Suicidio: ¿es posible
amenizar los
sufrimientos de sus
víctimas?
La dulce madre de Jesús
es el Espíritu sublime
que se compadece de los
suicidas y les extiende
las manos, socorriendo a
los Espíritus enfermos
que partieron
voluntariamente de la
Tierra
“¿Cual es el primero de
todos los derechos
naturales del hombre? -
El de vivir. Por eso
es que nadie tiene el de
atentar contra la vida
de su semejante, ni de
hacer lo que quiera que
pueda comprometerle la
existencia corporal.”
1
Si el hombre no tiene el
derecho de atentar
contra la vida del
prójimo, sino el deber
de amarlo “como a sí
mismo”, mucho menos
tiene el de eliminar la
propia vida, sobre todo
para ser fiel al quinto
mandamiento, que dice:
“¡no matarás!”
En su desequilibrio,
ignoran los suicidas que
no hay mal que el tiempo
no cure. Y acogen
obsesores crueles,
implacables, que los
inducen a la caída y,
poco a poco, los someten
a su voluntad enferma,
rencorosa.
No meditan sobre el
dolor que su gesto
extremo causará en
aquellos que los aman,
no tienen en cuenta sus
desdoblamientos sobre
los que quedan y que son
otras tantas víctimas de
su acto impensado:
familiares y amigos, de
los dos planos de la
vida. Sólo tardíamente
lamentan ese olvido.
Bien podemos imaginar
cuan pungentes dolores
tienen esas almas,
cuando son sensibles y
amorosas: ¡para los
corazones de las madres,
de los padres, esposos,
hijos, hermanas,
hermanos, o de los
queridos amigos! Es
dolor amargo, atroz, de
todos los momentos, que
sólo el tiempo, la
oración, la práctica del
bien y la acción de
Espíritus nobles
consiguen suavizar.
La Doctrina Espírita es,
también para ellos,
abundancia en
consolaciones, indicando
medios que alivian
sufrimientos, abrevian
pruebas, serenan las
almas de los que fueron
y de los que quedaron.
Todos ellos pueden,
“preparando las recetas”
que la Doctrina del Amor
prescribe, ayudarse,
eliminando del corazón,
de la mente, la
angustia, y amparar a
los que partieron.
Abre ella los caminos a
la fe y a la
misericordia infinita de
Dios, por la oración
sincera y la práctica
del bien incesante —
¡finalmente, de la
Caridad, mejor plegaria
que se eleva de la
Tierra a los Cielos!
La agresión al cuerpo
físico hiere también al
cuerpo espiritual
Consuela saber que la
dulce madre de Jesús es
el Espíritu sublime que
se compadece de los
suicidas y les extiende
las manos, y que la
“Legión de los Siervos
de María” socorre a los
Espíritus enfermos que
partieron
voluntariamente de la
Tierra, conduciéndolos
al “Hospital María de
Nazaret”, donde son
medicados, reeducados y
preparados para
reencarnaciones
reparadoras! Es lo que
nos informa el Espíritu
Camilo Cândido Botelho,
por la médium Yvonne A.
Pereira, en el libro
“Memorias de un
Suicida”. 2
La agresión al cuerpo
físico hiere también al
cuerpo espiritual,
denominado por el
Apóstol Pablo como
“cuerpo celestial” (I
Color. 15-40), que Allan
Kardec llamó
periespíritu. Es el la
matriz que va a
registrar, en los
cuerpos de las
encarnaciones
subsiguientes, el
resultado de esas
lesiones, en la forma de
enfermedades
difícilmente curables.
Es el precio a pagar por
la rebeldía contra los
designios celestes, por
el mal uso del libre
albedrío.
En el libro “Religión de
los Espíritus” 3,
Emmanuel, comentando en
el capítulo Suicidio
la cuestión 957 de “El
Libro de los Espíritus”,
señala que “los
resultados (de los
suicidios) no se
circunscriben a los
fenómenos de sufrimiento
íntimo, porque surgen
los desequilibrios (...)
con impositivos de
reajuste en existencias
próximas.” Y relaciona
enfermedades que, como
consecuencia del
suicidio, la Ley impone
a los rebeldes. Nos
conviene conocer integro
ese capítulo.
Quién lee los libros
señalados o la obra “El
Cielo y el Infierno”
4 (en el Cap.
V de la 2ª Parte hay
testimonios de Espíritus
suicidas, comentados por
Kardec) o, aún, “El
Libro de los Espíritus”
1, sobre todo
las cuestiones números
943 a 957, jamás pensará
en atentar contra la
propia vida. Al
contrario, pasará a
ofrecer plegarias y a
practicar el bien, en
favor de aquellos que
cayeron en ese abismo
profundo.
Dios siempre nos da los
medios de superar las
dificultades
Si a muchos asusta la
revelación de los
sufrimientos atroces
porque pasan los
suicidas, no sólo en el
plano espiritual, sino
en las reencarnaciones
reparadoras –
especialmente a aquellos
que, ingenuamente,
alimentan la ilusión de
que el perdón de Dios
todo suprime de forma
mágica, instantánea –,
también nos conciencia a
todos, del deber que nos
cabe de valorar el
cuerpo de carne, de
evitar el suicidio,
divulgando la verdad,
consolando y encorajando
a los afligidos,
destacando el valor de
la plegaria como
sustentáculo en las
pruebas o como recurso y
lenitivo inter-mediador,
en favor de los que
cayeron consumando el
acto trágico, doloroso.
Los Espíritus nos
advierten de las pruebas
a que son conducidos los
que, frágiles, intentan
huir de la vida. Pero
Dios siempre nos da los
medios de superar las
dificultades, por
mayores que sean ellas.
Si extraordinarios son
esos sufrimientos, mayor
aún es el amor de Dios,
que renueva a todos las
oportunidades de
reconstrucción del
equilibrio.
Alexander 5,
Espíritu, consolando a
un suicida, le afirma:
“– En los mayores
abismos, Raúl, hay
siempre lugar para la
esperanza. No se deje
dominar por la idea de
la imposibilidad. Piense
en la renovación de su
oportunidad, medite en
la grandeza de Dios.
Transforme el
remordimiento en
propósito de
regeneración.
(...)
el trabajo de auxilio
fraterno fue iniciado a
través de oraciones de
la esposa cariñosa y
desolada.”
Tengamos buen ánimo. Si
esas ideas nos vienen a
la mente, o si un
familiar
o amigo partió de la
Tierra por ese medio,
que no elimina la vida
pero acarrea dolores
atroces y lo somete a
pruebas superiores a
aquellas de las que
tenga que huir,
recurramos a la oración
sincera y a la práctica
del bien.
Debemos aprender a
confiar, actuando,
orando, amando,
renunciando; abatiendo
el orgullo, aceptando la
pobreza, si perdiéramos
la fortuna, o la persona
amada, por muerte,
abandono, u otro motivo;
sometiéndonos,
finalmente, a las
pruebas que, en breve
pasan.
Todos los suicidas, sin
excepción, lamentan
el
error practicado
Todas las circunstancias
se modifican. En el
próximo minuto o en el
mañana surgen
oportunidades para
superar obstáculos
aparentemente
intraspasables y las
rudas pruebas. Es
preciso confiar,
haciendo lo mejor de
nosotros.
Debemos orar por los
suicidas, y por otros
sufridores,
compadeciéndonos de sus
dolores, sin
condenarlos. Es lo que
nos dice el amoroso
mentor Emmanuel, en la
obra “Cofre de Luz”
6, estimulándonos,
encorajándonos
Esclarece J. D.
Inocencio:
“Todos los suicidas, sin
excepción, lamentan el
error practicado y son
acordes en la
información de que sólo
la plegaria alivia los
sufrimientos en que se
encuentran y que les
parecían eternos.”
7
¡La plegaria es
instrumento que atrae
bálsamos celestes, que
descienden de los cielos
a la Tierra, aliviando,
suavizando dolores! La
plegaria y la fe son
alabanzas que levantan a
los caídos en los
caminos de la evolución.
¡Recurran, pues,
aquellos que sufren ese
drama, a la oración y,
sobre todo, a la amorosa
intercesión de la Madre
Celestial!
Exhorta el Espíritu San
Agustín:
“¡Si supierais cuan gran
bien hace la fe al
corazón y como induce el
alma al arrepentimiento
y a la plegaria! ¡La
plegaria! ¡Ah! ¡Como son
importantes las palabras
que salen de la boca de
aquel que ora! La
plegaria es el rocío
divino que aplaca el
calor excesivo de las
pasiones. Hija
primogénita de la fe,
ella nos encamina para
la senda que conduce a
Dios. (…) 8
Hay religiones, en
oposición a todo aquello
que nos recomienda la
Doctrina de Jesús, que
niegan la plegaria a los
“muertos” – he ahí que,
conforme enseñan,
sellada está para
siempre su suerte,
olvidadas de que la
misericordia del Padre
estimula la fraternidad
y se compadece de los
caídos y los busca, para
levantarlos.
“Dios es Amor” y ese
Amor en todo se expresa
Otras se niegan a orar
por los suicidas –
sufridores de los más
necesitados y a los
cuales la plegaria
alivia – o, aún, a
sepultarlos en el “campo
santo”, como si hubiera
en el Universo región
que no sea obra del
Padre de Amor y, por
tanto, sagrada, o que
las sabias Leyes Divinas
se sometiesen a la
ignorancia, al albedrío
de los hombres.
“Dios es Amor” y ese
Amor en todo se expresa.
La Doctrina Espírita
esclarece las mentes y
ayuda a evitar el
suicidio, además de
contribuir para la
recuperación del
equilibrio tanto de
aquellos que andan con
la idea de huir de la
vida, cuanto de aquellos
que realizaron ese acto
dramático, más allá de
consolar a las
“víctimas” que quedaron:
parientes y amigos.
Conocerla, estudiarla,
divulgar sus enseñanzas
es forma eficaz de
evitar suicidios; de
orientar y consolar
familiares y amigos;
pues habla a los
corazones con el
testimonio vivo de los
que intentaron huir de
problemas, sumergiéndose
en dolores
inimaginables; así como
de aquello que los
alivia y favorece: la
oración.
En ninguna hipótesis se
justifica el gesto
desvariado de atentar
contra la propia vida.
Sólo la ignorancia, la
falta de fe en Dios, en
su bondad, pueden llevar
a la criatura a
rebelarse contra Sus
designios.
Espíritus superiores
destacan la importancia
de someternos a la
soberana voluntad del
Padre, que a todos nos
ama y conduce a las
pruebas necesarias a
nuestra evolución. Nos
cumple, pues, preservar
el cuerpo, instrumento
indispensable al
progreso por el que
todos anhelamos, atentos
a las palabras de
Emmanuel:
“La bendición de un
cuerpo, aunque mutilado
o deforme, en la Tierra,
es cómo preciosa
oportunidad de
perfeccionamiento
espiritual, el mayor de
todos los dones que
nuestro Planeta puede
ofrecer.”
9
Referências
bibliográficas:
1 - KARDEC, Allan.
O
Livro
dos
Espíritos.
75 ed. Rio de Janeiro: FEB,
1997. 494p. p. 406:
Parte 3ª,
Cap. 11, Q. 880;
2 -
PEREIRA,
Yvonne A. Memórias
de
um
Suicida.
8 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1979. 568 p.;
3 - XAVIER, Francisco C.
Religião
dos Espíritos, pelo
Espírito
Emmanuel. 3 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1974, 255p. pp.
118-119;
4 - KARDEC, Allan.
O
Céu
e o
Inferno.
37 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1991. 425p. pp.
295-327: 2ª
Parte,
Cap. 5;
5 - XAVIER, Francisco C.
Missionários
da Luz, pelo Espírito André
Luiz. 12 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1979. 347p.
pp.144-145: Cap. 11;
6 - XAVIER, Francisco C.
Escrínio
de Luz,
pelo Espírito
Emmanuel. 2 ed. Matão:
Casa Editora O Clarim,
1982. 220p. pp. 157-158;
7 - INNOCÊNCIO, J. D.
Suicídio.
REFORMADOR, Rio de Janeiro, v.
112, n. 1.988, p. 332,
nov. 1994;
8 - KARDEC, Allan.
O
Evangelho
segundo o
Espiritismo.
112 ed.
Rio
de
Janeiro:
FEB, 1996. 435p. p. 383:
Cap. 27, it. 23;
9 - XAVIER, Francisco C.
Roteiro,
pelo
Espírito
Emmanuel. 4 ed.
Rio de
Janeiro:
FEB, 1978. 170p. p. 21.
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