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Año 4 170 8 de Agosto del 2010

NUBOR ORLANDO FACURE
lfacure@uol.com.br
Campinas, São Paulo (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

  

   

Metaneurología

Una visión espiritual del cerebro

(1ª Parte) 

Las nuevas áreas 

El estudio de cráneos fósiles está acumulando revelaciones sorprendentes sobre el cerebro de animales que vivieron hace millones de años. Esa nueva   especialidad,   la   neuropaleontología,  

estudia pequeñas señales marcadas en el cráneo de esos animales. La expansión del cerebro con el uso predominante de la mano derecha, el perfeccionamiento de la visión en detrimento del olfato, la capacidad de producir herramientas y el desarrollo de las áreas del lenguaje, refleja en el cráneo cambios en determinadas áreas que podemos observar más tarde, miles de años después.

A partir de los años setenta del Siglo pasado, los científicos percibieron que podrían estudiar el cerebro visualizando sus mecanismos biológicos. Fenómenos tan complejos como la memoria, la atención y el lenguaje son analizados, ahora, a partir de las neuronas, sus sinapsis, los neurotransmisores, las redes neuronales y los sistemas modulares comprometidos con esas funciones. Fue creada así la neurociencia cognitiva, cuyo propósito es revelar qué fenómenos biológicos ocurridos en el cerebro están relacionados a determinados fenómenos psicológicos.

Por otro lado, analizando comportamientos que ocurren en animales de diversos niveles evolutivos, los estudiosos crearon la psicología evolucionista y, cuantificando la participación del patrimonio genético ligado a esos comportamientos, desarrollándose la genética comportamental.

El progreso en las neurociencias está revelando funciones cerebrales jamás sospechadas. Incluso la espiritualidad, que se revela en matices variados en cada uno de nosotros, está siendo estudiada científicamente. La neuroteología viene identificando la actividad cerebral que se relaciona a ese tipo de sentimiento. 

Como estudiar el cerebro 

El cerebro trabaja movilizando múltiples funciones, integrándolas y organizándolas dentro de un sistema jerarquizado. Un fenómeno simple como sentir el efecto de la picadura de una aguja tiene un local anatómico preciso en una región cerebral conectada a la sensibilidad dolorosa, pero su repercusión psicológica moviliza diversas áreas. Por otro lado, funciones complejas como el lenguaje, el cálculo, la escritura, la memoria y la toma de decisiones exigen desde su inicio, la integración de varias regiones anatómicas y, cada uno de esos procedimientos, puede reclutar caminos diversos para su ejecución.

La interpretación de cada uno de los fenómenos cerebrales que conocemos aún exige el razonamiento reduccionista usado por el método científico. En una determinada área cerebral que motiva nuestro interés, podemos estudiar las vías de entrada y salida de sus porción de hebras nerviosas y ampliar con el microscopio el estudio de sus neuronas. La neurona, por su parte, nos revelará sus membranas, sus receptores y su química que dispara la comunicación con sus miles de vecinos. La composición química de los neurotransmisores ya está identificada en decenas de substancias que los componen. Ya tenemos métodos bioquímicos para identificar su producción y distribución en regiones particulares del cerebro. Conocemos, por ejemplo, por donde circula la serotonina, la noradrenalina y la dopamina en diversas regiones cerebrales.

En el estudio de las funciones complejas a las cuales ya nos referimos, podemos seguir, también, el camino inverso. Agregamos funciones de diversas áreas en el intento de comprender toda la complejidad que envuelve el fenómeno. La memoria y el lenguaje son óptimos ejemplos para exigir nuestra reflexión sobre su presentación multiforme. ¿Qué nos hace recordar y olvidar? ¿Por qué el niño expande tan rápidamente su vocabulario y el adulto tiene enorme dificultad de aprender una segunda lengua? ¿Cómo conseguimos recordarnos de un rostro familiar en medio de una multitud?

Las diversas áreas de las neurociencias están, reconocidamente, produciendo un avance extraordinario en la interpretación del cerebro y de la mente, sin embargo, aún están lejos de la frontera final. La Física ya se consolidó con Teorías que funcionan muy bien en su papel de explicar el mundo físico. La relación de identidad entre energía y materia unificó principios fundamentales entre esas Teorías. La Biología ya construyó sus fundamentos básicos al descubrir la célula, la evolución de las especies y el ADN, pero la psicología, pretendiendo estudiar la mente, sólo produjo hasta ahora Teorías provisionales y ninguna con certificado de validez. Tenemos que reconocer que aún estamos lejos de contar con una Teoría unificadora para explicar la mente.

Cuando escribí sobre el “cuerpo mental”, tuve la intención de traer para la neurología un estudio clínico que puede introducir un nuevo paradigma en el conocimiento de la mente. Sin cualquier presunción, estoy llamando a este conocimiento como metaneurología

Funciones cerebrales 

Vamos a considerar funciones cerebrales cuyos mecanismos ya están razonablemente conocidos:

La visión de un objeto – La luz que refleja en ese objeto se proyecta a nuestros ojos señalizando las neuronas en la retina. A partir de ahí el estímulo nervioso recorre vías anatómicas que llevan este estímulo hasta al cortes visual. Distribuidos en capas concéntricas como una cáscara de cebolla, las neuronas codifican en áreas próximas, cada una de las particularidades del objeto a ser visualizado. Así es que tenemos un lugar específico para ver la forma del objeto, otro lugar para ver su color y otro aún para percibir sus movimientos. Ese objeto puede ser, por ejemplo, la mano de alguien llamándonos. Tras eso tenemos al frente un gran enigma: como el cerebro junta esas informaciones decompuestas – la forma, el color y el movimiento – en un único objeto acompañado de su significado, o sea, el reconocimiento de un objeto que nos es familiar o no.

Vamos a hablar de la memoria – Todos saben que tenemos una memoria de corto plazo, que nos sirve para las resoluciones de lo cotidiano. ¿Cuál es mi compromiso hoy? ¿Qué acabo de ver en la televisión? Cuando mi mujer preguntó, ¿Qué hora dije yo que volvería para casa? Tenemos también una memoria de largo plazo. Quiénes son mis padres, dónde nací y qué medicamento uso yo para el dolor de cabeza. Esa memoria puede ser rescatada parcialmente a partir de cierto esfuerzo. Podemos acordarnos de escenas que vivimos en el último viaje vacacional. Otras veces esa memoria es traidora y nos deja de la mano no permitiéndonos recordar del nombre de un amigo. Estudios sistemáticos sobre el rescate de memoria han confirmado que todo relato de hechos memorizados está impregnado de imaginación. Podemos confirmar, también, que la gente no se acuerda de lo que ocurrió, en verdad, recordamos de lo que pensamos haya ocurrido. Los científicos de la mente están usando la expresión “facción” para nombrar esa mezcla de hechos con ficción. Y nuestra memoria es generosa en crear esa mezcla explosiva.

El lenguaje hablado – En 1867, Paul Broca confirmó que el giro frontal inferior del hemisferio izquierdo está relacionado con la emisión del lenguaje hablado y, algunos años más tarde, Carl Wernicke  relacionó la comprensión del lenguaje a un área situada un poco más atrás, en el lobulo parietal izquierdo. A partir de ahí, con aumento de eminentes neurólogos como Pierre Marie, quedó delimitado un “cuadrilátero”, con estructuras corticales y sub-corticales relacionados con nuestra capacidad de revelar nuestro pensamiento por el lenguaje hablado y seamos comprendidos por los que nos oyen. Tras los trabajos de Noam Chomsky, sabemos que el niño nace con un módulo gramatical que le facilita aprender cualquiera de las lenguas humanas. El estímulo del ambiente y la cultura de cada pueblo van añadiendo el vocabulario que sedimenta en el niño la lengua materna.

La escritura – actividades motoras simples como extender la pierna pueden ser realizadas con el reflejo rotular, envolviendo teóricamente dos neuronas – una para estimular el reflejo y otra para elaborar la respuesta. Apretar la mano ya exige cierta dosis de intencionalidad y escribir un texto implica en una capacidad especial para crear una idea, la producís en un texto con palabras y utiliza un instrumento como la pluma o el ordenador para transcribirlo.

El diálogo humano – mantener una conversación con un amigo que acaba de llegar va a obligarnos a movilizar una serie de ideas y las transmitís en palabras. Ese amigo puede preguntarnos: ¿Qué coche tienes tú ahora? Yo, casi que inmediatamente, respondo: Honda Cyvic verde. De ahí a poco nosotros dos escuchamos la voz de mi esposa haciendo la corrección -  Honda verde era el coche del año pasado, ahora tenemos Honda negro. Fui traicionado por la distracción y por la falta de memoria. (Este artículo será concluido en la próxima edición de esta revista.)


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita