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Año 4 196 – 13 de Febrero de 2011

MARCUS DE MARIO 
marcus de mario@gmail.com      

Rio de Janeiro, RJ (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Crítica Literária

El Pescador de Almas
 

Autor: Monsenhor Eusébio Sintra (Espíritu)
Médium: Valter Turini
Editora: O Clarim
 

   

Un romance histórico siempre llama la atención, principalmente, para nosotros los espíritas, cuando retrata episodios vividos por los primeros cristianos, y aún más por tratarse de un romance mediúmnico, escrito por un Espíritu y, por lo tanto, con aires de revelación. Sin embargo, no todo lo que parece efectivamente se confirma. Es el caso de este libro “El Pescador de Almas”.

El autor espiritual Monseñor Eusébio Sintra abusa de descripciones minuciosas de crímenes hediondos cometidos por los personajes, o de abusos de poder, desfilando en páginas y más páginas, imágenes sanguinolentas, brutales, causando incluso malestar en algunos momentos. ¿Para qué? ¿Entonces no sabemos, por la pluma mediúmnica de Chico Xavier, en palabras del Espíritu André Luiz, que el mal no merece comentario?

Citar acontecimientos agregados a la historia narrada, aunque sean dolorosos, forma parte de cualquier narración romanceada, pero explorar los acontecimientos con descripciones minuciosas no es de muy bueno gusto en una literatura que debería constituir momento de elevación para los lectores.

Sin explicación es la insistencia del autor espiritual en utilizar palabras y frases enteras en latín, inclusive los nombres de los personajes y los saludos corrientes, obligando al lector a un ejercicio enredado de tener que recurrir a todo instante para el pie de página de las páginas, en la búsqueda de la traducción. Podríamos ser ahorrados de eso.

El romance pasa en el antiguo Imperio Romano, al tiempo de la administración de Nero, inclusive trayendo la descripción de los hechos del famoso incendio de Roma. Y aquí tenemos una cuestión profunda: la descripción del autor espiritual está en desacuerdo con las investigaciones de los historiadores y contradice las revelaciones y descripciones hechas por el Espíritu Emmanuel, a través de la psicografia del médium Chico Xavier, en el libro "Pablo y Esteban". Como es la universalidad de las enseñanzas, la autoridad de los mensajes espirituales, el bueno sentido nos dice que debimos quedarnos con los historiadores y con Emmanuel.

Ahora veamos algunos trechos del libro:

"¡Oh, sublime Maestro Jesús!... ¡Dignaos a mirar para las miserias de este mundo cruel!... ¡Ved, Señor, lo que la maldad de los hombres hizo a este niño!... ¡Derramad sobre él vuestra Luz!... ¡Devolvedle la salud, restitúyele la razón! – y extiende las manos sobre el rostro de Susanna que, al leve toque de la punta de los dedos de Rufus, emite un leve gemido y se agita en la cana” (página 153).

Rufus es el trabajador cristiano con poder de cura. A pesar de ser romano, la oración hecha por él más parece la de un sacerdote fariseo y, modernamente, la de muchos pastores de iglesias protestantes.

"... ¡Por eso es por lo que la iluminación del Espíritu es tan costosa!... ¡Basándose sobre las experiencias, sobre los errores y los aciertos!... Así actúa la Divina Pedagogía que, la duras y crueles penas, promovidas por la presencia constante del dolor, va aguantando las espigas del ser; va, incansablemente, en la secuencia de las reencarnaciones que se suceden hasta que, allá en el término de su jornada, el Espíritu, ¡finalmente despojado de toda la animalidad, se presenta realmente humanizado, sabio y rutilante de Luz!..." (página 193).

Es una perla literaria y doctrinaria... ¡falsa! ¿Entonces no alcanzamos aún el reino hominal? ¿No constituimos una humanidad? ¿Y sufriremos incansablemente el dolor hasta cuando llegara la hora de terminar nuestro progreso espiritual? ¿Pero el Espiritismo no nos enseña que Dios, nuestro Padre, es todo bondad, justicia y amor?

La misma cantinela sobre el dolor y el sufrimiento está presente en la página 237, y con un agravante: quedamos sabiendo que los dolores calcados en la pasión no tienen remedio:

"¡Nos resta, entonces, dejarlas doler, royéndonos las entrañas, carcomiéndonos, sin piedad, cuáles horripilantes cánceres, hasta matarnos, sin el mínimo de piedad!...".

Tenemos la impresión que el autor es partidario de la tragedia romántica tan en boga en el siglo 19, y que a tantos jóvenes llevó al suicidio.

En el capítulo 14 el autor describe el sacrificio de los cristianos en el circo romano (recordando que, según los historiadores y Emmanuel, el circo también fue devorado por el fuego, por lo tanto los primeros sacrificios de cristianos no podrían allí ocurrir). Todos mueren por las garras de los leones hambrientos o quemados presos en postes, para delirio de la platea. Ellos son recibidos por el Maestro Jesús, y he ahí lo que ocurre:

"A continuación, surgieron, sonrientes y felices, de todos los lados de la campiña, todos los que ya habían sido asesinados en el Circus Maximus y se juntaron, cantando un magnificente himno de alabanza al Insigne Maestro Nazareno, que allí se reunía con ellos" (página 262).

¿Todos los cristianos? ¿Pero ellos no acababan de morir trágicamente? ¿Estarían todos espiritualizados por el simple hecho de aceptar la fe cristiana? Sabemos que los primeros momentos tras la muerte del cuerpo físico son acompañados de un estadio de perturbación, cuya duración y profundidad varía de Espíritu para Espíritu, pero eso parece no valer para esos cristianos muertos en la arena romana, pues "todos" ellos se mostraron conscientes, alegres y aún cantaron magnífica música para homenajear a Jesucristo.

Aún en la continuación de la descripción de ese encuentro, leemos lo siguiente:

"Y, cuando todo se consumó, todos aquellos Espíritus se dieron las manos y rodearon al Divino Maestro que, cual pastor a guiar, firmemente, sus ovejas, se elevó al infinito, transformándose, después, en magnificente sol, rodeado de estrellas diamantinas, cual constelación plena de luminiscencia ganando alturas inconcebibles…” (página 262).

¿Qué descripción es esa? ¿Entonces el Gobernador Planetario, nuestro Maestro Jesús, abandonó su misión, transformándose en un sol en algún punto del universo?

En el capítulo 15, de las páginas 286 y 287, tenemos una descripción digna de la mejor ficción, y, claro, totalmente inverosímil, incompatible con los estudios espíritas y todo lo que sabemos sobre la vuelta al mundo espiritual tras la muerte. El personaje Flavius asesina cobardemente, en una emboscada, al personaje Iulius, y, después lleno de remordimientos, comete el suicidio. Instantáneamente, desplazado del cuerpo físico, él ve al rival, en Espíritu, a su lado, y los dos inician una lucha de "vida o muerte", agarrándose entre puñetazos, iniciando entonces una mutua obsesión. Impresiona la capacidad del autor espiritual en desdeñar el proceso desencarnatorio.

Y si fuera sólo eso, pero no, dos Espíritus, del bien, a todo asisten, y uno de ellos es Suzanna, que había sido matada hediondamente por Iulius, habiendo jurado su odio antes de dar el último suspiro en el cuerpo físico. Y está presente en el ambiente, intentando amparar al amado Flavius. O sea, una vez más la muerte nada significa, y no importa el género de muerte. Basta morir y andar con todas las facultades plenas en el mundo espiritual. Y como Suzanna esposaba la fe cristiana, ya es un Espíritu protector.

El Espíritu que la acompaña, Drusilla, “la toma en los brazos y alza el vuelo, desapareciendo, a seguir, como un rayo luminoso”. Definitivamente al autor le gustan los efectos especiales.

Del resto, sentimos en la historia la falta de la acción de los Espíritus y una mayor profundidad en el mensaje cristiano que atraviesa la narración, más allá de ser de gusto dudoso describir los pensamientos indignados de algunos personajes con relación a otros.

 

Marcus De Mario es educador y escritor. Es director del Instituto Brasileño de Educación Moral y colaborador del Centro Espírita Humildad y Amor, en la ciudad de Rio de Janeiro. 




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita