Cerca de doce
años atrás,
encantó al mundo
el caso del
chimpancé Ai, de
21 años en la
época, la cual,
debidamente
entrenada por el
profesor Tetsuro
Matsuzawa, de la
Universidad de
Kioto, reveló
haber aprendido
algunos recursos
del lenguaje
humano.
Aunque
inusitado, el
hecho no fue el
primero ni el
único en ser
registrado en
los Anales de la
Ciencia.
Gabriel Delanne
relata en su
libro A
Reencarnación
las experiencias
del Sr. Krall,
negociante de
Elberfeld, cuyos
caballos Muhamed
y Zarif también
podían
entrenarse con
su maestro
valiéndose de un
alfabeto
convencional.
En la obra
referida,
Delanne
esclarece que el
Sr. Krall no fue
pionero en tales
investigaciones,
cuyo precursor
habría sido, de
hecho, Wilhellm
Von Osten, que
notó en el
caballo Hans
señales de
inteligencia y,
algún tiempo más
tarde, tras
entrenarlo,
consiguió que el
animal contara,
hiciera cálculos
y leyera.
Corría entonces
el año de 1890.
Los hechos
indicaban que el
caballo era
realmente un
animal
inteligente,
capaz de
razonar, y
estaba más
próximo al
hombre de lo que
se suponía,
hasta que
alguien resolvió
hacer
experiencias
semejantes con
un perro – el
perro Rolf, un
animal de pelo
rojo de 3 años
de edad, cuya
inteligencia
llamó la
atención del Sr.
Duchâtel, de la
Sociedad
Psíquica de
París
Rolf también
conocía las
letras del
alfabeto y hacía
cálculos, lo
mismo ocurrió
con su hija
Lola, que era
tan desarrollada
intelectualmente
como el padre y,
como este, capaz
de enunciar
pensamientos y
discernir, lo
que llevó al
conceptuado
científico Dr.
Bérillon a
declarar que los
animales cuyo
sistema nervioso
presenta tanta
analogía de
estructura y de
morfología no
están desnudados
de conciencia,
de inteligencia
y de
razonamiento.
El caso del
chimpancé Ai no
presentó, pues,
nada de
sorprendente y
sólo confirmó
algo que se
sabía casi un
siglo antes.
Las enseñanzas
espíritas acerca
de la evolución
del alma nos dan
una visión
segura acerca de
ese y de otros
hechos que
ocurren en el
reino animal.
El alma cumple,
en verdad, un
largo recorrido
en los reinos
inferiores de la
Creación hasta
llegar al
estadio de la
humanidad.
Por eso es por
lo que Gabriel
Delanne afirmó,
en su libro ya
citado, que
esfuerzos de
adiestramiento y
educación
aplicados a los
animales, si
fueran idénticos
a los que se
utilizan en la
enseñanza de los
niños,
darían
resultados
sorprendentes,
que
sobrepasarían en
mucho todo lo
que ya se
verificó en ese
extraordinario
mundo de los
animales, que
tienen, por lo
tanto, un ancho
futuro a su
frente y, como
nosotros
humanos, son
dotados de alma
igualmente
inmortal.
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