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Año 4 - N° 192 - 16 de Enero del 2011

GEBALDO JOSÉ DE SOUSA        
gebaldojose@uol.com.br    
Goiânia, Goiás (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


Suicidio: ¿es posible amenizar los sufrimientos de sus víctimas?  

La dulce madre de Jesús es el Espíritu sublime que se compadece de los suicidas y les extiende las manos, socorriendo a los Espíritus enfermos que partieron voluntariamente de la Tierra
 

 “¿Cual es el primero de todos los derechos naturales del hombre? - El de vivir. Por eso es que nadie tiene el de atentar contra la vida de su semejante, ni de hacer lo que quiera que pueda comprometerle la existencia corporal.1

Si el hombre no tiene el derecho de atentar contra la vida del prójimo, sino el deber de amarlo “como a sí mismo”, mucho menos tiene el de eliminar la propia vida, sobre todo para ser fiel al quinto mandamiento, que dice: “¡no matarás!”  

En su desequilibrio, ignoran los suicidas que no hay mal que el tiempo no cure. Y acogen obsesores crueles, implacables, que los inducen a la caída y, poco a poco, los someten a su voluntad enferma, rencorosa.

No meditan sobre el dolor que su gesto extremo causará en aquellos que los aman, no tienen en cuenta sus desdoblamientos sobre los que quedan y que son otras tantas víctimas de su acto impensado: familiares y amigos, de los dos planos de la vida. Sólo tardíamente lamentan ese olvido.

Bien podemos imaginar cuan pungentes dolores tienen esas almas, cuando son sensibles y amorosas: ¡para los corazones de las madres, de los padres, esposos, hijos, hermanas, hermanos, o de los queridos amigos! Es dolor amargo, atroz, de todos los momentos, que sólo el tiempo, la oración, la práctica del bien y la acción de Espíritus nobles consiguen suavizar.

La Doctrina Espírita es, también para ellos, abundancia en consolaciones, indicando medios que alivian sufrimientos, abrevian pruebas, serenan las almas de los que fueron y de los que quedaron. Todos ellos pueden, “preparando las recetas” que la Doctrina del Amor prescribe, ayudarse, eliminando del corazón, de la mente, la angustia, y amparar a los que partieron.

Abre ella los caminos a la fe y a la misericordia infinita de Dios, por la oración sincera y la práctica del bien incesante — ¡finalmente, de la Caridad, mejor plegaria que se eleva de la Tierra a los Cielos!

La agresión al cuerpo físico hiere también al cuerpo espiritual

Consuela saber que la dulce madre de Jesús es el Espíritu sublime que se compadece de los suicidas y les extiende las manos, y que la “Legión de los Siervos de María” socorre a los Espíritus enfermos que partieron voluntariamente de la Tierra, conduciéndolos al “Hospital María de Nazaret”, donde son medicados, reeducados y preparados para reencarnaciones reparadoras! Es lo que nos informa el Espíritu Camilo Cândido Botelho, por la médium Yvonne A. Pereira, en el libro “Memorias de un Suicida”. 2

La agresión al cuerpo físico hiere también al cuerpo espiritual, denominado por el Apóstol Pablo como “cuerpo celestial” (I Color. 15-40), que Allan Kardec llamó periespíritu. Es el la matriz que va a registrar, en los cuerpos de las encarnaciones subsiguientes, el resultado de esas lesiones, en la forma de enfermedades difícilmente curables. Es el precio a pagar por la rebeldía contra los designios celestes, por el mal uso del libre albedrío.

En el libro “Religión de los Espíritus” 3, Emmanuel, comentando en el capítulo Suicidio la cuestión 957 de “El Libro de los Espíritus”, señala que “los resultados (de los suicidios) no se circunscriben a los fenómenos de sufrimiento íntimo, porque surgen los desequilibrios (...) con impositivos de reajuste en existencias próximas.” Y relaciona enfermedades que, como consecuencia del suicidio, la Ley impone a los rebeldes. Nos conviene conocer integro ese capítulo.

Quién lee los libros señalados o la obra “El Cielo y el Infierno” 4 (en el Cap. V de la 2ª Parte hay testimonios de Espíritus suicidas, comentados por Kardec) o, aún, “El Libro de los Espíritus” 1, sobre todo las cuestiones números 943 a 957, jamás pensará en atentar contra la propia vida. Al contrario, pasará a ofrecer plegarias y a practicar el bien, en favor de aquellos que cayeron en ese abismo profundo.

Dios siempre nos da los medios de superar las dificultades

Si a muchos asusta la revelación de los sufrimientos atroces porque pasan los suicidas, no sólo en el plano espiritual, sino en las reencarnaciones reparadoras – especialmente a aquellos que, ingenuamente, alimentan la ilusión de que el perdón de Dios todo suprime de forma mágica, instantánea –, también nos conciencia a todos, del deber que nos cabe de valorar el cuerpo de carne, de evitar el suicidio, divulgando la verdad, consolando y encorajando a los afligidos, destacando el valor de la plegaria como sustentáculo en las pruebas o como recurso y lenitivo inter-mediador, en favor de los que cayeron consumando el acto trágico, doloroso.

Los Espíritus nos advierten de las pruebas a que son conducidos los que, frágiles, intentan huir de la vida. Pero Dios siempre nos da los medios de superar las dificultades, por mayores que sean ellas. Si extraordinarios son esos sufrimientos, mayor aún es el amor de Dios, que renueva a todos las oportunidades de reconstrucción del equilibrio.

Alexander 5, Espíritu, consolando a un suicida, le afirma:

“– En los mayores abismos, Raúl, hay siempre lugar para la esperanza. No se deje dominar por la idea de la imposibilidad. Piense en la renovación de su oportunidad, medite en la grandeza de Dios. Transforme el remordimiento en propósito de regeneración.

(...) el trabajo de auxilio fraterno fue iniciado a través de oraciones de la esposa cariñosa y desolada.”

Tengamos buen ánimo. Si esas ideas nos vienen a la mente, o si un familiar o amigo partió de la Tierra por ese medio, que no elimina la vida pero acarrea dolores atroces y lo somete a pruebas superiores a aquellas de las que tenga que huir, recurramos a la oración sincera y a la práctica del bien.

Debemos aprender a confiar, actuando, orando, amando, renunciando; abatiendo el orgullo, aceptando la pobreza, si perdiéramos la fortuna, o la persona amada, por muerte, abandono, u otro motivo; sometiéndonos, finalmente, a las pruebas que, en breve pasan.

Todos los suicidas, sin excepción, lamentan
el error practicado

Todas las circunstancias se modifican. En el próximo minuto o en el mañana surgen oportunidades para superar obstáculos aparentemente intraspasables y las rudas pruebas. Es preciso confiar, haciendo lo mejor de nosotros.

Debemos orar por los suicidas, y por otros sufridores, compadeciéndonos de sus dolores, sin condenarlos. Es lo que nos dice el amoroso mentor Emmanuel, en la obra “Cofre de Luz” 6, estimulándonos, encorajándonos

Esclarece J. D. Inocencio:

“Todos los suicidas, sin excepción, lamentan el error practicado y son acordes en la información de que sólo la plegaria alivia los sufrimientos en que se encuentran y que les parecían eternos.” 7

¡La plegaria es instrumento que atrae bálsamos celestes, que descienden de los cielos a la Tierra, aliviando, suavizando dolores! La plegaria y la fe son alabanzas que levantan a los caídos en los caminos de la evolución.

¡Recurran, pues, aquellos que sufren ese drama, a la oración y, sobre todo, a la amorosa intercesión de la Madre Celestial!

Exhorta el Espíritu San Agustín:

“¡Si supierais cuan gran bien hace la fe al corazón y como induce el alma al arrepentimiento y a la plegaria! ¡La plegaria! ¡Ah! ¡Como son importantes las palabras que salen de la boca de aquel que ora! La plegaria es el rocío divino que aplaca el calor excesivo de las pasiones. Hija primogénita de la fe, ella nos encamina para la senda que conduce a Dios. (…) 8

Hay religiones, en oposición a todo aquello que nos recomienda la Doctrina de Jesús, que niegan la plegaria a los “muertos” – he ahí que, conforme enseñan, sellada está para siempre su suerte, olvidadas de que la misericordia del Padre estimula la fraternidad y se compadece de los caídos y los busca, para levantarlos.

“Dios es Amor” y ese Amor en todo se expresa

Otras se niegan a orar por los suicidas – sufridores de los más necesitados y a los cuales la plegaria alivia – o, aún, a sepultarlos en el “campo santo”, como si hubiera en el Universo región que no sea obra del Padre de Amor y, por tanto, sagrada, o que las sabias Leyes Divinas se sometiesen a la ignorancia, al albedrío de los hombres.

“Dios es Amor” y ese Amor en todo se expresa.

La Doctrina Espírita esclarece las mentes y ayuda a evitar el suicidio, además de contribuir para la recuperación del equilibrio tanto de aquellos que andan con la idea de huir de la vida, cuanto de aquellos que realizaron ese acto dramático, más allá de consolar a las “víctimas” que quedaron: parientes y amigos.

Conocerla, estudiarla, divulgar sus enseñanzas es forma eficaz de evitar suicidios; de orientar y consolar familiares y amigos; pues habla a los corazones con el testimonio vivo de los que intentaron huir de problemas, sumergiéndose en dolores inimaginables; así como de aquello que los alivia y favorece: la oración.

En ninguna hipótesis se justifica el gesto desvariado de atentar contra la propia vida. Sólo la ignorancia, la falta de fe en Dios, en su bondad, pueden llevar a la criatura a rebelarse contra Sus designios.

Espíritus superiores destacan la importancia de someternos a la soberana voluntad del Padre, que a todos nos ama y conduce a las pruebas necesarias a nuestra evolución. Nos cumple, pues, preservar el cuerpo, instrumento indispensable al progreso por el que todos anhelamos, atentos a las palabras de Emmanuel:

“La bendición de un cuerpo, aunque mutilado o deforme, en la Tierra, es cómo preciosa oportunidad de perfeccionamiento espiritual, el mayor de todos los dones que nuestro Planeta puede ofrecer.”  9

 

Referências bibliográficas: 

1 - KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. 75 ed. Rio de Janeiro: FEB, 1997. 494p. p. 406: Parte 3ª, Cap. 11, Q. 880;

2 - PEREIRA, Yvonne A. Memórias de um Suicida. 8 ed. Rio de Janeiro: FEB, 1979. 568 p.;

3 - XAVIER, Francisco C. Religião dos Espíritos, pelo Espírito Emmanuel. 3 ed. Rio de Janeiro: FEB, 1974, 255p. pp. 118-119;

4 - KARDEC, Allan. O Céu e o Inferno. 37 ed. Rio de Janeiro: FEB, 1991. 425p. pp. 295-327: 2ª Parte, Cap. 5;

5 - XAVIER, Francisco C. Missionários da Luz, pelo Espírito André Luiz. 12 ed. Rio de Janeiro: FEB, 1979. 347p. pp.144-145: Cap. 11;

6 - XAVIER, Francisco C. Escrínio de Luz, pelo Espírito Emmanuel. 2 ed. Matão: Casa Editora O Clarim, 1982. 220p. pp. 157-158;

7 - INNOCÊNCIO, J. D. Suicídio. REFORMADOR, Rio de Janeiro, v. 112, n. 1.988, p. 332, nov. 1994;

8 - KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. 112 ed. Rio de Janeiro: FEB, 1996. 435p. p. 383: Cap. 27, it. 23;

9 - XAVIER, Francisco C. Roteiro, pelo Espírito Emmanuel. 4 ed. Rio de Janeiro: FEB, 1978. 170p. p. 21.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita