Continuamos con el
Estudio Metódico del
Pentateuco Kardeciano,
que focalizará las cinco
principales obras de la
Doctrina Espírita, en el
orden en que fueron
inicialmente publicadas
por Allan Kardec, el
Codificador del
Espiritismo.
Las respuestas a las
preguntas presentadas,
fundamentadas en la 76ª
edición publicada por la
FEB, basadas en la
traducción de Guillon
Ribeiro, se encuentran
al final del texto.
Preguntas para debatir
A. El instante en que el
Espíritu debe encarnar
¿constituye para él un
momento solemne? ¿Siente
alguna aflicción en esa
ocasión?
B. ¿En qué momento se
une el alma al cuerpo?
C. ¿Cuál es la posición
espírita sobre el aborto
provocado?
D. ¿Cuál es el objetivo
de la Providencia al
crear seres como los
cretinos e idiotas que,
como se sabe, presentan
un grado acentuado de
retardo de las
facultades mentales?
E. ¿Qué utilidad tiene
el período de infancia
para los Espíritus que
reencarnan?
Texto para la lectura
190. A menudo, la muerte
de un niño a tierna edad
constituye una prueba
para los padres.
(L.E., 347)
191. Cuando una
encarnación se frustra,
debido a una causa
cualquiera, el Espíritu
no reencarna
inmediatamente: necesita
tiempo para escoger de
nuevo, a menos que la
reencarnación
instantánea provenga de
una determinación
anterior.
(L.E., 349)
192. El Espíritu, una
vez encarnado, no puede
lamentar la elección que
ha hecho porque no tiene
conciencia de eso; pero
puede encontrar la carga
muy pesada y, si la
considera superior a sus
fuerzas, entonces
recurre al suicidio.
(L.E., 350)
193. En el intervalo que
va de la concepción al
nacimiento, el Espíritu
goza más o menos de sus
facultades, porque
todavía no está
encarnado, pero sí unido
al cuerpo. Desde el
instante de la
concepción, la turbación
comienza a envolverlo y
va aumentando hasta el
nacimiento.
(L.E., 351)
194. Hablando con
propiedad, el feto no
posee un alma, puesto
que la encarnación está
sólo en vías de
realizarse; pero está
unido al alma que lo
animará.
(L.E., 353)
195. Hay niños que desde
el seno materno no
tienen posibilidades de
vivir. Esto sucede con
frecuencia, y Dios lo
permite como prueba, sea
para los padres o bien
para el Espíritu
destinado a encarnar. (L.E.,
355)
196. Hay niños nacidos
muertos que jamás
tuvieron un Espíritu
destinado a sus cuerpos.
En esos casos, es sólo
por los padres que ellos
nacen. (L.E., 356, 356-a
y 356-b)
197. La materia no es
más que la envoltura del
Espíritu, como la ropa
es la envoltura del
cuerpo. Al unirse al
cuerpo, el Espíritu
conserva los atributos
de la naturaleza
espiritual. El ejercicio
de las facultades
depende, sin embargo, de
los órganos que le
sirven de instrumento.
Los órganos son los
instrumentos de
manifestación de las
facultades del alma.
(L.E., 367 a 370)
198. Nunca decimos que
los órganos no ejercen
influencia. Influyen, y
mucho, sobre la
manifestación de las
facultades, pero no
producen las facultades.
He aquí la diferencia.
Un buen músico con un
instrumento malo no hará
buena música, lo que no
le impide ser un buen
músico. Hay casos en que
la materia ofrece tal
resistencia, que las
manifestaciones son
entorpecidas o
desnaturalizadas, como
en la idiotez y la
locura. (L.E., 372-a)
199. El idiota, en
estado de Espíritu, a
menudo tiene conciencia
de su estado mental.
Comprende entonces, que
las cadenas que traban
su desarrollo son una
prueba y una expiación.
(L.E., 374)
200. En la locura, es el
cuerpo el que está
desorganizado, no el
Espíritu; pero es
necesario no olvidar
que, de la misma manera
que el Espíritu actúa
sobre la materia, ésta
reacciona sobre el
Espíritu en cierta
medida, y que él puede
encontrarse
momentáneamente
impresionado por las
alteraciones de los
órganos a través de los
cuales se manifiesta y
recibe las impresiones.
Cuando la locura dura
mucho tiempo, puede
suceder que la
repetición de los mismos
actos termine por
ejercer sobre el
Espíritu una influencia
de la cual éste no se
librará sino hasta
después de su completa
separación de toda
impresión material. (L.E.,
375 y 375-a)
201. Muchas veces, la
locura arrastra al
individuo al suicidio,
porque sufriendo por el
constreñimiento al que
está sometido y la
impotencia para
manifestarse libremente,
busca liberarse por
medio de la muerte.
(L.E., 376)
202. Después de la
muerte, el Espíritu
puede resentirse durante
algún tiempo de la
perturbación que lo
afectó en la vida
corporal, hasta que esté
completamente desligado
de la materia.
(L.E., 377)
203. El Espíritu que
anima el cuerpo de un
niño puede ser más
desarrollado que el de
un adulto si progresó
más, pues son sólo los
órganos imperfectos los
que le impiden
manifestarse. Él actúa
de acuerdo al
instrumento del cual se
vale. (L.E., 379)
204. La turbación que
acompaña a la
encarnación no cesa
súbitamente con el
nacimiento del niño, y
sólo se disipa
gradualmente con el
desarrollo de los
órganos. Así, el
Espíritu piensa y actúa
como un niño, aunque sea
muy antiguo como
Espíritu. Es por eso que
los sueños de un niño no
tienen el carácter de
los de un adulto; su
tema es casi siempre
pueril.
(L.E., 380)
205. Con la muerte del
cuerpo, el Espíritu del
niño recobra su lucidez
primitiva, pero
solamente cuando la
separación estuviera
completa, es decir,
cuando ya no exista
ningún lazo entre el
Espíritu y el cuerpo.
(L.E., 381)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. El instante en que el
Espíritu debe encarnar
¿constituye para él un
momento solemne? ¿Siente
alguna aflicción en esa
ocasión?
Sí. En ese momento el
Espíritu actúa como el
viajero que se embarca
para una travesía
peligrosa y no sabe si
encontrará, o no, la
muerte en las olas que
decide afrontar. Por
eso, su ansiedad es muy
grande, pues sabe que
las pruebas de su
existencia lo retrasarán
o lo harán avanzar,
según las soporte.
(El Libro de los
Espíritus, preguntas
339, 340, 341 y 342.)
B. ¿En qué momento se
une el alma al cuerpo?
La unión comienza en la
concepción, pero sólo es
completa en el momento
del nacimiento. Desde el
instante de la
concepción, el Espíritu
designado para habitar
determinado cuerpo, se
une a éste por un lazo
fluídico que se va
estrechando cada vez
más, hasta el instante
en que el niño es dado a
luz. (Obra citada,
preguntas 344, 345 y
346.)
C. ¿Cuál es la posición
espírita sobre el aborto
provocado?
El aborto significa para
el Espíritu reencarnante
una existencia nula que
tendrá que recomenzar.
Existe crimen siempre
que transgredimos la ley
de Dios. Una madre, o
quien quiera que sea,
cometerá siempre un
crimen al quitar la vida
a un niño antes de su
nacimiento, porque
impide a un alma pasar
por las pruebas a las
que serviría de
instrumento el cuerpo
que se estaba formando.
En el caso de que la
continuidad de la
gestación coloque en
peligro la vida de la
gestante, no habrá
crimen al realizar el
aborto, porque es
preferible que se
sacrifique al ser que
todavía no existe a
sacrificar el que ya
existe.
(Obra citada,
preguntas 357, 358 y 359.)
D. ¿Cuál es el objetivo
de la Providencia al
crear seres como los
cretinos e idiotas que,
como se sabe, presentan
un grado acentuado de
retardo de las
facultades mentales?
Los que habitan cuerpos
de idiotas son Espíritus
sujetos a un castigo,
que sufren por el
constreñimiento que
experimentan y por la
imposibilidad de
manifestarse mediante
órganos no desarrollados
o defectuosos. Las
condiciones en que se
encuentran constituyen
una expiación derivada
del abuso que hicieron
de ciertas facultades en
el pasado. (Obra
citada, preguntas
371, 372, 373, 373-a y
374.)
E. ¿Qué utilidad tiene
el período de infancia
para los Espíritus que
reencarnan?
Al encarnar el Espíritu,
con el objetivo de
perfeccionarse, es más
accesible durante la
infancia a las
impresiones que recibe,
capaces de auxiliarle en
su progreso, a lo que
deben contribuir los
encargados de educarle.
Los Espíritus sólo
entran en la vida
corporal para
perfeccionarse, para
mejorar. La delicadeza
de la edad infantil los
vuelve dóciles,
accesibles a los
consejos de la
experiencia y de los que
deban hacerlos
progresar, pues es en
esa fase que se les
puede reformar los
caracteres y reprimir
las malas inclinaciones.
(Obra citada,
preguntas 379, 382, 383,
384 y 385.)
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