El Evangelio según Lucas
Tercer
libro del Nuevo Testamento
Lucas (Discípulo de
Pablo)
(Parte 2)
Damos continuidad en esta
edición al Estudio
Sistematizado del Nuevo
Testamento, que comprenderá
el estudio de los Evangelios
de Mateo, Marcos, Lucas y
Juan y del libro Actos de
los Apóstolos. El estudio
está basado en la versión del Nuevo
Testamento que el lector
puede consultar a partir de
este link: http://www.bibliaonline.con.br/tb.
Las respuestas
correspondientes a las
cuestiones presentadas se
encuentran a finales del
texto de abajo.
Cuestiones
para el debate
1. ¿Cómo se llamaba el
hombre a quien el Espíritu
Santo había dicho que él no
moriría antes de ver a
Cristo? ¿Él llegó
efectivamente a ver a Jesús?
2. Después de hacer la
oferta que los llevó a
Jerusalén, ¿para dónde
fueron José y el niño Jesús?
3. ¿Qué episodio curioso
ocurrió en Jerusalén cuando
Jesús contaba sólo doce
años?
4. ¿Quién reinaba cuando
Juan, hijo de Zacarías,
comenzó a predicar?
5. Además de anunciar el
reino de Dios, Juan, hijo de
Zacarías, dio diversos
consejos a quién lo oía.
¿Que consejos fueron esos?
Texto para la lectura
5. Jesús contaba casi
treinta años al ser
bautizado - Juan, hijo
de Zacarías, muchas cosas
aconsejaba y anunciaba al
pueblo, llegando incluso a
reprender públicamente el
comportamiento del rey
Herodes, a causa de sus
muchas maldades y de la
conexión amorosa mantenida
con Herodias, mujer de su
hermano Felipe, motivo por
el cual resolvió el tetrarca
recluirlo en una cárcel,
donde más tarde sería
decapitado. Antes de eso,
sin embargo, Jesús lo buscó
a las márgenes del río
Jordán, siendo bautizado por
Juan, ocasión en que, orando
él, el cielo se abrió y el
Espíritu Santo descendió
sobre el Mesías en forma
corpórea, como una paloma,
mientras una voz, venida del
cielo, decía: “Tú eres mi
Hijo amado, en ti me he
complacido”. Jesús, que
contaba en la época casi
treinta años, descendía de
José, perteneciente a la
tribu de Judá, uno de los
hijos de Jacob, nieto de
Isaac y bisnieto de Abrahán.
(Lucas, 3:18 a 3:38.)
6. Tentado por Satanás,
Jesús le da tres lecciones
- Después de ser bautizado,
Jesús, lleno del Espíritu
Santo, volvió del Jordán y
fue llevado por el Espíritu
al desierto, donde, durante
cuarenta días, fue tentado
por el diablo y nada comió.
Terminado
ese tiempo, él tuvo hambre.
El diablo entonces le dije:
“Si tú eres el Hijo de Dios,
di a esta piedra que se
transforme en pan”. Jesús le
respondió, diciendo: “Está
escrito que no sólo de pan
vivirá el hombre, sino de
toda la palabra de Dios”. El
diablo, llevándolo a un
monte alto, le mostró en un
momento todos los reinos del
mundo, diciéndole: “Te daré
a ti todo este poder y su
gloria; porque a mí me fue
entregado, y lo doy a quien
quiero. Por lo tanto, si tú
me adoras, todo será tuyo”.
Jesús, respondiendo, le
dijo: “Vete, Satanás; porque
está escrito: Adorarás al
Señor tu Dios, y sólo a él
servirás”. El diablo lo
llevó entonces a Jerusalén
y, poniéndolo sobre el
pináculo del templo, le
dijo: “Si tú eres el Hijo de
Dios, lánzate de aquí para
abajo; porque está escrito:
Mandará a sus ángeles, cerca
de ti, que te guarden y que
te sustenten en las manos,
para que nunca tropieces con
tu pie en alguna piedra”.
Jesús le dio entonces su
tercera lección, diciendo:
“Dicho está: No tentarás al
Señor tú Dios”. (Lucas,
4; 1 a 4; 13.)
7. Ningún profeta es bien
recibido en su tierra -
Después de las tentaciones,
volvió Jesús para Galilea,
donde enseñaba en sus
sinagogas y era por todos
loado. Llegando a Nazaret,
donde había sido criado,
entró, como de costumbre, un
día de sábado en la sinagoga
y se levantó para leer.
Cuando abrió el libro del
profeta Isaías que le fue
dado por el ministro, la
página abierta, que él leyó,
traía estas palabras: “El
Espíritu del Señor es sobre
mí, pues que me ungió para
evangelizar a los pobres, me
envió a curar a los
quebrantados del corazón, a
predicar la libertad a los
cautivos, y dar vista a los
invidentes; a poner en
libertad a los oprimidos; a
anunciar el año aceptable
del Señor”. Cerrando el
libro y devolviéndolo al
ministro, Jesús se sentó, y
los ojos de todos en la
sinagoga estaban fijos en
él. Entonces comenzó a
decirles: “Hoy se cumplió
esta Escritura en vuestros
oídos”. Todos se
maravillaron de las palabras
que salían de su boca,
diciendo: “¿No es este el
hijo de José?” Él entonces
les dijo: “A buen seguro me
diréis este proverbio:
Médico, cúrate a ti mismo;
faz también aquí en tu
patria todo que oímos haber
sido hecho en Cafarnaún”. Y
añadió: “En verdad os digo
que ningún profeta es bien
recibido en su patria.
En verdad os digo que muchas
viudas existían en Israel en
los días de Elías, cuando el
cielo se cerró por tres años
y seis meses, de suerte que
en toda la tierra hubo gran
hambre; y a ninguna de ellas
fue enviado Elías, sino a
Sarepta de Sidon, a una
mujer viuda. Y muchos
leprosos había en Israel en
tiempo del profeta Eliseo, y
ninguno de ellos fue
purificado, sino Naaman, el
sirio”. (Lucas, 4:14 a
4:27.)
8. Jesús no permite que
los demonios digan que él es
Cristo - Todos en la
sinagoga se llenaron de ira
al oír las palabras dichas
por Jesús y, por eso, lo
expulsaron de la ciudad,
intentando matarlo. Él, sin
embargo, pasando por el
medio de sus adversarios, se
retiró y descendió a
Cafarnaún, ciudad de
Galilea, donde enseñaba a
todos los sábados y su
doctrina era admirada porque
él les hablaba con
autoridad. En uno de esos
días, en la sinagoga, un
hombre tomado por el
espíritu de un demonio
inmundo exclamó en alta voz:
“¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros
contigo, Jesús Nazareno?
¿Viniste a destruirnos? Bien
sé quién eres: el Santo de
Dios”. Jesús lo reprendió,
determinando que se callara
y saliera. El espíritu se
fue, y todos se espantaron,
diciendo unos a los otros:
“¿Qué palabra es esta, que
hasta a los espíritus
inmundos manda con autoridad
y poder, y ellos salen?” De
allí, Jesús fue hasta la
casa de Simón, donde su
suegra andaba con mucha
fiebre. Inclinándose para
ella, Jesús reprendió la
fiebre, y esta la dejó, y
ella, levantándose luego,
los servía. Al poner del
sol, todos los que tenían
enfermos los traían y el
Señor, poniendo las manos
sobre cada uno de ellos, los
curaba. De muchos salían
también demonios, a clamar:
“Tú eres Cristo, el Hijo de
Dios”. Pero él, los
reprendió, no los dejaba
hablar, pues sabían que él
era Cristo. Un día, el Señor
se retiró para un lugar
desierto, pero la multitud
lo siguió y le pidió que no
se ausentase de su gente.
Jesús explicó entonces que
era necesario anunciar el
evangelio del reino de Dios
en otras ciudades, porque
para eso fue enviado. Y,
diciendo así, pasó a
predicar en las sinagogas de
varias ciudades de Galilea.
(Lucas, 4: 28 a 4; 44.)
Respuestas a las preguntas
propuestas
1. ¿Cómo se llamaba el
hombre a quien el Espíritu
Santo hube dicho que él no
moriría antes de ver a
Cristo? ¿Él llegó
efectivamente a ver a Jesús?
El hombre se llamaba Simeón.
Justo y piadoso, inspirado
por el Espíritu Santo, él
fue al templo y, de hecho,
vio allí al niño Jesús y lo
tomó en sus brazos, momento
en que alabó a Dios en estos
términos: Ahora, Señor,
dejad vuestro siervo ir en
paz, según vuestra palabra.
Porque mis ojos verán
vuestra salvación que
preparasteis delante de
todos los pueblos, como luz
para iluminar las naciones,
y para la gloria de vuestro
pueblo de Israel. Enseguida,
Simeón bendijo a los padres
de Jesús y dijo a María, su
madre: He ahí que este niño
está destinado a ser una
causa de caída y de
levantamiento para muchos
hombres en Israel, y a ser
una señal que provocará
contradicciones, a fin de
ser revelados los
pensamientos de muchos
corazones. (Lucas, 2:25 a
2:35.)
2. Después de hacer la
oferta que los llevó a
Jerusalén, ¿para dónde
fueron José y el niño Jesús?
Ellos volvieron para
Galilea, su ciudad de
Nazaret (N.R. Lucas no
menciona, pues, en su texto
la ida de los padres de
Jesús a Egipto.) (Lucas,
2; 27 a 2; 39.)
3. ¿Qué episodio curioso
ocurrió en Jerusalén cuando
Jesús contaba apenas doce
años?
Sus padres iban todos los
años a Jerusalén para la
fiesta de la Pascua. Cuando
Jesús contaba doce años,
luego que acabaron los días
de la fiesta, cuando
volvían, quedó Jesús en
Jerusalén, sin que sus
padres lo notaran. Pensando
que él anduviera con sus
compañeros de comitiva,
anduvieron cerca de un día y
lo buscaron entre los
parientes y conocidos. No
encontrándolo, volvieron a
Jerusalén, a la
búsqueda
de él, pero solamente tres
días después lo hallaron en
el templo, sentado en medio
de los doctores,
oyéndolos e interrogándolos.
Todos los que lo oían
estaban maravillados de la
sabiduría de sus respuestas.
Cuando sus padres lo vieron,
quedaron admirados y su
madre le dijo: ¡¿Mi hijo,
que nos hiciste?! He ahí que
tu padre y yo andábamos a
tu busca, llenos de
aflicción. Les respondió él:
¿Por qué me buscabais? ¿No
sabíais que debo ocuparme de
las cosas de mi Padre?
Ellos, sin embargo, no
comprendieron lo que él
había dicho. (Lucas, 2:41 a
2:52.)
4. ¿Quién reinaba cuando
Juan, hijo de Zacarías,
comenzó a predicar?
Tiberio era el emperador
romano; Poncio Pilatos, el
gobernador de Judea;
Herodes, el tetrarca
(1) de Galilea; su
hermano Felipe, tetrarca de
la Itureia y de la provincia
de Traconites; y Lisanias,
tetrarca de la Abilina. En
el Sanedrín, eran sumos
sacerdotes Anás y Caifás.
(Lucas, 3; 1 a 3; 6.)
5. Además de anunciar el
reino de Dios, Juan, hijo de
Zacarías, dio diversos
consejos a quién lo oía.
¿Que consejos fueron esos?
He ahí lo que João decía al
pueblo que venía para ser
bautizado: ¡Raza de víboras!
¿Quién os enseñó a huir de
la ira inminente? Haced,
pues, una conversión
realmente fructuosa y no
comencéis a decir: Tenemos
Abrahán por padre. Pues os
digo: Dios ha poder para de
estas
piedras suscitar hijos a
Abrahán. El hacha ya está
puesta a la raíz de los
árboles. Y todo árbol que no
dé fruto bueno será cortarla
y lanzada al fuego. La
multitud le preguntaba: ¿Que
debemos hacer? Y él
respondía:
Quién ha dos túnicas dé una
al que no tiene; y quién ha
lo que comer, haga el mismo.
A los publícanos que
vinieron para ser
bautizados, João decía: No
exijáis más del que os fue
ordenado. De igual manera, a
los soldados que a los
soldados que a él se
aproximaban: No practiquéis
violencia ni defraudéis a
nadie, y contentaos con
vuestro sueldo. (Lucas,
3; 7 a 3; 14.)
(1)
Tetrarca
significa: gobernador de una
tetrarquia; cada uno de los
cuatro reyes de una
tetrarquia; o sea, cada una
de las cuatro partes,
provincias o gobiernos en
que se dividían algunos
Estados, como Israel.