El Evangelio según Lucas
Tercer
libro del Nuevo Testamento
Lucas (Discípulo de
Pablo)
(Parte 3)
Damos continuidad en esta
edición al Estudio
Sistematizado del Nuevo
Testamento, que comprenderá
el estudio de los Evangelios
de Mateo, Marcos, Lucas y
Juan y del libro Actos de
los Apóstolos. El estudio
está basado en la versión del Nuevo
Testamento que el lector
puede consultar a partir de
este link: http://www.bibliaonline.con.br/tb.
Las respuestas
correspondientes a las
cuestiones presentadas se
encuentran a finales del
texto de abajo.
Cuestiones
para el debate
1. ¿A los que juzgaban que
él fuese el Cristo, qué
respuesta dio Juan, hijo de
Zacarías?
2. ¿De cuál de los hijos de
Noé descendía José, padre de
Jesús?
3. ¿De qué ciudad, los
seguidores de la ley de
Moisés, airados con Jesús,
lo expulsaron, conduciéndolo
hasta la cima de un monte
para de allí precipitarlo?
4. ¿Cómo se llamaba el
publicano que ofreció a
Jesús un gran banquete en su
casa?
5. ¿Que pretendía Jesús
decir con esta frase:
Nadie guarda vino nuevo en
odres viejos?
Texto para la lectura
9. Simón es invitado a
ser pescador de hombres
- Cierta vez, estando Jesús
junto al lago de Genesaré,
vio dos barcos anclados en
la playa, mientras Simón y
sus compañeros lavaban sus
redes. Entrando en el barco
de Simón, Jesús le pidió que
lo alejara un poco de la
tierra y, sentándose,
enseñaba desde el barco a la
multitud. Terminada la
predicación, dijo él a
Simón: “Hazte al mar alto, y
lanza las redes para
pescar”. Simón le explicó
que, habiendo trabajado toda
la noche, ellos nada habían
atrapado; pero, aun así,
lanzó la red, cogiendo una
gran cantidad de peces, tan
grande que casi los dos
barcos fueron a pique.
Admirado con lo que vieron,
Simón Pedro se postró a los
pies de Jesús, diciendo:
“Señor, auséntate de mí, que
soy un hombre pecador”; pero
Jesús le dijo: “No temas; de
ahora en delante serás
pescador de hombres”. Y,
llevando los barcos para
tierra, Simón y sus amigos
Santiago y Juan, hijos de
Zebedeo, que habían
participado de la pesca
milagrosa, dejaron todo, y
lo siguieron. (Lucas, 5:1
a 5:11.)
10. Jesús cura al
paralítico que entró por el
tejado - Jesús estaba en
una de aquellas ciudades
cuando un hombre lleno de
lepra, viéndolo, se postró
sobre el rostro y le rogó:
“Señor, si quisieras, bien
puedes limpiarme”. El
Mesías, extendiendo la mano,
le tocó, diciendo: “Quiero,
sé limpio”. E inmediatamente
la lepra desapareció de él.
Jesús le ordenó entonces que
a nadie lo dijera, pero que
fuera a mostrarse al
sacerdote y ofreciera, por
su purificación, lo que
Moisés había determinado,
para que les sirviera de
testimonio. Con esas curas
su fama se propagaba aún
más, y mucha gente se
juntaba para oírlo
y para ser por él curada de
sus enfermedades. Ocurrió
entonces que él estaba
enseñando, en la presencia
de fariseos y doctores de la
ley, que habían venido de
todas las aldeas de Galilea,
de Judea y de Jerusalén,
cuando le trajeron a un
paralítico. Como la multitud
impedía el acceso del hombre
por la puerta de la casa,
sus amigos subieron al
tejado y, removiendo algunas
tejas, descendieron al
paralítico con su cama,
hasta el lugar donde Jesús
estaba. El Maestro, viendo
la fe de ellos, dijo al
paralítico: “Hombre, tus
pecados te son perdonados”.
Los escribas y los fariseos
comenzaron entonces a
reflexionar, diciendo que él
blasfemaba, porque solamente
Dios puede
perdonar
pecados. Jesús, conociendo
sus pensamientos, les dijo:
“¿Que razonamientos hay en
vuestros corazones? ¿Cuál es
más fácil? decir: Tus
pecados te son perdonados; o
decir: ¿Levántate, y anda?
Ahora, para que sepáis que
el Hijo del hombre tiene
sobre la tierra poder de
perdonar pecados (dijo al
paralítico), a ti te digo:
Levántate, toma tu cama, y
ve para tu casa”. El
paralítico se levantó y,
tomando la cama en que
estaba acostado, fue para su
casa, glorificando a Dios, y
todos quedaron maravillados
y glorificaron a Dios,
diciendo: “Hoy vimos
prodigios”. (Lucas, 5:12
a 5: 26.)
11. Los sanos no
necesitan de médico, pero
sí, los enfermos - En
casa de Leví, donde este
ofreció a Jesús un gran
banquete, los escribas y los
fariseos murmuraban contra
sus discípulos, diciéndole:
“¿Por qué coméis y
bebéis
con publícanos y pecadores?”
Jesús, respondiendo, dijo:
“No necesitan de médico los
que están sanos, pero, sí,
los que están enfermos; yo
no vine a llamar a los
justos, pero, sí, a los
pecadores, al
arrepentimiento”. Ellos
entonces le propusieron una
nueva cuestión: “¿Por qué
ayunan los discípulos de
Juan muchas veces y hacen
oraciones, como también los
fariseos, pero los tuyos
comen y beben?” Jesús les
respondió: “¿Podéis vosotros
hacer ayuno a los hijos de
las bodas, mientras el
esposo anda con ellos? Días
vendrán, sin embargo, en que
el esposo les será quitado,
y entonces, aquellos días,
ayunaran”. (Lucas, 5:27 a
5:35.)
12. Los doce discípulos o
apóstoles del Señor- Era
sábado cuando los fariseos
vieron que los discípulos de
Jesús arrancaban espigas por
el camino y, después de
frotarlas con las manos, las
comían. “¿Por qué hacéis lo
que no es lícito hacer los
sábados?”, indagaron ellos.
Jesús respondió: “¿Nunca
leísteis lo que hizo David
cuando tuvo hambre, él y los
que con él estaban? ¿Cómo
entró en la casa de Dios, y
tomó los panes de la
proposición, y los comió, y
dio también a los que
andaban con él, los cuales
no es lícito comer sino sólo
a los sacerdotes?” Dicho
esto, afirmó que el Hijo del
hombre es Señor hasta del
sábado. Tras ese hecho,
ocurrió otro semejante, en
día de sábado y dentro de la
sinagoga. Jesús estaba
enseñando allí, cuando entró
un hombre que tenía la mano
derecha seca. Aunque los
escribas y fariseos lo
observaran, Jesús dije a
aquel hombre: “Levántate, y
queda en pie en medio”. El
hombre quedó en pie.
Entonces Jesús, volcándose
para los escribas y
fariseos, les dijo: “Una
cosa os he de preguntar: ¿Es
lícito en los sábados hacer
bien, o hacer mal? ¿Salvar
la vida, o matar? Y, antes
que respondieran, dijo al
hombre: “Extiende tu mano”.
Él lo atendió, y la mano le
fue restituida sana como la
otra. Los escribas y los
fariseos quedaron llenos de
furor y hablaban sobre lo
que harían a Jesús, que,
días después, subió al monte
para orar, pasando la noche
en oración. Cuando ya era
día, llamó a sí a sus
discípulos, y escogió doce
de ellos, a quién también
dio el nombre de apóstoles:
Simón, al cual también llamó
Pedro, y André, su hermano;
Santiago y Juan; Felipe y
Bartolomé; Mateo y Tomás;
Santiago, hijo de Alfeo, y
Simón, llamado Zelote;
Judas, hermano de Santiago,
y Judas Iscariotes, que fue
el traidor. (Lucas, 6:1 a
6:16.)
Respuestas a las preguntas
propuestas
1. A los que juzgaban que él
fuese Cristo, ¿qué respuesta
dio Juan, hijo de Zacarías?
Juan les respondió diciendo:
Yo, en verdad, os bautizo
con agua, pero he ahí que
viene aquel que es más
poderoso que yo, del cual no
soy digno de desatar la
correa de las alpargatas;
ese os bautizará con el
Espíritu Santo y con fuego.
Él tiene la pala en su mano;
y limpiará su era, y juntará
el trigo en sus depósitos,
pero quemará la paja con
fuego que nunca se borra. (Lucas,
3:15 a 3:17.)
2. ¿De cuál de los hijos de
Noé descendía José, padre de
Jesús?
Él descendía de Sem, hijo de
Noé. De ese nombre es que
surgió el vocablo semita.
(Lucas, 3:23 a 3:38.)
3. ¿De que ciudad, los
seguidores de la ley de
Moisés, airados con Jesús,
lo expulsaron, conduciéndolo
hasta la cima de un monte
para de allí precipitarlo?
Fue en Nazaret, donde había
sido criado, que eso
ocurrió. Los hechos fueron
así descritos por Lucas:
Jesús entró un día de
sábado, según su costumbre,
en la sinagoga, y se levantó
para leer. Le fue dado el
libro del profeta Isaías.
Cuando abrió el libro, halló
el lugar en que estaba
escrito: El Espíritu del
Señor es sobre mí, pues que
me ungió para evangelizar a
los pobres. Me envió a curar
a los quebrantados del
corazón, a predicar libertad
a los cautivos,
a restaurar la vista a los
invidentes, a poner en
libertad a los oprimidos, a
anunciar el año aceptable
del Señor. Después, cerrando
el libro, y haciéndolo dar
al ministro, se sentó. Los
ojos de todos en la sinagoga
estaban fijos en él, y él,
entonces comenzó a decirles:
Hoy se cumplió esta
Escritura en vuestros oídos.
Todos se maravillaban de las
palabras de gracia que
salían de su boca; y decían:
¿No es este el hijo de José?
El Maestro, entonces, les
dijo: A buen seguro me
diréis este proverbio:
Médico, cúrate a ti mismo;
haz también aquí en tu
patria todo
que oímos haber sido hecho
en Cafarnaún. Y dijo: En
verdad os digo que ningún
profeta es bien recibido en
su patria. En verdad os digo
que muchas viudas existían
en Israel en los días de
Elías, cuando el cielo se
cerró por tres años y seis
meses, de suerte que en toda
la tierra hubo gran hambre;
y a ninguna de ellas fue
enviado Elías, sino la
Sarepta de Sidon, a una
mujer viuda. Y muchos
leprosos había en Israel en
tiempo del profeta Eliseo, y
ninguno de ellos fue
purificado, sino Naama, el
sirio.
En ese momento, todos, en la
sinagoga, oyendo estas
cosas, se llenaron de ira y,
levantándose, lo expulsaron
de la ciudad, y lo llevaron
hasta la cima del monte en
que la ciudad de ellos
estaba edificada, para de
allí empujarlo.(Lucas,
4:14 a 4:30.)
4. ¿Cómo se llamaba el
publicano que ofreció a
Jesús un gran banquete en su
casa?
El publicano se llamaba Leví.
Este le ofreció un gran
banquete en su casa, donde
había también una multitud
de publícanos y otros que
andaban con ellos a la mesa.
Los escribas y los fariseos,
viendo aquello, murmuraron
contra sus discípulos,
diciendo: ¿Por qué coméis y
bebéis con publícanos y
pecadores? Jesús,
respondiendo, les dijo: No
necesitan de médico los que
están sanos, pero, sí, los
que están enfermos; yo no
vine a llamar los justos,
pero, sí, a los pecadores,
al arrepentimiento.
(Lucas, 5:27 a 5:32.)
5. ¿Qué pretendía Jesús
decir con esta frase:
Nadie echa vino nuevo en
odres viejos?
Antes de decir tales
palabras, Jesús había dicho:
Nadie quita un trozo de una
ropa nueva para coser en
ropa vieja, pues rompió la
nueva y remendó en el lugar
de la vieja. Enseguida,
afirmó: Nadie echa vino
en odres viejos, porque el
vino nuevo romperá los
odres, y se entornará y los
odres se estropearán; pero
el vino nuevo debe echarse
en odres nuevos, y ambos
juntamente se conservarán. Y
nadie echa vino nuevo en
odres viejos, porque el vino
nuevo romperá los odres, y
cambiarán y los odres se
estropearán. Pero el vino
nuevo debe echarse en odres
nuevos, y ambos juntamente
se conservarán. Y nadie
habiendo bebido el viejo
quiere luego el nuevo,
porque dice: Mejor es el
viejo. Los exegetas
interpretan esas palabras
como siendo la imposibilidad
de adaptarse la Buena Nueva
a la viejas doctrinas
israelitas y, por lo tanto,
como afirmación de que la
nueva doctrina debería
reunir hombres liberados de
prejuicios y dogmas. Pero,
por la última frase anotada
por Lucas, quien ya
experimentó el vino (la
doctrina israelita) no
querrá saber de la nueva (el
Evangelio), porque juzgará
siempre que el antiguo es
mejor. Carlos Torres
Pastorino, en su obra
“Sabiduría del Evangelio”,
comentando la enseñanza,
dice que tales palabras
indican que es menester que
la criatura se haga “hombre
nuevo”, liberándose de
prejuicios y dogmatismos,
con la mente libre de
teorías esclavizadas, para
entonces recibir el vino
nuevo, o sea, realiza su
unión con el Cristo y sus
enseñanzas. (Lucas, 5:36
a 5:39.)