
psicológicos envueltos:
“Se trata de personas
exigentes consigo
mismas, comúnmente con
éxito escolar,
profesional o
científico. Sin embargo,
tienen dificultades en
luchar con las
frustraciones del mundo
real, y cuando se
enfrentan con ellas se
inclinan a tomarlas como
fracaso personal.
Su vida afectiva es
pobre, difícil y
desvalorizada frente al
área intelectual. En
algún momento, cuando
las personas se
enfrentan con un vacío
intenso, estimulado por
supuestos ‘fracasos’
dependientes de
autoexigencias sádicas,
y sin apoyo afectivo, el
terror inconsciente de
`no-existencia ’ los
hace pensar en morir”.
A partir de la
descripción de arriba,
destacaremos otro
factor: los
condicionamientos
sociales, es decir, las
exigencias hechas por
los grupos que afectan
directamente a los
individuos a ellos
vinculados. Destacamos
el grave problema de la
competitividad, que se
ha propagado, y el
consecuente
individualismo
decurrente;
tenemos aún el apego de
las personas a sus
empleos, en un momento
en que gran parte de la
identidad personal es
determinada por la
trayectoria y éxito
profesional. No saber
luchar con esas
presiones puede ser
fatal para las personas
más frágiles
emocionalmente.
Hasta aquí, tratamos de
casos en que la
premeditación se
presenta de forma leve o
moderada, en medio de
los desequilibrios
emocionales. Sin
embargo, hay también los
casos en que se elimina
la propia vida por
razones filosóficas, por
pensar que se es, no un
simple
depositario de la vida,
sino su dueño absoluto,
lo que resultaría con el
derecho de disponer de
ella como bien deseara.
Los adeptos y
practicantes del
“suicidio asistido”,
permitido en algunos
países, participan de
estas ideas.
Están, aún los casos de
individuos que,
sintiéndose en
situaciones límites y
sin tener para donde
volver, optan por la
solución extrema del
auto exterminio. Son los
casos de los
desarraigados,
es decir, de personas
que pierden sus
referencias culturales,
como los indígenas y los
expatriados (inmigrantes
en tierras extranjeras).
(La conclusión de
este artículo será
publicada en la próxima
edición de esta revista.)
ABEL SIDNEY
es escritor y profesor.
Participa del movimiento
espírita en Puerto
Viejo, RO. Es autor de
Lecciones de un
suicida: un
estudio del clásico
Memorias de un Suicida”
y mantiene en internet
el blog Suicidio:
conocer para prevenir:
www.conhecerparaprevenir.blogspot.con/
Este artículo fue
publicado originalmente
en la revista Universo
Espírita, en octubre del
/2008.
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