Nace nuestro Universo
Hay 13,7 billones de
años, todo lo que
existía estaba
concentrado en un sólo
punto, que un científico
denominó de átomo
primitivo o huevo
cósmico. Su tamaño era
trillones y trillones de
veces más pequeña que la
cabeza de un alfiler;
era rico en energía
altamente condensada, a
punto de su calor ser de
billones y billones de
grados Celsius.
De repente, sin que se
pueda saber por qué, él
se infraccionó al tamaño
de una manzana. Y
entonces explotó,
expulsando violentamente
en todas las direcciones
la energía y los
contenidos en él
contenidos.
Esa energía se condensó
fuertemente y produjo
las partículas
elementales de la
materia. En los primeros
tres minutos, esas
partículas formaron los
átomos y de ahí el
hidrógeno y el helio,
los elementos químicos
más simples y los más
abundantes del universo.
Mientras eso, la energía
expulsada, junto con las
partículas elementales,
formó una
inconmensurable nube que
se expandió más y más.
Lentamente, tras un gran
expulsión en todas las
direcciones, ella
comenzó a enfriarse y
ganar densidad. De este
proceso se formaron las
grandes estrellas rojas.
Ellas funcionaron por
algunos billones de
años, como hornos
ardientes dentro de las
cuales ocurrieron
explosiones atómicas de
magnitud extraordinaria.
Allá se forjaron los
principales elementos
que están presentes en
todos los seres: el
hierro, el carbono, el
oro, finalmente los 92
elementos básicos que
componen todos los seres
y cada uno de nosotros.
De la muerte de una de
esas estrellas se
formaron nuestra
galaxia, y nuestro Sol y
el planeta Tierra.
Lo expuesto arriba es lo
que los científicos
denominaron el Big-Bang,
o sea, la gran
explosión.
¿Y Dios con eso?
El problema de Dios
aparece cuando se
colocan las siguientes
cuestiones: ¿Qué había
antes del comienzo?
¿Quién dio el impulso
inicial? ¿Quién sostiene
el Universo como un todo
y todos los seres para
que continúen existiendo
y desarrollándose?
¿Nada? Más de la nada,
nada puede venir.
Antes del Big-Bang,
existía Dios, que existe
de toda la eternidad.
Existieron también
muchos otros universos,
pues Dios jamás estuvo
inactivo. Esos universos
fueron creados por su
voluntad, cumplieron su
papel (campo de
desarrollo del Espíritu)
y tuvieron su materia
colapsada, para resurgir
después, cual la
legendaria ave
mitológica, Fénix, que
renacía de las propias
cenizas. Pues un mundo
formado desaparece y la
materia que lo compone
se renueva.
Esa teoría encuentra
resonancia en el
pensamiento del Espíritu
André Luiz:
Semejantes mundos sirven
a la finalidad a que se
destinan, por largas
eras consagradas a la
evolución del Espíritu,
hasta que, por la
sobre-presión
sistemática, sufran el
colapso atómico por el
cual se transmutan en
astros cadaverizados.
Esas esferas muertas,
sino vuelven la nuevas
directrices de los
Agentes Divinos, que
disponen sobre la
desintegración de los
materiales de
superficie, dando ensayo
a que los elementos
comprimidos se liberen a
través de una explosión
ordenada, surgiendo
nuevo acervo corpuscular
para la reconstrucción
de las viviendas
celestes, en las cuales
la obra de Dios se
extiende y perpetua, en
su gloria creativa.
Pronto el universo, el
principio espiritual
podrá iniciar la larga
marcha rumbo a la
perfección relativa que
le es destinada.
Al tiempo que viene
creando, desde toda la
eternidad, mundos
materiales, Dios hay
creado, desde toda la
eternidad, seres
espirituales. Si así no
fuera, los mundos
materiales carecerían de
finalidad.
Los mundos materiales
tendrían que suministrar
a los seres espirituales
elementos de actividad
para el desarrollo de
sus inteligencias.
Nace el principio
inteligente
La razón de ser del
Universo es el
desarrollo del Espíritu
humano. Pronto el
Universo, el principio
inteligente podrá
iniciar su larga marcha
rumbo a la perfección
relativa que le es
destinada.
Dios renueva a los seres
vivos como renueva los
mundos.
Indestructible, el
principio espiritual se
elabora en las
diferentes metamorfosis
que sufre, estacionando
en los reinos mineral,
vegetal y animal, antes
de adquirir la razón e
identificarse con la
humanidad.
En cuanto al origen del
principio inteligente
nada sabemos.
Según algunos, se trata
de una emanación de la
Divinidad.
Las propiedades sui
generis que se reconocen
al principio espiritual
prueban que él tiene
existencia propia, pues
que si su origen
estuviera en la materia,
aquellas propiedades le
faltarían, desde que la
inteligencia y el
pensamiento no pueden
ser atributos de la
materia.
A nuestros ojos no tiene
una forma determinada,
puede ser comparado a
una llama, una claridad
o una centella etérea,
cuyo color varía del
oscuro al brillo del
rubí, conforme su
pureza; con alta
capacidad de
proporcionar impulsos y
abrigar experiencias que
se transforman en
estructuras definitivas
y cada vez más
complejas.
Fue creado simple,
ignorante, pero dotado
de perfectibilidad.
Simple, porque
único, formado de una
sola parte, homogéneo.
Ignorante porque
sin conocimiento,
experiencia y
adquisiciones.
Perfectible porque
dotado de la
potencialidad del
progreso, de un proyecto
íntimo de desarrollo, de
un propósito en el
sentido de haber un
movimiento en la
dirección de más
diversidad, complejidad
y cooperación.
El principio inteligente
se viste de materia
Creado, debería
conectarse la materia,
lazo que prende el
Espíritu e instrumento
de que este se sirve y
sobre el cual, a la vez,
ejerce su acción. Esa
conexión se da a través
de la formación de un
campo de influencia no
física. Semejante al
campo gravitacional, o
al campo
electromagnético (el
imán atrayendo las
virutas del hierro), el
campo creado por el
principio inteligente
será una zona de
influencia donde él irá
a comandar la
unificación de los
átomos y la elaboración
de la vida en los
diferentes reinos de la
naturaleza. Pero el
elemento espiritual es
un ser indefinido,
abstracto, que no puede
tener acción directa
sobre la materia,
siéndole indispensable
un intermediario. Con el
principio inteligente,
por lo tanto, nace un
envoltorio sutil,
fluídico, el cual, de
cierto modo, forma parte
integrante de él. Como
toda materia, ese campo
de energías sutilísimas
es extraído del fluido
cósmico universal, la
energía primitiva del
universo, que, en esa
circunstancia, sufre una
modificación especial.
Ese envoltorio fluídico
va a perfeccionarse paso
a paso con el principio
inteligente,
constituyéndose,
oportunamente en el
cuerpo espiritual
(periespíritu).
En el reino mineral, la
atracción
El principio
inteligente, se conecta,
entonces, a través de su
envoltorio de energías
sutiles, la materia
recién formada, a los
átomos, y partículas
subatómicas,
preparándose para
elaborar en sí mismo el
principio de la
atracción, primera
adquisición del
principio inteligente,
mientras aún no es el
reino mineral.
La Ley de atracción rige
los elementos
intra-atómicos, fuerzas
muy poderosas, mantienen
unidas las
sub-partículas atómicas.
En ese largo estadio
junto al reino mineral,
el principio inteligente
adquiere la capacidad de
unir, aglutinar, atraer,
que le será de
inestimable valor en el
futuro.
La vida surge en la
Tierra
El largo estadio junto
al reino mineral
capacitó al principio
inteligente en el arte
de unir, aglutinar,
agregar. Él se
encontraba, ahora, apto
a avanzar en su
auto-elaboración,
adquiriendo otras
propiedades:
irritabilidad,
sensibilidad, memoria,
instinto, etc. Él haría
eso en los millones de
años en que iría a
estacionar en el reino
vegetal y animal.
El planeta se encontraba
listo para recibir la
vida y el principio
inteligente apto a
actuar en la reunión de
los elementos químicos
que daría nacimiento a
las primeras formas de
vida en la Tierra.
La Tierra se había
formado de la
condensación de la
materia diseminada en el
espacio. La explosión de
una estrella roja
(supernova) lanzó una
nube de gas y de
elementos por doquier.
Lentamente, esos gases
ganaron consistencia por
fuerza de la gravedad.
Nació el Sol que
consiguió atraer a su
alrededor los planetas
que se formaron a partir
de los detritos de la
explosión anterior. Uno
de esos planetas era la
Tierra. Eso fue hace
cerca de 4,6 billones de
años.
Por 800 millones de años
la Tierra permaneció
como un mar de fuego
debido a su origen
estelar y a los meteoros
que caían brutalmente
sobre ella, pero poco a
poco fue creando una
superficie que le
facilitó el
enfriamiento. La
distancia adecuada del
Sol y el equilibrio
creado por la gravedad
que retenía los líquidos
crearon las condiciones
del surgimiento de una
atmósfera, capaz de
acoger la vida.
Según una hipótesis,
hace 3,8 billones de
años, gases de la
atmósfera primitiva
(metano, amonio,
Hidrógeno, y vapor de
agua), en un ambiente
donde predominaban
descargas eléctricas y
rayos ultravioletas,
culminaron en la
formación de los
aminoácidos y bases
nitrogenadas, unidades
básicas de las proteínas
y de los ácidos
nucleicos (ADN y RNA).
Con las moléculas
esenciales a la vida,
envueltas por delicada
capa lupídica nacían las
bacterias primitivas.
Los cuerpos de los seres
vivos se formaron por la
reunión de las moléculas
elementales, en virtud
de la ley de afinidad, a
medida que las
condiciones de la
vitalidad del globo
fueron propicias a esta
o a aquella especie.
De acuerdo con otra
hipótesis, las primeras
formas de vida, o las
moléculas químicas
esenciales a la vida,
vinieron para la Tierra,
de otras regiones del
universo.
Sea correcta una u otra
hipótesis, eso no se dio
por fuerzas ciegas del
acaso. El principio
inteligente allí se
encontraba, con su
poderoso campo
magnético, creando las
condiciones para que las
reacciones químicas se
verificaran de forma a
permitir la eclosión de
la vida.
El Divino Escultor
En la dirección de todos
los fenómenos de nuestro
sistema existe una
comunidad de Espíritus
Puros, en cuyas manos se
conservan las poderosas
directoras de la vida.
Jesus es uno de los
miembros de esa
comunidad.
Con sus ejércitos de
trabajadores dedicados
estatuyó las normativas
de los fenómenos físicos
de la Tierra,
organizándole el
equilibrio futuro en la
base de los cuerpos
simples de materia,
Organizó el escenario de
la vida, creando lo
indispensable a la
existencia de los seres
del porvenir. Hizo la
presión atmosférica
adecuada al hombre,
estableció la capa de
ozono, para que filtrase
convenientemente los
rayos solares.
Y finalmente, los
artistas y técnicos de
la espiritualidad mayor,
bajo la asistencia
amorosa de Cristo,
colaboraron en la
edificación del mundo de
las células, la
construcción de las
formas organizadas e
inteligentes de los
siglos venideros,
culminando con la
aparición de los
primeros homínidos, con
el córtex cerebral
complejo hombre hace 3
millones de años.
(O presente artigo será
concluído no próximo
número desta revista.)
Referências:
-
A Caminho da Luz,
cap. I,
Emmanuel/Chico
Xavier.
-
A Evolução Anímica,
Gabriel Delanne.
-
A Gênese, cap. XI.
-
Breve história de
quase tudo, Bill
Bryson.
-
Criação Imperfeita,
Marcelo Gleiser.
-
Evolução em dois
mundos, André
Luiz/Chico Xavier.
-
Iluminação Interior,
Joanna de Ângelis,
cap. I.
-
O Consolador,
Emmanuel/Chico
Xavier, pergunta 79.
-
O Livro dos
Espíritos, itens 8,
21, 22-a, 25, 38,
39, 41, 88, 88-a,
115, 540, 728-a.
-
O Relojoeiro Cego,
Richard Dawkins.
-
O Tao da Libertação,
Mark Hathaway e
Leonardo Boff.
|