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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 228 – 25 de Septiembre de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Conviviendo con las diferencias

 

Una pequeña corza venía andando por el bosque donde vivía y se encontró con un hijo de erizo. En el comienzo, quedaron mirándose, de lejos, indecisos y temerosos.

De repente, la pequeña corza, decidida, se aproximó y dijo:

— ¡Olá! ¿Estás paseando? ¿Quieres jugar conmigo?

El hijo de erizo aceptó contento. Generalmente, los otros animales no le daban mucha atención por ser pequeño.

   

Y ambos se pusieron a jugar al esconder y no vieron el tiempo pasar. En búsqueda de nuevos escondites, se alejaron cada vez más.

No percibieron las dos crías que era tarde e inmediatamente la noche llegaría. Cuando lo notaron, quedaron con mucho miedo. Jugueteando, habían ido muy lejos de casa y no sabían como volver.

Mientras la noche caía, ellos estaban llorando de miedo.

Súbitamente, el erizo y la pequeña corza oyeron una voz que gritaba:

— ¡Teteia! ¡Teteia! ¡Dónde estas, hija mía!

La corcita, irguiendo la cabeza, dijo contenta:

— ¡Es mí madre! ¡Es mí madre que viene a buscarme!...

De otro lado, oyeron unos ruidos diferentes:

— ¡Tinho! ¡Tinho! Hijo mío, ¿dónde estás tú?

El erizo que lloraba enterrado en el suelo, irguió la cabeza feliz:

— ¡Es mi madre en busca de mí! ¡Madre! ¡Madre! ¡Estoy aquí!... — gritaba él.

Siguiendo las voces, no tardaron mucho, las madres de ambos estaban juntas de ellos.

Al encontrarse y ver que los fijos estaban juntos, ellas comenzaron a pelear, cada una acusando al hijo de la otra por ellos haberse alejado tanto de casa.

La madre de la corza afirmaba enfadada:

— Fue ese su hijo horroroso y sucio de tierra que perdió a mi Teteia! ¡Mi hija nunca saldría cerca de mí sin avisar!

Irritada, la madre del ericito, respondió alto:

— ¿El qué? ¡Horrorosa es su hija! ¡También, con esas piernas finas y largas! ¡Mi Tinho es lindo! ¡Vea que linda armadura él tiene recubriendo su cuerpo! Y es también muy obediente.

Jamás salió así por el bosque sin decirme adónde iba. La culpa es de su hija, ¿entendió?

Y así, de ofensa en ofensa, la pelea empeoraba cada vez más.  

Asustados, los hijos intercambiaron una mirada y corrieron a separar a las dos madres, que continuaban gritando y ofendiéndose mutuamente.

De repente, oyeron al erizo, que gritó:

— ¡Parad! ¡Parad ya con esa pelea! ¿Dónde se vio a dos madres peleando? ¿Fue eso lo que nos enseñasteis?

Él gritó tan alto que, en ese momento, oyendo la pregunta de él, las madres pararon de pelear e intercambiaron una mirada, avergonzadas.   

La pequeña corza miró a la madre y dijo:

— ¡Mamá! ¿Dónde se vio a dos madres pelear así? ¡Nadie tiene culpa! ¡El Tinho y yo nos encontramos por casualidad y yo lo invité para juguetear al escondite, y él aceptó!...  

El erizo confirmó balanceando la cabeza:

— ¡Es verdad, creedlo! ¡Después, sin querer, nos alejamos de casa y acabamos perdiéndonos!

Llenas de vergüenza, las madres intercambiaron una mirada, después miraron a los hijos, y enseguida, la corza se aproximó a la otra y dijo:

— Discúlpeme, yo actué mal. Estaba tan nerviosa con la desaparición de mi hija que dije cosas que no quería. Finalmente, su hijo es hasta bien simpático. Él está sucio, pero veo que usted también está. Debe ser del lugar donde viven, ¿no es?

Y la madre eriza respondió risueña:

— Es verdad. Vivimos en un agujero. Pero, yo también estaba muy afligida y no pensé en lo que decía. ¡Mirando bien, su hija es hasta bien bonita! Es muy larga, pero tiene un pelo lindo.

Ambas hicieron las paces. Finalmente, todo estaba en paz.

Las dos madres quedaron muy amigas. Entendieron que tenían diferencias, pero que eso no era importante. Lo que realmente cuenta es aceptar y convivir con las diferencias, entendiendo que todos nosotros somos diferentes unos de los otros y no por eso podemos considerarnos mejores o peores que nadie.  

Lo que realmente importa es aceptar cada uno del modo que es. Porque, aceptándonos, nos conoceremos mejor y pasaremos a amarnos.           

                                                                           MEIMEI


(Recebida por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, em 5/9/2011.)               
         



                                                         
                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita